No sólo el primer beso,
ni la primera mirada embelesada,
ni aquella sensación indescriptible
de haber por fin llegado a casa
después de tantos años perdido.
Llegó el amor y lo atrapamos al vuelo,
y lo vivimos,
y dio sus frutos,
y no podíamos concebir la vida sin el otro.
El amor era una dicha infinita,
la bendición de unos dioses improbables
caída no sé de dónde, pero cierta,
la fuente en que bebimos todos estos años.
Ahora que te has ido me falta el aire,
he llorado todas las lágrimas,
la vida se me ha escapado desde dentro
y ya no quiero recobrarla,
porque no estás
ni volverás,
pero el amor es el mismo,
el mismo aumentado de tamaño.
Cuanto más grande es el dolor más crece.
Ahora he comprendido su grandeza.
El amor era también eso, el sentimiento desgarrado
de perderte,
de no hallarte más que en el recuerdo.