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martes, 6 de noviembre de 2012

Redes sociales y literatura


Si el fenómeno de los blogs parece que ha alcanzado la cima y actualmente está decreciendo en intensidad, las redes sociales han explotado más recientemente, y su onda expansiva abarca a mucha más gente y facetas de la vida. Sin lugar a dudas inventos como Facebook o Twitter, más los que vendrán, han revolucionado la forma en que nos relacionamos con el otro, algo esencial al ser humano; sin embargo, si nos ceñimos a las repercusiones que tiene este nuevo mundo sobre el universo literario, entiendo que son muy pequeñas. Como apuntaba ayer en este cuaderno José Manuel Benítez Ariza, y también me comentaba hace ya mucho tiempo Enrique Baltanás, se da el caso de algunos escritores que han migrado de Blogger a Facebook, atraídos por la popularidad de la nueva herramienta, pero esta fuga no resulta demasiado clara en cuanto a sus intenciones, pues en este caso el medio influye, y mucho: el escritor que publica un texto en su blog lo hace con la esperanza de que quien lo lea le dedique cierto tiempo, y haga la lectura en unas mínimas condiciones de reposo, necesarias para asimilar, para paladear toda obra literaria. Estamos de acuerdo en que el libro es el formato ideal para conseguir este objetivo, pero también los lectores de un blog le dedican un tiempo precioso, el mismo que se puede dedicar a un diario o a unos apuntes tomados al azar, efímeros pero bellos. Es quizá esta breve permanencia en el tiempo (a pesar de que las entradas quedan almacenadas en la red, raramente se acude a ellas con la intención de releerlas), el principal punto débil del blog como publicación, pero sin él perdería también gran parte de su atractivo. Lo que no me ofrece duda alguna es la poca consideración que se le daría a uno de mis textos colgado por ejemplo en la plataforma de Facebook, o de Twitter. Los que acuden allí lo hacen en busca de noticias frescas; se trata de un mercado donde uno ofrece sus propias quimeras y necesidades de afecto o de compartir a cambio de leer las ajenas. Las redes sociales son un tributo a la inanidad, a la sociedad de las prisas, al no decir nada en cuarenta palabras, a las fotos mal tomadas, al mal gusto elevado a la categoría de ego. También sirven, cómo no, para promocionarse, o para mantener el contacto con amigos –de segunda categoría casi siempre-, pero nunca para leer como se debe un poema, o un apunte literario, cosa que no se hace en mitad de una reunión o en el descanso del trabajo mientras trajinamos con nuestro teléfono móvil rodeados de compañeros enfrascados en la misma tarea (paradojas de la comunicación del siglo XXI). Cuando uno está en casa descansado y se dispone a disfrutar de un rato de lectura lo suyo es un libro o, como mucho, un blog. De ahí para adelante todo son mariconadas.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Apuntes (181): Ya está aquí la Navidad


Siempre pasa lo mismo: nos plantamos después del puente del Pilar en mangas cortas. Con fresquito por la mañana y todo lo que quieras, pero en cuanto sale el sol en mangas cortas, y los abrigos criando naftalina en los armarios. Después dicen que por Andalucía hay dos estaciones nada más. Gran error de miopes cegados por los grandes calores del verano: el tiempo otoñal es sumamente agradable, incluso más que el de primavera, y dura sus dos buenos meses. 

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Primer síntoma de Navidad: esta mañana, mientras hacía la compra en Mercadona, que como todo el mundo sabe no necesita publicidad gratuita, he visto unos palés abandonados en medio de una calle vacía, listos supongo para que los empleados comenzaran a rellenar las estanterías con su contenido. Al acercarme he comprobado que se trataba de turrón de Alicante marca Hacendado. Siento una debilidad tremenda por el turrón duro, y siempre espero el momento en que llega a las tiendas. No he esperado a que las tabletas ocuparan su sitio: he cogido una directamente del palé y la he pasado por caja. Después del café estrenaré mis particulares Navidades dulces. Quién sabe: a lo mejor soy el primer comprador de turrón de la temporada.

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Por cierto que al pasar por caja, como llevaba diez o doce cartones de seis litros de leche en el fondo del carro, he ido a hacer lo que acostumbro: sacar uno y que la cajera lea el código de barras, pero me ha dicho que necesitaba ver el carro vacío: he tenido que sacar todas las cajas y volverlas a meter otra vez. Aclaro que no tengo demasiada mala pinta, dentro de lo que cabe. Lo que es la crisis... Tampoco me extraña demasiado: en el instituto están desapareciendo las grapadoras que se utilizan en la jefatura de estudios, y eso que están marcadas con un letrero en tinta indeleble.

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Al referirme al personal que trabaja en caja en Mercadona, la mayoría mujeres, ¿sería poco adecuado decir cajeras, por lo que de denigrante tiene para el género femenino el que se les identifique con una profesión menor? ¿Habría que emplear el genérico cajeros? ¿Debemos recurrir al engorroso cajeros y cajeras? ¿Quizá deberíamos utilizar el género de la última persona que nos atendió? ¿Debemos descartar cajer@as para no pecar de gilipoll@s? Grandes preguntas sin duda, que requieren las mentes de grandes sabios para responderlas, de los que abundan en nuestra eficiente Administración Pública andaluza.

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Y para terminar con mis peripecias marujeras (perdón si alguna Maruja se ofende), confieso que el otro día hice un comprón en Lidl, y todos los productos eran made in Germany. Con lo que es la Merkel a día de hoy para nosotros... Anda que si esto fuera Francia, iba a hacer negocio Lidl, y Media Markt, por las cajilas...

martes, 16 de octubre de 2012

De limpiadoras y limpiadores


Hoy me he topado en la prensa con un nuevo y curioso ejemplo de uso del lenguaje pretendidamente no sexista:

Los limpiadores de institutos reclaman el pago de sus salarios


Hay que joderse. Cada vez está más claro que al escribir hay que cogérsela con papel de fumar. Yo, en mis andurriales, a lo mío, denunciando las mariconadas y las gilipolleces.

Por cierto que en la foto, como no podía ser menos, aparece una señora limpiando.

miércoles, 3 de octubre de 2012

La botellita de agua de los cojones


Ayer fui a la reunión de tutoría de mi hijo Gonzalo y en el rato que la profesora nos estuvo hablando se jincó dos botellines de agua de un tercio de litro. Ya estamos bastante acostumbrados, pero a mí todavía me resulta chocante acudir por ejemplo a una conferencia y nada más empezar a hablar ver cómo el orador se interrumpe, descorcha la botellita de los cojones, bebe un buche, la tapa, la pone en su sitio y sigue hablando como si nada. ¡Será maleducado! Si se prohíbe fumar a un profesor debería prohibírsele también la botellita. Pero es que la moda no es sólo para los que hablan, sino también para los que escuchan: ahora todos los niños, incluidos los míos, llevan al cole en su mochila su cuarto de kilo de líquido elemento, como si no se pudieran pasar sin beber más de una hora. Que yo recuerde, jamás sentí en clase una sed tan acuciante como para no poder aguantarme hasta el recreo y beber en la fuente, y como profesor tampoco me ha hecho falta nunca el agua, si acaso alguna vez en que la garganta está tocada, pero en esos casos resulta mejor un caramelo.

Así que ya está bien de mariconadas, tanto llenarse de líquido el estómago, que parecemos ranas, si al menos fuera whisky tendría un pase, que nos movemos por los pasillos y se oye el desplazamiento de las masas líquidas bamboleantes... Eso no puede ser bueno, y seguro que a la larga hay problemas y llegan las demandas millonarias a Fontvella o a Bezoya, con todos sus premios. Un poquito de por favor, y vamos a mantener la dignidad de nuestra profesión, que nos metemos con los niños porque piden ir al servicio cada dos por tres y nosotros no podemos estar dos segundos sin dar un trago. Que yo no me entere...

martes, 14 de agosto de 2012

Más mariconadas literarias


Alles, was überhaupt gedacht werden kann, kann klar gedacht werden. Alles, was sich aussprechen lässt, lässt sich klar aussprechen.
Ludwig Wittgenstein

1. Incluir citas en inglés o, mejor aún, en alemán, griego o arameo, sin traducir.

2. Los escritures fumadores, alardear de ello en las solapas de sus libros inmortalizados entre volutas de humo ensayando una esforzadísima caladita. 

3. En caso de abrir un blog, jamás —¡jamás! responder a los comentarios.

4. Tras publicar el primer libro de poesía, disfrazarse de poeta y hablar según tal estrenada condición en foros, tertulias, desayunos y reuniones de amigotes.

5. Alardear de cuánto se lee. Algunos, y me callo el nombre, tienen la desfachatez de incluir en la barra lateral de su blog una lista imposible de libros, a cuál más extraño, que supuestamente están leyendo.

