Es digna de ver la importancia que da la gente a las cosas que hace. Por ejemplo: uno escribe un libro, y desde el día en que recibe el primer ejemplar de la editorial está que no cabe en sí de orgullo; incluso si tiene un blog pone la foto de la portada bien grande para que al visitante no le queda duda de que se asoma al balcón de un escritor. Un orgullo legítimo, no digo que no, pero tampoco es para tanto: hoy en día se editan miles y miles de títulos, la mayor parte de ellos morralla, y ahí es donde voy: son precisamente esos escritores prescindibles, infumables, los que más se pavonean, como si hubieran escrito el Quijote. Los que de verdad escriben bien normalmente se hacen notar bastante menos, aunque también dan su guerra, de algo hay que vivir. Seguramente Cervantes no iba por esas tierras de Castilla diciendo a todo el mundo que era escritor, y menos aún que había escrito una obra maestra; al revés: él de lo que estaba orgulloso era del Persiles, obra que no hay cojones de leer a día de hoy, ni siquiera por un sueldo diario hasta que se termine, y es que los tiempos han cambiado: antes un escritor era un ser ninguneado por la sociedad, sospechoso de cualquier crimen conocido, mientras que hoy es un dios, o eso al menos se cree él. Si el escritor en cuestión entra dentro de la categoría de poeta, entonces el panorama se vuelve ciertamente grave: ser poeta es algo serio: no consiste únicamente en escribir poesía, ni en publicarla: resulta absolutamente necesario "ejercer" de poeta por la vida. Esto, que no es intrínsecamente malo, empieza a resultar preocupante si nuestro amigo poeta se queda únicamente con lo accesorio de su condición, algo que suele resultar muy frecuente. Entonces el tipo se vuelve insufrible: adopta un tono declamatorio en las reuniones con los pares, dice "pares" en vez de colegas, se aprende al menos un verso de cada poeta vivo o muerto para sacarlo a pasear en cuanto se tercie (o aun sin terciarse), pone a parir aproximadamente a un 80% de los poetas vivos famosos, va por ahí diciendo que la poesía es un arte alejado del dinero y a la vez se presenta a todos los premios que salen... en fin, un angelito que es mejor tenerlo lejos o al menos verlo venir de allí mismo.
Y no seguiré abundando en el tema, pues me consta que son muchos los poetas que me leen, todos ellos de buena laya, por supuesto, que uno se junta con los de su condición, faltaría más...
6 comentarios:
Sólo un detalle: yo me he leído el Persiles sin ninguna obligación ni apuesta, y no me lo he pasado mal haciéndolo. Tiene cosas que están muy bien. Y el prólogo y la dedicatoria son dos auténticas maravillas, dignas del mejor Cervantes.
la poesía es a la literatura como la abstracción es al arte... un coladero de gente...
es más, no sé cómo todavía quedan buenos poetas que lo soporten sin deprimirse...
Es que, en los tiempos de Cervantes, lo que daba cuartos de verdad era el teatro.
Aunque ya lo he dicho antes, me repito: si Juan Manuel de Prada tiene que ir a Intereconomía para llegar a fin de mes, es absurdo plantearse vivir de esto, más alguien que ya tiene empleo.
Servidor asumió hace tiempo que está en la literatura para dejarse la vida, no para ganársela. Eso si, si en un concurso me dan unos euretes (que jamás compensarán lo que me gasto en fotocopias y correos), bienvenidos sean.
Salud.
Ahí reconozco mi culpa, gatoflauta: ni siquiera lo he intentado, me he dejado llevar por su fama de tostón.
Pero colaero, eresmicruz: yo mismo estoy discutiendo en la cola de la frutería, y me las tengo tiesas. Y to pa na...
Sombras: la honestidad es lo que nos salva.
Abrazos.
Alden Whitman en su necrológica de T. S. Eliot:
"Era una figura poética realmente insólita, privada de toda extravagancia de atuendo o ademanes, y sin la menor traza de romanticismo. No irradiaba efluvios, no lanzaba miradas cautivadoras y llevaba el corazón, hasta donde podía observarse, en su correcto lugar anatómico."
A mí Eliot, por sus fotos, me da una impresión de elitismo insufrible. A lo mejor por ahi iba Alden Whitman...
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