domingo, 29 de noviembre de 2009

Luz invisible


Salen del abismo los más temibles

fantasmas que dormían enterrados.
Atraviesan las piedras y los muros,
huelen mi rastro negro y al fin llaman
a la puerta, como si yo pudiera
impedirles que entren en mi casa.

Me encuentran bocabajo en una cama,
la almohada enrollada en la cabeza,
cerrados los ojos, abierto el miedo,
temblando de no sé qué horror incierto,
sabiendo que es inútil resistirse,
sin vida, sin pasado, sin futuro.

En las tinieblas siempre hay una luz.
No se ve, pero sé que hay una luz.
Nunca lo creí, hasta aquella vez
en que apareció, no recuerdo dónde,
haciendo desfilar a los fantasmas,
haciendo disfrutar de este poema.

15 comentarios:

Alejandro Muñoz dijo...

Cualquier tiempo pasado fue peor, querido amigo.
Buena despedida para noviembre, José Miguel.

zim dijo...

Debes decirle a Jaime que te haga una crucecita antes de dormir ... dejarás de soñar con fantasmas ;)

De todas formas, mientras los fantasmas sean otros, no debes temer. Lo peor es convertirse en fantasma uno mismo. Entonces ya no hay forma de quitártelo de encima ...

Un saludo mañanero.

José Miguel Ridao dijo...

Nunca se sabe, Álex. Carpe diem, como dijo aquél.

No sé qué es peor, Zim, si los fantasmas o los fantasmones (sin premio).

Abrazos fantasmagóricos.

Máster en nubes dijo...

Prefiero los fantasmas a los fantasmones, dónde va a parar.

Muy bonito, la luz mejor es la de penumbra a veces. O esa invisible que dices.

Un abrazo

José Miguel Ridao dijo...

Gracias, Aurora. Me tienes que contar la historia esa de la serpiente en casa de Olga. Te hacía intrépida, pero no tanto.

Un abrazo.

Lola dijo...

Quién pudiera enceder esa luz!

Besos

Javier Quiñones dijo...

Me gustan estos "versos propios", José Miguel. Me hacen pensar en que algunas veces tenemos la sensación de que tras la vida cotidiana, con su estrés, sus obligaciones, su tiempo pautado, tiene que haber algo más, diferente, distinto, algo que no podemos nombrar sino con ese pronombre indefinido, algo que ahuyente esos fantasmas que te encuentran, a veces, con la cabeza hundida en la almohada.
Buen poema.
Un abrazo, Javier.

José Miguel Ridao dijo...

Basta con arrimar un cerillo, Lola. A ver si mañana compro en el Carrefour.

Muchas gracias, Javier. Hay algo, sí, a veces la poesía hace visible lo indefinido, aunque sea por un instante.

Un abrazo emocionado.

Liliana G. dijo...

Aaaaaay ¡Hermoso! Me encantan los poemas con "efecto", con misterio, con magia... y creo que el tuyo lo tiene, Ridao.

Es verdad, doy fe, siempre hay una luz, y es tan nuestra como esos fantasmas.

Besotes.

Olga Bernad dijo...

Luz invisible, una forma de fe...
Abrazos luminosos;-)

José Miguel Ridao dijo...

Muchas gracias, Liliana, compañera de luces. Eres un sol.

La fe es una de las cosas que no tengo, Olga, y además no sé dónde se compra, ni si la compraría.

Un beso pampero y otro siltolero.

Capitán dijo...

Me ha gustado mucho, y además cada vez que lo leo me trae a la cabeza el corto de Walt Disney de los elefantes de colores, no me preguntes por qué.

José Miguel Ridao dijo...

Te refieres al de Dumbo, ¿no? Miguel se hartó de verlo. A lo mejor caló el mensaje subliminal en mi cerebro tras cienes y cienes de sesiones. Gracias.

Alejandro Muñoz dijo...

¿Walt Disney, Capitán?
Una vez más, habitamos en polos opuestos.

No debe ser Dumbo, José Miguel, que es más bien largo... aunque haces bien en seguirle la corriente.

José Miguel Ridao dijo...

Que sí, Álex, es Dumbo, si lo sabré yo... Eran unos elefantes rosas y de muchos colores más, y la escena venía cuando Dumbo se cae al barril lleno de vino y coge una trompa, nunca mejor dicho, de cojones.

El Capitán sabe mucho de Disney. Se ha equivocado en lo de "corto", pero a lo mejor sacaron la escena en alguno de los cortos de Disney.

Un abrazo dumbero.