La traducción de poesía es una labor ciertamente difícil. Se han escrito infinidad de tratados sobre el asunto, que precisamente por su dificultad resulta apasionante. Consideraremos cuatro aspectos clave de un poema, como son la rima, el metro, el ritmo y el tono, por orden creciente de importancia.
- La rima: ésta es una característica que no está presente en todos los poemas, ni mucho menos. Se trata de un recurso más, sin más importancia que la que se le quiera dar. A la hora de abordar su traducción surge un problema evidente, y es que, como es lógico, las palabras rimadas en otro idioma no rimarán en español, a menos que se dé una improbable casualidad. Salvo honrosas y escasísimas excepciones, los intentos por mantener la rima (yo mismo, como aficionado, he hecho alguno), tienen un resultado muy pobre, pues se fuerza tanto que el sentido del poema queda tergiversado, y además, en el intento de mantener el significado original del poema, se suele recurrir a rimas muy trilladas, que en ocasiones bordean peligrosamente el ripio.
- El metro: tampoco es ésta una característica indispensable de un poema, aunque lo fue durante mucho tiempo, hasta la irrupción, que no invención, en el siglo XIX del llamado verso libre. El problema se plantearía, pues, cuando el poema original tiene una pauta métrica determinada. Supongamos que tratamos de traducir un soneto del inglés al español; en mi opinión, y como dije antes, deberíamos olvidarnos de mantener la rima, sobre todo si es consonante, pero en cuanto al metro, es indispensable mantener en español el endecasílabo, que en el original inglés tendrá normalmente diez sílabas. Con un poco de habilidad no debería ser demasiado difícil componer un verso en once sílabas con el mismo sentido que el original, pero en el caso del idioma inglés se nos presenta un problema añadido: se trata de una lengua mucho más sintética que la española, por lo que una frase de diez sílabas en inglés dice muchas más cosas que otra frase equivalente en español. Por lo tanto, hay que hacer un difícil ejercicio de síntesis que, además, llevará casi con total seguridad a perder parte de la riqueza del original. Una posible solución sería hacer un soneto en alejandrinos, de catorce sílabas, aunque yo prefiero mantener el metro endecasílabo, sin el cuál el soneto pierde gran parte de su fuerza. Esto supone un reto para el traductor, lo que hace aún más interesante su tarea.
- El ritmo: técnicamente, el ritmo viene marcado por la distribución de los acentos en el verso. Por ejemplo, el endecasílabo sáfico va acentuado en la 4ª, 8ª y 10ª sílaba, y el heroico en 2ª, 6ª y 10ª. Otro ejemplo muy claro es el pentámetro yámbico usado por muchos poetas ingleses como Shakespeare. Se trata de un verso con cinco grupos (pies) de dos sílabas, y en cada uno de ellos está acentuada la segunda. Este ritmo se adapta muy bien a la lengua inglesa, no así a la española. Volviendo a la labor del traductor, en este caso no debería tener demasiadas dificultades para elegir un ritmo adecuado al poema, pero sucede que, aparte de la distribución de los acentos, el ritmo es la "música" de la poesía, y para componer música hay que ser músico. Dicho de otro modo, para traducir poesía hay que ser poeta. El resultado de la traducción puede ser impecable desde el punto de vista métrico, y puede mantener fielmente el mensaje del original, pero si no tiene música será tanto como leer prosa, y muy pobre, por lo escasa.
- El tono: si el ritmo es la música del poema, que se apoya en ocasiones en el metro y en la rima para sonar más redonda, el tono sería la partitura como entidad unificadora que idealmente hace de una serie de símbolos, claves, cesuras... una obra de arte. Tomemos una ópera como La Bohème, de Puccini. Es una obra de arte indiscutible, y no sólo por las admirables melodías que salieron del talento del compositor, sino por su inserción en el conjunto de la obra, por los diálogos entre los protagonistas, por la emoción que se transmite... Quien haya asistido a una representación de esta ópera habrá quedado pegado al asiento desde el principio hasta el final. Eso es lo que se debe buscar en un poema: emocionar, mantener la tensión durante toda la lectura, aguantar tanto una lectura íntima, silenciosa, como una declamación pública. Si se consigue esto, el poema tiene tono; cómo lograrlo: preguntad a los poetas. Una vez más el mismo axioma: antes que traductor, hay que ser poeta.
