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1974
Llueve furiosamente, y me recuerda
a ese niño serio que contemplaba el patio desde la galería,
y miraba caer las gotas
violentas, pesadas, una tras una.
Parece mentira que no hagan agujeros en las baldosas.
Un recreo de carreras por los pasillos,
y el agua que nunca dejaba de caer.
Aún sigue cayendo, la oigo claramente.
El agua nunca ha dejado de caer,
ni parará mientras la memoria habite
en la infancia y en el tiempo,
el tiempo del primer asombro,
de la primera mirada asustada al infinito.
El esplendor de la lluvia en las baldosas de aquel patio,
la soledad incierta de esas horas
y el vuelo leve de la melancolía.
3 comentarios:
Creo que es casi imposible sustraerse al embrujo de la lluvia.
Serán las híades que andan traviesas, será ese tiempo habitado que tan bien has evocado.
Salud, maestro.
Pregunto: ¿por qué "una tras una", y no "una tras otra"?
Totalmente imposible, Blimunda, sobre todo si está uno en un momento de soledad en una casa por lo general llena de ruidos.
Gatoflauta: ahora venía aquello de: "¡Me alegra que me haga esa pregunta!". Tengo esas gotas grabadas en la mente. Caían todas a la vez, eran iguales, tan iguales que daban miedo y hechizaban. Proyectiles idénticos y simultáneos.
Abrazos.
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