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sábado, 9 de marzo de 2013

Ese pedazo de Ignacio


Gracias a mi amigo Álex me he acordado hoy de hace dos veranos, cuando Alájar fue tomada por las huestes bollywoodienses que nos revolucionaron a todos con su colorido y sus fachas exóticas (aunque la convivencia con los hippies hace que no nos asusten las indumentarias más extrañas). Y quiero rescatar el vídeo de promoción de la película, en el que aparte del buen hacer del cuerpo de baile y lo pegadizo de la música... ¡Salen mis niños en el segundo 6''!, concretamente Ignacio y Jaime en primer plano con una camiseta a rayas azules. Se conoce que el meneo de cintura de Ignacio llamó la atención del cámara y hala, sin pedirme permiso ni na a mí, su manager, van y lo cuelgan en internet para que lo vea la India entera.
 

domingo, 27 de enero de 2013

Una tarde en el basket


Ayer llevé a los dos mayores al baloncesto. Tenían ilusión de ver en directo un partido de los profesionales, ahora que ellos practican ese deporte. Compramos las entradas en banco de pista, enfrente del banquillo del Cajasol, y ya desde el calentamiento flipaban con los tiros y los mates de esos gigantes de carne y hueso, tíos de piernas y brazos interminables, en pista había cuatro que superaban los dos metros diez, y parecían de tamaño normal, rodeados como estaban por gente de su estatura. Una de las cosas que más me llama la atención del baloncesto actual es la coordinación de los pívots: en otros tiempos pescaban a un Romay por su altura, aunque fuera un patoso, mientras que ahora ves a un dos veinte subir el balón de canasta a canasta como si fuera un base. El partido no fue demasiado bien para nuestros colores, el rival era mucho rival, y tenían a una bestia parda polaca con el dorsal 30 que metía todo lo que llegaba a sus manos en la zona, pero daba igual: los niños, sobre todo Miguel, disfrutaron de lo lindo. Jaime también, pero hacia el final del partido se dedicó más a charlar con Daniela y a enredar con los que había al lado, supongo que cuatro cuartos es mucha tela para la concentración de un chaval de siete años, por muy baloncestista en ciernes que sea. El espectáculo, de todos modos, no era sólo el baloncesto, había muchos más estímulos, sin ir más lejos el personal que acude a los partidos, de lo más variopinto. Algunos personajes debían de ser famosos por esos pagos, pues desfilaban adolescentes delante nuestra para hacerse fotos con el móvil con ellos. También teníamos la versión patria de las cheerleaders,  que salían en cuanto había un parón largo, y digo patria porque por más que procuren imitar a sus modelos norteamericanas no pueden negar que son nativas, no sólo por la apariencia, sino por su vestimenta o, mejor dicho, por la forma de lucirla, así como por las volteretas que daban -queda para la antología la salida en tromba de una de estas pizpiretas animadoras, la más rellenita y con una delantera que ni el Madrid, que dio dos o tres vueltas de campana para aterrizar en los brazos de un cheerleader masculino que la aguantó a duras penas, estando a punto de rodar los dos por el suelo ante la rechifla general-. Por cierto que el comentario, no sé si justo, que corría por las filas al ver aparecer a los animadores es que por fuerza tenían que ser gays. Los americanos, para evitar estos problemas, sacan sólo a tías buenorras bien entrenadas y se garantizan el éxito. También teníamos a la mascota del equipo, un toro que más bien parecía un bisonte, que se tiraba en plancha, nos chocaba las manos al pasar -confieso que yo mismo, por no hacerle el feo, palmeé su mano de trapo-, y que al final del partido se puso a tirar balones al público, y aquí viene lo gordo: Daniela y Jaime bajaron a hacerse una foto con él, el toro le ofreció un balón -de reglamento- a Jaime, y va el niño lacio y le dice: ¡no, gracias, ya tengo uno! Cuándo coño se ha visto esa respuesta en un niño, si por definición un niño tiene que "matar" por conseguir un balón. Es lo que yo digo, los niños de hoy están todos amamonaos... ¡Si Zipi y Zape levantaran la cabeza...!

miércoles, 16 de enero de 2013

Ha nacido una estrella (o dos)




Las estrellas son mi hijo Jaime (7 años) y su amiga Daniela, que protagonizan este vídeo promocional del nuevo trabajo de Ecos del Rocío, Toda una vida. ¡Qué guapa está Daniela! ¡Qué guapo está Jaime! ¡Qué feo es el de las patillas! Y mi amigo Julio, pedazo de actor. ¡Gracias!

