De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
Suelos vacantes y la Sareb
-
Por Ignacio Ezquiaga El problema de la vivienda en España ha sido
contemplado por expertos del sector y académicos desde distintos puntos de
vista. Esta en...
Hace 23 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario