De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
La calidad institucional es un factor decisivo
-
Culminamos (de momento) nuestra serie de entradas sobre los galardonados
con el Premio Nobel de Economía 2024 con la aportación de dos de los
académicos qu...
Hace 16 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario