domingo, 30 de septiembre de 2012

¡Qué cachond@s, l@s chic@s del cine!


Aún no del todo resignado a que su industria salga de los Presupuestos Generales del Estado, el presidente de la Federación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España se ha inventado un nuevo modelo basado, según él, en la autogestión: “El cine se puede pagar con los ingresos y los impuestos que el propio cine genera, como se hace en muchos países de nuestro entorno”. Es una brillante idea, genial. Lo que no sé es cómo no se le había ocurrido antes a nadie. De hecho, se me ocurre aplicarla a mi propia economía: yo me puedo "autogestionar" con los impuestos que genero: que compro mucho y genero IVA, pues me quedo el IVA para poder seguir comprando. Pero bueno, he de reconocer que no soy una "industria", así que no puedo aspirar a esta brillante autogestión, pero se me ocurre que podían hacerlo los panaderos, los taxistas, los tenderos... cualquier empresario que genere impuestos es susceptible de usar esos impuestos para "autogestionarse", y nada más que una lógica prosperidad de la economía en su conjunto puede derivar de esta innovadora medida.

Ya lo decía Frédéric Bastiat en 1850, y se expresaba mucho mejor que yo:
¿No hay algo de vergonzoso en el rol que el proteccionista hace interpretar a la sociedad? Él le dice: "Tienes que darme trabajo, y, lo que es más, trabajo lucrativo". He escogido tontamente una industria que me deja un diez por ciento de pérdidas. Si tú instauras una contribución de veinte francos de mis compatriotas y si me la das, mi pérdida se convertirá en beneficio. Y el beneficio es un Derecho, tú me lo debes. La sociedad que escucha a este sofista, que se carga de impuestos para satisfacerle, que no se percata de que la pérdida sufrida por una industria no es menos pérdida porque se obligue a compensarla, esta sociedad, digo yo, merece el fardo que se le obliga a portar.

sábado, 29 de septiembre de 2012

El defecto de Fritz Wunderlich


Jamás he escuchado un timbre más luminoso que el del tenor alemán Fritz Wunderlich. Se diría que en vez de garganta poseía un sol radiante que aún hoy, casi cincuenta años después de su absurda muerte, nos inunda al escuchar sus interpretaciones de Mozart, o de las operetas que tanto amaba. En italiano se prodigó poco, para nuestra desgracia. Traigo hoy una de sus pocas grabaciones: el aria de Rigoletto La donna é mobile, que quizá suena distinta en su voz, acostumbrados como estamos a las interpretaciones de otros tenores, aunque de ningún modo es inferior. Como agudamente señala un comentarista del canal Youtube: "Questo cantante aveva un solo difetto: era nato in Germania e non in Italia".

jueves, 27 de septiembre de 2012

La huella de Onán en la literatura universal


Anoche tuvimos tertulia, y como es costumbre se propuso un tema de enjundia, que es el que da título a la entrada. A continuación ofrezco mi sesuda contribución a tan importante evento.

La huella de Onán es… pegajosa, que duda cabe. Pegajosa, y también contagiosa, ominosa, sospechosa… ¡lechosa! Son muchos “onanes” los que en el mundo han sido desde que el personaje aparece en la Biblia. Parece ser que más que “onaneando” el hombre practicaba el clásico “tushupaqueyotaviso”, pero al fin lo que cuenta es la fama, y es mentar a Onán e imaginarnos un manubrio de ida y vuelta, con el correspondiente final… lechoso. Pero no veníamos aquí a hablar de Onán como generador de fluidos bíblicos, sino de su huella, y no de su huella indiscriminada en cualquier parte, sino precisamente de la huella que ha dejado nada menos que en la literatura universal. Se trata de una huella amplia, espesa, caudalosa, abundante, generosa, cálida, se diría que un río de lava blanca fluye inagotable del venero creador desde que el primer hombre enarboló la pluma con su mano derecha y agarró con la siniestra el venerable instrumento mondonguero. Es un lugar común que han corrido ríos de tinta desde que empezó la aventura literaria de la humanidad, y al mismo tiempo los plumillas han corrido… o, mejor dicho, ¡se han corrido! Es algo que los escritores hacen de forma artificial, casi mecánica, una y otra vez, no sólo al escribir los libros, sino también al releerlos, y al dedicarlos, y al ver una reseña en el periódico, y al contemplar su portada en una librería. Se puede decir que la del escritor es una carrera de fondo, porque siempre están corriendo… ¡sé! La huella de Onán es, pues, alargada en el mundo de las letras; son huellas que dejan una senda resbaladiza, odorífera, salutífera, con un olor a polvo, pero a polvo limpio, polvo inteligente, en algunos casos incluso polvo enamorado, como ya apuntaba Quevedo, que tenía pinta de estar todo el día dale que te pego, con esa perilla de niñatillo, aunque no tanto como Góngora, del que circula algún retrato en que se pueden distinguir unas enormes protuberancias callosas debajo de los guantes. Porque luego viene la parte práctica; uno piensa: pues sí, los escritores están todos empantanados con Onán y sus trabajos, pero yo no soy escritor –lo que no impide que de vez en cuando…-; bueno, el caso es que a mí eso ni me va ni me viene. ¡Error fatal! Pongámonos en situación: Feria del libro; las casetas llenas de gente, compramos el libro que esperábamos con ilusión de nuestro escritor favorito; da la casualidad que está ahí mismo, firmando ejemplares, no hay apenas cola; llegamos a él, nos lo firma, y en ese momento… alarga la mano hacia nosotros, y entonces es cuando recordamos la huella de Onán en la literatura universal, y nos viene a la cabeza la lectura de esta entrada, pero ya es tarde, porque su mano roza ya la nuestra, los dedos se entrelazan, dejamos la mano floja como última esperanza, pero él, hombre de temple, aprieta fuerte y… ¡¡Chofff!!

martes, 25 de septiembre de 2012

Más leña al mono Krugman


Tras la astracanada del Sr. Krugman del otro día, sacando de la chistera el nuevo iPhone como solución a la crisis, traigo hoy dos argumentos más científicos:

1. La paradoja del cristal roto: propuesta por el economista (por aquello de asignarle alguna etiqueta) Frédéric Bastiat, de lectura muy recomendable, hacia la mitad del siglo XIX. Esta misma semana se la he planteado a mis alumnos en clase y hemos llegado a unas conclusiones muy interesantes entre todos (guiados por el menda, claro, con su orientación doctrinal y todo eso, que ellos me agradecerán en el futuro, etcétera). Viene a contar, si la actualizamos, la historia de un grupo de niños que juega en el patio de un colegio, una de cuyas paredes da a una casa de vecindad. Emulando al añorado Héctor Horacio Scotta, (sshhh, sshhh, que viene, que viene...), un chaval pega un trallazo que se estrella contra el ventanal de una vecina que en esos momentos se asomaba para tender la ropa. Los cristales caen hechos añicos; los chicos salen corriendo en estampida; a la vecina le da un jamacuco y casi se cae por la ventana; varios testigos localizan al causante del estropicio; se le lleva al director del colegio; le castigan dos semanas sin recreo; el cristal es repuesto… y poco a poco, sin saber muy bien cómo, se va instalando en la comunidad la sensación de que el incidente ha sido beneficioso: ese cristal roto lo pagó el seguro; se dio trabajo a la cristalería; a su vez, los proveedores de la cristalería vendieron cristal, y todo ello utilizando mano de obra, generando beneficios… llega un momento en que se anima a los chicos a elevar el punto de mira en los lanzamientos a puerta como medio para superar la crisis. Dice Mr. Krugman en su artículo: "¿por qué sufrir años de producción deprimida y desempleo elevado mientras esperamos a que se genere la suficiente obsolescencia?" Se trata de una idea genial, rompedora, radical, la solución contra la crisis. Con mi poquito de demagogia: ¡¡Rompamos todos los cristales que nos encontremos, aunque sea la pantalla de los iPhones asegurados!!

2. Costes sociales: la obsolescencia tecnológica genera unas externalidades negativas (véase diccionario económico andurrialero, cuando me decida a escribirlo) de varios tipos, como por ejemplo la generación de residuos altamente contaminantes, dificultad en la renovación de las materias primas y muchos otros problemas a los que no da respuesta el sistema (ni por supuesto Krugman), pero que ahí están, pasándonos factura sin que nos demos cuenta (los más listos se dedican a hacerse los tontos, y ahí tenemos otra paradoja). ¿Es realmente bueno el acortamiento del ciclo de vida del producto? Dice nuestro salvador: "Sin duda alguna, es lo que Apple está haciendo. Está estimulando la obsolescencia. Bien". ¡Bien, dice el tío! Por supuesto, en este escenario Apple gana. Apple no paga las externalidades, pero la sociedad (cuanto menos desarrollada mejor) sí lo hace, aunque claro, eso son cosas que la inteligencia de un premio Nobel no alcanza a ver, entusiasmado como está en el estudio del corto plazo. Ahí sí que se sigue a Keynes al piel de la letra: a largo plazo, todos estamos muertos. ¡Váyase usted al carajo!

lunes, 24 de septiembre de 2012

Poetas de pelaje vario


Es digna de ver la importancia que da la gente a las cosas que hace. Por ejemplo: uno escribe un libro, y desde el día en que recibe el primer ejemplar de la editorial está que no cabe en sí de orgullo; incluso si tiene un blog pone la foto de la portada bien grande para que al visitante no le queda duda de que se asoma al balcón de un escritor. Un orgullo legítimo, no digo que no, pero tampoco es para tanto: hoy en día se editan miles y miles de títulos, la mayor parte de ellos morralla, y ahí es donde voy: son precisamente esos escritores prescindibles, infumables, los que más se pavonean, como si hubieran escrito el Quijote. Los que de verdad escriben bien normalmente se hacen notar bastante menos, aunque también dan su guerra, de algo hay que vivir. Seguramente Cervantes no iba por esas tierras de Castilla diciendo a todo el mundo que era escritor, y menos aún que había escrito una obra maestra; al revés: él de lo que estaba orgulloso era del Persiles, obra que no hay cojones de leer a día de hoy, ni siquiera por un sueldo diario hasta que se termine, y es que los tiempos han cambiado: antes un escritor era un ser ninguneado por la sociedad, sospechoso de cualquier crimen conocido, mientras que hoy es un dios, o eso al menos se cree él. Si el escritor en cuestión entra dentro de la categoría de poeta, entonces el panorama se vuelve ciertamente grave: ser poeta es algo serio: no consiste únicamente en escribir poesía, ni en publicarla: resulta absolutamente necesario "ejercer" de poeta por la vida. Esto, que no es intrínsecamente malo, empieza a resultar preocupante si nuestro amigo poeta se queda únicamente con lo accesorio de su condición, algo que suele resultar muy frecuente. Entonces el tipo se vuelve insufrible: adopta un tono declamatorio en las reuniones con los pares, dice "pares" en vez de colegas, se aprende al menos un verso de cada poeta vivo o muerto para sacarlo a pasear en cuanto se tercie (o aun sin terciarse), pone a parir aproximadamente a un 80% de los poetas vivos famosos, va por ahí diciendo que la poesía es un arte alejado del dinero y a la vez se presenta a todos los premios que salen... en fin, un angelito que es mejor tenerlo lejos o al menos verlo venir de allí  mismo.

Y no seguiré abundando en el tema, pues me consta que son muchos los poetas que me leen, todos ellos de buena laya, por supuesto, que uno se junta con los de su condición, faltaría más...

domingo, 23 de septiembre de 2012

Ausencias


Esta mañana ha llovido en Alájar. No recuerdo los meses que hacía que no oía las gotas caer, y sobre todo los olores que la lluvia descubre siempre milagrosamente. Estaban ahí, escondidos en la tierra, disfrazados de polvo, y han bastado unas gotas para su resurrección. Hoy la lluvia me ha olido a melocotones maduros; a lavanda frondosa agitada por los niños; a inquietud incierta; a mañanas remotas de la infancia; a las palabras espliego y mejorana; a lombrices excavando túneles en la tierra del jardín; a epílogo feliz de una aventura olvidada; a florecillas blancas nadando en los arriates; a chiquillos con los ojos muy abiertos ante un campo de fútbol arrasado por el aguacero; al primer día de un otoño, de todos los otoños; a campos veloces tras la ventanilla del coche; a humedad en los pies; a luz del color de las uvas maduras; a soledades imposibles; a rosas claras; a trueno; al amanecer de un tiempo que vuelve todos los años, y nos engaña aún con su dulce reclamo de ausencias.

martes, 18 de septiembre de 2012

El iPhone de Mr. Keynes


Me ha... -la palabra no es "gustado"- tanto este artículo del premio Nobel norteamericano Paul Krugman, keynesiano de pro, que mañana lo voy a fotocopiar y se lo voy a pasar a mis tiernos alumnos, que acaban hoy de tener su primer contacto con la ciencia económica*. El escrito de marras se titula El estímulo del iPhone, y nuestro mediático economista establece un originalísimo paralelismo entre el gasto de los ciudadanos en aifones y el gasto público. Así, sin anestesia. Y sospecho que gracias a detalles como éste se ha ganado milllones de lectores en todo el mundo desde la tribuna del New York Times, porque hasta mis alumnos que aterrizan en el bachillerato con los conocimientos que todos sabemos que hoy día se atesoran en la ESO son capaces de entenderlo. De entenderlo, digo; es decir, sacar algo en limpio del artículo, hacer que se les encienda una luz -keynesiana, por supuesto-. Vale que yo admito muchos -no todos- argumentos de la escuela keynesiana, y ya he dicho en este blog que el estrangulamiento de la demanda está desangrando al país por el costado del paro, pero no sé, el artículo destila vapores ominosos; no voy a caer en la tentación de entrecomillar párrafos del mismo, si queréis podéis leerlo, pero esa simplicidad del análisis dirigida a todos los públicos, ese keynesianismo envuelto en la carcasa mágica del iPhone... huele, por qué no decirlo, a demagogia barata, incluso viniendo de un premio Nobel. Simplemente no me parece serio, o a lo mejor es que me estoy haciendo liberal. ¡Asco de etiquetas...!

* Vino una vez a decir Samuelson, en frase gloriosa y que cito de memoria en la era de Mr. Google, que envidiaba a sus alumnos en el primer día de clase, vírgenes de conocimientos de una ciencia tan noble como la Economía. Yo, bien pensado, es prácticamente lo único en que no les tengo envidia.

domingo, 16 de septiembre de 2012

El derecho a la... ¿información?



Atención a la leyenda de la pancarta, porque es digna de un análisis sociológico: "La información es un derecho. Defiende la radiotelevisión pública". Algunas veces pienso que no estamos tan lejos de escenario que pintaba Orwell en 1984. Tantos años ya de democracia, y la gente sigue acudiendo al reclamo de CCOO, UGT, CGT... De modo que en esta época de crisis lo lógico es mantener la televisión pública, andaluza, madrileña o de donde sea, porque de otro modo ¡¡perderemos el derecho a la información!! En la era de Internet nos dicen esto. Me daría la risa si no fuera triste comprobar que hay quien se lo cree, probablemente manipulado años y años por la demagogia empleada con profusión por nuestras televisiones y radios autonómicas, que además de costarnos el dinero han sido siempre un arma política, un caladero de votos y una enorme bolsa de empleo para los afectos al régimen. Por mi que desaparecieran todas, incluyendo RTVE, del mapa. No las echaría de menos...

viernes, 14 de septiembre de 2012

¡Oh Lola!




Sin duda Kraus fue y será el más grande. Hasta en las obras que dejó fuera de su repertorio habría triunfado por encima de Björling, por encima de Gigli, por encima de Pavarotti...

jueves, 13 de septiembre de 2012

Emily Dickinson: Perhaps you'd like to buy a flower


Tal vez quisieras comprar una flor,
Pero yo nunca podría venderla.
Si quieres tomarla prestada,
Hasta que el narciso

Despliegue su sombrero amarillo
Bajo la puerta del pueblo,
Hasta que las abejas saquen, de las hileras de tréboles,
Su jerez y su vino del Rin,

Bueno, la prestaré hasta entonces,
¡Pero ni una hora más!




Perhaps you'd like to buy a flower,
But I could never sell.
If you would like to borrow,
Until the Daffodil

Unties her yellow bonnet
Beneath the village door,
Until the bees, from clover rows
Their hock and sherry draw,

Why, I will lend until just then,
But not an hour more!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

¡Chino ni chino...!


Aviso: Esta entrada está escrita prescindiendo de consideraciones puramente racionales y rechazando el papel de "ciudadano del mundo".

Esta mañana, al recoger a mis hijos del colegio, una señorita muy aparente me ha entregado un folleto que he cogido distraído, a primera vista una academia de idiomas. Seguía andando con el papel en la mano y al cruzarme con un amigo me dice: —¿Qué, vas a estudiar chino? ¡Chino! Pues era verdad: en el folleto ponía "Shangai Academy" (no sé por qué coño tienen  que utilizar el inglés, si lo que enseñan es chino). Los tíos preparan para los exámenes oficiales "HSK" de la República Popular de China -supongo que será algo así como el First pero en versión mandarín-. ¡No somos nadie! Parece que fue ayer cuando vimos a los primeros comerciantes chinos arribar a nuestra piel de toro, que nos parecían hasta exóticos, y ahora están en el taco, los chinos se pasean en manadas por nuestras ciudades, sin mezclarse jamás con la raza occidental, trabajan como bestias, heredan las tarjetas de la Seguridad Social -a ver si hay cojones de pedir el carnet a un chino y decirle que ésa no es su foto-. ¡Y encima tienen la desfachatez de enseñarnos su lengua en nuestro propio territorio! Como si nosotros fuéramos a ir a China todos los meses... ¡Que aprendan ellos español, en sus horas libres! O inglés, que lo habla todo el mundo (menos nosotros).

Desde luego, nos reíamos de Napoleón con lo del gigante dormido y vaya si se ha despertado, el muy cabrón...

Eurogomorra


Advierte el cardenal Rouco Varela de los peligros que supone el proyecto Eurovegas para la moral, sobre todo de los jóvenes, y las hordas anticlericales del país han saltado a la yugular de la Iglesia como movidas por un resorte. El cardenal ha dicho lo que es su obligación decir, y se entiende menos el escándalo que suscitan sus palabras que la complacencia con que la sociedad ha acogido un complejo que va a generar miles de puestos de trabajo cubriendo unas necesidades tan poco edificantes como el juego o la prostitución más o menos encubierta. Echo en falta un análisis moral, al margen de la Iglesia, de este proyecto tan "ilusionante" que han peleado a dentelladas Cataluña y la Comunidad de Madrid, como una especie de maná que vendrá a paliar las graves carencias de empleo. Un maná que, a diferencia del bíblico, no cae del cielo, sino de un magnate norteamericano, genuino representante del capitalismo más rancio, ése en que los ricos pagan pocos impuestos y se hace la vista gorda a minucias como los ataques de Israel a Palestina o la válvula de escape de la prostitución para ciudadanos blancos, republicanos y a los que sobra el dinero. Claro está, el hombre ha visto el cielo abierto con la crisis europea, y prevé un aumento de la clientela llevada por la desesperación propia del que juega su última baza en la vida a romper la banca en un golpe de suerte. Todo muy ético, muy moral, del mismo color que la moral republicana. Por eso he querido traer hoy las palabras de Rouco, porque tiene más razón que un santo, aunque seguramente no lo sea: a cambio de un puñado de puestos de trabajo con la excusa de la crisis, la Sra. Aguirre, tan conservadora ella como Adelson, se ha vendido, ha vendido a su comunidad y ha vendido el bienestar de muchos jóvenes y no tan jóvenes. Los beneficios de esta sucursal de las Vegas irán a parar precisamente a la Gomorra original. Aquí quedarán hoteles, casinos, millones de horas de trabajo remuneradas, todo con el objeto de cubrir una necesidad, la del juego, que condena la Iglesia, condeno yo y condena cualquier persona para la que la ética signifique algo. Una actividad no ya estéril, sino dañina, pero el gobierno y la mayor parte de la sociedad vuelve la vista hacia otro lado, hacia los miles y miles de platos de lentejas que el señor Adelson ha comenzado ya a dispensar en los comedores sociales de ésta cada vez más empobrecida y sumisa patria nuestra.

martes, 11 de septiembre de 2012

De toros, pollos, godos y otros animales


Se considera un avance fundamental de nuestra civilización la abolición de espectáculos considerados bárbaros, como por ejemplo tirar una cabra desde lo alto de un campanario o alancear un toro hasta la muerte por los campos de Tordesillas. Los ingleses, que como se sabe son mucho más civilizados que nosotros al no provenir su cultura del Mediterráneo, se escandalizan con la caza de un zorro, prohibida desde hace años pero practicada impunemente por miles de cazadores que no quieren perder sus tradiciones, ahora menos que nunca. Si hablamos de nuestra Fiesta Nacional la cosa se pone fea: cada vez son más los que levantan la voz clamando contra un barbarismo propio de la época de las cavernas. Rara vez se paran mientes en que esta fiesta hunde sus raíces en la civilización minoica, por lo que cuenta con una tradición de cinco mil años, época en que los bretones, sajones y demás pueblos barbáricos andaban dando barrigazos por los bosques del norte de Europa, cazando lo que pillaban con hachas de sílex. Digo yo que griegos, españoles, italianos y, si me apuran, los búlgaros descendientes de los tracios, podemos estar orgullosos de nuestros orígenes, de nuestra cultura, de nuestros mitos y de todo lo que han aportado los distintos pueblos que han pasado por nuestras tierras, empezando por los helenos y los fenicios para dar paso a romanos, godos (ahí está nuestro único lunar), árabes y un sinfín de personajes de origen más o menos dudoso que nos han hecho ser lo que somos, con nuestras virtudes y también nuestros defectos. Y viene todo esto a lo que contaba al principio de la lucha sin cuartel contra tradiciones como la de los toros. Resulta que en cuestión de unas décadas nos hemos vuelto tremendamente sensibles a la sangre de ese noble animal manchando su lomo, o al espectáculo de la muerte en directo. Sin embargo, comemos todos los días con la compañía de un telediario que nos muestra cadáveres desfigurados después de un atentado terrorista, o niños abandonados en medio de la calle. Recientemente veía un vídeo en que un niño era atropellado en China por un camión y nadie se acercaba a socorrerle: su cuerpo seguía tendido en el suelo ante la mirada indiferente de transeúntes y conductores. Probablemente no llegemos aquí a ese grado de inhumanidad, pero cuando vemos emplear la violencia cerca nuestra, en un atraco o simplemente un hombre pegando a su mujer, nadie se acerca a mediar, por miedo a salir mal parado. Ese civismo que manifestamos oponiéndonos a los toros se convierte en inoperancia, en tolerancia del mal, cuando salimos a la calle. Se pone la excusa de que la sociedad no está para meterse en peleas, pero la sociedad somos nosotros: esa misma sociedad que se echa a la calle pidiendo el fin de la Fiesta podría reservar algo de energía para defender también algunos derechos de las personas, y no sólo con la ley. No es bárbara la Fiesta: es cruel, como la vida, y en ella mueren animales que de otro modo no habrían vivido. Bárbaro es comer un filete de un pobre pollo de granja torturado horriblemente durante su corta vida mientras vemos desfilar delante de nosotros las injusticias más grandes en el mal nuestro de cada día.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Apuntes (178): Y dale con las iniciales...


