lunes, 11 de julio de 2011

De meteorismos


Llamados pedos por los finolis y peos por los cabales, son gases, cuescos, aromáticas ventosidades expulsadas por el ojete desde las profundidades intestinales. Siempre en boca de los tiernos infantes, tan dados a las escatologías, nos acompañan sin pudor en nuestra adolescencia y primera juventud, hasta -¡ay!- la llegada del inevitable matrimonio o concubinato, momento en que los peos masculinos deben ser retenidos, so pena de divorcio, durante las interminables noches compartiendo lecho, a bordo de coches, aviones y autobuses, en los paseos románticos bajo los rayos de la luna llena; en fin, a cambio del amor se debe renunciar a esa libertad cuesquera tan cotidiana y saludable.

No hay nada peor que un peo enconado, que se instala en el estómago, baja por el intestino delgado, pugna por salir, retorna triste a su cobijo, mientras que su sufrido propietario experimenta los más terribles retortijones a la mayor gloria de la respirabilidad del aire que le rodea. Se suele decir que el peo es patrimonio de los hombres, pero uno sospecha que el mal llamado sexo débil se los tira y bien tirados, si bien sólo en presencia de sus señoras madres y del resto de miembros femeninos de la familia. También en soledad deben atronar las casas estos peos femeniles, como delatan los restos semisólidos que, a poco que uno sea curioso, son fácilmente observables en las prendas íntimas de la parienta. Eso sí: ellas jamás reconocerán tan ordinaria tendencia, y proclamarán su inmaculada pureza ventoseril. Para su desgracia, los embarazos fallidos son tenidos por peos enconados por los más maledicentes, como justo castigo a tan antinaturales retenciones de los fluidos internos.

Son justamente famosos los concursos de peos celebrados entre adolescentes e incluso jóvenes y adultos ya talluditos. El que esto suscribe reconoce que hasta hace poco era un consumado participante en estas justas, y si se me pone a tiro alguna otra participaré gustoso. En estos torneos se valoran mayormente tres aspectos: la sonoridad del peo, su intensidad, la duración de su emisión y especialmente su olor, el aroma despedido, que normalmente está en proporción inversa a la tronada. De hecho, los peos más olorosos suelen ir acompañados de un pufffff susurrante, ante el cuál los más avezados concursantes huyen despavoridos, sabedores de que es preludio de los efluvios más nauseabundos. Otra costumbre muy extendida es la de encender un peo en el momento de su emisión con la ayuda de un mechero, demostrando de este modo su condición de gas inflamable. Para esta peligrosa práctica es aconsejable que el emisor vista pantalones vaqueros, debido a su tejido en denim, poco dado a prender.

Muchas son las historias y anécdotas que tienen como protagonistas a los peos: hay pastores que aseguran haber espantado a un rebaño de ovejas con una ventosidad atronadora; también existen músicos que improvisan conciertos entonando melodías compuestas por genios inmortales; son famosos los peos de colores revelados a la luz de una llama; hay oráculos cuesqueros, expertos en olores que adivinan lo que se ha comido unas horas antes olfateando con unción el gas pestífero, bromistas que se tiran el cuesco y acusan a la vista de todos al incauto que se sitúa a su lado; sonrojos y miradas culpables al escaparse un peete en una reunión de alta sociedad; peos sustanciosos, alimenticios, tristes, alegres, audaces, tímidos, majestuosos... una riqueza inconmensurable, injustamente relegada a los sótanos del mal gusto. Reivindiquemos lo natural, lo castizo, lo nuestro... ¡Vivan los peos! Y el que arrugue la nariz, seguro que mea colonia.

10 comentarios:

Muñoz Escasso dijo...

