A raíz de los comentarios en una entrada reciente ha revoloteado por este blog la figura irrepetible de Gregorio Sánchez Fernández, más conocido como Chiquito de la Calzada. Para quien no lo sepa, diré que se trata de un malagueño que durante la mayor parte de su vida vivió como pudo del arte flamenco, y que como otros muchos que no alcanzaron el estrellato y la fama pasó sus fatiguitas; incluso vivió dos años en Japón, hasta que con más de 60 años fue "descubierto" en su faceta de humorista y en los años 90 fue un ídolo, que hasta hizo películas, infumables pero taquilleras.
Quiero traer aquí un genial comentario que se hizo en esa entrada, en el más puro estilo Chiquito, ¡pero en inglés! Se trata de una declaración de amor en toda regla de Muñoz Escassion a soylapaqui.com (va por ti, Escasso):
- I can the mor and gromenauer. I can't, I can't. I Want to do the roman fall with Miss Paqui.
Sólo traduciré "I can't, I can't", que en chiquistaní es "No puedorl, no puedorl..."
Todo esto me ha recordado esos tiempos gloriosos en que el gran Chiquito de la Calzada reinaba en el habla de todos los españoles con sus grititos, con su bailecito y su vocabulario inventado, todo un prodigio de riqueza léxica. Era la época del prehistórico Windows 3.0, y recuerdo que tenía instalados en el ordenador unos sonidos, de modo que cuando pinchaba en algo que generaba error sonaba: "No pueeedorl, no pueeedorl", y cuando terminaba con éxito una instalación, en vez del típico "clinc" salía el genuino gemidito: "ahíiiiiii", y así muchos más, como el clásico "cobarde, que ere un cobarde", que sonaba cuando cerraba Windows. ¡Qué buenos recuerdos!
Otra anécdota que recuerdo de esa época sucedió en en un curso de música antigua al que asistí en Daroca, donde todos los participantes (menos yo) eran el prototipo de músico elitista que toca la viola da gamba mejor que Jordi Savall. Pues bien, había allí un grupo de cantantes que tenían formada una especie de peña a favor de Chiquito; cuando salía en televisión los tíos no se lo perdían, y reían a carcajadas. Ya de vuelta los acompañé a ver la última película del artista malagueño, y cuando terminó, se levantaron y delante de todo el cine empezaron a hacer reverencias mientras gritaban: "Mi ídolo, mi ídolo...". Todos unos señores expertos en música renacentista...
¡Qué grande, Chiquito! Aquí va un chiste de mariquitas. Es malísimo, pero lo que importa es cómo lo cuenta.