De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
Boeing: ¿el fin de un duopolio?
-
Estoy seguro de que muchos de los lectores de este blog recordarán que uno
de los ejemplos habituales sobre modelos de competencia estratégica en
muchos ar...
Hace 4 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario