Estuve viendo anoche la película Mucho ruido y pocas nueces, adaptación de la comedia de Shakespeare. Una de las ventajas de estas adaptaciones cinematográficas es que permiten poner notas musicales a las canciones que Shakespeare suele introducir en sus obras. En este caso Patrick Doyle compuso una partitura bellísima para la canción Sigh no more, que interpreta Balthasar.
Pero no quería hablar hoy de la música, sino de las palabras; de una en concreto: ese farewell que tan elegante queda al cerrar las escenas. Significa adiós, pero un adiós majestuoso, muy distinto al trivial good bye que se reserva para ocasiones menos solemnes. En español sólo disponemos de "adiós" como palabra que exprese la despedida (en lenguaje culto, se entiende). En ocasiones sucede al contrario, y es nuestro idioma el que cobra ventaja, pero es bueno reflexionar sobre este hecho, como una nueva prueba del empobrecimiento o, cuando menos, la alteración que toda traducción supone respecto del original. Una alteración necesaria, que es el único medio para transmitir la obra a los hablantes de otros idiomas, pero alteración al fin y al cabo. Si se tienen nociones de inglés merece la pena el esfuerzo de leer a Shakespeare en su idioma, aunque haya que ir desbrozando el camino a golpe de machete. La recompensa es grande.
Leyendo hace un tiempo a Trapiello encontré una cita de Somerset Maugham. No la recuerdo literalmente, pero sí mi percepción de ella, que al fin es lo que cuenta: "Los escritores no deben explicarse demasiado". Pues eso.
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Suele suceder que un libro guste más o menos, o no guste en absoluto, según la época o el ánimo con que se lea. A mí me ha sucedido, por ejemplo, con Stendhal, pero esto no es una ley universal, ni mucho menos. Nunca me sucederá con El Quijote, ni con Romeo y Julieta, ni con David Copperfield, ni con El libro del desasosiego.
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Y por cierto, tampoco lo anterior es una ley universal, ni ninguno de mis apuntes; son la mera proyección de mis gustos y reflexiones sobre los gustos y reflexiones de los demás. Esto me blinda, y ya me estoy explicando demasiado, de cualquier ataque o crítica furibunda que reciba.
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Los apuntes de Trapiello se me suelen olvidar inmediatamente después de leerlos, lo cual es una de las mejores cosas que se puede decir de ellos.
Suelo pensar que estoy por encima de las miserias y los egos del mundo de la literatura, que me repugnan ciertas actitudes, que son pocos los que se salvan de abrasarse en la famosa hoguera de las vanidades, que corren las puñaladas como si fueran briznas de hierba, que hay quien mata por publicar, que hay quien se arrastra como un gusano para ver impreso su nombre negro sobre blanco, que los cócteles literarios son el escenario de afanes patéticos y despliegues de plumas descoloridas, que lo mismo sucede con algunas presentaciones de libros, que muchos editores son tan ególatras y ruines como sus autores... Suelo pensar, decía, que no estoy yo en este juego, ni me importa, pero la saña con que los describo no es de los que contemplan algo con indiferencia.
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Está muy bien Hamlet, es una obra maestra y todo eso, pero resulta un poco excesivo que al final de la última escena se quede solo el pobre Horacio contemplando el cadáver de todos sus compañeros de reparto.
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No sé por qué se les llama teléfonos inteligentes; será por el contraste con sus dueños.
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Lo que tenían que hacer los griegos es mandar a todos a tomar por culo, decir que no piensan pagar un solo euro, ni siquiera un dracma, meterle fuego al oráculo de Delfos por si las moscas y dedicarse a pastorear por sus verdes colinas milenarias a los sones de una cítara.
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Y esta mención a la cítara, legendario instrumento, me cambia el estado de ánimo al hacer que me acuerde del impresionante motete de Alonso Lobo Versa est in luctum cithara mea.
Los que se refieren a Shakespeare como "El bardo de Avon" y a Cervantes como "El manco de Lepanto" no han leído Hamlet ni el Quijote.
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Cuando menos se espera, en las horas más amargas o en el tedio de una tarde sin esperanzas, cuando se quiere detener la vida pero ésta sigue su camino insensible a nuestra culpa, de un chispazo surge la poesía, se trazan cuatro arabescos en forma de versos cazados a bocajarro, y el hollín sigue tiznando nuestro espíritu, pero al menos hemos recogido su huella en una lámina.
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Hay quien se esfuerza tanto en escribir como un maestro, que tan sólo consigue hacernos creer que es un maestro.
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Si alguna vez he escrito algo bueno ha sido cuando me he sincerado, aun fingiéndolo.
He estado leyendo Hamlet en inglés, y todavía me duele el dedo de tocar la pantalla de mi ridáider para traducir las palabritas que se gastaba el amigo Shakespeare. También he consultado alguna traducción española, pero se entiende todavía menos, y encima queda ridícula: se pierde toda la maravillosa música del original. Por eso, y con afán divulgativo, he hecho una traducción del famoso monólogo de Hamlet en un lenguaje que se entienda, donde se vea de verdad dónde está la famosa duda: como podréis comprobar, el príncipe de Dinamarca tan pronto dice que se va a matar como que no, y al final, como era de esperar, no le echa cojones.
Ser o no ser, ahí está la madre del cordero: ¿Qué es mejor, hacer el carajote dejándose pegar de hostias, o echarle huevos y coger el toro por los cuernos? Morir: dormir; nada más; y al estar criando malvas se acaban todas las historias y las mil putadas que nos hacen estos cabrones, no está mal acabar de esa manera. Morir, dormir; dormir: a lo mejor soñar: ¡joder, ahí está el meollo!
[Omito los siguientes tres versos, donde se le va la olla a Shakespeare]
… Porque, ¿quién va a ser tan capullo de aguantar latigazos y putadas varias, collejas, escupitajos en la cara, que te pongan los cuernos, jueces corruptos, políticos chorizos, los insultos que recibimos los ciudadanos honestos por ser tan gilipollas, cuando podríamos mandar todo a tomar por culo tirándonos por un puente? ¿Quién tragaría con todo para llevar una vida de perro, si no fuera porque teme al infierno, ese sitio que se han inventado los curas para acojonarnos? Así las cosas no hay cojones de pegarse un tiro, y humillamos como toros mansos, y nos comemos el coco con eso de la muerte, y todas nuestras bravuconadas son de boquilla. En resumen, que no me mato. ¡Queda tranquila, dulce Ofelia*! Ninfa, Acuérdate de mí en tus rezos y recuerda todos mis pecados.
*N del T: Con ese nombrecito, no sé cómo Ofelia puede ser una ninfa. ¿No era la gorda de Mortadelo y Filemón?
Estilo, retórica... ¿Acaso no es igual uno que otra? ¿A quién queremos convencer: a los otros o a nosotros mismos? Librémonos del estilo al escribir, y al menos seremos honestos.
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Una de retórica: Que nadie me diga lo que tengo que hacer. No quiero consejos; lo que ha servido a otros no tiene por qué servirme a mí; ni siquiera les sirve ya a ellos, que han cambiado con el paso del tiempo. Nadie es tan sabio para saber lo que le conviene; cuánto menos lo que conviene a los demás. Sanadores insufribles, agoreros de futuras desgracias si no se atiende a sus remedios. Dejemos que apliquen sus sangrías a los necios que les escuchan, y ellos sufrirán el castigo por prestar oídos a la vana presunción de sus palabras vacías.
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Y ahora sin retórica: Navego solo, y a veces dejo subir en mi barco a alguien que me dé compañía y comparta conmigo el silencio.
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O, that this too too solid flesh would melt Thaw and resolve itself into a dew!
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No habría un fin más conmovedor, poético, pausado y dulce. Derramar nuestro cuerpo en la belleza mágica de una gota de rocío.
There is nothing either good or bad, but thinking makes it so. William Shakespeare: Hamlet
To me it is a prison. La estirpe, Dinamarca, los cuatro lienzos de mi cuarto; la tarde adormecida por las persianas bajas. To me it is a prison. Una prisión de cielo y tierra; a veces suave, fría y trasparente; cruel, inaccesible, desamparada. Something is rotten in the State of Mine; en la patria interior de los días últimos; la soledad siniestra de los recuerdos olvidados.
Y a esto que llega ese pedazo de Julieta, se asoma al balcón, y va y le dice a Romeo:
'Tis but thy name that is my enemy; Thou art thyself, though not a Montague. What's Montague? it is nor hand, nor foot, Nor arm, nor face, nor any other part Belonging to a man. O, be some other name! What's in a name? that which we call a rose By any other name would smell as sweet; So Romeo would, were he not Romeo call'd, Retain that dear perfection which he owes Without that title. Romeo, doff thy name, And for that name which is no part of thee Take all myself.
O, lo que es lo mismo, en cristiano:
Sólo tu nombre es mi enemigo; tú eres quien eres, no un Montesco. ¿Qué es un Montesco? No es mano, ni pie, ni brazo, ni cara, ni cualquier otra parte que pertenezca a un hombre. ¡Oh, sé cualquier otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? ¿Acaso eso que llamamos rosa no tendría con otro nombre la misma fragancia? ¿No mantendría Romeo, aunque así no fuera llamado, la admirable perfección que posee sin ese título? Romeo, quítate tu nombre, y por ese nombre que no es parte de ti toma todo mi ser.
P.S. Es poesía pura. Una vez, viendo una representación de ésas modernas, en la que Romeo apareció en pelotas, a mi amigo Juan no se le ocurrió otra cosa que decir en alto: "Romeo, Romeo, que no te la veo".
Me tiembla el pulso al levantar la taza de café, y me tiembla la razón de cuando en cuando, estremecida por el pulso cotidiano y amenazante de la realidad.
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Lo mismo escribo en serio que de forma desenfadada, o chistosa, o provocadora, pero... ¿qué significa escribir en serio? ¿Acaso hay algo más serio y más profundo que el humor?
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Es bueno morir de cuando en cuando, para volver a nacer limpio, sin recuerdos.
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Si en la frente del hombre no estuviera escrita la avaricia, el capitalismo sería un sistema económico perfecto.
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Lo realmente difícil es escribir la primera línea.
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Nos habla don Guillermo desde sus cuatro siglos, y dice las mismas cosas que me cuenta el vecino, de cuando conoció a su mujer, lo mucho que tuvo que pasar hasta que al fin la tuvo, para él sólo, que no quería que nadie la mirase, y ella venga a salir, a presumir de vestidos, a pasear su alegría por las calles, y el vecino parado frente a mí, con la mirada perdida y la sangre resbalando por la punta del cuchillo, cayendo gota a gota, manchando sus zapatos.
La vida es para nosotros lo que concebimos en ella. Para el rústico cuyo campo lo es todo, ese campo es un imperio. Para el César cuyo imperio le parece todavía poco, ese imperio es un campo. El pobre posee un imperio; el grande posee un campo. En verdad, no poseemos más que nuestras propias sensaciones; en ellas, pues, que no en lo que ellas ven, tenemos que fundamentar la realidad de nuestra vida. Fernando Pessoa: Libro del desasosiego
There is nothing either good or bad, but thinking makes it so. W. Shakespeare: Hamlet
No es lo que vivimos lo que forja nuestro destino, sino lo que sentimos por lo que vivimos. Cita traída por Paloma Corrales, de autor desconocido por el momento.
Vas con calma a todos lados. Has salido de tu casa con tiempo, todos se saltan los semáforos menos tú. El vendedor de pañuelos toca en tu cristal y le saludas. Los conductores te miran con cara de pocos amigos, y tú les sonríes. En una parada de autobús una vecina espera malhumorada e impaciente, y tú te ofreces para llevarla. Los ciclistas tienen cara de frío, el mismo aire fresco que tú tanto disfrutas, y los que van andando aprietan el paso tratando de arañar unos minutos al reloj. Tú no llevas reloj. Unos niños se apresuran para llegar al colegio de la mano de su padre; los tuyos llegaron hace media hora porque se levantaron muy pronto y desayunasteis tranquilamente en familia. La ciudad es un circo en continuo movimiento, y tú eres el artista invitado entre tantos autómatas. La red de los trapecistas llega hasta el asfalto, donde recoges a un gatito para que no le atropelle un coche.
Y mientras todo esto sucede, allí en lo alto reina la paz. Alguien te contempla con un ojo enorme y se ríe divertido, alegre de encontrar a alguien que se fija más en lo que siente que en lo que ve.
Hoy quiero dedicar esta entrada a mi Julieta particular, a cuyo balcón subí hace hoy exactamente diez años para arrebatarla de la tutela paterna por los siglos de los siglos.
