De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
Todo revestimiento es engaño
-
El David de Paolozzi. Eduardo Paolozzi (1924-2005)
94
El pavimento del patio
es de mármol serpenteado,
las losas están colocadas a rompe-juntas
para ...
Hace 17 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario