Los que tenéis niños en edad de celebrar los cumpleaños coincidiréis conmigo en que desde nuestros tiempos hasta ahora la cosa se ha ido de madre, de abuela y de bisabuela si hace falta. Recuerdo con cariño las fiestas de mi infancia donde además de mis hermanos acudía algún primo y no más de dos amigos, que nos reuníamos en casa para saborear unos vasos de fanta (supremo placer) y con suerte algunos ganchitos y sándwiches de nocilla antes de soplar las velas de una modesta tarta que comíamos todos con gusto. Las cosas han cambiado, y ahora un cumpleaños hay que celebrarlo en condiciones, con no menos de veinte invitados en un sitio horrible lleno de ruido y de bolas de plástico, y cuando llega la hora de la tarta los niños pasan olímpicamente de ella, pues les ha bastado con los perritos calientes (también de plástico) servidos por el eficiente catering de una de esas naves industriales reconvertidas en paraíso infantil y pesadilla paterna. Pero lo peor viene con la entrega de regalos: ¿hay espectáculo más triste, más aberrante, que el de ese pequeño sátrapa que cumple seis años sentado en una silla a modo de trono y recibiendo los presentes de sus compañeros que guardan obedientes su turno en una larga fila? El niño ni siquiera mira lo que se le regala; tal es su grado de excitación que termina de abrir un paquete cuando ya está poniendo los ojos en el siguiente. Y aquí es donde quería ir yo a parar: si somos tantos padres los que estamos de acuerdo en que hay que detener esta locura, ¿por qué no hacemos algo al respecto? Una excelente iniciativa es la que ha tenido mi amiga Alejandra, junto con sus amigas Beatriz y Laura, con la web
demipati.org, que nos invita a encauzar nuestras celebraciones hacia un fin solidario, de modo que todas esas toneladas de regalos inservibles puedan, con la complicidad del niño, convertirse en algo realmente útil para gente que de verdad lo va a necesitar. Seamos realistas: a nuestros hijos les basta con un par de regalos de sus padres y abuelos, como toda la vida de Dios, y con la presencia de sus amigos en una fiesta, y si los invitados quieren corresponder, ¿por qué no dedicarlo a algo más bonito que un juguete que será despreciado entre el montón?
10 comentarios:
Dirás que siempre ando arrimando las ascuas a mi sardina -y tienes razón-, pero este tipo de iniciativas demuestran que la sociedad civil, si estuviera viva, si no la hubiera drogado un Estado infantilizador y sobreprotector, es capaz de contribuir al estado del bienestar sin necesidad de un exagerado Estado del Bienestar.
Hay quienes dicen -casi todos progres de salón-, que si no existieran impuestos, si no se obligara a la gente a ser solidaria -en lo que el político de turno decida, claro-, muchos se morirían de hambre por las calles. Curioso que esos progres -de derecha y de izquierda-, confíen tan poco en la sociedad civil y en el ejercicio de la libertad de la gente si se las dejara ejercerlo.
En fin, que me enrollo. Que enhorabuena a tu amiga Alejandra -y a las amigas de tu amiga, Beatriz y Laura-, por la iniciativa. Una golondrina no hace verano, pero...
Abrazos felicitadores
Bueno, Tato, no confío en la solidaridad únicamente como garantía del Estado de bienestar, se me antoja necesario el Estado, aunque coincido contigo en lo desafortunadas de muchas de sus actuaciones. Una cosa intermedia, diría yo.
Un abrazo, y has estado al loro al citar a las otras dos fundadoras del proyecto.
Quizás no me he explicado bien. Yo también considero necesario al Estado y creo que también tiene que cumplir una función de redistribución de rentas y solidaridad. Lo que pretendía decir es que la dimensión que ha alcanzado el Estado en esos y otros aspectos ha anulado casi completamente la capacidad -anímica y económica-, de la sociedad civil para participar activamente en el modelo de sociedad que desea tener.
Otro abrazo
P.S.: Ya me conoces, antes de opinar me gusta informarme, así que me pasé por la web y estuve un rato curioseando...
Totalmente de acuerdo, y sin que sirva de precedente, ojo. Tenemos el ejemplo de Lipasam, modelo de solidaridad y de renuncia de privilegios.
Abrazos asítambiénhagoyohuelgueros.
Monsieur Ridao:
Las comuniones se salieron de madre.
Los cumpleaños también han llegado a niveles escandalosos.
Lo peor de todo es que no puedes escabullirte completamente.
Nosotros, a partir del décimo cumpleñaos, se acabaron las invitaciones. Supongo que entre los demás padres habremos cogido fama de ratas, roñosos, avaros, sosos... pero nos da igual. ¡Porculo de cumpleaños!
Salu2 cumpleañosos.
Mis felicitaciones al cumplidor.
Yo no caí en ese error, los cumpleaños de mis hijos fueron similares a los que su madre y yo habíamos tenido: familia cercana y amigos de diario sin sonajas.
No puedo decir lo mismo de las comuniones, que sí caí en el error de celebraciones gilipollezcas.
Saludos
y qué me dices de esos secadores eléctricos a la puerta del redil... es como esperar un coche a la salida del túnel de lavado... además, esos polígonos industriales por la tarde son ciudad sin ley, para matarse en un cruce... un asco...
Es cierto que la celebración de estos fastos se ha convertido en una escalada de "y yo más", aunque supongo que la crisis (algo bueno tenía que tener), acabará imponiendo un poco de sensatez.
Salud.
Todas estas cosas me resultan tan ajenas y tan incomprensibles que me siento un poco la Mrs. Scrooge de la maternidad. Vamos, que cada día me alegro un poco más de no haberme reproducido... :-P
Tú lo has dicho, Dyhego: no puedes escabullirte, más que nada por tus hijos.
Rafael: este año me estreno en comuniones, y creo que no voy a caer: padres y hermanos solamente. A ver si lo consigo...
Un asco los secadores, eresmicruz. Y qué me dices de las maquinitas sacapelas por todos lados. Menudos antros...
Juan Carlos: tienes razón, últimamente noto muchos cumples que se celebran en el parque, a la antigua.
¡Teresa, qué alegría! Te hacía fuera de la blogosfera (palabra feísima). No creas que no os envidio, si tuvieras niños verías que no es fácil escapar. Pero bueno, a lo hecho pecho. Me alegra mucho verte de nuevo.
Abrazos polinganeros.
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