A raíz de las dos rosas de la entrada de ayer, he recordado los versos inmortales de Shakespeare en Romeo y Julieta:
What's in a name? That which we call a rose
by any other name would smell as sweet.
Que podría traducirse por algo así como:
¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa tendría la misma fragancia con cualquier otro nombre.
Así habla Julieta a Romeo (en inglés suena incomparablemente mejor) para conjurar el único obstáculo que se impone a su unión: el de un mero nombre, Montesco. ¿Qué es Montesco?, pregunta la amante. O, be some other name! (¡Oh, sea otro tu nombre!). El genio de Shakespeare supo captar ese detalle, esa evidencia que a muchos se escapa, de que las palabras están sólo para representar el objeto que denominan, pero nunca para suplantarlo. A veces, muchas veces, miramos el nombre antes que la persona, y cometemos el mismo error que quien alaba la calidad de un vino por la belleza de la etiqueta, antes incluso de haberlo probado.
Para cerrar la entrada dejo tres paráfrasis de los versos de Shakespeare que me niego a traducir, para no herir sensibilidades.
What’s in a name? That which we call a shit by any other name would smell as shit.
What’s in a shit? That which we call a fly by any other shit would fly ten miles.
What’s in a throne? That which we call my blog by any other throne would smell as hell.
P.S. Que quede claro, para evitar malentendidos, que esto no es un regalo de aniversario.
P.P.S. Ah, y la dedicatoria termina cuando empiezan las paráfrasis.
P.P.P.S. ¿Os habéis fijado en el cuadro, la prestancia que tenía hace diez años? Pues aún he mejorado.
P.P.P.P.S. Aunque por poco me dejo los güíbols en el intento.
A nadie se le escapa que Shakespeare fue un genio como pocos. Hasta en sus obras aparentemente menores emerge su talento y consigue hacer que salte la chispa de la magia. En sus manos, o en su pluma, el idioma inglés adquirió una dimensión especial, poética, musical. El Bardo de Avon consiguió transmitir como nadie las pasiones humanas en boca de sus innumerables y eternos personajes.
La obra de Shakespeare está plagada de tonadas y canciones, pero como él sólo puso la letra, la música queda a la imaginación de sus lectores. En ocasiones el cine ha conseguido recreaciones bellísimas de muchas de sus obras, como por ejemplo ocurrió con "Much ado about nothing", traducido algo absurdamente como "Mucho ruido y pocas nueces". La dirección de Kenneth Branagh es ejemplar, así como la recreación histórica, y la música de Patrick Doyle es magnífica y totalmente adecuada a la acción, como se puede comprobar cuando Balthasar canta por indicación del príncipe, animando a las damas a despreocuparse y aceptar a los hombres como son, con todos sus “defectillos”:
La letra no tiene desperdicio:
Sigh no more, ladies, sigh no more; men were deceivers ever; one foot in sea and one on shore, to one thing constant never; then sigh not so, but let them go, and be you blithe and bonny; converting all your sounds of woe into... Hey nonny, nonny. Sing no more ditties, sing no mo, or dumps so dull and heavy; the fraud of men was ever so, since summer first was leavy. Then sigh not so, but let them go, and be you blithe and bonny, converting all your sounds of woe into... Hey, nonny, nonny"
Y ésta es mi traducción:
("No suspiréis más, señoras, no suspiréis; los hombres siempre fueron embusteros; un pie en el mar, otro en la orilla; jamás constantes en nada. No suspiréis, pues, de ese modo, sino dejadlos ir y sed alegres y despreocupadas, convirtiendo todos vuestros lamentos en algarabía. No cantéis más canciones, no cantéis más sobre vuestras tristezas y pesares. La mentira del hombre siempre fue la misma desde que son frondosos los veranos. no suspiréis, así por tanto, y dejadlos marchar y sed alegres y despreocupadas, convirtiendo todos vuestros lamentos en algarabía")
Una declaración de intenciones en toda regla, que suscribirían sin duda las cuotas femeninas en el poder, y en el siglo XVII nada menos, y es que todo está inventado desde hace tiempo.
Y termino con una cita del genio: "The earth has music for those who listen" ("La tierra tiene música para aquellos que escuchen"). Eso hay que hacer, escuchar en lugar de hablar...
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