Desconexión
-
Busto F.C. (gres cocido y pátina)
*A*migos. Estaré unos días desconectado, alejado del blog.
Miraré no demasiado lejos prestando, eso sí, mucha aten...
Hace 17 horas
El cuaderno de José Miguel Ridao



Me **** en tos los ****** de Zapatero y sus secuaces. Uno, apolítico que es, se limitaba a contemplar el espectáculo deprimente del ruedo parlamentario desde la barrera, sacando el pañuelo de vez en cuando para que el toro cortara las orejas de los diestros, pero como resulta que soy funcionario y me van a bajar el sueldo un 5% (más la inflación) ya no me hace tanta gracia. Vaya por delante que todavía me queda el otro 95%, con lo que puedo vivir dignamente, y que muchos trabajadores y empresarios han perdido sus empleos por culpa de... ¿la crisis? En parte sí; no podemos negar el carácter cíclico de la economía, y ahora la montaña rusa va hacia abajo, pero joder, no sé qué han hecho estos tíos que han puesto los raíles cada vez más empinados, y más que montaña es ahora un precipicio por el que nos estamos despeñando todos gracias a las geniales ideas del Mr. Bean patrio de los cojones. Más que ideas, este sujeto tiene impulsos propios de tonto de pueblo, dicho sea con el mayor respeto por estos entrañables personajes. Me vuelvo a cagar en tos sus ******* y en los de su equipo de gobierno, y de paso me cago también en los ******* del de las barbas, que a lo mejor no es tan cortito como el otro, pero sí igual de **********.

Alguien dijo una vez que para cantar bien por fandangos tienes que subir a los cielos, luego bajar a los infiernos y despues sobrevivir en la tierra. Estoy seguro de que Paco Toronjo hizo ese recorrido varias veces a lo largo de su vida; lo tenía marcado en el rostro. Hace ya doce años que falta y el fandango sigue huérfano. Esa voz inconfundible, cascada, se echa de menos en los escenarios, y sobre todo en las calles de Alosno, su pueblo, patria del fandango que él llevó hasta toda España para hacerlo un palo grande. Toronjo canta al amor de madre y al amor desgraciado, a las fatiguitas pasadas sin dinero, a los falsos amigos y, sobre todo, al dolor más profundo, a la pérdida de su hijo, su madre y su hermano en el plazo de dos años. "¡Ya está to perdío!", dice. Ya no tenía nada que perder. Cincuenta años cantando ya eran bastantes, y murió en su pueblo después de haber vivido, después de haber cantado. Aún hoy nos sigue poniendo los pelos de punta.
No sé si os habéis dado cuenta, pero en esto del blog estamos más controlados que los presos de Guantánamo. Los que están enganchados a la blogueína, como yo, dedicamos mucho tiempo al blog, entre otras cosas colgando entradas y haciendo comentarios en cuadernos ajenos. Y tiene guasa que el dichoso blogger ponga la hora de los comentarios y del cuelgue de la entrada. Muchos piensan que los que estamos colgados somos nosotros, blogueando a horas intempestivas. Y lo peor no es eso; al fin y al cabo nos la debe refanfinflar lo que piensen los demás. Lo malo es cuando nos controla, un poné, la parienta. Cualquiera le dice al día siguiente que lleve ella los niños al cole porque hemos dormido fatal, o que no tenemos tiempo para tal y cual cosa. Nos responde rauda, y con retintín indisimulado: "Pues para el dichoso blog sí que tienes tiempo". Y no digamos si se trata de un jefe; entonces estamos vendidos. Antes o después se da cuenta de la página que estamos visitando día tras día y hora tras hora, y como entre en ella... ¡échate a temblar! No sólo es que vea el tiempo que perdemos, sino que encima es muy probable que lea opiniones no muy favorables hacia su persona. Pero todavía hay algo peor: todo el mundo puede saber, entrando en uno de esos programitas de estadísticas, qué páginas hemos visitado y el tiempo que hemos permanecido en ellas. Las posibilidades de control y fisgoneo son infinitas, y nosotros seguimos blogueando ajenos a tanto revuelo. Lo que no me explico es que aún no hayan echado a nadie del trabajo alegando adicción a la blogueína. A lo mejor ya hay jurisprudencia y todo.
Rossini es el vivo ejemplo del talento y la facilidad para componer. Poseía un don innato, y componía óperas como quien respira. Fue el rey del bel canto en la primera mitad del siglo XIX; el maestro del legato, del virtuosismo, de la coloratura y de los sobreagudos. Sus óperas son endiabladamente difíciles de cantar y requieren una voz especialmente dotada, además de un perfecto control de la respiración. A los 37 años el maestro compuso su última ópera, Guillermo Tell, y dedicó los últimos 40 años de su vida, que se dice pronto, a disfrutar de su riqueza y de su fama, a componer alguna que otra pieza breve y a cultivar su otra gran pasión: la gastronomía (son famosos los tournedos y los canelones Rossini).