6. Sacar a relucir a Chesterton, venga o no a cuento.

7. Referirse siempre a Chesterton como GKC (a mí me suena a JFK).

8. Hablar con desprecio de al menos un autor consagrado.

9. Afirmar que se lee (o, peor aún, realmente leerlos) todos los suplementos literarios de los periódicos.

10. A las primeras de cambio, cuando uno se sienta observado, ponerse el índice en la sien.

miércoles, 20 de junio de 2012

De iniciales y otras mariconadas


Vuelvo a la carga sobre un tema recurrente, quizá una obsesión mía ante el comportamiento de algunos escritores; me refiero al uso de iniciales. Jamás he leído una crónica musical donde, para evitar citar nombres como el de Mozart o Bach, se escriba WAM o JSB, ni tampoco LVW, RW, FS o GFH (no sigo, que esto parecen matrículas de coche). Entonces, no entiendo por qué coño al hablar de escritores se tienen que usar sus iniciales. Pocas veces veo escrito el sonoro nombre de Juan Ramón Jiménez, sino el muy aséptico JRJ. De hecho, quien no esté iniciado en el mundillo literario no sabrá el personaje que se esconde tras esas iniciales. A lo mejor se pretende salvaguardar su identidad y acaparar al poeta poniéndolo fuera del alcance de advenedizos. Y ello por no hablar de tantos y tantos escritores, sobre todo poetas modernos, no sé muy bien por qué, a los que rara vez aluden sus compañeros y admiradores con sus cristianos nombres: LAC, ESR, AT, JMM... (la mayoría de mis lectores no sabrá quién carajo está detrás de estas letras). Otra variante de este curioso fenómeno es llamar a un escritor por su nombre de pila, exhibiendo así una pretendida familiaridad con un importante plumífero. Un poné: "Ayer estuve charlando con Andrés" —se refiere a AT—, o bien: "El día en que César llegó al ministerio..." —por CAM; no confundir con la caja—; o incluso: "Yo conocí muy bien a Camilo —por CJC—). Este último caso en que se habla de un muerto es especialmente taimado, pues se evita la posibilidad de que el aludido desmienta nuestra fanfarronería.

No quisiera ofender con esta entrada a más de un lector y amigo que tiene esta curiosa costumbre, sólo trato de reconducirlos por el buen camino: muchos escritores y poetas importantes, como FGL, AM, MM, MU, GGM y una lista interminable jamás ha caído en ello. Precisamente el otro día, hablando con Mario y Nicanor sobre el tema, me comentaron que todo tiene su origen en la antigua URSS, donde la KGB hizo de las suyas y anuló la personalidad de los artistas para que sirvieran exclusivamente a los intereses del PCUS. 

           
                                                                                    Fdo. JMR

sábado, 21 de abril de 2012

Mariconadas idiomáticas


1. Llamar al inglés "La lengua de Shakespeare".

2. Hablar a los perros en alemán.

3. Llamar Aachen a Aquisgrán, Lleida a Lérida, Donosti a San Sebastián, Ondarribia a Fuenterrabía, Ourense a Orense, etc., cuando nadie llama London a Londres, Санкт-Петербург a San Petersburgo, 北京 a Pekín, دمشق a Damasco, 東京都 a Tokio, y no sigo...

4. Decir que se dominan cinco idiomas cuando se manejan unas doscientas palabras del vernáculo, la mitad de ellas tacos.

5. Llamar al español "castellano", por mucho que diga la Constitución.

6. Cuando nos dirigimos en español a un catalán, hacer éste como que no entiende nuestra lengua.

7. Llamar euskera al vascuence.

8. Que un individuo o individua de nacionalidad japonesa grite ole, arsa, toma ya, y exclamaciones de ese tipo.

9. Afirmar que el francés es "el idioma del amor". A cualquier cosa la llaman amor...

10. Cuando no se tiene ni puta idea de un idioma y llega un extranjero y nos pregunta, responder a voces en español con la esperanza de que así se entere.

domingo, 1 de enero de 2012

Navidades Comme il faut


DECÁLOGO PARA UNAS NAVIDADES DE TODA LA VIDA


1. Tragarse enterito el Concierto de Año Nuevo.

2. Tocar las palmas como un carajote al ritmo de la Marcha Radetzky.

3. Seguir con atención los saltos de esquí desde Garmisch Partenkirchen.

4. Decorar el árbol de Navidad con espumillón y campanitas de colores, y no esa mariconada de las luces led.

5. Llamar al cava champán.

6. Llamar a Baltasar "El rey negrito".

7. El 22 de diciembre, pasar toda la mañana con el soniquete de los niños de San Ildefonso por la radio, nada de televisión.

8. La madrugada de nochebuena no olvidar dejar bien encendido el fuego de la chimenea por si acaso se le ocurre bajar por ella al gordopilo de Papa Noel.

9. Acudir a la cabalgata con la intención de coger kilos y kilos de caramelos, abriéndonos pasos a codazos, y cagándonos en los muertos de la gente que los desprecia y los pisotea.

