miércoles, 25 de enero de 2012

Chaves Nogales: Una semblanza



Se puede decir que el caso del escritor y periodista sevillano Manuel Chaves Nogales es único en nuestra literatura, sobre todo por su clarividencia para interpretar los acontecimientos que tuvieron lugar desde el nacimiento de la Segunda República española hasta mediados de la Segunda Guerra Mundial. Un hombre que abandonó el Madrid asediado por el régimen franquista siguiendo al gobierno de la República hasta Valencia, para salir de la patria poco después, desengañado, en dirección al exilio francés. Un hombre que supo ver como pocos el carácter totalitario de ambos bandos, que sufrió en su interior la descomposición de la República en una serie de bandas desorganizadas que enarbolaban la bandera de la izquierda y veneraban la figura de Stalin. Chaves Nogales tomó la decisión más honesta consigo mismo: huir de esas dos Españas en lucha, sabiendo como sabía que daba igual quién ganase, porque la causa de la democracia y la libertad estaba perdida: esa tercera España doliente vagaba por el mundo o callaba en el interior del país sin osar alzar la voz, salvo excepciones bizarras como la exhibición de valor de Miguel de Unamuno ante la cúpula del poder franquista, que al fin se quedó en eso, en unos fuegos artificiales que le condenaron a una reclusión más o menos evidente por parte de unos carceleros que le tomaron por loco. Chaves fue quizá el más grande representante de esa tercera España, por encima de Unamuno, por encima quizás de un Ortega que retornó al país en 1945 con la ilusa pretensión de seguir el hilo de la victoria aliada para recuperar las libertades perdidas. Y Chaves vivió en París desde 1937 para retomar su actividad periodística, además de redactar la admirable colección de relatos que se publicó bajo el título de A sangre y fuego, donde se revela como un escritor grande, de recorrido corto pero intenso; pero el viento de los tiempos le zarandearía una vez más con la amenaza de Hitler sobre su país de acogida. Pocas veces se tiene la suerte de contar con un testigo de tal envergadura de los momentos históricos por los que pasaba la Europa de su tiempo. Chaves asiste atónito a la pasividad de Francia ante la amenaza hitleriana, y escribe un libro, La agonía de Francia, que bien podría figurar en la bibliografía principal de nuestro país vecino sobre esos momentos tan dramáticos. Ya tuvo que huir de España llevando consigo la tercera España, y se encontró ahora con que en el país de las libertades, en el país de la democracia, los acontecimientos habían dividido a los franceses en dos extremos igualmente totalitarios: los comunistas del Frente Popular y los franceses partidarios de Hitler, traidores a su patria, que estaban dispuestos a pactar con tal de no perder sus privilegios de clase. En medio, sin voz ni ánimos para alzarla, estaba esa tercera Francia acobardada que tantos recuerdos amargos llevaría a Chaves, impotente en su posición de observador internacional. Las tropas alemanas entraron en Francia, hollaron las calles de París, y Chaves volvió a seguir a un gobierno derrotado, primero a Tours y luego a Burdeos, donde embarcó de nuevo, como tres años antes, en una fragata de bandera inglesa que le llevaría a su último y definitivo exilio: la tierra británica, que se convirtió en el último garante de las libertades en Europa, y que con su coraje pudo restaurar lo que se había perdido. Pero Chaves no tuvo premio, la Historia no suele ser generosa con esta clase de hombres: murió solo en Londres a pocos meses del final de una guerra que, si bien no llevó la libertad a España, sí lo hizo a una gran parte del mundo. Allí, en Londres, reposa su cuerpo; el cuerpo de un español sin España, el cuerpo de un hombre íntegro y excepcional.

10 comentarios:

Alejandro Muñoz dijo...

... y además, biógrafo de Belmonte, que no es poca cosa.

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

En la agonía de Francia es increible e impresionante la lectura que hace de como se van desarrollando los acontecimientos y las consecuencias que traerán a Francia.
También tiene una visión del consumo y la productividad que sería perfectamente aprovechable en estos momentos, según mi opinión.
Un abrazo

gatoflauta dijo...

Señalo mi desacuerdo con la frase "la exhibición de valor de Miguel de Unamuno ante la cúpula del poder franquista, que al fin se quedó en eso, en unos fuegos artificiales", que parecería indicar que la actitud de Unamuno no tiene más valor que el de una exhibición sin consecuencias. Es cierto que no evitó lo que criticaba, como las palabras admirables de Sócrates no evitaron su muerte; pero ni las suyas ni las de Unamuno son, por eso, meros "fuegos artificiales", sino lecciones permamentes de lo que es y puede un hombre solo (siempre que lo sea de veras) frente a la barbarie.

Dyhego dijo...

Monsieur Ridao:
¡Por un momento pensé que estaba usted (ya sé lo que piensa vd del tratamiento de vd por internet...) hablando de expresidente de la Junta de Andalucía!
No conocía a este otro Chaves. Gracias por dármelo a conocer.
Reciba vd la expresión de mis sentimientos distinguidos y ruego a vd rece por mis muchísimos pecados.

Muñoz Escasso dijo...

Este hombre ahora mismo tiene un problema con el nombre y su primer apellido.Por lo visto el destino no se cansó de hacerle jugarretas en vida, sino que le sigue haciendo travesuras después de espicharlas.

Ridao eres un campeón. Hace mucho tiempo que no te lo digo y me apetecía.

José Miguel Ridao dijo...

Ése lo tengo por leer, Álex. A ver si me lo pasas.

Es verdad, Rafael. Y sobre todo que estaba ahí, con los protagonistas. Aunque es un buen ensayo, a mí me cautivó más la lectura de "A sangre y fuego".

Gatoflauta: el gesto de Unamuno tuvo una importancia simbólica indudable. Lo que ocurre es que pasó de uno a otro bando en muy poco tiempo, sorprendiendo a todos, y eso quizá le resta valor. Era tan valiente como imprevisible.

Sí, Dyhego, en eso estaba pensando, en hacer un panegírico del otro Chaves. Ya lp han tenido demasiado tiempo en los altares.

Hombre, Escasso, te lo agradezco, espero que no esté relacionado con un famoso caso que está manchando la ropa Blanca.

Abrazos.

gatoflauta dijo...

Cierto que Unamuno dio en origen su apoyo a Franco; pero precisamente que rectificara públicamente y del modo en que (y ante quienes) lo hizo, dan cuenta de su insobornabilidad y su valor. Nadie en la España de su tiempo, y muy pocos en cualquier lugar y cualquier tiempo, habrían tenido el valor de decirles a la cara a los allí presentes lo de (cito de memoria) "Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta; pero no convenceréis, porque para eso hace falta algo que os falta: razón y derecho en la lucha". Para decir algo así donde y cuando él lo hizo hace falta un temple heroico y, como ya dije, una insobornabilidad a toda prueba.

José Miguel Ridao dijo...

Yo no tengo memoria para citar, pero he leído varias versiones del discurso, y lo que más me llamó la atención fue cuando arremetió varias veces contra Millán Astray llamándole inválido, medio hombre. Lo raro es que no le descerrajara un tiro allí mismo, conociendo al personaje. Parece ser que fue la mujer de Franco quien le salvó. Esa alusión a la hombría de Astray me parece excesiva, y no digo que no lo mereciera. Un hombre en su sano juicio no creo que lo hubiera hecho. Dicho esto, ojalá toda la llamada tercera España se hubiera comportado como Unamuno, aunque no fuera con tantos truenos.

Mery dijo...

Ahora que dices, tengo "A sangre y fuego" en una edición antigua y debe andar bien guardadito.
No hay nada como que alguien te lo miente para rescatarlo.
Merci beaucoup

José Miguel Ridao dijo...

Pues desempólvalo con urgencia, te va a fascinar seguro.