martes, 30 de octubre de 2012

1974


Llueve furiosamente, y me recuerda
a ese niño serio que contemplaba el patio desde la galería,
y miraba caer las gotas
violentas, pesadas, una tras una.
Parece mentira que no hagan agujeros en las baldosas.
Un recreo de carreras por los pasillos,
y el agua que nunca dejaba de caer.
Aún sigue cayendo, la oigo claramente.
El agua nunca ha dejado de caer,
ni parará mientras la memoria habite en la infancia y en el tiempo,
el tiempo del primer asombro,
de la primera mirada asustada al infinito.
El esplendor de la lluvia en las baldosas de aquel patio,
la soledad incierta de esas horas
y el vuelo leve de la melancolía.

3 comentarios:

Blimunda dijo...

Creo que es casi imposible sustraerse al embrujo de la lluvia.
Serán las híades que andan traviesas, será ese tiempo habitado que tan bien has evocado.

Salud, maestro.

gatoflauta dijo...

Pregunto: ¿por qué "una tras una", y no "una tras otra"?

José Miguel Ridao dijo...

Totalmente imposible, Blimunda, sobre todo si está uno en un momento de soledad en una casa por lo general llena de ruidos.

Gatoflauta: ahora venía aquello de: "¡Me alegra que me haga esa pregunta!". Tengo esas gotas grabadas en la mente. Caían todas a la vez, eran iguales, tan iguales que daban miedo y hechizaban. Proyectiles idénticos y simultáneos.

Abrazos.