No temo a mi muerte; temo a la muerte, y no la vi venir.
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Creímos que el amor era para siempre, pero nunca pensamos que lo rompería la muerte de uno de los dos. Deberíamos haberlo arreglado todo para que fuera simultánea.
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Dicen que al morir quien más quieres se va una parte de ti, pero no es verdad, tu alma se transforma toda en otra alma solitaria, sombría, desilusionada en el sentido más literal.
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La certeza de la muerte no es un impedimento para ser feliz, ni mucho menos, recuerdo que la contemplaba con descaro, de una manera casi retadora. Tras el golpe ya sólo queda dejar pasar el tiempo, y eso por no hacer sufrir a los que aún quedan aquí y también quiero.
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Nunca llegó a este lado un mensaje inequívoco, o aún sutil, de los que cruzaron el Estigia. Pero es que no hay Estigia, ni existe el otro lado. A lo más que podemos aspirar es a apurar las mieles de este mundo. Los dioses y las religiones tratan de infundirnos una esperanza a la que muchos se agarran con los ojos del entendimiento cerrados. No os dejéis engañar por la patraña de la fe. Mejor resignarse a una dicha maravillosa pero temporal, y abreviar el sufrimiento.
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En el momento en que muera serás mi último recuerdo.
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