jueves, 14 de noviembre de 2024

El sufrimiento de un genio

 

 

 Nadie cantó jamás el Lamento de Federico con la maestría y sensibilidad de Alfredo Kraus. Esta es probablemente la última vez que abordó este aria impresionante a los 71 años, pocos meses antes de morir. Apenas hacía dos años que había perdido a su compañera de 40 años, Rosa Blanca.

Cuesta trabajo conciliar la aparente entereza del maestro con el dolor interior que padece.

Muchas veces tengo ganas de pegar puñetazos contra la pared, de levantar la voz y de preguntarme por qué me ha sucedido esto a mí. Es una situación de impotencia. En su momento pensé que no pintaba nada en esta vida, que lo justo sería que dos personas que se quieren durante tantos años tienen derecho a morir juntas. Quizá sea un problema de mentalidad, pero sería mejor que aprendiéramos a convivir con la idea de la muerte, igual que ocurre en las culturas orientales, porque luego sucede que estos batacazos te dejan sin aliento, sin ganas de vivir, sin retos ni expectativas. S

í, después analizas la situación con mayor frialdad y te das cuenta de que tienes algunas cosas por las que luchar que todavía merecen la pena, una familia, unos hijos, unos nietos, unos amigos. Si ellos han perdido a su madre y a su abuela, también sería peor que ahora se quedaran sin padre y sin abuelo. No lo sé, pero tengo la impresión de que las mujeres son más capaces de remontar estas situaciones, que tienen más fortaleza y han adquirido una capacidad de autosuficiencia con la que se enfrentan a los problemas de manera más valiente y sólida. Yo siempre pensé que me iría antes de este mundo que Rosa, pero ahora me doy cuenta de que estoy solo, desalentado. Sé que tengo que salir del bache como sea y participar de la vida, porque es mi obligación. Y aún así, me asaltaron las dudas de no querer seguir en la vida.



domingo, 29 de septiembre de 2024

Brucia la terra


Gran parte de la fascinación que nos produce la saga de El Padrino proviene del contraste entre la dura vida de la familia en Nueva York y el retrato idealizado que se hace de Sicilia, con su cultura y tradiciones milenarias, donde llega Michael por primera vez huyendo del crimen que ha cometido y encuentra un mundo que ahonda en sus raíces. Es en el Corleone de sus ancestros donde se enamora, por primera y única vez en su vida, de una Apollonia que para él encarnaba toda la belleza y autenticidad de la tierra. Sabemos que esta historia de amor tiene un terrible epílogo, y Michael nunca volvió a ser feliz. En la tercera parte, ya envejecido, rememora con emoción a los sones de una canción siciliana aquellos días de vino y rosas, bajo la mirada inexpresiva del nuevo consigliere.

lunes, 23 de septiembre de 2024

W.H. Auden: Musée des Beaux Arts

 

Siempre supieron lo que es sufrir,
los viejos Maestros: qué bien entendían
su condición humana: cómo se despliega
mientras alguien abre una ventana o simplemente pasea indolente;
cómo, mientras los ancianos aguardan con pasión y reverencia
el nacimiento milagroso, siempre debe haber
niños no especialmente interesados, patinando
en un estanque al borde del bosque:
nunca olvidaron

que incluso el más terrible martirio debe seguir su curso
aunque sea en un rincón, en un sitio desastrado
donde los perros llevan su vida de perros y el caballo del verdugo
se rasca la inocencia junto a un árbol.

En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: cómo todo se aparta
despreocupadamente del desastre; el labriego puede
haber oído el chapoteo, el grito desamparado,
pero para él no fue una desgracia importante; el sol brillaba
como debía hacerlo en las blancas piernas que desaparecían en el agua
verde, y el valioso y delicado buque que debe haber visto
algo asombroso, un muchacho cayendo del cielo,
tenía un destino marcado y empezó a navegar con calma.



About suffering they were never wrong,
The old Masters: how well they understood
Its human position: how it takes place
While someone else is eating or opening a window or just walking dully along;
How, when the aged are reverently, passionately waiting
For the miraculous birth, there always must be
Children who did not specially want it to happen, skating
On a pond at the edge of the wood:
They never forgot
That even the dreadful martyrdom must run its course
Anyhow in a corner, some untidy spot
Where the dogs go on with their doggy life and the torturer's horse
Scratches its innocent behind on a tree.

In Breughel's Icarus, for instance: how everything turns away
Quite leisurely from the disaster; the ploughman may
Have heard the splash, the forsaken cry,
But for him it was not an important failure; the sun shone
As it had to on the white legs disappearing into the green
Water, and the expensive delicate ship that must have seen
Something amazing, a boy falling out of the sky,
Had somewhere to get to and sailed calmly on.

domingo, 22 de septiembre de 2024

Colpo di fulmine!

 
Más allá del naranjal se extendían los verdes campos propiedad de un barón, y frente al mismo, al otro lado de la carretera, había una villa, de aspecto tan romano que parecía sacada de las ruinas de Pompeya. Era un pequeño palacio, de enorme pórtico de mármol y esbeltas columnas griegas. Procedente de allí, se acercaba un grupo de muchachas campesinas, acompañadas por dos robustas matronas completamente vestidas de negro. En ese momento se hallaban arrancando flores con las que adornar todas las habitaciones, y sin reparar en la presencia de los tres hombres, iban acercándose a éstos. Lucían delantales multicolores, y aunque ninguna debía de tener más de veinte años, sus cuerpos estaban plenamente desarrollados. Tres o cuatro de ellas empezaron a perseguir a una que corría en dirección al naranjo debajo del cual se encontraban sentados Michael y los dos campesinos. La perseguida llevaba un racimo de uvas, y arrojaba granos a sus perseguidoras. Tenía el cabello negro y brillante, y su cuerpo parecía querer escapar de la piel que lo envolvía. Cuando estuvo muy cerca del naranjo, se detuvo en seco al ver a Michael y sus protectores. Parecía dispuesta a echar a correr nuevamente, como si la asustase el que éstos la miraran fijamente. Toda ella era un conjunto de óvalos; sus ojos, su rostro, su figura… todo era ovalado. Su piel morena y sus enormes ojos negros, protegidos por unas largas pestañas, eran impresionantes. Su boca, sin ser excesivamente grande, era carnosa y de aspecto dulce, pero en absoluto débil. Era tan increíblemente atractiva que Fabrizzio exclamó, en broma: —¡Acoge mi alma, Jesucristo, que me estoy muriendo! Ella, como si hubiera oído al demonio, regresó corriendo junto a sus compañeras. Al correr, sus caderas parecían querer reventar el estrecho vestido, aunque era evidente que ella no se daba cuenta de lo sensual que resultaba. Cuando llegó al lado de las otras muchachas, extendió el brazo en dirección al naranjo a cuya sombra se sentaban los tres hombres, y todas se alejaron, riendo, escoltadas por las dos matronas vestidas de negro. Sin ser consciente de sus actos, Michael, se encontró de pie y con el corazón latiendo más deprisa de lo normal; se sentía un poco aturdido y notaba que la sangre bullía en su cuerpo. Percibía intensamente los mil perfumes de la isla; el aire olía a naranja, a limón y a flores. El cuerpo no le pesaba. Se sentía en otro mundo. Por fin, oyó la risa alegre de los dos pastores. —Colpo di fulmine! ¿Ha sido atacado por el rayo, eh? —dijo Fabrizzio, dándole una palmada en el hombro. Michael estaba tan anonadado que se hubiera dicho que acababa de atropellarlo un coche. —No puede usted ocultar que el rayo le ha dado de lleno ¿eh? —comentó Calo un momento después, con toda seriedad—. Pero no se preocupe; eso es algo que nadie puede ocultar. No se sienta avergonzado, pues no hay motivo. De hecho, muchos rezan para que el rayo los ataque. Incluso me atrevería a afirmar que es usted un hombre afortunado. Mario Puzzo

 

