Renglones y miradas
De Shakespeare aprendí que todo son palabras.De mi primer amor, que todo vale nada.Luis Alberto de Cuenca.¿Nunca habéis pensado
que las letras tienen vida,
y ojos?
Te estamos mirando
desde la pantalla,
y te leemos
como tú nos lees.
Leemos tu rostro
de renglones torcidos
en el pergamino
de la piel.
¿Nunca lo habéis pensado?
Pensadlo ahora,
y
miradnos
otra
vez.
Aaaaaaay, inquietante, en rigor de verdad no lo había pensado y menos que las letras que me miran en este momento me estén viendo las arrugas... ¡faltaba más!
ResponderEliminarEs cierto que las letras tienen vida, la vida de quién las escribe y la de quién las lee, y también ojos a través de los cuales se abren tantos universos como lectores hayan...
Besos, José Miguel.
Fantástica la cita. Y también los versos, que por cierto me recuerdan a una antigua tapita de la taberna (perdón por la autocita, pero no he podido evitarlo; o sí, pero no he querido)
ResponderEliminarUn abrazo
Recuerdo a una pandilla de letras que llegaron a conformar una palabra que casi estuvo a punto de estrangularme. No pasó, al final, sino lo que tenía que pasar: terminamos todos por ahí, emborrachándonos.
ResponderEliminarUn abrazo.
El "todo vale nada" me llegó al alma.
ResponderEliminarUn abrazo.
Monsieur RIDAO:
ResponderEliminarEspero no haberte molestado con mi entrada. Era un broma. En fin, disculpas si metí la pata (que no los cataplines...).
A mí las letras sueltas me parecen inofensivas pero si se juntan, eso ya es otra cosa.
Un saludo
Piensa, mira, pero sobre todo ama con la palabra.
ResponderEliminarA partir de mañana me peino para abrir tu blog. Y nada de leerte en pijama.
ResponderEliminarMuy bueno, José Miguel.
Sí , lo pienso cada día...lo pienso demasiado tal vez. "todo vale nada", es verdad más veces de las que quisiéramos.
ResponderEliminarun beso
Liliana, ¿te has fijado que la palabra arruga está formada por letras arrugadas? Curioso, ¿no? Y ya serán menos arrugas, que en la foto de tu blog no se te ve ninguna. Muy bonitas y acertadas tus palabras, como siempre.
ResponderEliminarBesos tersos.
Sabía que te gustarían estos versos de Luis Alberto, Tato. Ya te lo dije en verano. Y la tapita es una delicatessen. Es curiosísimo, yo publiqué en verano un poema en la misma línea:
ResponderEliminarVERSOS ATRAPADOS
El teclado toma el mando
de mi cerebro.
Estos versos
vienen de fuera;
los encontré en el camino.
No los busqué, sólo
abrí el portátil
y se posaron en la pantalla.
Cerré la tapa
y los atrapé.
Ya son míos.
Abrazos pantalleros.
Eso que cuentas da para un microrrelato que te cagas, Juanma. Anímate.
ResponderEliminarAbrazos pandilleros.
Los versos de Luis Alberto son geniales, Javier. Ese tío es un moustro, a ver cuándo me lo presentas.
ResponderEliminarAbrazos siltoleros.
¿Cómo me va a molestar eso, Dyhego? Si yo comento todos los días cosas peores...
ResponderEliminarAbrazos gonádicos.
Precioso tu comentario, Julio.
ResponderEliminarAbrazos pretertulianos (sin premio).
Menos lobos, Álex, que tú tienes poco que peinar.
ResponderEliminarAbrazos cabroncetes.
Mejor no lo pienses tanto, Marisa. En este caso es mejor disfrutar de la forma del poema y olvidar un poco el fondo.
ResponderEliminarBesos todovalemucheros.
Preciosas la cita y la poesía.
ResponderEliminarMuchas veces las letras no sólo nos miran, también nos desnudan, nos golpean, nos acarician, nos vuelven la espalda...
ResponderEliminarEstas de mi comentario se acercan a las líneas de tus versos y sonríen. Les gusta estar aquí.
Un beso.
Muchas gracias, Jesús. Que disfrutes de las fiestas en tu ciudad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo mismo te digo, Olga, aunque me ha enterado de que te has quedado sin moscosos y estás trabajando. Bueno, que te quiten (nos quiten) lo bailao en Sevilla. Me ha gustado mucho tu comentario: es verdad que las letras no sólo nos miran. Lo de que nos desnudan es una gran verdad, sobre todo en los blogs.
ResponderEliminarUn beso.
Espero que en el trono mantengas la compostura, no vayamos a tener un día una entrada espejeante.
ResponderEliminarEspejeante y salpicante, Capitán.
ResponderEliminarCáspita, Ridao. Buena revelación.
ResponderEliminarA veces he pensado que un libro nos mira desde sus páginas, y sabe de la vida de todos los que lo han tenido entre sus manos.
ResponderEliminarLa introducción de Luis Alberto de Cuenca ya es una delicia; tu alegato posterior, la guinda.
Me ha encantado porque así lo pienso.
Un beso
¿Verdad que sí, Jesús? A mí las letras me tienen acojonao. Se te echó de menos ayer, moustro.
ResponderEliminarVolvemos a coincidir, Mery, es curioso que tú también lo pensaras, estamos telepatizados.
ResponderEliminarTe aconsejo que te leas la última antología de Luis Alberto en Renacimiento, que es de donde he sacado estos versos: "Su nombre era el de todas las mujeres".
Otro beso.
José Miguel, es que cuando se admira el poder de la palabra escrita en sí misma, no se puede pensar en otra cosa. ¿Cómo negarle la vida, casi los sentimientos?
ResponderEliminarQué soñadores somos...
En cuanto a Cuenca, tomo nota de tu recomendación. Me gusta mucho todo lo que escribe, sus críticas literarias, sus poemas, sus reseñas...todo.
Gracias y un beso