Escucho el adagietto de la quinta sinfonía de Mahler y mi vida desfila ante mis ojos. No es gran cosa mi vida, un pobre conjunto de banalidades, si exceptuamos el único amor. El peso de sentir, decía Pessoa, y eso es lo que me abruma mientras oigo las cuerdas in crescendo. No me dicen nada y me dicen todo. Tadzio; ¿o se llamaba Tesio? Ahora es fácil averiguarlo, pero no merece la pena, ¿para qué? No tengo nada en común con ese muchacho, pero la música nos une.
Samuel Bentolila: El rigor de la ciencia económica
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El otro día quedé con un amigo a tomar un café y me aconsejó leer un
artículo de Sergio del Molino, titulado “Desperta Ferro’: los historiadores
que enseña...
Hace 20 horas
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