miércoles, 14 de octubre de 2015

La lengua del poeta


Hace un tiempo, leyendo un ensayo de Eliot anoté esta reflexión, no sé si literal: "La poesía no debe ser social nunca. El poeta se debe ceñir a su propia lengua".

Y es ahí justo donde radica la grandeza: en el interior. Quien hace de su arte una mera exhibición podrá tener admiradores, pero su obra no pasará de unos vistosos fuegos de artificio. Quien bucea muy profundo sin preocuparse de lo que pasa fuera, y además tiene la suerte de albergar un tesoro escondido, y aún le quedan fuerzas para sacarlo fuera arrastrándolo, como hizo Cervantes con su Quijote durante tantos años, ése sí que es un gigante. Homero, Dante, Shakespeare, Owen, Pound y algunos otros locos que nos hablan una lengua de ultratumba que no es social, ni lo pretende, porque tienen vocación universal.

martes, 13 de octubre de 2015

Wilfred Owen: Greater Love


Los rojos labios no son tan rojos
Como las piedras manchadas que besan los muertos de Inglaterra.
La dulzura del enamorado y su amada
Parece una deshonra para su amor puro.
¡Oh amor, tus ojos pierden encanto
Cuando lo que contemplo son ojos ciegos!

Tu postura esbelta
Tiembla vulgar como miembros dislocados por el cuchillo,
Rodando y rodando allí
Donde a Dios parece no importarle;
Hasta que el fiero amor que albergan
Les oprime en la decrepitud extrema de la muerte.

Tu voz no canta tan suave,—
Aun cuando el viento murmura a través de las vigas del desván,—
Tu querida voz no es querida,
Amable, y clara como la tarde,
Como la de ellos a quien ahora nadie escucha,
Ahora la tierra ha detenido sus bocas lastimeras que tosían.

Corazón, no fuiste bravo
Ni amplio, ni pleno como los corazones hechos grandes por los disparos;
Y aunque tu mano esté pálida,
Más pálidos están los que rastrean
Tu cruz a través de llamas y granizo:
Solloza, tú puedes sollozar, porque no los has de tocar.




Red lips are not so red
As the stained stones kissed by the English dead.
Kindness of wooed and wooer
Seems shame to their love pure.
O Love, your eyes lose lure
When I behold eyes blinded in my stead!

Your slender attitude
Trembles not exquisite like limbs knife-skewed,
Rolling and rolling there
Where God seems not to care:
Till the fierce love they bear
Cramps them in death’s extreme decrepitude.

Your voice sings not so soft,—
Though even as wind murmuring through raftered loft,—
Your dear voice is not dear,
Gentle, and evening clear,
As theirs whom none now hear,
Now earth has stopped their piteous mouths that coughed.

Heart, you were never hot
Nor large, nor full like hearts made great with shot;
And though your hand be pale,
Paler are all which trail
Your cross through flame and hail:
Weep, you may weep, for you may touch them not.

lunes, 12 de octubre de 2015

Diez motivos por los que hago el boicot a los productos catalanes


1. Porque no es anticonstitucional.

2. Para ir acostumbrándome.

3. Porque es el único medio que tengo de manifestar la opinión que me merecen Mas y sus secuaces.

4. Porque ya está bien de complejos.

5. Porque seguro que ellos están haciendo lo mismo con los productos “españoles”.

6. Para que se jodan.

7. Porque ése es el único “diálogo” que entienden.

8. Porque aunque me dan pena los catalanes que se oponen de corazón a la independencia, ya podían imitar a Boadella y algún que otro valiente.

9. Porque sospecho que muchos de los pobrecitos empresarios que se oponen a la independencia lo hacen movidos por el amor a la pela.

10. Porque me sale de los huevos.

sábado, 10 de octubre de 2015

Georg Trakl



Ya en la fotografía que se le hizo a los tres años muestra el poeta esa expresión intensa, de una tristeza conmovedora, como herido por una vida que aún no ha empezado para él. Nunca le abandonó ese rictus trágico, hasta el suicidio final destruido por el alcohol, la cocaína y el horror de la Gran Guerra. Con 18 años, toda una premonición, comenzó a trabajar en la farmacia Weißen Engel, de su Salzburgo natal. Pero no fue ese ángel blanco, entonces legal, quien arruinó su vida, sino el veneno inoculado por la vanguardia, la conciencia abrumadora de un arte que reclama la vida de sus servidores. Y el pequeño Georg ya estaba señalado por el destino como uno de sus príncipes oscuros. Él sentía la presencia de los muertos invisibles. Tras la batalla de Grodek le causaba pavor la multitud de nietos no nacidos de esos hombres jóvenes que en vano trató de curar sin medicinas. Para él la vida fue un perenne atardecer, y su mérito consistió en sacar belleza de tanta podredumbre.