Las presentaciones de libros suelen ser escaparates de egos más o menos inflados e insatisfechos. Todos necesitamos para nuestro corazoncito una ración de reconocimiento; así, algunos acuden a estos actos obligados por su editorial, pues les espantan los actos sociales y huyen de la notoriedad pública, conformándose con la aprobación de sus colegas y de los lectores. A otros, sin embargo, les gusta pasearse por los salones y pavonearse con inocencia, conformándose con su momento de efímera fama. Y después hay otro grupo, el más peligroso, integrado por los que llegarían al asesinato con tal de publicar, y cuando lo consiguen hacen una campaña salvaje para promocionar su libro y que se venda más que el de ese otro escritor enemigo suyo. Gastan en esta lucha unas energías que les bastarían para escribir dos o tres libros más.
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Estos amaneceres cálidos de finales de junio son un modo cruel de empezar el día, con todo el sol del mundo por delante, una luz que nos ciega y un calor que se cuela por debajo de las puertas y atraviesa las ventanas para mordernos.
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Las adelfas son arbustos asfálticos.
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Volvió a su trabajo como quien se reencuentra con un viejo conocido al que la rutina no ha cambiado un ápice en todos estos meses. Recobró en un instante las sensaciones olvidadas de outsider vocacional, visitante obligado de la cotidianidad vespertina, un engranaje de la maquinaria absurda de fabricar clones y destruir conciencias. Cada vez más perdido y perplejo, cada vez más hundido en el sillón de la sala, aislado, la mirada baja, esperando el timbre que anuncia un nuevo sacrificio a la mayor gloria de lo absurdo.
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El poeta portugués nunca hubiera entendido que le llamasen genio. Tan grande era su arte, que para él era pequeño.
2 comentarios:
Monsieur RIDAO:
¡Y cuando asistes a una presentación... ¿y luego no te gusta el libro?! ¿Cómo se dice tal cosa al interesado?
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Esos amaneceres son la única tregua de calor que podremos encontrar durante el día.
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De pequeño oía decir: ese crío es más malo que el baladre...
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Igualico que cuando vuelves de un viaje. Estás una hora en la casa y parece que tal viaje hubiese sucedido mil años at
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No consigo terminar el libro del desasosiego. ¡Y me entra un desasoiego que no me sosiega nada!
Salu2 sosega2
Se dice que te ha gustado muchísimo. Parece mentira que no lo sepas, Dyhego. El libro ese léetelo a sorbitos. Abres una página al azar, lees un par de fragmentos y los rumias. El orden es lo de menos. Gracias por una palabra que no conocía: baladre.
Abaladrazos.
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