Larga vida, inmortalidad, permanencia, huida del olvido, querencia por lo humano, respeto por lo divino, miedo a las tinieblas, a lo oscuro, a lo incierto, a lo desconocido. Nos empeñamos en engañar al heraldo de la muerte y esquivar su guadaña, pero éste acude puntual a la cita y siega sin compasión, haciendo su trabajo, como ha sido siempre, desde el inicio de los tiempos. Ante lo irremisible buscamos desesperados un asidero, quien tiene fe descansa y pierde el miedo, su largo penar termina en la certidumbre del buen tránsito, de la luz al otro lado, y ya no teme a la guadaña, la aguarda con descaro, desafiante, inmune a su mal aliento, pero a veces duda, y sufre; lo que pase después sólo él lo sabe, o no lo sabe, porque a lo mejor ya no es. Quien se resiste al mensaje divino, o lo acepta sólo a medias, o lo acepta del todo pero no pierde el miedo, es presa del pánico cuando ve que se acerca el mensajero terrible, y llora, y trata de agarrarse a la vida, pero no puede, y deja de existir, o no... Si sigue siendo, es él quien lo sabe; si no, ya nadie lo sabrá. También hay quien no piensa en ese jinete funesto, que sólo lo ve en el último momento, cuando le tira del cabello para no fallar el golpe, y a ésos no les da tiempo a sentir miedo, son los que más han aprovechado su vida, son los más listos, o los más incautos, o los más primitivos, pero son, y su destino es el mismo, y dejarán de ser o no, igual que los demás.
Un hombre solo
desafía mi pena
con su mirada
P.S. No todo van a ser risas...