Debajo del tronco muerto de un alcornoque vivían Mario y Bruno, dos ciempiés que siempre estaban patrullando el bosque, guerreando con los enemigos de otras especies y peleándose entre ellos, pues no tenían nada mejor que hacer. En una de estas peleas, Mario dio un mordisco a Bruno y le arrancó de golpe diez patas. No era ninguna tragedia, pues aún le quedaban noventa, pero a partir de ese día Bruno fue el blanco de las burlas de su compañero. Tan crueles eran sus chanzas que Bruno andaba siempre cabizbajo y triste. Después de muchos días aguantando, llegó un momento en que no pudo más y decidió vengarse. Su oportunidad surgió una noche en que Mario estaba especialmente cansado, por lo que su sueño era muy profundo. Bruno se levantó sigilosamente y le arrancó una a una diez patas sin que se diera cuenta, creyendo así cumplida su venganza.Cuando amaneció, Mario se levantó de muy buen humor y salió al bosque a dar una vuelta. Bruno disfrutaba pensando en el susto que se llevaría al sentir la pérdida en su patamen, pero para su sorpresa volvió del paseo tan sonriente como salió. Bien pensado, de cien a noventa patas tampoco se nota mucho al andar, y como los ciempiés no son capaces de dirigir la vista hacia abajo Mario no se había dado cuenta de nada. Furioso porque su plan había fallado, Bruno fue a informarle de su pérdida, y dijo a su amigo que le faltaban diez pies, pero éste no le creyó, pensando que lo decía para zaherirle. Bruno fue a buscar las patas que había cortado, pero habían volado con el viento, y no tuvo modo de demostrar a Mario que lo que decía era verdad. Durante el resto de sus cortas vidas ambos quedaron con diez pies de menos, uno contento y otro triste y enfadado.
Moraleja 1: no eches de menos lo que no necesitas.
Moraleja 2: si alguien se ríe de ti cágate en sus muertos, pero no le ataques.

