Hoy voy a hacer, para variar, una crítica negativa sobre un poeta catalogado entre los grandes. Y no por ensañarme, ni por provocar, sino porque ocurre con frecuencia que las críticas a este tipo de poetas son siempre buenas, glorificadoras, y resulta ciertamente extraña una unanimidad tan absoluta. A veces estamos predispuestos a que ciertos poetas nos gusten sólo por el hecho de que están consagrados, y hacemos lo posible por ver su parte buena, obviando el hecho de que esos mismos versos con otra firma los tacharíamos de mediocres sin dudarlo. El libro en cuestión es Alto jornal, la antología de Claudio Rodríguez editada por Renacimiento. Mis expectativas eran altas, muchos amigos me habían recomendado a este poeta, figura emblemática de nuestra poesía en la segunda mitad del siglo XX. Puede que sea precisamente por esas altas expectativas, o por mi estado de ánimo durante la lectura, pero lo cierto es que me ha decepcionado totalmente.
Los poemas son todos muy parecidos; por momentos se tiene la sensación de estar leyendo versos que leímos unos momentos antes, en una especie de déjà vu instantáneo. En palabras de Vicente Gallego, prologuista y antólogo, "La voz que allí escuchamos no tienen nombre ni apellidos y no parece tener más historia que la que inaugura al enunciarse". Lo que en muchos resulta un virtud es para mí un defecto: el poeta deviene en un místico moderno, y abusa de palabras como gozoso, cosecha, regazo, surco, cántico, sacramento, henchido, simiente, cumbres, laboreos, cuajar, fruto, altares, fecundo, forja... en un festival de elevación de la carne, de redención por el sudor del trabajo, que no está exento de emoción, qué duda cabe, pero que a la postre resulta monótono y cargante. Además, de vez en cuando incluye expresiones disonantes poco afortunadas, quizás en un intento de utilizar un lenguaje llano, como "sobrio guiso de la vida", o estos versos del poema Cantata del miedo: "Y aún más si se entra en él y en él se oye / la disciplina de las estrellas, /ahí, en el sobaco sudoroso, / en los lunares centelleantes junto / al sexo".
Mi experiencia al leer los versos de Claudio Rodríguez ha sido en general bastante negativa. Es cierto que al principio, en los primeros poemas, me dejé llevar por su ritmo intenso y por el arrebato místico, pero pronto me cansé, me resulta arcaico y forzado su lenguaje y, lo que es peor, repetitivo. Podría ser que en una segunda lectura cambiase mi opinión, pero por experiencias anteriores sé que esto es difícil. Quede pues el laureado poeta zamorano en los anales de la poesía, pero estará siempre apartado de mis poetas de cabecera.