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Hoy toca anécdota de Miguel, las voy anotando de vez en cuando y tengo un cuaderno lleno. La de hoy es numérica; resulta que al final de curso en el cole le han estado enseñando los números, y su curiosidad innata le hacía preguntarse hasta dónde se podía llegar contando. Su profesora le respondió que hasta infinito, y ahí quedó la cosa, hasta que un día, en el coche, que es su mayor fuente de inspiración, le oí contar:
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
A esto que se salta directamente a:
- Mil uno, mil dos, mil tres, mil cuatro, mil cinco...
- ¡Infinito!
Y, tras unos momentos de vacilación:
- Infinito uno, infinito dos, infinito tres...
Bemoles
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BEMOLES Me pregunta mi buen amigo Diego Morales por qué la palabra bemoles
ha acabado siendo sinónimo de esa palabra trisílaba que todos usamos en
expresio...
Hace 23 minutos
24 comentarios:
Va camino de ser como Zapatero, una vez gastado el infinito, todo es fÃcil, basta gastar el infinito uno, el infinito dos, ...
Genial, y cuando acabó con el infinito, ¿qué hizo?, ¿pedir chocolate?
Un beso
Simplemente, para ellos no hay límites.
Qué envidia.
Bueno José Miguel , bueno.
Da un abrazo a Miguel.
Pd. Una vez, cuando pregunté qué había después de infinito, me dijeron que éter, y me quedé tan pancho.
Hoy me apunto a Olga: no hay límites.
Un fuerte abrazo, querdio José Miguel.
Solo los niños en su candidez son capaces de ver el infinito.
Un abrazo, amigo Ridao.
José Miguel, la palabra infinito la usaba para decirle a mis hijos cuando eran pequeños lo mucho que los quería, "te quiero hasta el infinito" y me preguntaban, ¿mámá el infinito que es? ahora lo saben.
A Miguel le das un abrazo muy fuerte con muchos besos hasta el infinito, a sus hermanos y como no a Lola.
Abrazos.
Un poeta de las matemáticas.
Nos niños preguntan, no cuestionan porque razonan, y razonan porque no tienen limitaciones banales como nosotros.
Una genialidad.
Besos para ambos Migueles.
Déjate, Capitán, no mientes ruina.
Se quedó tan pancho, Ángeles, como si nada, después de haber hecho añicos la teoría matemática clásica.
Es verdad, Olga, los límites nos los ponemos nosotros solitos cuando dejamos de ser niños.
De tu parte, Javier.
Te apuntas bien, querdio Juanma, sobre seguro.
Vale que lo vean, Julio, pero sobrepasarlo...
Se lo daré de tu parte, Pasión, siempre tan cariñosa.
Para que luego digan, Jesús, la poesía surge de cualquier sitio.
Buena reflexión, Liliana, no hay que cuestionar, sino razonar, es más fácil de lo que parece, sólo hace falta ser niño.
Un fuerte abrazo a todos, y de Miguel también.
¡Qué salida tan buena! y buena idea la tuya de anotar sus ocurrencias en un cuaderno.
Sí que es verdad, Maite, cuando no sé qué entrada hacer echo mano del cuaderno de Miguel. Un abrazo.
Las Matemáticas y la Geometría Proyectiva a tomar por culo de un plumazo. Y ya que los nombran, la teoría de los límites, también.
Es genial, a Miguel no se le resiste ninguna ciencia.
A ver si un día la emprende con las ciencias políticas...
¿Ataque a una errata? ¿Se levanta el hacha de guerra?...mi falta de piedad tampoco conoce los límites.
Mis más hulimdes dispulcas, Juanma, aunque no me preucupa tu amezana, a ver si tienes cojones de entroncarme una errata.
Contar hasta infinito es mi obsesión: a ello me dedicaré con ahínco (cuidadín) estas vaciones (más cuidadín) que mañana comienzo. Un abrazo. Nos leemos en septiembre.
Un abrazo, Octavio, no olvides apuntar tus correrías (con perdón) con pelos (sin perdón) y señales. Hasta el otoño (con perdón), pues.
Me voy a cagá un poquito, un poquito na más, en tó lo que se menea....
Haces bien, trataré de no menearme.
Yo me como a este niño, de verdad.
Yo que tu le plantearía, de aquí a un par de meses, el teorema de Poincaré o el de Fermat. Lo mismo los soluciona en el coche, ya que le dá el puntillo necesario.
Me encanta Miguel.
Muchas gracias, Mery. Déjate de teoremas de Fermat, que quiero que mi niño sea feliz, los matemáticos estos son todos unos frikies.
Un beso.
Pero chiquillo, si tu hijo apunta maneras de ser feliz, piense lo que piense.
Será la excepción de toda regla: un matemático que suelta prendas como quien come un helado.
Pues bien pensado tienes razón, Mery, probaré con Poincaré a ver qué pasa...
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