Gracias al entusiasmo y al intenso trabajo de mi compañero y amigo Pepe Galeote, un grupo de más de cien alumnos de bachillerato de mi centro, el Instituto Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaíra, ha podido vivir una experiencia artística de primera magnitud en torno al estreno de la ópera Dr. Atomic, de John Adams, yo diría que bastante más enriquecedora que la de cualquier asistente a una de las funciones.
El "primer acto" de esta inolvidable función arrancó hace justo un año, cuando Pedro Halffter, director artístico del Teatro de la Maestranza, acudió a nuestro centro gracias a las gestiones del profesor Galeote, y en el salón de actos encandiló al respetable (sobre todo a "las" respetables) con una conferencia acompañada de demostraciones al piano. Los chavales no salían de su asombro, e incluso uno subió al escenario para tomar la batuta de manos del maestro y proceder a dirigirle, con escaso éxito por cierto. Al final el maestro, que también quedó encantado con la respuesta de los alumnos, prometió llevarlos a la ópera a una de las funciones de la próxima temporada. El título elegido fue nada menos que uno del siglo XXI, la ya citada Dr. Atomic, un reto para la orquesta, los cantantes, la escena y, no hay que olvidarlo, especialmente para los oyentes, cuyo oído está habituado a las armonías de Verdi y Puccini, pero no a disonancias ni a conflictos éticos en lugar de los consabidos enredos de alcoba. El maestro sabía lo que hacía, pues los oídos de la gran mayoría de nuestros alumnos estaban "vírgenes" en este tipo de música, y por tanto libres de prejuicios.
El "segundo acto" fue hace dos semanas, en que se organizó una mesa redonda en el instituto donde intervinimos profesores de distintas áreas, aportando diversas perspectivas a la ópera. Aparte de la imprescindible visión musical aportada por la profesora María José, fue muy instructiva la presentación de los profesores de física, Cristina y Jesús, explicando los fundamentos teóricos de la bomba en una serie de transparencias que "hasta los de letras" entendieron a la perfección. El apartado histórico corrió a cargo de Fernando, que explicó el contexto en que se desarrolló el proyecto Manhattan, al final del cual los alemanes ya se habían rendido pero quedaba el peligro japonés. Al final de su intervención hizo esta inquietante pregunta a los alumnos: "Si vosotros hubierais estado en el lugar de Truman, ¿habríais dado la orden de tirar la bomba?". A continuación otro compañero de historia, Pablo, nos hizo disfrutar refiriendo la anécdota del "incidente", por así llamarle, de Palomares, evocando las impagables imágenes del Sr. Fraga bañándose con su flamante Meyba en compañía del más atlético embajador americano. Manuel, nuestro compañero de Lengua, nos abrió los ojos ante la riqueza literaria de la ópera, donde desfilan poetas como Donne o Baudelaire, además de fragmentos del Bhagavad-guitá, no en vano Oppenheimer, padre de la bomba y personaje principal de la ópera, era un hombre cultísimo y políglota, que llegó a aprender sánscrito para leer el poema hindú en su texto original. Otra intervención muy interesante fue la de Antonio, profesor de clásicas, que nos ilustró sobre los orígenes griegos del átomo y la energía atómica. No sé quién aprendía más, si los alumnos o los profesores que allí estábamos. Un servidor, por su parte, hizo de malo de la película, y defendió el proyecto Manhattan con fríos argumentos económicos basados en el coste de oportunidad. En mi poco humilde opinión la bomba salvó millones de vidas humanas, por no hablar de los aspectos materiales, y la tecnología se habría culminado antes o después, incluso con más peligro. Al final de la intervención de los profesores se inició un acalorado debate con los alumnos, y he de decir para mi satisfacción que una mayoría estaba de acuerdo con mi tesis (como muchos no me conocían de nombre, se refirieron a mí como "el maestro que ha defendido la bomba", título del que no sé si sentirme orgulloso).
Y pasamos al tercer y cuarto actos, ya en el teatro la semana pasada, en el preestreno, fuimos los únicos autorizados a entrar (¡gracias, maestro Halffter!). Después de todo el trabajo realizado estábamos en condiciones de disfrutar de una partitura magnífica, como también fue espléndido el trabajo de la Sinfónica de Sevilla dirigida en el foso por Halffter. La puesta en escena, importada de una producción de Karlsruhe, fue especialmente brillante en el primer acto, con un juego de luces y escenas por detrás de un velo de tul situado en la boca del escenario y sobre el que se proyectaban diversas imágenes de dibujos y textos originales desclasificados sobre la bomba. A mi juicio en el segundo acto el desarrollo escénico fue demasiado monótono, condicionado sin duda por lo onírico y simbolista del libreto. Los cantantes, no obstante, rayaron a gran altura, especialmente el barítono protagonista, que interpretaba a Oppenheimer, y la mezzo que hacía de Pascualina, con un hermoso color de voz de contralto. Tuve la suerte de ver el primer acto desde la primera fila del patio de butacas, "camuflado" entre un grupo de chavales, y en el aria final Oppenheimer salió del escenario, avanzó hasta nosotros, se detuvo justo delante mía y, milagrosamente, desgranó esa maravilllosa música con texto del poeta John Donne (aquí, mi traducción). No tengo el vídeo de la función, pero sirva de muestra éste de otra distinta.
En resumen, una experiencia inolvidable para todos, y que la generosidad del maestro Halffter promete que se repita en el futuro. ¡Gracias maestro! ¡Gracias, Pepe!
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