10. El cinco de enero por la noche, dejar unas tapitas y unas copitas para SSMM los Reyes y un par de cubos de agua para los camellos.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Diez mariconadas navideñas


1. Comprar turrón praliné de crema catalana o turrón de coco con arándanos.

2. Felicitar las fiestas con un e-mail dirigido a media España y parte del extranjero.

3. Asegurar a la suegra que se la quiere mucho.

4. Leer Un cuento de Navidad, de Dickens.

5. Creer en Papa Noel con el argumento de que "así los niños tienen más tiempo para jugar".

6. Plantar en el belén a un tío cagando a la vista de San José, la Virgen y el Niño.

7. Comprar un árbol de Navidad en Ikea.

8. Colgar del balcón un gordopilo de barbas blancas vestido de rojo subiendo por una escala.

9. Colgar del balcón una tela roja con un Niño Jesús regordete, que digo yo que lo podían haber sacado más guapo.

10. Mover cielo y tierra para que la niña, que es más fea que un núo, salga en la cabalgata de Estrella de la ilusión.

martes, 20 de diciembre de 2011

Diez mariconadas literarias


1. Hablar de uno mismo como si se tratase de un señor que se ha visto pasar por la calle.

2. Referirse a Rubén Darío como "El poeta nicaragüense".

3. Afirmar con orgullo que uno no se presenta a los premios.

4. Salpicar la conversación de citas de Eliot, Shakespeare o, para los más exquisitos, de Lucía Etxebarria.

5. Por cada página escrita, usar al menos dos palabras raras buscadas en el Quijote.

6. Hablar en forma aforística, no más de diez o doce palabras por frase, haciendo una pausa grave entre una frase y otra.

7. Llamar a un blog "bitácora".

8. Al citar a Juan Ramón Jiménez, escribir siempre JRJ.

9. Hablar de cualquier poeta vivo como si se le conociera de toda la vida.

10. Negarse a leer en un libro electrónico, no vaya a ser que provoque un ictus.

miércoles, 8 de junio de 2011

Mariconadas blogueras (VI): Récord de comentarios


Vengo rumiando esta entrada desde hace mucho tiempo, pero no me decidía a escribirla porque uno (es decir, yo) salía bastante malparado. Como en los últimos tiempos está bajando ostensiblemente el número de comentarios que tienen ustedes a bien dejar en mis entradas, el cambio de escenario me deja en una mejor posición, y aquí me lanzo pues: proclamo a los cuatro vientos del Internet que es una gran mariconada el afán por acumular en el zurrón bloguero cuantos más comentarios se pueda (la imagen de la izquierda es un patético ejemplo de lo que digo).

Hay quien lleva a gala que su blog es mejor que el de los demás porque cada día recibe 10, 20, 50 ó 100 comentarios. En primer lugar, hay algo muy obvio: no todos los lectores del blog tienen por qué comentar; es más, la notoriedad del mismo vendría dada por el número de lectores, y no por el de comentaristas. Además, sé de buena tinta (uno, que es un cotilla) que muchos blogueros se dedican a explorar el vasto universo bloguilandio dejando huella de su visita a cada cuaderno que van, sea éste español, argentino o armenio-azerbayano. Estadísticamente, está comprobado que de cada cinco comentarios que se hacen en otros blogs se recibe uno en respuesta. Según estos cálculos, un bloguero que visite 500 blogs en un día (da tiempo de sobra, lo sé de buena tinta) recibiría una media de 100 comentarios, más los que caigan de propina por otras vías. Esta clientela hay que mantenerla, como es lógico, pero nuestro ambicioso personaje tiene diseñada una completa estrategia de visitas programadas, con comentarios tipo spam, que al fin y al cabo son también los que recibe. Además, nuestro hombre responde puntualmente uno por uno a los comentarios recibidos, con una o dos palabras, con lo que consigue duplicar su cifra ansiada, que ya va por 200.

Por si no quedara clara la vanidad de estos narcisos y la inutilidad de sus acciones, basta echar un vistazo a los blogs de autores consagrados, por ejemplo el cuaderno de Andrés Trapiello o el de Felipe Benítez Reyes, para comprobar que reciben muy pocos comentarios. Yo los denomino (mi amigo Alejandro lo sabe muy bien), blogueros eximios. El eximiato no está al alcance de cualquiera, pues consiste en recibir muchas visitas y pocos comentarios. Ahí queda el reto.

Y a continuación, ofrezco mis números, que hablan por sí solos:

- Récord de comentarios en una entrada: 79, el 12 de noviembre de 2009.

- Número medio de comentarios desde que abrí el blog: 12230 comentarios / 756 entradas = 16,2 comentarios por entrada.

- En el último mes: 306 comentarios / 36 entradas = 8,5 comentarios por entrada.

- En la última semana: 48 comentarios / 9 entradas = 5,3 comentarios por entrada.

- El último día: 0 chops, por primera vez desde el 12 de enero de 2009, recién abierto el blog.

Por otro lado, el número de visitas al blog ha ido siempre en aumento, actualmente recibo unas 150 al día (esto es otro pedazo de mariconada del que ya hablé hace un tiempo).

Conclusiones:

1. Estoy pasando de ser un chufla en toda regla a adquirir galones de eximio, señores, y a marchas forzadas. Prepáranse, que no va a haber quien me aguante.

