viernes, 27 de mayo de 2011

La rana muerta (relato en revisión)



Paseaba por la ribera de Alájar, como tantas otras veces. En esta ocasión iba solo, y podía concentrarme en el trino de los pájaros. Algunos de ellos se cruzaban en mi camino, sin mostrar miedo, y yo me paraba a contemplarlos. No sabía su nombre, pero los distinguía por su timbre, y trataba de aislar el sonido de cada uno de entre la algarabía, como hizo Messiaen al transcribir su canto a un pentagrama. Además de los pájaros me acompañaba siempre el rumor del agua del pequeño arroyo que corría a mi derecha, y a medida que me adentraba en el bosque el sonido se iba haciendo más redondo, trepando entre los árboles y por encima de mi cabeza como un fantasma rescatado de las pozas que exploraba en mi niñez. Entonces me sumergía en sus aguas frías y oscuras siempre con miedo y una emoción que sólo sentimos de niños, porque cuando crecemos todo tiene un sentido, y se mata la incertidumbre que nos regala la vida para que la atesoremos en nuestro cuarto al volver de un día lleno de aventuras. Todo eso iba yo pensando, y se me venía a la cabeza poco a poco, no en forma de palabras, sino como un sentimiento profundo que me invadía hasta llenarme por completo. Llegué al primer molino derruido y me acordé de la figura del antiguo molinero, que recibía como una ofrenda el trigo de los labriegos para obrar el milagro de convertirlo en harina con la muela heredada de sus antepasados. Fui pasando junto a los demás molinos, a cual más triste, a cual más desamparado en sus ruinas de piedra tosca, y en sus inmediaciones no cantaban los pájaros; tan sólo se oía el agua que pasaba por debajo del edificio, igual que hace siglos, pero sin mover piedra alguna. Me sentí fatigado y paré a descansar en un banco de piedra junto a un estanque de aguas oscuras, de donde saltó una rana asustada por el chapoteo de mis botas. Bien podía ser la rana intemporal que imaginó Basho, pero eso lo pienso ahora, porque la que yo vi era una rana real, como real fue su salto, y su croar profundo y gutural. Seguí mi camino por una senda que se iba haciendo más estrecha, bordeada ahora por pinos y jaras en lugar de las encinas y alcornoques que me habían acompañado hasta entonces. Las jaras estaban florecidas, y pintaban las laderas con la paleta de Monet. Me fui a asomar a la gran roca, para disfrutar de la vista del río encañonado, cuando de repente desapareció la tierra bajo mis pies, y me encontré parado en la mediana de una autopista con los coches pasando veloces a uno y otro lado. El humo de los motores y el olor dulzón del asfalto caliente habían reemplazado a los aromas del campo, y en lugar del monte y la arboleda, el paisaje que tenía ante mis ojos era desolado: un ancho camino gris que cortaba en dos con un tajo despiadado la tierra amarilla y yerma de las cercanías de la ciudad amenazante e incierta. Me tiré al asfalto, incapaz de soportar tanta tristeza, y los coches pasaban a mi lado sin rozarme. Vi la rana unos pasos más adelante, aplastada por las ruedas de un coche. Seguí andando hasta llegar a mi destino olvidado, y dejé de oler la muerte, y sentí que no era yo quien respiraba, porque mi cuerpo ya no era mi cuerpo, ni la razón para existir era más que una promesa vana.


Nota: ayer leí este relato a mis queridos compañeros mercuriales. Como aquí estamos ante todo para aprender, se me sugirió que la digresión que aparece a mitad del relato: -"... Entonces me sumergía en sus aguas frías y oscuras siempre con miedo y una emoción que sólo sentimos de niños, porque cuando crecemos todo tiene un sentido, y se mata la incertidumbre que nos regala la vida para que la atesoremos en nuestro cuarto al volver de un día lleno de aventuras"-, rompe el ritmo del mismo y distrae la atención del lector (en este caso oyente). Sería mejor ir directamente a lo que emociona, a los hechos, para llegar en la medida de lo posible a conmover al lector en lugar de hacerle pensar. Ya otras veces ha funcionado este blog como taller literario, y por ello pido vuestra opinión, si tenéis tiempo de dármela.

7 comentarios:

Dyhego dijo...

Monsieur RIDAO:
En primer lugar, dilecto blogamigo, la palabra correcta es "digresión".
En segundo lugar no creo que tengas que quitar el párrafo que mencionas porque sirve de eje al relato, lo ata a la realidad cuando el texto se iba demasiado alto al mundo de los sentimientos.
En tercer lugar, la cita de ese compositor que intentó trasladar los trinos a partitura, le da al texto un color ridaniano (sólo a Ridao, tan melómano,se le podía ocurrir en ese momento una conexión de ese tipo).
A este texto le pondía yo un 9,99.
(Es que no me sale... ponerte un 10, recoño).

Salu2 redichos y petulantes.

José Miguel Ridao dijo...

¡Estás en todo, macho! Te lo agradezco de verdad, lo de digresión, que es p'a matarme. En cuanto al 9,99 no digo que no me guste, pero es un peloteo más gordo que el que te hice yo el otro día. La prueba es que estaría a tan sólo una centésima de Borges, y eso ES IMPOSIBLE.

Un abrazo ufano, sin la rima del banano.

Eutelia dijo...

Pues no me lo vas a creer, justo cuando empezó ese párrafo, le di roll down al mouse para ver si me faltaba mucho. Asi que si, estoy de acuerdo con los mercuriales. Un abrazo!

José Miguel Ridao dijo...

Gracias, lo sospechaba. Vamos 1-1, esto promete.

El alegre "opinador" dijo...

¡Si te pilla mi amigo Antonio te da una clase de dos horas y media sobre cada uno de los pájaros que viste o pudiste ver!
Un saludo.

Paco Principiante dijo...

Pues si se me permite el comentario, esa frase en concreto, cuando leía el texto por primera vez, la tuve que repetir, me pareció como si el relato se tornase más reflexivo. No era solo ya contar unos hechos, era también ahondar en meditaciones profundas y sentimientos. Pero luego emerges súbitamente con "Todo eso pensaba yo...".
Luego vuelves al final a lo reflexivo, pero lo veo más normal, el final de algo (en este caso un escrito) siempre exige "algo" que te deje pensando.
En definitiva, veo la frase de marras como una bache en el relato.
Pero también tengo que decir (y te prometo que eso lo pensé sin saber si quiera que se podía opinar sobre el asunto), que me hubiese gustado que el relato hubiese tirado por esa senda...

José Miguel Ridao dijo...

Pues ya me gustaría conocer a Antonio, Alegre. Me encantaría saber más de pájaros.

Lo que dices es muy interesante, Paco, y te agradezco mucho tanto tener la paciencia de leer el relato, que excede el tamaño tolerable en el blog, como la aportación que haces. Yo también creo que el bache existe, sin duda, lo que no tengo tan claro es que perjudique el relato.

Dos abrazos.