Más allá del naranjal se extendían los verdes campos propiedad de un barón, y frente al mismo, al otro lado de la carretera, había una villa, de aspecto tan romano que parecía sacada de las ruinas de Pompeya. Era un pequeño palacio, de enorme pórtico de mármol y esbeltas columnas griegas. Procedente de allí, se acercaba un grupo de muchachas campesinas, acompañadas por dos robustas matronas completamente vestidas de negro. En ese momento se hallaban arrancando flores con las que adornar todas las habitaciones, y sin reparar en la presencia de los tres hombres, iban acercándose a éstos. Lucían delantales multicolores, y aunque ninguna debía de tener más de veinte años, sus cuerpos estaban plenamente desarrollados. Tres o cuatro de ellas empezaron a perseguir a una que corría en dirección al naranjo debajo del cual se encontraban sentados Michael y los dos campesinos. La perseguida llevaba un racimo de uvas, y arrojaba granos a sus perseguidoras. Tenía el cabello negro y brillante, y su cuerpo parecía querer escapar de la piel que lo envolvía. Cuando estuvo muy cerca del naranjo, se detuvo en seco al ver a Michael y sus protectores. Parecía dispuesta a echar a correr nuevamente, como si la asustase el que éstos la miraran fijamente. Toda ella era un conjunto de óvalos; sus ojos, su rostro, su figura… todo era ovalado. Su piel morena y sus enormes ojos negros, protegidos por unas largas pestañas, eran impresionantes. Su boca, sin ser excesivamente grande, era carnosa y de aspecto dulce, pero en absoluto débil. Era tan increíblemente atractiva que Fabrizzio exclamó, en broma: 
—¡Acoge mi alma, Jesucristo, que me estoy muriendo!
Ella, como si hubiera oído al demonio, regresó corriendo junto a sus compañeras. Al correr, sus caderas parecían querer reventar el estrecho vestido, aunque era evidente que ella no se daba cuenta de lo sensual que resultaba. Cuando llegó al lado de las otras muchachas, extendió el brazo en dirección al naranjo a cuya sombra se sentaban los tres hombres, y todas se alejaron, riendo, escoltadas por las dos matronas vestidas de negro. Sin ser consciente de sus actos,
Michael, se encontró de pie y con el corazón latiendo más deprisa de lo normal; se sentía un poco aturdido y notaba que la sangre bullía en su cuerpo. Percibía intensamente los mil perfumes de la isla; el aire olía a naranja, a limón y a flores. El cuerpo no le pesaba. Se sentía en otro mundo. Por fin, oyó la risa alegre de los dos pastores.
—Colpo di fulmine! ¿Ha sido atacado por el rayo, eh? —dijo Fabrizzio, dándole una palmada en el hombro. Michael estaba tan anonadado que se hubiera dicho que acababa de atropellarlo un coche. —No puede usted ocultar que el rayo le ha dado de lleno ¿eh? —comentó Calo un momento después, con toda seriedad—. Pero no se preocupe; eso es algo que nadie puede ocultar. No se sienta avergonzado, pues no hay motivo. De hecho, muchos rezan para que el rayo los ataque. Incluso me atrevería a afirmar que es usted un hombre afortunado.

Mario Puzzo

miércoles, 26 de junio de 2024

Mi Guiomar

Estos días ardientes y este amor en la ausencia.

¡Quién tuviera la triste fortuna del poeta!

sábado, 30 de diciembre de 2023

Recuerdos de una guitarra


 

De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.

martes, 12 de diciembre de 2023

Un amor... ¿libre de un miedo cerval por lo que pueda ocurrirle al ser amado? Si tal cosa existiera, ¿merecería llamarse amor?

Elias Canetti

sábado, 5 de agosto de 2023

Rudyard Kipling: The Widower

 

Por un tiempo debe haber dolor--
Por un muy breve espacio  
Perderé la visión de su rostro,
Retomaré de nuevo la rutina
Mientras Ella descansa en su sepulcro.   