2. Hay que ser gilipollas para perder el tiempo haciendo estos números.

jueves, 2 de junio de 2011

Mariconadas blogueras (V): Los premios


Seguimos con esta inagotable serie dedicada a las mariconadas blogueras, todas esas chorradas que hacemos los blogueinómanos llevados por nuestra vanidad -el que esté libre de pecado es el más maricón de todos-, y que vistas desde fuera causarían sonrojo al más pintado, nunca mejor dicho. La entrada de hoy va dedicada a los llamados "premios", esos galardones que cuelgan de algunos blogs a modo de trofeo, y que revisten las más diversas formas y colores. Un premio que se precie debe tener al menos dos corazones o, en su defecto, un buen manojo de rosas bien encarnadas. Se trata de llenar de colores la página del premiado, que tiene una obligación ineludible de colgarlo en su blog, cualquiera le hace un feo a la entidad premiante. Estos premiadores son tremendamente magnánimos, y basta con que se les haga en su blog un comentario mínimamente halagador, o a veces ni eso, para que le encasqueten a uno el premio de marras, que a ver dónde lo cuelga luego sin que haya el consabido cachondeíto de los amigotes. Además de las flores, corazoncitos y demás parafernalia rosácea se hace mucho uso de elfos, hadas, gnomos y demás criaturas sacadas del universo de Tolkien, y también manos, muchas manos entrelazadas, como dando a entender la fraternidad que genera el mundo de los blogs. Las mariposas de vivos colores son también muy socorridas, así como las plumas estilográficas y los libros abiertos por la mitad. Uno de cada dos premios tiene la imagen de una mujer envuelta en paños vaporosos, con una expresión arrebatada, no se sabe muy bien si mística u orgiástica, y con una larga y sedosa melena o, en su defecto, unos cabellos rizados del color de la caoba.

Que los premios son una mariconada, no creo que nadie lo dude. Ahora bien, también hay que tener en cuenta la persona que te los da. Resulta que hoy mismo, una de mis mejores amigas blogueras, con la que me carteo a traves de los chops casi desde que abrí el blog, la entrañable y simpatiquísima Liliana, ha tenido a bien -¿cómo has podido hacerme esto, ingrata?- concederme un premio. No es de los más desesperados, ésa es la verdad, pues no aparecen flores, trasgos ni corazones, pero es un premio al fin y al cabo, con lo que yo he rajado de ellos. Lo podéis ver en lugar preferente de mi blog, pero -¡ojo!- ahí estará unos días, después lo pasaré a los sótanos del cuaderno, que uno tiene su reputación, y sabe que le leen escritores y poetas tan serios que al ver una mariconada huirían despavoridos de mi blog ante una ofensa tal a sus elevadas narices blogueras -¿Pero de qué hablas, JM, si te hartas de escribir entradas guarras?-. Es verdad, a estas alturas el personal me tiene calado, mi reputación literaria está perdida, nunca tendré credibilidad escribiendo un ensayo sobre la evolución de la poesía áulica en la corte de los Austrias. Queda, pues, plantado el premio como un pino piñonero, a la espera de ser trasplantado a un sitio más discreto.

¡Gracias, anyway, Liliana de mis bloguerías!

lunes, 9 de mayo de 2011

Mariconadas literarias (III): Pedanterías


Leyendo que te lee, me he dado de bruces varias veces con la palabra "desopilante". Un tipo que escribe una palabra como ésta es cuando menos sospechoso de sodomía, y se hace acreedor a una mojinoplastia de urgencia. Hay palabras que marcan, y otras que merecen ser marcadas a hierro en los cuartos traseros de quien frecuenta su uso, para que no se les olvide, mira por dónde. Aún descojonado, que no desopilado, por tan fiero ataque al buen gusto, me encuentro con la inefable palabra "inefable". Miren, miren
aquí o aquí. ¡Puafff! Hay escritores a los que deberían retirarles el carnet... Después están los pretendidos eufemismos, como "miccionar", "defecar", o incluso "masturbar", con lo bien que suena "hacerse una paja" o "cascársela". Yo aprovecho para defecarme en todos los difuntos de los escritores que recurren a tales tropelías —vaya por Dios, me ha salido otra mariconada bien gorda, ya podía haber dicho atropello, abuso o incluso pollazo—. Si es que no se puede descuidar la guardia... Más palabritas: "escalafón", que me agarren el cipotón, "elucubración", que me agarren un cojón, "anonadado", que me trinquen el "mandado" (vomitivo), "estrambote", que me agarren el cipote, "estrambótico", que me agarren el cipótico, o "claraboya", que no es pedante, pero tenía ganas de que me trincaran también la polla.

¡Anda ya, irse todos a mamarla, o a shuparla, o a succionarla...!

