lunes, 2 de diciembre de 2013

El perro de Ulises



Odiseo se enjuga una lágrima al ver cómo su fiel perro Argos le reconoce después de veinte años, aun sin fuerzas para salir a su encuentro. En esa imagen se condensa toda la grandeza de la gesta homérica, los terribles trabajos impuestos por Poseidón al laertida que arrebató la vista a su hijo Polifemo en unos mares repletos de monstruos y gigantes que fueron devorando uno a uno a sus divinos compañeros hasta dejarle solo, asido a un mástil a merced de las olas del Ponto color de vino. Solos Argos y él frente a frente, el can tumbado en el estiércol, casi ciego y lleno de pulgas, y Odiseo transformado en un anciano mendigo cubierto de andrajos. Allí estaba la vieja Ítaca, a pesar de los voraces pretendientes. Eubeo le fue fiel, Argos movió levemente la cola y dejó caer las orejas. El viaje había merecido la pena.

6 comentarios:

Javier dijo...

Eso, o habría que replantearse de arriba abajo todo el clasicismo clásico: héroes, dioses, ninfas, hombres-macho y sus efectos colaterales incluidos... Cosa que hoy carecería de sentido, claro.

Un abrazo

Paco dijo...

Ni palabra de Penélope. Y hablas del fiel Argos...

José Miguel Ridao dijo...

No creas, Javier, que la Junta de Andalucía está peleando duro por cambiar toda esa herencia.

Ya ves, Paco, es que lo de Penélope no hay quien se lo crea...

Alados abrazos.

Dyhego dijo...

Se nota que te ha marcado mucho la susodicha lectura. ¡Lo mismo un día te vas a clase vestido de griego!
Salu2, monsieur Ridao.
(Hoy no hay manera de sacarte un premio...).

Francesc Cornadó dijo...

Una imagen extraordinaria, la del perro Argos. Pasa el tiempo, las visicitudes y la lucha entre Escila y Caribdis y todo continua en su sitio en la vieja Ítaca.
Salud
Francesc Cornadó

José Miguel Ridao dijo...

Me lo estoy planteando, Dyhego, acudir un día con brillante peplo y ensartar a más de uno con mi broncínea lanza.

Francesc: Ítaca es de los pocos sitios donde todo sigue igual después de tres mil años, y se lo debemos a Homero, o a quien quiera que fuese el genio.

Abrazos enardecidos.