miércoles, 21 de julio de 2010

No-lecturas playeras


Dicen que el verano es la mejor época para leer. Se supone que la playa es ideal para esta actividad tan placentera, que el resto del año cuesta trabajo cultivar debido al estrés laboral. Así, observo las sombrillas llenas de señores y señoras enfrascados en sus lecturas de un libro, un periódico, una revista o un folleto del Carrefour. Yo tengo una teoría: todos fingen descaradamente. En la playa es imposible leer, y el que diga lo contrario miente.

Todas las mañanas me bajo con mi flamante periódico encartado en la silla de playa y cuando pongo la sombrilla y me siento me dispongo a leerlo. Pues ahí se queda el intento, en la disposición. Enseguida los niños empiezan a hacer hoyos en la arena que amenazan seriamente la solidez de los cimientos de la sombrilla. Ya os podéis imaginar dónde van a caer las paletadas de arena: justo en lo alto del periódico. Muy pronto se aburren de los hoyos y quieren ir a bañarse, y allí que voy yo con mi silla a la orilla a continuar (mejor dicho a empezar) la lectura. Resulta imposible: llamadas de socorro, conatos de ahogamiento, pares y pares de zarpas mojadas en el periódico… Consecuencia: cuando el periódico regresa a casa al mediodía se ha convertido en una empanada de letras con agua y arena.

Se puede argüir que esto me pasa a mí porque tengo niños pequeños, pero estoy en condiciones de afirmar que no es cierto. Os imaginaréis que yo también he sido listo, sin niños y sin cargas, y tenía todo el tiempo para mí. Antes de empezar a trabajar me pasaba tres mesazos seguidos en la playa, y desde luego aprovechaba para leer mucho. Las obras casi completas de Dostoyevski, sin ir más lejos. Pero me las leía en casa, no en la playa. Y bien que lo intentaba: todos los días me bajaba con el libraco de Crimen y Castigo, pero nada. Uno que llega a la sombrilla y me invita a dar un paseo, otro que por qué no nos bañamos, mi madre… “niño, no leas tanto que se te va a caer el pelo” (¡Qué razón tenía!) y el libro de Dostoyevski en la misma página. Eso sí, llenito de arena.

Así que ya sabéis: si estáis de vacaciones y veis a alguien muy interesado en un libro a la orilla del mar es un farsante. Seguramente se trata de un parapeto para observar a las tías en top-less o a las amigas buenorras de sus hijas. Mucho aire de intelectual, pero na de na. Habría que ver si más de uno sólo tiene las tapas y el título bien grande, para dar el pego.

18 comentarios:

Las hojas del roble dijo...

Pues a mí me gusta leer en la playa, Ridao (entre cerveza y cerveza, claro.
Un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Ya me explicas cómo lo haces, Julio.

mujer prevenida vale por dos dijo...

Yo lo intento... pero que si la arena... que si el salitre... que si los gritos... que si el sol que la postura... que no se moje... que la crema no lo manche... atomarpor!!!
Total el libro hecho fosfatina, si me engancha me marcho de la playa para poder leer.

Naranjito dijo...

¿Leer en la playa es de intelectual? mentira cochina, mirame a mí: sentado en la amaca, tintito a la derecha, gafas de sol (graduadas que soy miope y tengo que ver bien de lejos), debajo de la sombrilla, y el Marca. No paso de las páginas centrales. Mañana me compro el As que tiene una contraportada muy buena. Intelectual que es uno.

maile dijo...

Pues yosi que leo en la playa. Poco, porque no tengo mucho tiempo para ir... ni para leer en casa, la verdad, pero ir a la playa sin algo que leer me cuesta.
Voy sola, nadie me molesta con interrupciones, no tengo niños, ni perro... y boca arriba es algo incomodo. Pero leo y algo escribo. Debo ser un bicho raro.
Siga disfrutando de su playa, señor Ridao... y de sus niños, y del tintito, y... de todo lo que quiera.

Juanma dijo...

Digámoslo claro: ¿hay algo más incómodo que una playa? Pues eso.

Abrazos chancleteros.

Juanma dijo...

por cierto, he aprendido a poner cursivas en los comentarios, me lo estoy pasando bomba

Anónimo dijo...

Leer en la playa es casi tan incómodo como leer en un taburete. Yo creo que en un mundo sin sofás, sillones, chaise-longues, o camas, la novela desaparecería como género literario ¿o no?

Mery dijo...

De una vez por todas: en la playa NO se puede leer. Y punto.com.
La brisa descabala las hojas, la arena entra por doquier, si estás bocabajo te duele la espalda, bocarriba te duelen los brazos...
Y casi siempre te distraen las conversaciones de los vecinos.
Que no, que no.

eres_mi_cruz dijo...

yo trato de ser discreto y tapo la portada porque siempre hay un ridao que injustamente tratará de ultrajarte...

me leí el Ulises de Joyce (incluso introducción de CLXXXIX páginas ed. Cátedra letras universales) en la playa de Pueblo Índalo en Mojácar, que es de chinos gordos y bronceado de zanahoria, dura como sus muertos...
lo único necesario es una sombrilla, unas gafas de sol y una mujer recién parida completamente entregada a su creatura...
luego los niños andan y tienen hermanos...
entonces vale, sí.

Dyhego dijo...

Monsieur RIDAO:
Con críos... ni a misa. Leer en la playa..., ¡qué ocurrencia, y encima con los churumbeles alrededor!
Pero inténtele, inténtelo usted.
Salu2.

José Miguel Ridao dijo...

Bienvenida, MPVX2. veo que coincidimos.

No seas antiguo, Naranjito. El Marca hay que leerlo por Internet, que es gratis y te partes de risa con los comentarios del personal.

Pues eres la única que conozco, Maile. ¡Y encima escribes!

Abrazos asombrados.

José Miguel Ridao dijo...

Coño, Juanma, ya me has superado. Seguro que te ha enseñado er Tato.

Totalmente de acuerdo, Sara. Es más: creo que en la antigüedad se leía tan poco por eso. Sólo leían los ricos, que tenían acceso a esas comodidades.

No esperaba menos, Mery.

Abrazos.

José Miguel Ridao dijo...

Hombre, ersmicruz, así cualquiera. Recién parida y es ella la que se ocupa del pequeño. Tú sí que sabes...

Yo sigo intentándolo, Dyhego. Más que nada para tranquilizar mi conciencia.

Más abrazos.

eres_mi_cruz dijo...

joder, ridao...
mi suegra es mi suegra...

José Miguel Ridao dijo...

Y la mía es la mía, y yo con estos no-pelos.

Elías dijo...

¿El chiringuito cuenta como playa?
Pues ahí leo yo: a la sombrita, con mi cervecita a la diestra, y sí, viendo pasar de vez en cuando a las tías buenorras.
Que lo cortés no quita lo
v(c)aliente.
Y que por lo que te cobran en el chiringuito, qué menos que alegrarte la vista.

Abrazo.

José Miguel Ridao dijo...

Tú sí que sabes, Elías, entre teta y teta... un parrafito.