Una de las pocas perspectivas que me resultan atractivas en esta crisis es que la gente que "vive de la cultura" pasando por el Ministerio o la Consejería del ramo va a tener que dedicarse a pintar cosas que la gente está dispuesta a pagar, o a escribir libros que no sean por encargo para el consabido premio, o a hacer películas en condiciones, etc., y además si quieren beber copas de vino español van a tener que comprase la botella en el supermercado, por no hablar de canapés de salmón, jamoncito, gambas... y si se montan en un avión o en el AVE que lo paguen con el importe de su facturación artística, a ver hasta dónde llegan.

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Sigue uno leyendo a A.T., y resulta sumamente engorroso tratar de despejar las incógnitas que plantea. El valor de X. sólo está al alcance de iniciados que estén al tanto de las puñaladas que se asestan en el mundillo literario, de las que al parecer A. ha recibido unas cuantas, con y sin alevosía y nocturnidad. Después hay otras que si se echa mano de Wikipedia se solucionan bien pronto; por ejemplo, se refiere a una visita que hizo a la viuda de M.P., diseñador gráfico de cierto renombre en nuestra posguerra, y artífice del famoso Toro de Osborne. Y claro, por ahí tiro del hilo del Internet y descubro que se trata de Manolo Prieto. ¿Tanto trabajo cuesta nombrarle con todas sus letras? Me fastidia tanto misterio barato, que lo único que consigue es deslucir una prosa de una calidad indudable.

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Hoy, primer día de cole. No lo han llevado mal M., J. e I., todos unos veteranos. G. se quedó algo mohíno, pero al ir a recogerlo salió con unos andares chulescos mirando para todos lados, como si fuera el amo del lugar. Estos chicos prometen, sólo les faltaba ser protagonistas de un diario, y ahí le gano a A.T. por cuatro churrazos a dos, con sus correspondientes iniciales.

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He estado hablando con un amigo esta mañana de nuestro insigne filósofo O., y no he podido reprimir el recuerdo de esos pasajes en que se da tantísima importancia, esa manera de adornar sus teorías con el tinte de las verdades incuestionables, que ningún mortal estará jamás en disposición de discutir. Toda esa parafernalia ombliguista ha borrado todo lo (poco) que de bueno y aprovechable pueda haber en sus libros. Un tipo insufrible contamina su obra inevitablemente, salvo que se trate de un poeta.

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La decisión de tener hijos ha de ser responsable, y a la vez profundamente irreflexiva.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Bei meinem Bach


Estaba escuchando esta mañana mientras planchaba (buena excusa) La Pasión según San Mateo, y como siempre me ocurre cuando pongo el disco, al llegar al aria para tenor, Ich will bei meinem Jesu wachen, he sentido algo especial, como si me removieran la conciencia, o me llamaran a la puerta desde muy dentro para decirme algo muy importante, que sólo se puede decir con música, no con palabras, con el timbre del oboe d'amore y la voz maravillosa del tenor. Esas cosas sólo las consigue Bach, lo tengo comprobado, y por eso, por cómo es capaz de transmitirlo, admiro profundamente su religiosidad, más que cuarenta encíclicas y doscientas homilías, claro que yo lo tengo fácil...

 

viernes, 7 de septiembre de 2012

El timo de Apple


Confieso que hace unos meses regalé a la parienta un iPad 3 con segundas e interesadas intenciones. Cuando abrimos el paquete todo era muy bonito, muy limpio, muy de diseño, muy minimalista. Aparato extraplano con el logotipo de la manzana, que por cierto está registrado desde los tiempos de Adán y Eva. Los primeros problemillas vinieron al ponerlo en marcha y conectarlo a Internet, pues empezaron a solicitar infinidad de datos, y a las primeras de cambio ya te pedía un "ID de Apple". Que yo sepa, eso no lo pide un PC en la vida, pero bueno, hay que hocicar, se registra uno en su página, se les da información confidencial, y encima debemos estar agradecidos porque entramos en el selecto club de los "afortunados dueños de un dispositivo de Apple". A estas alturas ya han transcurrido unas cuantitas de horas y las narices se han hinchado unos milimetrillos, pero bueno, todo el mundo dice que no nos arrepentiremos, que nos convertiremos en adoradores del cacharro... Pasan los días, y uno hace el intento de meter datos de interés, profesionales y de ocio (fotos, documentos...). ¡No tiene ranura para tarjetas de memoria de ninguna clase! Los señoritos de Apple, con tal de mantener el diseño longuilíneo y airoso de sus aparatos, no consienten en el mínimo huequito, y tienen la jeta de decir que así no entran virus. Eso es como si yo decido no morir de una indigestión porque me pongo en huelga de hambre. Y la gente va y se lo cree. ¡Increíble! Total, que para meter archivos en el cacharro hay que buscarse la vida a través de no sé qué coño formatos y no sé qué coño iTunes, que me suena a Pioline pero con cara de mala leche, la que tengo desde hace un rato. En fin, es lo que hay. De todos modos insisto, porque me viene muy bien meter documentos del trabajo, así que allá que voy con unos cuantos archivos Word y otros Excel, y... ¡¡no los abre!! Claro, Office es de Microsoft, que es la competencia, pero es que tampoco tienen un programa compatible tipo Open Office, para qué, parece ser que se pueden descargar maravillas desde Appstore, pasando por caja, pero yo no tengo ni tiempo, ni ganas, ni dinero ni estoy para tonterías de los listos éstos que se creen la pera y no pasan de manzana.

Hago desde aquí un llamamiento a los incautos: no os dejéis engañar por los cantos de sirena del fantasma de Steve Jobs. No os gastéis vuestro dinero tontamente. Existen cacharros que hacen lo mismo por la mitad de precio, y además son compatibles con todo, no hay que andar metiéndose en foros cada vez que queremos poner la virgulilla a la ñ. Apple es un timo con todas las letras. Si queréis un tablet de diseño os compráis uno de otra marca y lo tuneáis, que seguro que se puede. Os ahorraréis muchos disgustos, y además os libraréis de ingresar en una secta que tiene todos los visos de acabar muy malamente.

jueves, 6 de septiembre de 2012

¡No puedorrrr!


Mira que empiezo a leer el libro con ilusión, y hago propósito de enmienda, y me gusta mucho lo que cuenta, y cómo lo cuenta, y da un montón de información literaria útil y todo eso, y no es coña, pero es que cuando llego a leer que se ha encontrado en el Rastro "mantelerías maculadas con astros de óxido"... es que no puedo, oigan, me se caen los palos del sombrajo...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Disquisiciones poéticas


Es inútil mirar dentro de uno mismo y tratar de descubrir algo nuevo. El escritor tiene que mirar siempre hacia fuera, observar lo que le rodea, y si es posible detectar cosas que han estado siempre ahí pero nadie las había visto. Hay que desembarazarse del yo, porque ahí dentro sólo hay humedad y tierra removida. Pocas cosas más patéticas que un poeta llorando sus miserias o narrando en directo sus experiencias místicas. A nadie importa a quién ames, ni la intensidad de ese sentimiento, porque eso es algo vulgar. Se puede cantar al amor, eso sí, pero cuando no nos inunde el cuerpo un amor concreto, y además hay que esforzarse por contemplar ese amor como algo abstracto, como una cualidad que a todos nos adorna, en mayor o menor medida, pero que ahora contemplamos suelto entre los árboles, sin nadie reconocible por los alrededores, y entonces, si nuestra poesía tiene algún valor, iluminaremos ese diosecillo travieso con alguna cualidad distinta, o lo disfrazaremos de otra cosa, de odio, por ejemplo, y así podremos sorprender al que nos lee. Pero no nos basta con la sorpresa, hay que decir algo distinto, si se puede, ¡y sobre todo la forma! La forma por sí sola es capaz de sugerir tanto, de aportar tanto, que muchas veces lo de menos es lo que se dice. Uno lee un poema, le gusta, siente que es algo grande, pero no puede explicarlo, ni tampoco sabría muy bien decir qué mensaje tiene. Es que la palabra mensaje, ya de por sí, es una aberración. ¿Cuál es el mensaje de La Mona Lisa? Si lo que buscamos es un mensaje acarrearemos las palabras a nuestro cerebro, y entonces pondremos el yo a funcionar, y el yo, que además de terco es racional, buscará una interpretación, y el poema, que es un objeto hermoso que está fuera para ser contemplado, será secuestrado por cada lector para llevarlo a su casa y destriparlo, a ver si así se les pega algo del poeta.

A nada conduce mirar horas y horas dentro de nosotros, quedarnos parados frente a un folio en blanco buscando la esencia de los siguiente versos; no hay nada ahí: todo está fuera, la materia prima de la poesía es asombrosamente abundante, cada día nos cruzamos con ella, y no precisamente al pasear con aire distraído por un entorno idílico, sino al caminar por la ciudad entre el ruido de los coches, o al salir a trabajar por la mañana, o al recoger a los niños del colegio, y por supuesto al leer un libro, porque los libros buenos son el regalo que nos hacen unos pocos elegidos que destilaron su arte en esas páginas, y nos enseñan a cada paso visiones maravillosas, que no nos explicamos cómo no se nos habían ocurrido antes a nosotros, y nos inspiran, ellos sí (las musas hace tiempo que no trabajan), para enriquecer nuestros modestos garabatos con adornos florales que nos apresuramos a recoger antes de que marchiten, y así seguir hilando las palabras, y lograr que detrás de aquella piedra grande del camino aparezca cada día un nuevo brillo misterioso y eterno.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Eco



La oréade de Citerón sigue danzando por las cuevas, por los valles y los ríos de Beocia. Todas las mañanas se despierta con la esperanza de unos sones que pongan voz a sus mudos anhelos. Desde que le vio sólo vive por su nombre; no hay  castigo mayor que no poder nombrar a la persona a quien amas. Tan cruel como no poder jamás consumar ese amor que sientes por lo que viste reflejado en la lámina del agua. La estirpe de las ninfas es humillada y diezmada por los reyes del Olimpo. Ella repetirá hasta el fin la palabra del último mortal, y luego se hundirá en el lago para encontrarse con su amado.

Tiene cojones el niñato...

"Estoy triste, por eso no celebro los goles y en el club saben por qué"



¡¡Una hostia bien dá a ese niñato, joder!! ¡¡Al calabozo, a pan y agua una semana!! ¡¡Una mili de las de antes, y se le quitaban las tristezas, que hemos perdido el norte, coño!! Con lo que cobra... (Por lo que cobra...)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Una crisis de barrigas llenas


“Esta crisis es un desastre; se está convirtiendo en una tragedia; no sé cómo vamos a acabar…” ¡Y un jamón! Eso, literalmente, que aquí todo el mundo sigue comiendo jamón, aunque sea de york, así que de drama nada, al menos de momento. En todas las crisis y cataclismos sociales que ha experimentado el mundo occidental, una gran parte de la población era analfabeta, no tenía acceso a servicios sanitarios algunos y pasaba hambre con mucha asiduidad. Ha sido históricamente esa masa de desheredados la que ha acudido a la llamada de una revolución, de una guerra o cualquier otra forma de agresión más o menos legítima al orden establecido, y no nos engañemos: ese pueblo enardecido no tenía ni ideales, ni sed de justicia social, ni conciencia de clase: ¡lo que tenía era hambre! Una panda de hambrientos tomó la Bastilla, y también el Palacio de Invierno, y claro, después vino lo que vino… más hambre. Durante la crisis de 1929 en Europa se pasó hambre, y muy especialmente en Alemania: fueron esos alemanes hambrientos los que, convenientemente aleccionados sobre las injusticias del Tratado de Versalles, auparon a su mesías de andar por casa, que por desgracia para la humanidad pronto mostró su afición a dar paseos fuera.

Los que leéis esto lo hacéis con los estómagos bien llenos; yo mismo, que tanto pontifico, escribo repanchigado en el sofá con el portátil encima de la panza después de jincarme dos chuletas de cerdo tamaño mano. Una parte del subsidio del desempleo que se paga en España se gasta en regímenes de adelgazamiento. Los “indignados” van a cenar a casa de sus padres. Aquí los únicos que saben lo que es el hambre son una mínima parte de los inmigrantes, que la pasaron en su país de origen pero ya la han olvidado hace tiempo, y eso que ganan poco. El intrépido Sánchez Gordillo y sus compinches del SAT, ésos que van por ahí llevándose comida para repartir entre los hambrientos del país, tienen unas caras gordinflonas y saludables, que ya habrían querido para sí sus antepasados pisoteados por los señoritos. Ahora los que pisotean son los políticos, y los sindicalistas, y no le mientes tú a nadie en Andalucía que van a quitar el PER, porque te sueltan un tremendo eructo con aroma a morcón ibérico 5J a la mayor gloria de la Junta.

Si se quieren ver los rostros del hambre mirad al tercer mundo, donde no tienen ni fuerza para levantarse; mirad las caras enjutas de nuestra Guerra Civil y la posguerra; mirad, incluso, las colas de seres famélicos que hacían cola perfectamente trajeados para obtener la sopa del día en la Norteamérica de los años 30. Mientras nuestras caras no se parezcan a ésas aquí no se moverá nadie; lo más que se va a hacer es votar algo distinto y cruzar los dedos.