jueves, 24 de febrero de 2011

Apuntes (LXVI): Los colores del ánimo


El ánimo, esa sustancia extraña que tiñe nuestra ilusión, cambia rápido del blanco al negro sin pasar por el gris. Un simple comentario o, mejor dicho, un silencio ante el ofrecimiento de las mejores prendas que uno tiene, y se precipita la absurda torre de papel que habíamos levantado con esfuerzo.


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Yo me juzgo, otros me juzgan, el tiempo me juzga, y no me importa nada, pero si lo que se juzga es tu obra la cosa cambia. Duele más un hijo que el corazón propio.

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Ofrecer lo mejor no es suficiente; es necesario tener algo bueno que mostrar. A veces duele el orgullo, y la humildad es una vieja estúpida y llorona.

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Hoy he hablado de Pavarotti. Es una de mis pocas obsesiones; con todos mis respetos por sus numerosos admiradores, ese hombre gritaba en lugar de cantar.
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También he hablado del silencio, despacio, suavemente, pero las palabras me han estorbado y la impotencia ha inundado mi discurso más brillante.

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El poeta sigue aguardando inmóvil, y las cigüeñas llegan todas las noches a la misma hora, helándole la sangre, en el silencio de mil trescientos años.

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Gigli sí que sabía cantar. Un timbre incomparable, una sensibilidad exquisita, una voce incredibile.


miércoles, 23 de febrero de 2011

Apuntes (LXV): Luz transparente


El sol sigue colándose por la ventana. Diviso las copas de los naranjos y hay una luz tan transparente que dibuja las chimeneas de las casas y los muebles de la habitación como si fueran un cuadro de Van Gogh. Me pregunto qué color tendrá el cielo justo ahora en Alájar; sólo de pensarlo ya estoy oliendo a campo, arrullado por el sonido de los cencerros lejanos.


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Hay momentos que valen por todo un invierno, o eso nos creemos en nuestra ingenua felicidad adormecida por los primeros rayos de la primavera. No hay inviernos largos, ni primaveras cortas, ni otoños terribles; sólo existe el presente de cada momento; el resto del tiempo, el pasado engañoso y el futuro incierto, no vive sino en nuestra imaginación.

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La ilusión es la materia de que están hechos los sueños, y la llama que alimenta la felicidad.

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Me dices tantas veces que me quieres,
aguardas tanto tiempo mi regreso,
que no sé vivir más anocheceres
sin borrar toda mi angustia con un beso.


Imagen superior: Vincent Van Gogh. El dormitorio en Arles, 1889.

martes, 22 de febrero de 2011

Ahora, y hace mil años


Hace poco dejó
Mery este poema en su blog, exquisito.

NOCHE EN LAS MONTAÑAS

Quieto como un pozo
veo navegar las estrellas.
Al llegar las cigüeñas
siento el frío en las venas.
Hoy tampoco estarás conmigo.


Wang Bai-Yi (681-752)


La soledad, de nuevo. El poema es intemporal, poesía pura, y me imagino que en su idioma original será mil veces más bello. Nos empeñamos en buscar algo nuevo, y tenemos la magia ahí mismo, donde siempre ha estado, en los sentimientos eternos del hombre y la naturaleza.

Apuntes (LXIV): Frühling


El momento del desayuno siempre ha sido mi preferido, un remanso de soledad vivificante donde ordeno mis pobres pensamientos o, al menos, los saco a pasear sin bozal.

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La primavera ha llegado de golpe en pleno mes de febrero. No es una novedad en Sevilla, ni tampoco ese cosquilleo en el estómago que siento al oír el trino de los pájaros mientras el sol entra a chorros por la ventana. Sí que es una novedad esta vez la conciencia de mis sentidos, que otros años permanecían aletargados y apenas notaban el cambio repentino. Y no es un cambio para mejor, por desgracia, al menos por ahora.

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Lo más sorprendente del primer día de primavera es la luz, un manto transparente que adormece los hogares y despierta las calles y los campos.

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Supone una esclavitud escribir un diario buscando siempre la estética, la profundidad, lo que inevitablemente le quita espontaneidad. Acabo de leer el Diario de Ana Frank -por cierto, en una horrible edición mejicana-, y su virtud es precisamente la frescura, aunque su éxito se deba por supuesto a las circunstancias en que fue escrito. El diario que estoy publicando en Internet es, en cierto modo, artificial, lo que no tiene por qué ser un defecto, pues se trata de un ejercicio de estética en que tomo muchas veces como modelo el diario de Pessoa, una obra de arte intemporal. Para liberarme de esta carga literaria utilizo como válvula de escape numerosos apuntes personales, a veces intrascendentes y en muchos casos privados, que se quedan en mi cuaderno pudorosos, sin querer salir a la luz inquisidora de la red.

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Nadie ha cantado a la primavera como el dios Wagner y Lauritz Melchior, su profeta.



Imagen superior: Las amapolas, de Claude Monet.

lunes, 21 de febrero de 2011

Apuntes (LXIII): Poesía y soledad


La soledad es el gran tema de la poesía, muy por encima del amor. El hombre, la naturaleza y el espíritu: una combinación inefable y asombrosamente fructífera.
 
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Y, cabalmente, la poesía es un camino peligroso que suele desembocar en la soledad.

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El silencio también es poesía.

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No es lo mismo escribir prosa lírica que lírica prosaica. Siempre ha habido clases...

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No es lo mismo ver un poeta solo que ver sólo un poeta. Y que le den a la RAE por donde amargan los pepinos, valga la metáfora.

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El onanismo poético está a la orden del día. Y la masturbación, no digamos...

domingo, 20 de febrero de 2011

Dulzura


He visto demasiadas lunas llenas
que luego se vacían poco a poco;
gloriosos amaneceres, tan bellos
como el ocaso espléndido que anuncian;
risas felices que acaban en llanto,
fuegos fatuos magníficos y efímeros;
jóvenes fuertes, puros, inmortales,
que pierden la partida con el tiempo;
soles y fuegos, destellos e ilusiones
que se vuelven marchitas y se apagan
en el albor de las primeras nieves.

Aún llora en el corazón del poeta
todos los días a la misma hora,
cuando el amor parece que no existe,
y tú tapas mis ojos, cielo mío,
para llevarme a casa dulcemente.

Relatividad


Un soplo, una chispa, un abrir y cerrar de ojos de Quien ha puesto las reglas del juego, y los afanes estériles de los miles de millones de hombres que pueblan la Tierra serán reducidos a la nada, del mismo modo que se acabaron las preocupaciones y desapareció el estrés de tantos ejecutivos neoyorquinos en aquellos dos instantes de septiembre de 2001 que, dicen, cambiaron el mundo, cuando el mundo, nuestro mundo, cambia con cada muerte, y la muerte de todas las muertes no hará sino cerrarlo para siempre, quién sabe si para abrir uno nuevo, o para reproducirse hasta el infinito en la extraña dimensión del tiempo. La nada es descartable, o al menos yo la descarto, y no por terrible y tenebrosa, sino por inabarcable como concepto abstracto, y por otro lado imposible de objetivar con nuestra percepción, única herramienta que nos ha sido concedida.


Valga lo anterior no como anuncio del apocalipsis, ni como predicción agorera que nos haga vivir asustados, sino para relativizar nuestro devenir mundano, al que tanta importancia concedemos. Es un ejercicio sano y muy recomendable.

sábado, 19 de febrero de 2011

Amaneceres rojos


Si las nubes perdieran su grisura
y las heladas tardes del invierno,
preludio anunciador de un tedio eterno,
brillaran con el sol de la hermosura;
si el peso abrumador de la amargura
y el brillo deslumbrante del infierno,
seco, desnudo de calor fraterno,
se tiñesen de cielo y de blancura,
no tendría ya más, de madrugada,
que esconderme debajo de tus ojos
para espantar el miedo con la almohada
y conjurar amaneceres rojos.
Bebería tu luz todos los días
para ahogar mi dolor con tu alegría.

jueves, 17 de febrero de 2011

Rudyard Kipling: If


Después de un pequeño descanso, traigo una traducción de este famoso poema de Kipling, un canto emocionante a los valores de la época victoriana en Inglaterra, unos valores que por desgracia se desprecian hoy en día; un modelo ideal que hay que entenderlo en el contexto en que fue escrito pero que bien podría aplicarse al hombre moderno.

Para la traducción he optado por el endecasílabo blanco, y dentro de la lógica dificultad de toda traducción poética, he tratado de mantener el mensaje y, sobre todo, el tono épico del original, para lo que he tenido que renunciar a la rima.

Y antes de ofrecer mi traducción quiero hacer mención a Julio, la persona que me ha descubierto este poema, y que lleva a gala perseguir constantemente este ideal de hombre. Aunque es imposible alcanzarlo por completo, en la persecución está la virtud.

If (Si)

Si puedes serenarte cuando todos
se están volviendo locos, y te culpan;
si puedes creer en ti cuando otros dudan
pero también albergas esas dudas;
si puedes esperar, y no te cansas,
o, si te mienten, no dices mentiras,
o, si te odian, no te ciega el odio,
y no eres ni muy bueno ni muy sabio.

Si cuando sueñas no te atrapa el sueño;
si no te pierdes en tus pensamientos;
si al encontrar el triunfo o el desastre
los tratas por igual, como impostores;
si puedes soportar que tus verdades
se conviertan en trampas para estúpidos,
o ver caer las torres que erigiste,
y rehacerlas con tus propias manos.

Si puedes coger toda tu fortuna
y arriesgarla en un giro de ruleta,
y perder, y empezar desde el principio,
y no quejarte nunca de tu pérdida;
si puedes hacer que tu corazón
te conduzca después de que haya muerto,
y aguantes, aunque ya nada te quede
salvo tu Voluntad, que grita… ¡sigue!

Si cuando hablas al pueblo sigues limpio,
y no te engríes al tratar con reyes;
si ni amigos ni enemigos te hieren;
si todos te respetan sin exceso;
si puedes llenar el tiempo implacable
con un esfuerzo que valió la pena,
tuya es la Tierra y todo lo que guarda,
y –aún más- serás un Hombre, hijo mío.



Y ésta es la versión original:

If you can keep your head when all about you
Are losing theirs and blaming it on you;
If you can trust yourself when all men doubt you,
But make allowance for their doubting too;
If you can wait and not be tired by waiting,
Or, being lied about, don't deal in lies,
Or, being hated, don't give way to hating,
And yet don't look too good, nor talk too wise;

If you can dream—and not make dreams your master;
If you can think—and not make thoughts your aim;
If you can meet with triumph and disaster
And treat those two imposters just the same;
If you can bear to hear the truth you've spoken
Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to broken,
And stoop and build 'em up with wornout tools;

If you can make one heap of all your winnings
And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
To serve your turn long after they are gone,
And so hold on when there is nothing in you
Except the Will which says to them: "Hold on";

If you can talk with crowds and keep your virtue,
Or walk with kings—nor lose the common touch;
If neither foes nor loving friends can hurt you;
If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
With sixty seconds' worth of distance run
Yours is the Earth and everything that's in it,
And—which is more—you'll be a Man my son!

jueves, 10 de febrero de 2011

Wahnsinn


Ayer, mientras soñaba, oí la voz de Hölderlin.
Estaba paseando por una huerta triste,
y repetía siempre la misma cantinela.
Yo caminé a su lado, sin atreverme a hablar,
admirando su porte distinguido,
y Hölderlin reía, y arrancaba las hierbas.
De pronto se detuvo, me contempló sin verme,
sacó de su bolsillo unas cuartillas
y recitó sus versos con voz clara.
Die Menschen finden sich in dieser Welt zum Leben.
Vollkommenheit vereint sich so in diesem Leben.
El poeta, en su lúcida locura,
había descubierto el fuego de la vida
oculto en el espíritu del tiempo.

