martes, 25 de diciembre de 2012

Christmas Truce



Es Navidad, un año más, el día en que quien es feliz comparte la alegría que le inunda y el infeliz ve amplificada su desdicha. Lo de menos es que haya nacido un Salvador, porque todo aquel que no sea un idólatra sabe que eso nunca sucedió, ni sucederá, y por otra parte no hay nada de lo que tengamos que salvarnos. Lo realmente importante son los buenos deseos, que incluso obraron el milagro de una tregua en Ypres en 1914, con trincheras decoradas a los sones del Stille Nacht. Hace días que mi espíritu se encuentra en la habitación de un hospital donde reposa quien fue una vez mi mejor amigo. Hubo Navidades mejores, y sin duda las habrá. No hay sitio para la queja, ni para el reproche. Seguimos escribiendo, un año más, aunque sea tarde. A veces hay tan poco que decir, y tanto que callar, que es mejor mirar hacia delante hasta que el sueño desvanezca los últimos atisbos de realidad.

sábado, 15 de diciembre de 2012

¡Qué cachondos, los chicos de Google!


Ha estado "uno" leyendo un libro titulado Desnudando a Google, del empresario Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña. Aunque está escrito con el culo, que todo hay que decirlo, y se le nota de lejos la mala baba contra la empresa de Mountain View, derivada sin duda de alguna mala experiencia empresarial, ha merecido la pena la lectura porque me ha abierto los ojos sobre algunas prácticas cuando menos dudosas de una empresa que se puede decir que tiene el monopolio de una gran parte de internet, dato que por sí sólo ya nos produce un miedo justificado. Resulta que la simpática empresa de las seis letras de colorines no sólo controla en España el 97% de las búsquedas que se hacen por internet (la mayor cuota de mercado en todo el mundo), sino que es propietaria, entre otros, de gmail, blogger o youtube, servicios que yo uso alegremente todos los días, y que me hacen estarle incluso agradecido, porque no tengo conciencia de pagar nada por ello, pero el señor Suárez da en la diana cuando dice que lo que Google obtiene a cambio es una materia prima valiosísima, la más preciosa que existe en nuestros tiempos: algo tan simple como información. Información sobre nuestros gustos, sobre nuestros amigos, textos de correos electrónicos (cada vez que mandamos un correo privado por gmail iniciamos una conversación a tres bandas), fotografías aéreas (Google Earth) y frontales (Street View) de nuestras casas, también sabe dónde estamos situados en cada momento a través de las aplicaciones para móviles (Latitude por ejemplo)... y no sigo. Google ya gana dinero con una parte de esta información, pues además monopoliza mediante adquisiciones estratégicas los servicios de publicidad por internet, y estos ingresos la han situado entre las compañías más poderosas del mundo [inciso: nunca entenderé cómo las empresas pagan tanto dinero por publicidad en el buscador de google, en youtube o en gmail: en mi vida he hecho ni puto caso a esos anuncios, si tengo que reservar una habitación en un hotel me busco la vida]. En cuanto a la información masiva captada con servicios como Street View, en que literalmente está fotografiando el mundo (y parte de sus habitantes) o Google Books (la biblioteca de Alejandría 2.0.), con todos los problemas de vulneración de derecho a la privacidad y derechos de autor que están generando, ya ideará el modo de explotarla.

Un monopolio no es sano para la economía, no creo que haya ningún economista que lo dude, y hoy por hoy la posición de Google es de clara dominación del mercado en muchos ámbitos. Si a eso añadimos el objeto del monopolio en cuestión, que no es otro que internet, algo que debería ser poco menos que patrimonio de la humanidad, la situación es para echarse a temblar. Lo cierto es que ya no me parecen tan simpáticos estos "niñatos" treintañeros que llevan quince años comiéndose el mundo.

P.S. ¡Y cómo se ríen, los cabrones!

viernes, 14 de diciembre de 2012

La inmersión que "ahoga"


Ojalá la "cuestión" fuera el idioma, y ahí se quedara: en realidad no se trata del lenguaje, sino de lo que se consigue con él. La política de inmersión lingüística que se ha venido siguiendo en Cataluña todos estos años, y a la que ahora se quiere poner freno, tiene muy bien puesto el nombre: su objetivo claro es ahogar al castellanohablante en el mar de Cataluña, pero no en el mar lingüístico y cultural, sino en un mar diseñado cuidadosamente por el nacionalismo, un mar agresivo de altas crestas, un mar donde no cabe la libertad, porque lo único que circula por sus aguas son barcos que enarbolan una bandera política que todos conocemos. Que nadie se engañe: si los catalanes protestan como fieras ante lo que consideran un ataque no es porque ellos y sus hijos vayan a sufrir, sino porque no podrán seguir fagocitando víctimas de su intransigencia. Y además, este tipo de discursos, el que yo hago ahora mismo, sólo les está permitido a ellos, que tienen el monopolio del victimismo y de la razón: si yo viviera en Cataluña me llevaría tantos palos que no me merecería la pena publicarlo. Lástima de pueblo, lástima de buenas gentes.

jueves, 13 de diciembre de 2012

"To speak or not to speak...


...Spanish, That is the Catalan Question".

Keep calm, dicen los tíos. Se trata tan sólo de permitir a los españoles (catalanes o no catalanes) residentes en Cataluña que lo deseen, recibir para sus hijos una educación en el muy noble idioma español o castellano, y creo que tienen motivos sobrados para desearlo. Cierto que un Estado puede imponer su idioma, pero de momento Cataluña no lo es, ni parece tan claro que los catalanes así lo quieran. Mientras forme parte de España deberá respetar la Constitución, que no por casualidad garantiza los derechos de todos los españoles, no sólo los de los catalanes. A partir de ahí todo lo demás es palabrería, aunque, eso sí, me están entrando unas ganas enormes de brindar estas Navidades, un poné (andalusian speaking), con cava extremeño.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Solo en casa


Cada respiración destapa una sinfonía de gatos encerrados. Decíamos ayer, decimos hoy, que uno es siempre el mismo, aunque el frío, la fiebre y unos demonios antiguos se instalen cada día en la cocina. No puede ser verdad tanta luz blanca. Ayer me despertaron unos niños jugando a la pelota en la terraza. Sonreían inocentes, sin miedo, pero al tocar la puerta con la mano se hicieron humo. No puedo recordar tu nombre, sé que te llaman miedo. Desidia es aún peor, o falta de futuro, de presente y de pasado.