¿Recuerdas aquellas mariposas blancas
en el patio de Alájar, una tarde
cuando aún había luz en esa casa
y los niños jugaban, nuestros hijos,
iluminados ante tanto amor
resplandeciendo en nuestros rostros plácidos?
He vuelto al patio, no sé bien por qué.
La luz ya no es blanca, no hay mariposas
blancas, ni siquiera se oyen las voces
de los cuatro niños. ¡Hemos cambiado
tanto desde entonces! ¿Cómo les digo
que nunca volverán aquellos días?
¿Cómo hago para volver al patio
cada noche y fingir que no me importa
que ya no estás, que no es algo que piense
a cada instante por la eternidad?