10 comentarios:
En mi ignorancia, Ridau, desconocía que los poemas tuvieran sentido. ¿Quizá sentidos, como la propia vida?
Un abrazo.
Ya somos dos (ignorantes). Hombre, un mensaje siempre existe, pero claro, luego lo procesamos con nuestros "sentidos" y el poema adquiere tantos "sentidos" como sentidos lectores lo disfrutan.
Y al hilo de lo que comentas, he descubierto que la RAE da ¡once! acepciones para la palabra "sentido". Así no hay quien escriba algo "con sentido", que no es lo mismo que "consentido". Bueno, me dejo ya de chorradas sin sentido.
Monsieur RIDAO:
Interesante, pardiez
Y sin ordinariez.
Salu2
Ay José Miguel, a mí me da algo. ¿Qué te pasa con la calor?, a todo el mundo se le niebla el pensamiento y a ti, se te aclaran las ideas.
...Ya te vale...
Besitos.
Estoy muy de acuerdo con este resumen, Ridao. Lo más interesante siempre es la toma de decisiones sobre el poema concreto, tanto las generales, como las particulares que van surgiendo. Siempre pierdes algo, siempre añades algo, siempre es tu traducción.
Con respecto a la rima, en poetas como Chesterton -desde luego Edward Lear-, o The Rhyme of the Ancient Mariner de Coleridge, o algunos de Wordsworth, para mí se convierte en decisión general, aunque luego haya que hacer cirugía en otros sitios.
Bueno, es un ejercicio apasionante, donde quien más disfruta, y sufre, es el traductor.
Hay un ensayo que aporta ideas sobre la música de la poesía: The Music of Poetry, de Eliot, en On Poetry and Poets. Seguramente lo habrás leído.
Me dejas preocupado, Dyhego, últimamente no digo ordinarieces en el blog, el verano me tiene ablandados los sesos.
Eso mismo, Lourdes, se me aclaran las ideas, pero reblandecidas.
Mora Fandos: no he leído ese ensayo, no te quepa duda que lo buscaré. Yo soy un recién llegado a esto, espero que no un advenedizo, y gracias al blog aprendo de gente como tú, con una formación tan amplia.
Abrazos.
¡muchas gracias!, ¡que esclarecedor!, ojalá supiera marcarlo, o copiarlo, besos!
Venga, Eutelia, un hacha del féisbuc y del internés como tú, ¿y no sabe copiar? Lo de marcar no sé qué es ni cómo se hace, lo reconozco.
Besos.
Es verdad José Miguel: para traducir poesía lo más importante es ser poeta y tener un oido muy afinado. Yo llevo diez años traduciendo textos de índole muy diversa (legales, publicitarios, ciéntificos, de viajes) para clientes también de todo tipo, pero con la poesía no me atrevo: y es que aunque lea mucha poesía, no soy poeta. Me he atrevido con algunas canciones y eso ya es un enorme reto ¡cuántas preguntas! ¡cuántas decisiones a cada paso! De todas formas, he pensado muchas veces traducir algunos poemas que me gustan especialmente, pero tomármelo como un hobby, sin presiones. Así que si al final me animo, estas recomendaciones serán muy valiosas para mi. Muy buena entrada, José Miguel. Gracias.
Yo me he lanzado sin complejos, Sara. Total, no hay nada que perder, y la única manera de aprender es practicando. Te recomiendo que lo hagas, es algo que motiva mucho.
Gracias a ti por tus palabras.
Publicar un comentario