No sé si os habéis dado cuenta, pero en esto del blog estamos más controlados que los presos de
Guantánamo. Los que están enganchados a la
blogueína, como yo, dedicamos mucho tiempo al blog, entre otras cosas colgando entradas y haciendo comentarios en cuadernos ajenos. Y tiene guasa que el dichoso blogger ponga la hora de los comentarios y del cuelgue de la entrada. Muchos piensan que los que estamos colgados somos nosotros,
blogueando a horas intempestivas. Y lo peor no es eso; al fin y al cabo nos la debe
refanfinflar lo que piensen los demás. Lo malo es cuando nos controla, un
poné, la parienta. Cualquiera le dice al día siguiente que lleve ella los niños al
cole porque hemos dormido fatal, o que no tenemos tiempo para tal y cual cosa. Nos responde rauda, y con retintín
indisimulado: "Pues para el dichoso blog sí que tienes tiempo". Y no digamos si se trata de un jefe; entonces estamos vendidos. Antes o después se da cuenta de la página que estamos visitando día tras día y hora tras hora, y como entre en ella... ¡
échate a temblar! No sólo es que vea el tiempo que perdemos, sino que encima es muy probable que lea opiniones no muy favorables hacia su persona. Pero todavía hay algo peor: todo el mundo puede saber, entrando en uno de esos
programitas de estadísticas, qué páginas hemos visitado y el tiempo que hemos permanecido en ellas. Las
posibilidades de control y fisgoneo son infinitas, y nosotros seguimos
blogueando ajenos a tanto revuelo. Lo que no me explico es que aún no hayan echado a nadie del trabajo alegando adicción a la
blogueína. A lo mejor ya hay jurisprudencia y todo.
En resumen, que nos tienen cogidos por ahí mismo. Pero nosotros a lo nuestro, a bloguear que son dos días. Como dicen nuestras madres, mejor es eso que darse a la mala vida.