P.S. No me diréis que no es desopilante la entrada. Y fina, y de altos vuelos... Y con un estilo nada anodino, que aún no me habían trincado el pepino.

P.P.S. Conste que me he mordido la lengua, porque es mucho más efectivo "insinuar"...

P.P.P.S. Y si alguien me tacha de chabacano, que me agarre tor banano.

P.P.P.P.S. Ahora que caigo, hay una persona muy querida por estos andurriales que ha usado alguna vez "desopilante". Obviamente, ella es una excepción.

miércoles, 27 de abril de 2011

Mariconadas literarias (II): Exclamaciones


Continúo con esta serie de afilados cuernos, donde trato de voltear a los escribientes malandrines que utilizan argucias de dudoso gusto para captar la atención de sus lectores. En este caso entro al trapo de un vicio tan extendido como las extemporáneas exclamaciones que tienen a bien soltar muchos ilustres escritores a las primeras de cambio. Son muchos los ejemplos, pero me centraré en tres que me resultan especialmente insufribles; a saber: ¡ay!, ¡oh! y ¡jo!


No creo que haya nada más cursi que exclamar ¡jo! cuando algo contraría al escritor; la lengua española es inmensamente rica, y se me ocurren innumerables exclamaciones más a propósito, como por ejemplo ¡me cago en la hostia!, ¡los mueeeertos del demonio!, ¡sus muuuulas toas! o ¡me cago en to lo que se menea!, por citar sólo algunas. En cuanto al dichoso ¡oh!, estoy hasta el gorro de que lo usen para alabar, por ejemplo, un poema. Sólo un poema en color amarillo sobre fondo rosa se merece tan exclamación. Bien pudiera decirse ¡ole tus cojones!, ¡así se escribe, pedazo de cabrón!, o ¡de putíiiiiiiisima madre! Y he dejado para el final el quejidito ese de ¡ay!, la mariconada más gorda que han visto los siglos, una especie de lamentación que trata de atraer la pena del lector sobre quien escribe, y lo que da es pena de que se escriba así. Si algo te jode no digas ¡ay!, coño. Tienes a tu disposición infinitas expresiones, como la antes citada ¡sus mulas!, con su variante ¡sus muertos!, o ¡qué le vamos a hacer, la vida es así de cabrona!, o ¡un mojón pa mí!, ¡me la han metío astarnúo!, ¡astarnúo pelúo y morrocotúo!, y así podíamos seguir hasta que se nos rompiera el lápiz.


Un poné: Y pensar -¡ay!- que muchos escritores que escriben -¡oh!- de maravilla y visitan ¡ay! mi blog, usan -¡prrrrf!- estas mariconadas. ¡Jo!

martes, 5 de abril de 2011

Mariconadas literarias (I): Las iniciales


Con esta entrada inauguro etiqueta, donde trataré de apuntar con los focos de mi humor, no exento de su pizca de mala fondinga, hacia aquellas prácticas perpetradas por escritores de todo pelaje que a mi entender son una mariconada más grande que el caballo de Espartero y sus cojones. Quisiera dejar claro desde el principio que lo que para mí es una mariconada no tiene por qué serlo para otros, especialmente para los que hacen uso de ella, que están en su derecho de pensar que las mariconadas de verdad son las que yo escribo en este blog. Así quedamos empatados, y todos contentos, aunque lo mejor es no darse por aludido y no entrar al trapo de este capote que revoleo desde los medios, porque cuanto más fuerte sea la embestida más airosa me saldrá la larga cambiada con la que despacharé al morlaco de turno.


Empiezo la serie con una crítica al uso de iniciales en novelas y diarios, una práctica muy extendida a lo largo del tiempo, baste recordar las grandes novelas de los escritores rusos del
XIX, como Tolstoi, que siempre hablaba de la condesa de A., la baronesa de M., el príncipe T., y menos mal que no procedía igual con los mujiks que salen en sus obras, porque se le acababa el alfabeto por muy cirílico que fuera. Desde entonces hasta ahora han sido muchos los autores que han usado este recurso, con la excusa de salvaguardar la identidad de los personajes que retratan, argumento que se me antoja pobre, pues podían haber optado por utilizar un nombre ficticio, lo que habría quedado mucho más estético. Además, este recurso se presta en muchas ocasiones a un juego de adivinaciones en el que el autor ofrece pistas más o menos claras (en algunos casos tan sencillas como adivinar el color del caballo blanco de Santiago), que tienen como resultado la caza y captura de un personaje presuntamente camuflado, al que se ridiculiza, y que es desenmascarado con facilidad para el regocijo de los curiosos lectores y el taimado escritor. Yo mismo, ahora que caigo, estoy clavando con esta entrada a un famoso escritor, pero como no soy tan malo como él no pongo sus iniciales (añádase aquí una risa sardónica).

