Hay demasiada gente, demasiadas moscas, demasiada ropa puesta a secar en las colmenas. No puede ser verdad tanta mentira; la vida triunfará, y volverán los tiempos de dejar escapar el agua entre las manos.
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Otra desventaja del libro electrónico: aún no llevo dos años con mi ridáider y ya me están poniendo los dientes largos con los modelos nuevos de Kindle. Supongo que pasaré por caja. El negocio sigue del mismo tamaño, pero se traslada del contenido al continente.
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El retrato que hace Brenan de la España de finales del XIX y principios del XX en El laberinto español es ameno, vívido y atractivo. Seguramente hay actualmente estudios más rigurosos de esa época, e incluso más imparciales, pero a quién le importa la imparcialidad en la Historia.
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Días oscuros y lluviosos en Alájar, de nieblas bajas y colores verdes brillantes en los pocos instantes de luz. Ayer caminábamos hacia la iglesia oyendo las campanas doblar a muerto. Nos topamos con el cortejo fúnebre a medio camino, pero no se observaba gran tristeza en los rostros. Curiosamente era un duelo sereno, y la lluvia persistente no causaba esa sensación de agobio, de angustia, tan frecuente en estos casos. O quizá era tan sólo mi sensación individual, que no tiene por qué coincidir con el sentir de los que me rodean: tan acostumbrados estamos a ponernos en el centro de la creación que hacemos girar el mundo en torno a nuestro ánimo.
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Las moscas se resisten a abandonar su corta temporada de existencia, y revolotean atontadas por la casa dedicándose a su incesante y absurda labor de procreación, búsqueda de un alimento fácil y muerte bajo un matamoscas de color azul o, aún más terrible, en las fauces de la planta carnívora que nos hemos traído de Sevilla.
la mosca de la uva... Fuenteheridos estaba igual...
ResponderEliminarSerá la mosca de la castaña, más bien...
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