¡Es una vergüenza! Recorro las calles horas después de que pase la cabalgata y mis zapatos se quedan pegados al suelo. El día de Reyes los neumáticos de mi coche machacan miles de caramelos de la cabalgata del barrio. Ya nadie quiere los caramelos, los niños no pierden el tiempo en agacharse para cogerlos, sólo si alguno llega volando a sus manitas se dignan a abrirlas para recogerlo, pero después no se lo comen; seguramente lo arrojarán al suelo de vuelta a casa.
Si nadie quiere los caramelos, ¿para qué demonios los tiran? Supongo que lo que a los niños de antes nos llenaba de ilusión se ha convertido ahora en un símbolo de la cabalgata, como el arroz que echan en las bodas, pero me niego a aceptarlo. Se me revuelve el estómago cuando contemplo las calles llenas de caramelos despreciados, para mí esa alfombra no es un símbolo de la cabalgata de mi niñez, sino una obscenidad ante la pobreza de muchos niños del mundo, el fin de la ilusión, el triunfo de la wii frente al caballito de madera.
Productividad: el Plan (I)*
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Escribo sobre productividad y cambio tecnológico con motivo del Informe
Draghi. Como quedaba largo, he optado por repartir mis reflexiones en dos
entradas....
Hace 20 horas
1 comentario:
A mí también me deprime la visión de los caramelos pisoteados.
Te devuelvo la visita, amigo José Miguel. Buen blog.
Un saludo.
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