EL ABUELO
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*A la memoria viva y gozosa *
*de Mariluz Pérez López, mi suegra*
Casi nadie sabe su nombre, pero todos lo llaman por el que mejor se
acom...
Hace 13 horas
El cuaderno de José Miguel Ridao
La Consejería de Cultura ha iniciado el procedimiento para inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural, con la tipología de actividad de interés etnológico, la popular romería de la Virgen de la Cabeza de Andújar (Jaén).De verdad: ¿Nos merecemos los andaluces y andaluzas que atenten de esta manera contra nuestra diversidad mental? Nos están volviendo múltiples. Lo que se merecen es que hagamos todos y todas una manifestación vital de nuestro malestar étnico y antropológico, y les redirijamos consensuadamente a una posición de decúbito lateral izquierdo flanqueados por un hombre de color provisto de un instrumento trepanador que le aplicará actividades de refuerzo.
[...] Unos de los aspectos más relevantes de esta manifestación son los distintos y numerosos niveles de participación e identificación simbólica que se aprecian en el desarrollo del ceremonial central, durante el camino y en los diversos actos que se celebran durante los días de romería. Asimismo, cabe destacar como valores significativos la gran plasticidad de la fiesta, que da cabida a una multiplicidad de ceremonias, signos de sociabilidad y comensalismo colectivo, símbolos, indumentarias, gastronomía, manifestaciones musicales, expresiones orales y espacios, que coexisten alrededor del ritual central y unificador de la procesión de la Virgen en la mañana del domingo de romería.
Es famosa la paradoja de Aquiles y la tortuga planteada hace dos mil quinientos años por el filósofo griego Zenón de Elea. En ella Aquiles, el de los pies ligeros, acepta encantado el reto que le propone una tortuga para ganar una carrera. Se pacta que la tortuga tenga una considerable ventaja sobre Aquiles, lo que sin duda no va a impedir que el héroe aqueo la adelante en un santiamén y avance triunfante hacia la meta. Sin embargo, Zenón plantea el siguiente sofisma: para que Aquiles alcance a la tortuga se dirigirá al punto que ésta ocupa, pero al llegar allí la tortuga habrá recorrido un trecho, aunque corto dada su velocidad. Aquiles se dirigirá a la nueva posición ocupada por la tortuga y le pasará lo mismo, pues se habrá vuelto a mover, y así hasta el infinito, ya que la tortuga seguirá moviéndose del lugar que ocupa indefinidamente, y llevará a Aquiles pegado a sus talones (¡una premonición de su muerte!), sin alcanzarle nunca. Otra posible formulación del problema sería considerar que Aquiles debe recorrer en cada momento la mitad de la distancia que les separa. Una vez recorrida esta mitad recorrerá de nuevo la mitad del espacio que ahora queda entre él y la tortuga, y así sucesivamente hasta el infinito, pues siempre quedará media distancia que recorrer.
Fue mejor de lo que esperaba. Había ido a firmar otras dos veces y me comí lo que se comió el pastor. Llegaba media hora tarde por un malentendido, y me llama "mi editor" (ahí quea eso), JSM, el de la Espada y los Rabilargos, y me suelta: —Quillo, Ridaiku, que tienes cola en la caseta, qué haces que no estás ya aquí. Y yo: —Venga, Javier, déjate de coñas. Por si acaso aprieto el paso, llego al hotel Inglaterra, me asomo a la Plaza Nueva... ¡Aquello era un erial! Menos gente que en un partido Sevilla-Rota de la pretemporada. Busco las casetas Siltolá y Fundación Ecoem... ¡Vacías! No tiene guasa el pájaro éste. Me lo veo en la "barra" de la caseta de la Fundación: —Maricona, ¿dónde está la cola? —Ven p'acá, entra por aquí. Te presento a Marta (una niña guapa pa reventá y simpática, comme il faut). —Dile a Ridao, ¿había cola o no? Y Marta: —Ha estado aquí bastante gente hasta hace un rato, querían que el autor les firmara el libro de la ovejita, que habían oído por los altavoces que llegaba a las ocho. Como ya son las nueve menos cuarto se han ido. Mire, alguno me ha dejado en este sobre el libro para que se lo dedique y lo recoge mañana. Entonces yo me empecé a esponjar.—Estaréis de coña... A esto que me llama Marta y me dice que tome asiento, que hay alguien esperando. Me llego a la mesa y me encuentro un chaval de veintitantos años con el libro de Economía en diez capítulos en la mano. —Buenas tardes; Buenas tardes. Educado, modosito, me dice: —Yo el primer libro que leí de usted fue... Y ya no me acuerdo del título ni de na, estaba que me salía de la pelleja. Bueno, bueno, qué suerte tienes de estar delante de tu ídolo (no se lo dije, pero lo pensé). Abro el libro, plas, plas, página cinco, dedicatoria, cómo te llamas, tracatraca, me faltó la collejita. Viene otro con el de la oveja, que se queda con sus nietos y no hay quien los duerma, eso está arreglao, pienso yo, como te leas el libro tus nietos se van a descojonar de ti. Plas, plas. Otro con nietos, después una señora, más libros por encargo...Tampoco es que firmara mucho, pero para lo vacía que estaba la Feria... La cosa se queda tranquilita, se pasan por allí Toi y Jurado, pedazo de Mercuriales, gente importante que presentan a Luis Alberto de Cuenca, hacen fotos en la catedral y tal. Y yo allí que he firmado algunos libros, a su altura, sin complejos. Pasa por delante Barbeito, ¿qué tal, acabaste ya las firmas? LLevaba un aire un tanto abatido, así que magnánimamente no quise preguntarle cómo le había ido. Llega Félix Modroño, que estrena novela, pedazo de éxito, el Bilbao de la Belle Epoque, y yo allí roneando, mirando a ver si alguien me veía. Se llega una alumna a la caseta: ya está, se han enterado por la prensa, o por la megafonía, que lleva todo el día pregonándome, que si el escritor José Miguel Ridao por aquí, que si la caseta de Siltolá por allá, cartelones con mis libros... Natural: seguro que viene ahora a verme media universidad y el instituto entero. Me dice: —¡Hola, Miguel! Estás trabajando aquí, ¿no? Cantarazo de agua fría, no la saco de su error, lo de la miel y el asno y todo eso... Me llaman para que me pase a la otra caseta, la de Siltolá, ya me habían avisado de lo que me iba a encontrar allí. Pivón, creo que llaman a eso, de nombre Miriam, sin desmerecer ni mucho menos a Marta. Eran ya las nueve y media y en la Feria no quedaba ni el portero de las casetas, ahí sí que me comí un gurruño, pero bueno, tampoco me podía quejar. Termino y me voy con Toi a una tabernita para tomarnos unas cervezas (bueno, yo tomé cerveza, Toi bebió agua). Al parking; me subo en el coche más contento que unas pascuas, llego a casa, entro por la puerta como el que entra en el palco real en una ópera. Voy aterrizando, tampoco ha sido para tanto, me pongo el pijama, me miro al espejo, no soy una estrella precisamente. Al carajo, que me quiten lo bailao, que no están los tiempos para despreciar buenos ratitos.