Un poné
(con el permiso de Homero):

Ω. ordenó a Σ. que convocara una asamblea de los dioses. Todos acudieron y se acomodaron expectantes en rededor del dios. Ω. les indicó que la intervención de Α. podía suponer el fin de los troyanos: "Pues si Α., el de los pies ligeros, combatiese solo contra los teucros, estos no resistirían ni un instante su acometida". Después les pidió que se dividieran en dos bandos y que intervinieran en el combate para equilibrar las fuerzas. En auxilio de los aqueos se encaminaron: Φ., Δ., Γ., ρ. y η., y hacia las tropas troyanas acudieron: β., μ., Θ., Ψ., Π. y ζ.

domingo, 23 de enero de 2011

Mariconadas blogueras (IV): La moderación de comentarios

Soy consciente de que con esta entrada no voy a hacer muchos amigos, pero como este fin de semana me ha salido la vena torera vamos allá.

Que sepa todo el mundo que eso de activar la moderación de comentarios es una mariconada como un piano de grande. Uuuu-naaa-maaa-riii-cooo-naaa-daaa. Hay que echarle güevos, coño, que no nos van a matar con ningún comentario, y encima los vamos a leer en privado y nos va a jervir la sangre. Ahí, a pelo, con dos cojones, y si alguien saca los pies del tiesto se retrata delante de todo el mundo, y se queda con el culo al aire, hostia, joder, tantos paños calientes, me cago en los muertos, aquí al blog se viene sin paracaídas o no se viene, que esto es para hombres, a mí la legión, coño, que parecéis nenazas con eso de "su comentario será visible tras la aprobación", ya está bien de jiñes y paranoias diarreicas. Seguro que lleváis pantalones de esos cagaítos. Pa moderación, la mía en esta entrada.

He dicho.



Nota: Para esta entrada dejo activada la moderación de comentarios, que no me fío un pelo.

domingo, 9 de enero de 2011

Mariconadas blogueras (III): Los pegotes

Cierro este fin de semana meta-maricona-bloguero con una entrada dedicada a los pegotes blogueros, esas flores que todos nos echamos en nuestro propio blog, y el que esté libre de pecado que lance el primer comentario insultante. Estos manjares de la vanidad revisten muy diversas formas. Una, muy usada, se produce ya en el mismo perfil, donde muchos blogueros incluyen su vida y milagros, trabajos, pluriempleos, tropecientas publicaciones y hasta condecoraciones recibidas en el transcurso de su exitosa vida; en fin, no me cebaré más. También están los que dan estos mismos detalles, aparte de en el perfil, en el primer apartado de la barra lateral del blog, por si no se había enterado alguien. ¿Y qué me dicen de las fotitos del perfil? Eso da para una entrada, que seguramente haré, pero las hay de todas clases: intelectualoides con el dedo índice en la sien, aparentando ser un actor o actriz de Hollywood -ay, ese photoshop-, fotos de hace treinta años -ejem, ejem-, incluso los hay tan tontos que salen en la foto con un sombrero bebiendo y fumando, cuando ni fuman, ni son juerguistas ni na de na. Y después está esa moda nueva de incluir en el blog los libros que se están leyendo. Conozco casos que dicen leer diez libros a la vez en tres sitios distintos y en varios idiomas, incluyendo el Ulises de Joyce, que todo el mundo sabe que no hay cojones de leerlo ni siquiera en español. En fin, la de fantasmas que tenemos que aguantar. Así de pronto, en una mañana de domingo escaqueándome un momentillo de mi mujer que está montando unos muebles de Ikea rodeada de los cuatro niños -¡Voooooooy, cariño!- no se me ocurren más ejemplos, mirad en vuestros propios blogs y veréis cómo encontráis varios.

Ea, con Dios, y a ver si sois más humildes, os podéis mirar en el espejo de mis andurriales.

P.S. La que me va a caer cuando mi Santa lea este post -otra mariconada-.

sábado, 8 de enero de 2011

Mariconadas blogueras (II): Los seguidores

Ayer hablé de los contadores, pero... ¿qué me dicen del módulo de seguidores, eehhhn? Eso sí que es una cagada como la copa de un pino. Y pensar que hay quien se cree que tiene mucha gente pendiente de él por el número de fotitos que decoran su blog...

