Visita breve a Madrid a conocer a una sobrina nueva, no hay mejor motivo. A la hora de la siesta del Viernes de Dolores, toda la familia en la fragoneta y tirando millas por la A4. Todo muy bien, niños dormidos, conducción relajada, pero acercarme a Despeñaperros y cambiárseme la cara es todo uno. Esta vez no hay curvas, sino un moderno túnel que cruza el puerto y viene a salir por esa venta pintada con la bandera de España que seguramente tiene una estatua de Franco a tamaño natural recibiendo a los comensales. Entramos en la Mancha, vemos molinos de viento, de los antiguos y los modernos con aspas aerodinámicas, bodegas con balaustradas y aires de Falcon Crest, rectas interminables. Madridejos, una premonición del horror que espera delante. Ocaña, Aranjuez, la jindama que aprieta, se divisa a lo lejos el monstruo de hormigón envuelto en una nube contaminante, smog le llaman los ingleses, y mi careto es para verlo. El GPS nos guía por los vericuetos de la urbe pavorosa, llegamos al destino, ponemos pie en el suelo, bofetón de realidad. Vamos a la cama resignados, mañana será otro día. La sobrina, preciosa. Los niños quieren ver la nieve. Con lo cerca que está Granada tenemos que ir a verla a Madrid, manda cojones. Quedamos con nuestros mejores amigos madrileños, familia francoespañola. Carretera de La Coruña, rumbo a Navaccerrada. La nieve ni se huele. Llegamos a Cotos, seguimos a Valdesquí. Alguna nieve tardía en las laderas. Suficiente para los niños, que se abalanzan rápidamente a fabricar las consabidas bolas de nieve, seguidas de los consabidos bolazos a traición que ponen en remojo los cogotes de los padres. Ese pedazo de Jaime revolcándose en vaqueros por la nieve, ese pedazo de Gonzalo pisando los charcos de hielo. Vuelta al coche, botas fuera, calcetines fuera, tufo dentro. Puerto abajo, paramos en casa de los amigos. Un lujo, al pie de la sierra, Madrid ni se huele, sólo se oyen pajaritos en medio de un encinar inmenso, así sí se puede. La parte francófona de mis amigos me regala un tablet. ¡Muchas gracias! Será que me he portado bien, yo por si acaso lo acepto sin preguntar. Vuelta a Madrid, qué remedio, a la cama rápido, para soñar cuanto antes que estamos en otro lugar.
Despertar temprano a la realidad. Desayuno, aceite excelente, puro zumo de aceituna. Ejecución del plan previsto, que no es otro que visitar el zoológico, con las entradas compradas el día anterior por Internet, cortesía de mi amigo el del tablet, con el correspondiente descuento por familia numerosa. Llegamos al zoo a las 11:30 y nos marchamos a las 19:30. Ocho horas dando vueltas como locos y aún nos dejamos animales por ver. Los niños emocionados, ese pedazo de Gonzalo acariciando al Tiranosaurio Rex, al que llama familiarmente Rex (los bichos se mueven como si fuera de verdad, y no hay manera de convencer a los dos pequeños de que son muñecos), esos pedazo de delfines pegando saltos, ese pedazo de Miguel alucinando con la boa constrictor y preguntando que a cuántas personas se había comido, esos pedazo de monos con el culo como un pandero, ese pedazo de Jaime poniéndose a tiro de un dinosaurio gargajero, ese pedazo de Ignacio buscando cocodrilos por todos los estanques del zoológico.
Vuelta a casa reventaditos, tour a Madrid incluido, cortesía del GPS, me cago en los muertos de Mr. Garmin. Habríamos dormido a pierna suelta si no es por los niños, encantados de estar los cuatro en un colchón hinchable; saltar es mucho más divertido que dormir. Otro desayuno con zumo de aceituna. Mañana familiar, entrañable, la sobrinita es buenísima, una ricura, como dirían los madrileños. Vuelta a Sevilla a la hora de la siesta, avenida de Andalucía todo tieso. Siestorra de los niños de tres horas. Ahora no hay túnel en Despeñaperros, parece que es un túnel sólo de ida. Un viaje de curvas, los niños se despiertan. Lo normal. Navas de Tolosa, 1212, pedazo de batalla. Andalucía de nuevo, empiezo a relajarme. Paramos en Montoro para llenar el depósito -¡los muertos de CEPSA!- y hacer pipises. Del tirón a Sevilla, nueve y media de la noche, no está mal. Hogar dulce hogar. Cama dulce cama. Sevilla dulce Sevilla. Au revoire, Madrid. Hasta la vista.