Nota: Ahora sí me retiro temporalmente, con este poema "de locura".

martes, 8 de febrero de 2011

Time-out!


(*) A player's request for a timeout shall be granted only when the ball is dead or in control of the team making the request. A request at any other time shall be ignored.
NBA. Rule nº5, Section VI.

lunes, 7 de febrero de 2011

Apuntes (LXII): Más allá del tiempo


En la última tertulia de Los Mercuriales se propuso el tiempo como tema a tratar. Como no hice los deberes en su día, traigo aquí una serie de reflexiones en torno a este asunto tan cercano como misterioso.

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El tiempo es como un carrusel en el que estamos subidos y del que no nos podemos bajar. Sabemos que antes o después se detendrá, y tratamos de disfrutar lo máximo posible hasta que llegue ese momento, que llega, y siempre por sorpresa.

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Porque cuando morimos, el tiempo, nuestro tiempo, se detiene, aunque los caballitos de los demás sigan girando.

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El muerto está fuera del tiempo, y por eso nadie entiende la muerte, porque no se concibe nada sin el tiempo.

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Resucitar es volver a la rueda del tiempo, pero yo nunca he visto a nadie que lo haya logrado, a no ser que los que nacen, y se suben radientes de ilusión al caballito, sean los mismos que acabaron su viaje unos minutos antes. Y eso nadie lo sabe.

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Ni siquiera tiene importancia que sean o no los mismos, si de todos modos ya no se acuerdan, y nadie se acuerda ya de ellos.

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El hombre es inmortal: pasa del tiempo al no-tiempo, y de éste al tiempo, en un ciclo que no puede llamarse eterno, ni infinito, pues es preciso eliminar toda referencia temporal. Se trata de un ciclo vital absoluto, inefablemente humano.

Apuntes (LXI): Y dale con el "uno"...


Llevaba mucho tiempo sin escribir a mano, y con este diario he recuperado el hábito con gusto. Recomiendo vivamente este ejercicio a todos los que ya sólo escriben en un teclado, y no por nostalgia, sino porque no es lo mismo. Y si no es lo mismo, el resultado tiene por fuerza que ser distinto. ¿Por qué renunciar a esa riqueza?


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A grandes preguntas, preguntas más grandes todavía.

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No aspiro a que me traten bien, ni a que me respeten, ni a provocar envidias... sólo aspiro a que me dejen tranquilo.

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Hace un par de semanas leí un prólogo firmado por Andrés Trapiello, y volví a comprobar cómo este autor evita a todo trance hacer uso de la primera persona, acudiendo siempre al odioso, cuando usado en exceso, recurso del impersonal "uno". No es que tenga nada en contra de Trapiello; al revés, me gusta cómo escribe, pero este tic afea su obra a mis ojos. ¡Cómo cambiaría la cosa si a uno le encargaran uno de esos prólogos! Uno iba a lucirse, y uno iba a sacar lo mejor de uno para que no quedase ni un solo lector, ni uno, que no aplaudiese el prólogo de uno al acabar de leerlo.

¡Uno ha dicho!

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Se me acabó el café, y aquí sigo escribiendo. ¡Menudo rito! Y es que el rito está en el momento, no en el detalle.

domingo, 6 de febrero de 2011

My reader: mes 1

Depués de un mes de uso afirmo que me reader, bautizado por mis compañeros mercuriales como i-ridáider, me hace tanta compañía como mis libros de papel. Generalmente lo tengo encima de mi mesilla de noche, junto a dos o tres libros, casi siempre de poesía, y pienso que lo acogen muy bien, como uno más; si acaso lo ven un poco raro con sus tapas de cuero, y el formato es poco usual, más cuadrado de lo normal. Eso sí, cuando llega la noche el i-ridáider es la envidia de sus compañeros: suele ser el elegido; su dueño apaga la luz, abre las tapas y extrae un pequeño flexo camuflado que ilumina la pantalla a las mil maravillas, sin molestar a la que duerme al lado (ésta es la razón de que siempre se le prefiera).

He leído en él a Verlaine, a Poe, a Julio Camba, a Pessoa, a Yeats, a Carrere, a Conrad... y los que tengo en cola. No he gastado un duro y todas mis descargas son legales. No sé qué más puedo pedir, ni qué pegas se pueden poner a este invento, salvo las que estén basadas en prejuicios absurdos. Seguiré leyendo e-books, seguiré leyendo libros de papel, seguiré escribiendo, en mi cuaderno o en mi ordenador... seguiré amando la literatura, y cada vez más, gracias entre otras cosas a inventos como el blog o el libro electrónico, bienhallados sean.

sábado, 5 de febrero de 2011

Apuntes (LX): Pessoa: una semblanza



Hoy estreno cuaderno. Es un objeto precioso, cosido a mano, con la reproducción de un mapa antiguo en la tapa, en el color original, hecho de papel libre de ácidos, procedente de bosques que se regeneran. Me costó bastante caro, y es probablemente uno de los objetos más prescindibles que he comprado: para escribir bastan unas cuartillas de papel blanco, y si se quieren tener ordenadas es suficiente con un cuaderno más modesto, como el que tenía antes, regalo de una editorial, que ya estoy añorando en este primer apunte.

También estreno separación entre apuntes: una españolísima virgulilla copiada del diario de Alejandro Sawa editado por Nórdica.

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Cuando me invade esa fructífera sensación de aflicción que me es tan familiar siempre pienso en Pessoa, y me imagino a Bernardo Soares en su oficina de la calle de los Doradores esperando a que llegase la hora de guardar su recado de escribano y acudir a la misma casa de comidas de todos los días para intercambiar exactamente las mismas palabras con el mismo señor de la mesa de enfrente, en un ambiente que se me antoja coloreado de gris anaranjado. Un caballero circunspecto, ataviado igual que muchos otro lisboetas, con su bigote, su terno gris y su sombrero, que nunca imaginó que una estatua suya adornaría en el futuro el barrio del Chiado. Un niño huérfano de padre criado en Durban, donde intimó con la lengua inglesa. Un poeta respetado en su tiempo, y por lo tanto ignorado por la provinciana sociedad portuguesa, que hizo de Lisboa su casa, su alma y sus ropajes, y que encarnó como nadie el sentimiento intraducible de la saudade. Un hombre que era muchos hombres, que desdobló su espíritu admirable en una serie de alter egos insospechados, cada uno con su estilo propio, pero que compartían un único genio irrepetible, incomprendido en su tiempo y muchas veces incomprensible, porque sus palabras siempre conducen a lugares distintos, aunque uno nunca se pierde en ellos, sino que más bien se encuentra, porque Pessoa, como Shakespeare, hablaba un lenguaje universal y, por tanto, infalible; Pessoa hablaba el lenguaje de los hombres.

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No tengo miedo de publicar este diario, ni de desnudar el alma aún más de lo que estoy haciendo. El lector nunca sabrá dónde, en qué apuntes, está el alma más desnuda. Eso queda para mí... y para otra persona más.

viernes, 4 de febrero de 2011

Apuntes (LIX): El diario imposible


Blank sheet syndrome.


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Pasan los días uno tras otro, como lágrimas gemelas, y son la arquitectura invisible e inviolable de la vida, ajena al ruido de pasiones, tan alta que no se alcanza a ver su techo, ya que es infinita y los hombres no la podemos comprender ni abarcar. Infinita pero a la vez efímera, porque el día de ayer desaparece cada nuevo amanecer.