Vamos a ver: en primer lugar está la ley no escrita de que si alguien te pincha como seguidor tú debes corresponder siguiéndole a él. De este modo hay blogueros que pinchan en to lo que se mueve en la blogosfera y acaban teniendo un panel de seguidores más poblado que las páginas amarillas. Y tan contentos, pues mejor para ellos. Y después está otra cosa: ¿alguien piensa de verdad que detrás de ese nuevo icono que ha aparecido en su panel con la imagen de un cyborg colorado hay alguien muy interesado por lo que escribe? Y sin embargo esos seguidores-spam cuentan como los otros. Un poné: yo, que voy por 99 seguidores, podría celebrar en breve mi seguidor número 100, pero eso es un mojón pa mí, no hay más que pasar revista a mi tropa para encontrar unos pocos de esos topos. Después tenemos a los que llevan a gala seguir a muy pocos blogs, yo mismo mismamente, que no cumplimos la ley no escrita que dije antes. Os digo confidencialmente que eso es para hacernos los interesantes: a ver quién tiene mejor ratio (blogs que te siguen / blogs seguidos) que yo. Y cuando mi sombrero aparece en el módulo de otros blogs, como me hago de rogar pensarán: "jo, sí que debe de ser bueno mi blog, si hasta el Ridao me sigue". Siguiendo con la fauna bloguera nos encontramos con esos seres elevados que osan no poner el módulo de seguidores. ¿Falsa modestia? ¿Torpeza informática? ¿Minimalismo bloguero? Ellos sabrán, pero el caso es que a muchos de estos blogueros, generalmente eximios, no les falta quien les siga pinchando, a falta de módulo, a través del perfil. Me puedo imaginar la satisfacción que debe de producir el que alguien se tome esa molestia para seguirte. Debes de ser poco menos que su ídolo. A lo mejor me lo pienso y un día de éstos retiro el módulo.

Se han descrito muchos más comportamientos, como el de los blogueros, otra vez generalmente eximios, que abren al cabo de un tiempo un módulo de seguidores pero ¡jamás siguen a nadie! Digo yo que si no crees en esto del seguimiento tiene que ser ni p'alante ni p'atrás, ¿o es que no les gusta ningún otro blog?
Ahora mismo no se me ocurren otras argucias para alimentar nuestra vanidad usando el módulo de seguidores, pero seguro que hay muchas más. No sigo que con esta entrada corro el riesgo de hacerme algún enemigo o perder algún amigo (es broma, ¿cómo era? Ah, sí: ;-))))) - otra mariconada). Aquí lo dejo abierto, para que mis ilustres seguidores hagan las aportaciones pertinentes.

P.S. Como veo que estos temas dan para mucho queda inaugurada la etiqueta "Mariconadas blogueras".

viernes, 7 de enero de 2011

Mariconadas blogueras (I): Los contadores

Quien más quien menos, y yo el primero, tenemos en el blog un contador para las visitas que recibimos. Puede parecer que es una herramienta útil para calibrar la popularidad de nuestro blog, aunque hay mucho que decir sobre esto. En primer lugar, vamos a dejarnos de tonterías y reconocer que lo ponemos ahí para ronear ante nuestros colegas blogueros: que si hemos llegado a 100.000 visitas, o 500.000, o hay quien pasa del millón... Si lo que queremos es saber cuánta gente nos visita hay estadísticas internas en el mismo google; no hace falta plantificarlo en el blog. Además, esto tiene truco: no es lo mismo una visita que un hit, que sería cada vez que se pincha en el blog. Casi todos los contadores lo que muestran son los hits; si pusieran las visitas el número sería sensiblemente inferior y no luciría tanto. Pero lo que más me llama la atención es que el número de visitas a nuestro blog puede venir por diversos motivos. Es cierto que entra gente para leernos, pero en mi blog aterrizan a través de google infinidad de internautas buscando las cosas más diversas. Un ejemplo claro es mi entrada del 5 de enero, donde puse un poema para los Reyes Magos. Automáticamente empezó a entrar gente tecleando "Poesía para Reyes Magos" y cosas parecidas, lo menos cincuenta, y se infló mi cifra de visitas del día. A esto hay que añadir un montón de visitas diarias que me llegan buscando imágenes de billetes de 500 euros, a cuenta de mi entrada número 500 del blog. Otros llegan buscando sonetos y haikus de cumpleaños, una traducción del poema de Auden "Funeral Blues" (debo de ser a estas alturas el traductor de referencia), músicas de Shakespeare y muchas cosas más, como por ejemplo los que teclean la palabra "meadas" con fines pornográficos y aterrizan en una entrada de lo más inocente.

En resumidas cuentas, que a los números que aparecen en el contador de mi blog ni caso. No tengo ni idea de los que me leen, porque tampoco me voy a entretener separando el grano de la paja. Si algo sé es por los comentarios que me vais dejando, y por referencias indirectas de gente que me sigue. Con eso me basta, me siento leído y apreciado, y el contador para eso, para ronear.

P.S. No sé si os habéis dado cuenta de que he superado la barrera de 100.000 visitas, y en dos años. Si es que soy un máquina...

P.P.S. Miedo me da la avalancha que se me echa encima con los que buscan un contador para su blog.

P.P.P.S. Se me olvidaba: la entrada más visitada en la historia de mi blog es una sobre gormitis. Entran buscando información sobre todas las razas y generaciones de estos bichos horrendos.