La educación se ha convertido en una fábrica de zombies. Tengo compañeros zombies, directivos zombies, inspectores zombies, políticos zombies, y los alumnos que me llegan si no son zombies todavía es porque aún están en proceso de transformación, y a pesar de mis esfuerzos me es imposible parar su muerte en vida. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en que en los claustros se discutían asuntos de importancia, se compartían puntos de vista, hasta nos dábamos mamporros para defender una u otra postura! Signo de que estábamos vivos, de que la sangre latía en nuestras venas y transmitíamos a nuestros discípulos algo más que logses, loes, lomces, competencias y currículos. La burundanga ha entrado en nuestros centros de enseñanza, la utopía de 1984 está más cerca de lo que parece, a pesar de la caída del muro socialista. Otras fuerzas poderosas se imponen en las mentes, las corroen, las vacían de ideas, de sustancia, de vida. Las innovaciones educativas amenazan con ocupar el espacio de las dudas racionales, la tecnología de google invade nuestros cuerpos.
Pero siempre quedaremos unos pocos rebeldes que, aunque resignados, dejaremos un poso de inquietud en nuestros hijos, en nuestros alumnos más inmunes a la estulticia, y de ahí partirá la contrarrevolución. No les quepa duda de que las aguas volverán a su cauce.
5 comentarios:
di que sí, te veo guiándonos asido a la bandera, con la camisa rajada y los pechos fuera
Calla, zombi, no te apoderarás de mí...
¡Estoy de estandartes, rúbricas y demás imbecilidades, hasta el duodeno!
Salu2 estandariza2.
Contra la URSS vivíamos mejor. Con menos tonterías.
Hartos estamos todos, Dyhego, hay que echarle humor.
Efestivamente, Martín, todo estaba clarito, clarito.
Abrazos
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