Ahí estamos Rido,alternado a Azorín, con el tubo de escape.A mi me parece gloriosa esta entrada. No sé si a los enemigos cursis esos que tienes por ahí, les parecerá bien tanta procacidad.
en fin, esos están mal follados y llevan aguantándose pedos y erecciones en su lecho conyugal muchos años.
Al tema. Me identifico contigo plenamente. Soy un gran pedorro. Y efectivamente contri más ruido menos peligro.
Los peores son los de los días resaca. Estos días que estás fatal y te toca ir a comer a casa de tu tía. Y en medio de la comida te entran terribles ganas de no sesabe qué. No se sabe si va a ser un aborto gaseoso; si va a ser una ristra de Cantimpalo o si van asalir dos astas de Vitorino, dignas de ser retratadas.
Y en estas...tu indecisión hace que no vayas al baño, pero...ahí está ese pedo que parece que vive sin vivir en él y que tan alta vida espera, que muere porque no sale.
Y sale el hijoputa,- con sordina CLARO. Más que salir , se cae.
Una vez me pasó en una visita a uno de los castillos del Loira.
Recuerdo que la estancia de pronto,
quedó vacía.
La mujer de un amigo mío ha confesado que se ha despertado dos veces de la siesta, fruto del empleo de armas químicas en su lecho conyugal. Y tampoco fue a causa de la sonoridad.
.

Er Tato dijo...

¿A esto es a lo que se refieren cuando dicen aquello de que donde hay confianza da asco?

De todas formas, los peores son los peos camastrones de invierno. En cuanto te das la vuelta en la cama, el resoplido caliente de las sábanas se mezcla con la voz de la parienta -no te preocupes cariño, tus peos nunca huelen...-, que te dice ¡ojú chiquillo, comer comerás gloria...! Yo es que con mi contraria tengo confianza y no estropeo un manojo de tripas por conservar un matrimonio. Faltaría más.

Un abrazo, pero que corra el aire

Anónimo dijo...

Sí, lo que uds. quieran, pero cuando me asomo por aquí espero algún texto un poco más interesante. Está visto que hasta del aire se puede hacer ciencia en algunos blogs...


En fin ,esperaremos a la próxima entrada, a ver si se ve por estos lares algo más de ingenio y de sustancia.

Elías dijo...

¡Qué ganas me han entrao de peerme mientras leía esta extraordinaria entrada!
Y me ha recordado aquel chiste en que uno, en el Metro petao, le pregunta al que está dándole el culo junto a la peurta: -¿Se va usted a apear?
Y el otro le contesta: -No, lo que me voy es a peer.

Pdta: por cierto, eso de "ventosidades" no deja de ser una mariconada.

Y me voy, que no me aguanto más y está la parienta por aquí cerca.

Abrazo.

Alejandro Muñoz dijo...

Qué tiempos. ¿Qué tal el miércoles?
¡Ah! Y te lo digo yo... hasta la Duquesa de Alba truena a su pesar.

Paco dijo...

Anónimo, no le digas a Ridao después de esta entrada, que le ponga más sustancia al asunto, que me lo veo venir...

Por otra parte, Ridao, yo con mi santa, a lo que haga "farta", si a peo, a peo. Si a guarro, a guarro. Si a pulcro, a pulcro. Y si a Rolex, a Rolex... hasta el infinito y más pallá...

Paco dijo...

Por cierto, ahora empiezo a entender de verdad eso que hablaba tu amigo Alejandro en esa entrada de su blog, cuando contaba que le había tocado en la vida ser el de los timbales.
Profundo, válgame Dios.

José Miguel Domínguez Leal dijo...

Me gustaría saber dónde han puesto esa señal de prohibición, tocayo.
Saludos.

Eutelia dijo...

"quo eniam darem flatum", asi decia Claudio, algo asi como "el que tenga un peo trabao que se lo tire", pues dicen que en un banquete de aquellos uno de los comensales de murió de aguantar un peo por pena de tirarselo delante de Claudio. A partir de ese momento, la prohibición era aguantarlos, no tirarselos.

José Miguel Ridao dijo...

Tú me entiendes, Escasso. Veo que podrías escribir un ensayo sobre el asunto...

Pues vaya parienta comprensiva que tienes, Tato. La mía saldría corriendo para el juzgado.

Hombre, anónimo, hay que hablar de todo. Mañana tengo previsto terminar mi artículo sobre la traducción en poesía. En cuanto a la sustancia, no me tiente, por dios.

Espero que te aliviaras, Elías, y que no te pillaran.

Álex: los cuescos de doña Cayetana deben de ser antológicos. Seguro que se despeina y todo.

Paco: tu santa es una santa que te cagas de santa. ¡Qué envidia!

José Miguel: no sé, la encontré en google. A lo mejor está a la entrada del palacio de la Zarzuela, que no creo que Sofi aguante muchas cochinadas.

Eutelia: hablar de los peos en latín causa respeto. Les da cierta legitimidad que no tienen en español.

¡Prrrrop pop pop pop!