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Todo escritor, que no escribiente, es un poeta.

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Es muy distinto escribir (si es que esto es posible) para uno mismo o hacerlo para el público. La escritura cambia radicalmente; a mejor, por supuesto.

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Me gustaría crear un personaje, trasunto de mí mismo, y exponerlo sin tapujos en un diario íntimo. Así mi escritura sería libre, y no pensaría en otra cosa que en lo que me sucede y lo que pasa por mi cabeza; y no tendría necesidad de fingir, porque estaría protegido de la mirada severa o simplemente curiosa de los lectores. Ese diario sería auténtico de veras, y nadie lo ha escrito aún, sencillamente porque es imposible. Quien más alardea de escribir sinceramente es el que más finge: su vanidad en ese alarde le delata. Quizás lo más próximo que hay a ese diario que digo es el cuaderno oculto que llevan algunos, o más bien que llevaban en el pasado, donde se hacían anotaciones prohibidas a los demás, guardadas bajo llave en un cajón. Pero hasta en ese caso existía la ilusión secreta, inconfesable, de que un día alguien leería esas páginas, retiraría una rosa marchita y se conmovería ante la grandeza de alma del dueño del diario.

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Último apunte en mi cuaderno, que comencé en agosto, hace seis meses. Me da algo de nostalgia cerrarlo, pero mañana mismo estreno otro.

jueves, 3 de febrero de 2011

Apuntes (LVIII): Nada nuevo en cuatro siglos


Me tiembla el pulso al levantar la taza de café, y me tiembla la razón de cuando en cuando, estremecida por el pulso cotidiano y amenazante de la realidad.


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Lo mismo escribo en serio que de forma desenfadada, o chistosa, o provocadora, pero... ¿qué significa escribir en serio? ¿Acaso hay algo más serio y más profundo que el humor?

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Es bueno morir de cuando en cuando, para volver a nacer limpio, sin recuerdos.

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Si en la frente del hombre no estuviera escrita la avaricia, el capitalismo sería un sistema económico perfecto.

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Lo realmente difícil es escribir la primera línea.

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Nos habla don Guillermo desde sus cuatro siglos, y dice las mismas cosas que me cuenta el vecino, de cuando conoció a su mujer, lo mucho que tuvo que pasar hasta que al fin la tuvo, para él sólo, que no quería que nadie la mirase, y ella venga a salir, a presumir de vestidos, a pasear su alegría por las calles, y el vecino parado frente a mí, con la mirada perdida y la sangre resbalando por la punta del cuchillo, cayendo gota a gota, manchando sus zapatos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Nadie

Nadie estaba enfermo de melancolía. Hacía tiempo que había dejado su trabajo, y apenas hablaba ya con su familia, que le procuraba el sustento con el que lograr que el día de mañana fuera exactamente igual al de hoy, sin penas ni alegrías. Hubo un tiempo en que Nadie sufría, y con frecuencia las lágrimas rodaban sin motivo por sus mejillas cuando estaba a solas, pero poco a poco la angustia y la tristeza habían tornado en una dulce indiferencia, en un dejar pasar el tiempo como quien contempla el avance de las nubes blancas en un día claro.
Car il était langoureux
et la vie le traversait
Para engañar al tiempo Nadie escribía, y lo hacía sin pensar, como quien respira. Rellenaba una tras otra unas cuartillas blancas, inmaculadas, con su letra primorosa, usando pluma de ganso y tintero antiguo, que había comprado a un librero de viejo, quién sabe si heredada de algún bohemio loco. Conforme rellenaba las cuartillas las iba arrojando, y al final de la jornada el suelo quedaba tapizado de caligrafía, que daba gusto verlo. Nadie sólo escribía historias tristes y versos negros que no le hacían ningún daño, porque su alma se había teñido de una cómoda grisura. Reflejaba en el papel los sufrimientos de una manera hermosísima, y si alguien lo hubiera leído se habría estremecido de horror primero y de emoción después, porque gracias a que Nadie ya apenas sentía, era capaz de conjurar los recuerdos de su etapa más oscura como si le hubieran sucedido a otro, pero con el realismo que da el haber sido protagonista.

Los días pasaban, y el suelo se seguía llenando a diario de los poemas y las historias de Nadie, que nadie leía ni leería jamás, porque él mismo se encargaba de meterlos cada noche en una bolsa y arrojarlos a la basura. Lo que al principio era un mero ardid para matar las horas se convirtió en una obsesión para Nadie, que poco a poco empezó a escribir historias menos negras, y a inventar personajes luminosos, a los que revestía de ropajes galantes y que viajaban por el mundo fabricando sueños. Sus versos también fueron abandonando las tinieblas, y Nadie descubrió el placer de cantar a la naturaleza, a la vida, al amor. Se olvidó de las elegías y compuso églogas a la manera de Garcilaso, y cánticos, y poemas bañados por el sol, tan luminosos que hacían brillar la tinta. Hasta la pluma de ganso pareció cobrar vida y aleteaba airosamente mientras su dueño trazaba arabescos en el papel.

El ánimo de Nadie era ahora muy distinto, pero no dejaba traslucir esa alegría interior, quizá por miedo, o por vergüenza, y las pocas veces que salía de su casa caminaba como siempre, con la cabeza hundida en el abrigo y la mirada baja, para no dejar que su paz interior recién estrenada fuera perturbada por una mirada ajena. Tampoco había cambiado el trato con su familia, y aceptaba avergonzado el plato de comida que le ofrecían, así como las miradas resignadas que le dirigían. Así pasaron las semanas, y los meses, y a la par que aumentaba su gozo crecían sus remordimientos, porque no sabía cómo corresponder al cariño incondicional que le entregaban. Hasta que llegó un día en que entró en el cuarto su hijo pequeño, y él no lo oyó, absorto como estaba en la composición de uno de sus mejores poemas, con la cara iluminada de felicidad. Y el niño llamó a su madre, y a su hermana, y los tres contemplaron incrédulos cómo Nadie reía, y hacía gestos de alegría, y en lugar de tirar la cuartilla al suelo la guardaba en un cajón. Fue en ese preciso momento cuando Nadie descubrió los ojos que le miraban, y supo que ya nunca volvería a estar solo.

martes, 1 de febrero de 2011

Apuntes (LVII): De tiras e irreverencias


No entiendo por qué tiene que entrar el debate religioso en la literatura, dejando los ensayos aparte. Yo soy el primero al que apasionan estos asuntos, y confronto opiniones en tertulias y otros foros, o incluso, si se da el caso, mis tendencias se pueden traslucir en un poema, pero sin pretender con ello crear una polémica, ni siquiera exponer un punto de vista. El arte no entiende de ideas, ni de religiones, aunque algunos digan que su origen es divino.

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Por no entender, el arte no entiende ni de artistas.

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Últimamente, al escribir un poema me pasa algo un tanto sorprendente: lo voy construyendo lentamente, con esfuerzo, eligiendo cada palabra como si fueran teselas en un mosaico, y el poema avanza sin muchas dificultades, aunque no con la fluidez de antes, pero avanza, y avanza... y no lo puedo terminar; busco el remate y me sale una continuación, más que poemas me están saliendo tiras infinitas de versos.


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A lo mejor la solución es agarrar el cabo de una tira y unirlo con el comienzo. Así lograría un poema redondo.

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Si Chesterton no se hubiera convertido al catolicismo, en España no hablaría de él ni Dios, valga la irreverencia.

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Aunque también es verdad que su obra, al menos a partir de entonces, habría sido distinta .