Luz invisible
Salen del abismo los más temiblesfantasmas que dormían enterrados.Atraviesan las piedras y los muros, huelen mi rastro negro y al fin llamana la puerta, como si yo pudieraimpedirles que entren en mi casa.Me encuentran bocabajo en una cama,la almohada enrollada en la cabeza,cerrados los ojos, abierto el miedo,temblando de no sé qué horror incierto,sabiendo que es inútil resistirse,sin vida, sin pasado, sin futuro. En las tinieblas siempre hay una luz.No se ve, pero sé que hay una luz.Nunca lo creí, hasta aquella vezen que apareció, no recuerdo dónde,haciendo desfilar a los fantasmas,haciendo disfrutar de este poema.
Cualquier tiempo pasado fue peor, querido amigo.
ResponderEliminarBuena despedida para noviembre, José Miguel.
Debes decirle a Jaime que te haga una crucecita antes de dormir ... dejarás de soñar con fantasmas ;)
ResponderEliminarDe todas formas, mientras los fantasmas sean otros, no debes temer. Lo peor es convertirse en fantasma uno mismo. Entonces ya no hay forma de quitártelo de encima ...
Un saludo mañanero.
Nunca se sabe, Álex. Carpe diem, como dijo aquél.
ResponderEliminarNo sé qué es peor, Zim, si los fantasmas o los fantasmones (sin premio).
Abrazos fantasmagóricos.
Prefiero los fantasmas a los fantasmones, dónde va a parar.
ResponderEliminarMuy bonito, la luz mejor es la de penumbra a veces. O esa invisible que dices.
Un abrazo
Gracias, Aurora. Me tienes que contar la historia esa de la serpiente en casa de Olga. Te hacía intrépida, pero no tanto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quién pudiera enceder esa luz!
ResponderEliminarBesos
Me gustan estos "versos propios", José Miguel. Me hacen pensar en que algunas veces tenemos la sensación de que tras la vida cotidiana, con su estrés, sus obligaciones, su tiempo pautado, tiene que haber algo más, diferente, distinto, algo que no podemos nombrar sino con ese pronombre indefinido, algo que ahuyente esos fantasmas que te encuentran, a veces, con la cabeza hundida en la almohada.
ResponderEliminarBuen poema.
Un abrazo, Javier.
Basta con arrimar un cerillo, Lola. A ver si mañana compro en el Carrefour.
ResponderEliminarMuchas gracias, Javier. Hay algo, sí, a veces la poesía hace visible lo indefinido, aunque sea por un instante.
Un abrazo emocionado.
Aaaaaay ¡Hermoso! Me encantan los poemas con "efecto", con misterio, con magia... y creo que el tuyo lo tiene, Ridao.
ResponderEliminarEs verdad, doy fe, siempre hay una luz, y es tan nuestra como esos fantasmas.
Besotes.
Luz invisible, una forma de fe...
ResponderEliminarAbrazos luminosos;-)
Muchas gracias, Liliana, compañera de luces. Eres un sol.
ResponderEliminarLa fe es una de las cosas que no tengo, Olga, y además no sé dónde se compra, ni si la compraría.
Un beso pampero y otro siltolero.
Me ha gustado mucho, y además cada vez que lo leo me trae a la cabeza el corto de Walt Disney de los elefantes de colores, no me preguntes por qué.
ResponderEliminarTe refieres al de Dumbo, ¿no? Miguel se hartó de verlo. A lo mejor caló el mensaje subliminal en mi cerebro tras cienes y cienes de sesiones. Gracias.
ResponderEliminar¿Walt Disney, Capitán?
ResponderEliminarUna vez más, habitamos en polos opuestos.
No debe ser Dumbo, José Miguel, que es más bien largo... aunque haces bien en seguirle la corriente.
Que sí, Álex, es Dumbo, si lo sabré yo... Eran unos elefantes rosas y de muchos colores más, y la escena venía cuando Dumbo se cae al barril lleno de vino y coge una trompa, nunca mejor dicho, de cojones.
ResponderEliminarEl Capitán sabe mucho de Disney. Se ha equivocado en lo de "corto", pero a lo mejor sacaron la escena en alguno de los cortos de Disney.
Un abrazo dumbero.