Por un tiempo este dolor debe durar,
Por un muy breve intervalo
Emitiré más suspiros que sonrisas
Hasta que el tiempo me dé una cura,
Y los días de aflicción me embauquen.

En ese tiempo estaremos separados,
Por una pequeña cantidad de años,
Hasta que se acerquen mis últimas horas,
Y, por encima del latido de mi corazón,
Oiga Su voz en mis oídos.

Pero yo no entenderé --
Embarcado en un amor postrero,
No conoceré a aquella por la que luché,
Hasta que me extienda la mano,
Y diga, "Quién sino yo tiene derecho?"
Y de una noche de zozobra
Me lleve a salvo hacia la tierra.

&

For a season there must be pain-- For a little, little space I shall lose the sight of her face, Take back the old life again While She is at rest in her place. For a season this pain must endure, For a little, little while I shall sigh more often than smile Till time shall work me a cure, And the pitiful days beguile. For that season we must be apart, For a little length of years, Till my life's last hour nears, And, above the beat of my heart, I hear Her voice in my ears. But I shall not understand-- Being set on some later love, Shall not know her for whom I strove, Till she reach me forth her hand, Saying, "Who but I have the right?" And out of a troubled night Shall draw me safe to the land.


domingo, 30 de julio de 2023

Alájar y los horrores de la guerra


Hace mucho tiempo, demasiado, que no escribo sobre Alájar. Me he mantenido un tiempo alejado del pueblo, en persona y también en espíritu, pero este año me he reconciliado siquiera un poco con el lugar donde he sido tan feliz. El otro día, no recuerdo bien cómo, llegó a mis ojos una estupenda iniciativa de dos jóvenes que están recaudando fondos para realizar un documental sobre los horrores padecidos durante y después de nuestra guerra incivil en Alájar. Seguramente la represión no fue aquí peor que en otras localidades del entorno de la sierra o de Andalucía, pero estremece el testimonio de las personas mayores del pueblo, sobre todo el de la señora que aparece en 2´48´´, cuando dice: "Ya  no hay na que hacer; son ochenta años que han pasao ya", con una mirada de sufrimiento que hiela la sangre. El vídeo es un homenaje a un pueblo que no por tener pocos habitantes se libró del horror.

jueves, 20 de julio de 2023

Emily Dickinson: Mama Never Forgets Her Birds

Mamá nunca olvida a sus polluelos,
aunque desde otro árbol
mira abajo tantas veces
y con el mismo cariño
que cuando tejía su nido mortal
con divino cuidado.
Si alguno de sus gorriones cae,
ella lo nota, desde arriba.

&

Mama never forgets her birds,
Though in another tree – 
She looks down just as often
And just as tenderly
As when her little mortal nest
With cunning care she wove –
If either of her sparrows fall,
She notices, above.

Guillaume Apollinaire: L’adieu

J’ai cueilli ce brin de bruyère.
L’automne est morte, souviens-t’en.
Nous ne nous verrons plus sur terre
Odeur du temps, brin de bruyère,
Et souviens-toi que je t’attends.

&

He recogido estas hebras de brezo.
El otoño está muerto, acuérdate.
Ya no nos veremos sobre la tierra,
Olor de los tiempos, hebras de brezo,
Y recuerda que yo te esperaré.

miércoles, 19 de julio de 2023

Apuntes (195): De la escritura


Pasar de sentir a escribir lo que se siente es construir una ficción.

 ~

Escribir un diario es lo más parecido a lanzar un grito en medio de una nada que se nos antoja llena de gente.

 ~

Cuando el desánimo te impide escribir y la pereza te impide leer tu final está cerca.

~

Al menos cuando uno escribe y lanza sus palabras al viento cibernético parece que revive y vuelven emociones antiguas.

~

¡La escritura como algo sagrado...! Mucho más sagrado es respirar, y no se le da tanta importancia.

~

¡Qué distintos estos despertares antes del amanecer de los de antes! Ni siquiera aguanto en la cama, como antes. Paseo a oscuras a los perros y me siento delante del ordenador, y eso en los mejores días. Alájar, eso sí, sigue igual que siempre.