miércoles, 6 de junio de 2012

Es la confianza, estúpido


Las noticias que van saliendo día a día en los medios de comunicación sobre el déficit público, la evolución  de la bolsa y, sobre todo, la prima de riesgo del bono español respecto al alemán, se consideran un indicador muy exacto de la coyuntura económica. Se ha llegado al punto de que un cambio significativo en el período de unos días ha encendido todas las luces de alarma en Europa, y se ha especulado (y se especula) muy seriamente sobre la necesidad de una intervención. Nadie duda que la economía española está mal, y la prueba más palpable es el agujero de Bankia, que ha levantado la liebre de algo que se conocía hace mucho tiempo: a saber, que gran parte de los bancos españoles tienen un alto porcentaje de activos ficticios en forma de préstamos incobrables e inmuebles contabilizados muy por encima de su valor real sin haber dotado las correspondientes provisiones. Seguramente algunos de ellos están en situación de quiebra técnica, y sólo son sostenidos por el apoyo del gobierno en forma de inyecciones de liquidez que no se merecen, pero que al mismo tiempo son necesarias para nuestra economía. Pero no quería hablar hoy de eso, sino de las posibilidades que tiene España de salir adelante. Tomaremos la prima de riesgo como principal indicador para los países europeos de nuestra situación. Este indicador se mueve al fin y al cabo por el mismo mecanismo que la bolsa, que no es otro que la ley de la oferta y la demanda, factores a los que en este caso se une una variable de importancia fundamental: la percepción del riesgo-país. Evidentemente, la caída de Bankia ha presionado al alza la prima, y esto es algo que entra dentro de lo natural, pero después hay otros condicionantes, como por ejemplo determinadas decisiones del gobierno español, rumores sobre una posible intervención, desavenencias políticas, declaraciones de un presidente de Gobierno o de un ministro e incluso intereses espurios de otros países de la zona euro, principalmente Alemania y Francia, que zarandean la prima en un corto espacio de tiempo hacia arriba o hacia abajo, cuando en realidad la situación del país apenas ha cambiado. Se puede dar el caso, y a punto estuvo de suceder la semana pasada, que una elevación repentina del interés de la deuda soberana propicie una intervención que seguramente no sería la medida más adecuada, ni para España ni para sus acreedores.

Seamos realistas: la coyuntura económica en España es la que es, independientemente de los indicadores que se utilicen para medirla. Y digo coyuntura, porque a medio plazo estos indicadores sí que son verdaderamente relevantes. Fiar el futuro de nuestra economía a una auditoría cortoplacista y miope me parece una insensatez. Nadie duda de la mala, acaso crítica, situación de nuestra economía, pero en ningún caso se trata de un muro insalvable. Traigo a colación el tan manido concepto de confianza, en donde a mi juicio está la clave. Consideremos el caso de una familia que con la crisis ha visto reducidos sus ingresos hasta un punto en que no son capaces de pagar su hipoteca. El banco tiene dos opciones: una es el embargo, lo que no es en absoluto deseable, pues se verá con un inmueble de un valor muy inferior a la deuda que tiene que cobrar y que además le será muy difícil vender. La otra es refinanciar la deuda. Pongamos por caso que esta familia paga una hipoteca de 900 euros a 20 años. Supongamos que no pueden pagar más de 200 euros. El banco, que confía en su cliente, podría ampliar el plazo de modo que la cuota baje hasta esa cantidad. A lo mejor sale un plazo de 100 años, pero eso no debe constituir ningún problema, pues en el momento en que la situación mejore a esta familia le interesaría volver al plazo anterior para evitar el pago de unos intereses tan grandes, aparte de soportar una hipoteca de tres generaciones. Pues bien: los inversores son nuestro banco, y nosotros, como clientes, debemos convencerles de que, aunque actualmente no podamos amortizar deuda, e incluso tengamos que endeudarnos más, estamos poniendo las bases para que la situación cambie, y de ningún modo caeremos en el impago. Nuestros "bancos" no tienen más remedio que creernos. Pueden mandarnos a esos siniestros señores de negro, pero las consecuencias de una intromisión de ese calibre en un país como España son imprevisibles. También pueden creer en nuestra palabra, y para eso no basta con llenarla de promesas, sino que hay que ir cumpliéndolas. Si las cosas marchan por ese camino la prima de riesgo dejará de asustarnos cada vez que abrimos el periódico, pero para ello es necesaria una condición indispensable: que todos nosotros, ya que estamos subidos en el mismo barco, rememos hacia el mismo lado, o bien icemos las velas y soplemos todos a la vez. En ese caso aflorará esa palabra mágica, confianza, que tan fácil es de nombrar como difícil de conseguir.

P.S. Y para el que no sepa qué es la prima de riesgo, esta explicación resulta sencillita de entender, por lo cachonda.

5 comentarios:

Alejandro Muñoz dijo...

Si para generar confianza tenemos que remar en la misma dirección, ya nos podemos despedir. Llevamos cinco siglos remando cada uno para donde le parece o dándonos con los remos en la cabeza.
Supongo que el tono es acorde con la gravedad de situación, pero uno echa de menos explicaciones de lo que está pasando como capítulos de economía anurrialera. Las primas de riesgo darían su juego.

Date un remazo de mi parte, José Miguel.

José Miguel Ridao dijo...

Pero hombre, si ya saqué esta entrada dedicada a la prima de riesgo. Anda que me lees... Mu malamente. La enlazo como PS, ea.

Y sí, lo de los remos está complicao. Hata en el arca de Noé los camellos remaban para un lado y los gorilas para otro.

Adiós, primo.

Alejandro Muñoz dijo...

Ya lo recuerdo. Lo había leído, pero uno conoce sus limitaciones y su subsconciente y solo recordaba las de Elías. Por qué será.

Adiós, primor.

Fernando Moral dijo...

Vaya por delante mi ignorancia en estos temas. Partiendo de esa base creo que los compradores pueden meter su dinero donde les salga de los... fondos -faltaría más-, pero también creo que el grado de confianza es inversamente proporcional al beneficio que pueden obtener. Sí, ya sé que si se pasan estrujando pueden matar la gallina y no cobrar ni lo metido, pero parece ese no es el caso de España. Aquí hay más margen para apretar que el que había en Grecia, un poné. Además veo que esa falta de confianza es cíclica, con períodos de relax intermedios, como diciendo "poquito a poco, no nos vayamos a pasar".

Abrazos profanos

José Miguel Ridao dijo...

Voy a tener que hacer un curso de emoticonos, Dyhego, sus vais a cagar.

Lo de Elías es incontestable, Álex.

Fernando: el problema es que SÍ puede ser el caso de España. Si algo bueno tienen los mercados, es que al final ponen a cada uno en su sitio. Lo malo es que nos meneen a nosotros antes de tiempo con movimientos especulativos.

Abrazos con meneíto.