P.S. Conservad este vídeo para el futuro, cuando obtengan el Oscar cada uno por su lado, como una de esas "rarezas" inapreciables que encuentran los mitómanos.

sábado, 10 de noviembre de 2012

El abuelo


Día completito. De entrada, nos hemos quedado el fin de semana porque los niños de los cojones tenían partido de baloncesto, manda güevos, pronto empezamos, con nueve y siete años. Jaime está que se sale: no iba convocado porque aún está con muletas, pero dice que es el único de su edad al que han metido en el equipo, y también asegura que como de mayor no gane dinero jugando se retira. ¡Adiós, Pau Gasol! Yo, de momento, le llamo cojo Manteca y él sale corriendo detrás mía cada vez que lo oye, más rápido que el original, ha desarrollado una velocidad endiablada; le falta romper farolas: ya le puse un vídeo el otro día del "orténtico", como se enteren en el cole lo expulsan. El caso es que a las nueve y media de la madrugada toda la familia en bloque para animar a Miguel, caían cuatro gotas y ¡van y suspenden el partido! Motivo: riesgo de lesión. Manda güevos otra vez, antes sólo se suspendía el partido si el balón navegaba en vez de botar, serán los nuevos tiempos de denuncias a gogó. Plan alternativo: turismo por la ciudad. Parque de María Luisa, Catedral, Giralda (el cojo Manteca llegó arriba el primero con sus muletas, cómo no), creo que no había más sevillanos que nosotros allí en lo alto, recuerdos de los tiempos en que no había baranda y los que paseaban por las gradas de abajo tenían que ir esquivando a los suicidas, ahora está todo enrejado; vuelta a bajar, nuevo triunfo del Manteca, paseo por la Avenida, antes del Generalísimo, ahora peatonal y de la Constitución, tapeo correspondiente (siempre sale ganando Miguel, con eso del gluten le ponen los mejores platos), visita a los kioscos de belenismo, hoy inauguraban la temporada, seseintaitantos pavos por cuatro muñecotes y dos tenderetes, antojo de la que manda, me dan mal las vueltas a mi favor, no digo nada -¿seré corrupto?-. Y ahora viene lo bueno, o, mejor dicho, lo malo: íbamos con una amiga y dos niños añadidos, no venían sus padres y ellos no nos conocían. Compramos castañas. Uno de los niños me dice que le pele una. Al abrirla está mala una parte y se ve el gusano momificado. Yo le digo que no pasa nada, que también se come. No se lo cree. Me como el gusano. El niño no da crédito. En ese momento llama su madre. Le pasan el teléfono. Hola, mamá, estoy comiendo castañas. La madre le dice algo, y responde el niño: Una tenía gusano, y se lo ha comido el abuelo.

¡El abuelo! A mis 45 años tan bien llevados. Yo, que era un sex symbol en la facultad; no me comía nada pero era un sex symbol, a ver si viene alguna a confirmarlo. Llamarme a mí el abuelo la mierda esa de niño, home, que me he quedao con su cara, qué van a dejar para cuando tenga ochenta años...

jueves, 1 de noviembre de 2012

1974 (bis)


Recuerdo las gotas serpenteando en la ventanilla, jugábamos a adivinar su trayectoria. Algunas veces se juntaban tres, y proseguían su camino perezosas, una gran gota que moría en la goma agrietada por el sol del verano. Y tras las gotas una ciudad de luces tenues, de ruidos apagados. Jugábamos a completar el abecedario con las letras de las matrículas de los coches. Un seiscientos letra A, un symca letra D y un 131 blanco reluciente con la letra I. Las calles estaban pobladas de gentes de rostros desiguales, de motociclistas sin casco montados por parejas en vespinos desvencijados, con la gomaespuma sobresaliendo por debajo del asiento. La calle Torneo duraba una eternidad, con su tapia infinita que parecía la muralla china, llena de teatros, y mucho después supe que detrás había un río, que era el mismo que aparecía al doblar la última curva. El autobús tenía muchos años, y visto de frente su cabina hacía un arco en semicírculo. El chófer era canijo, diminuto, se dejaba crecer la uña del dedo meñique y ponía siempre el programa de flamenco donde daban las horas con "oles". Era 1974, lo sé porque un día nos lo dijo don Alfonso, y lo escribió en la pizarra, y yo tenía los años que ahora tiene Jaime, pero qué años más distintos, qué risas tan distintas, qué abrazos tan distintos dábamos entonces a nuestros padres, qué manera tan distinta de querer, de ser querido. Yo sé que Jaime en el futuro también lo verá distinto, porque el tiempo pasa, y lo que antes era ilusión no es hoy más que un puñado de promesas incumplidas, pero así avanza la vida, y el niño se hace niño, y el hombre se hace hombre, y no hay mañana, sino ayer, siempre el ayer, el tesoro más precioso, guardado bajo siete llaves para que nadie pueda llenarlo del barro cotidiano que nos enturbia los ojos al vivir.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Apuntes (178): Y dale con las iniciales...


Una de las pocas perspectivas que me resultan atractivas en esta crisis es que la gente que "vive de la cultura" pasando por el Ministerio o la Consejería del ramo va a tener que dedicarse a pintar cosas que la gente está dispuesta a pagar, o a escribir libros que no sean por encargo para el consabido premio, o a hacer películas en condiciones, etc., y además si quieren beber copas de vino español van a tener que comprase la botella en el supermercado, por no hablar de canapés de salmón, jamoncito, gambas... y si se montan en un avión o en el AVE que lo paguen con el importe de su facturación artística, a ver hasta dónde llegan.

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Sigue uno leyendo a A.T., y resulta sumamente engorroso tratar de despejar las incógnitas que plantea. El valor de X. sólo está al alcance de iniciados que estén al tanto de las puñaladas que se asestan en el mundillo literario, de las que al parecer A. ha recibido unas cuantas, con y sin alevosía y nocturnidad. Después hay otras que si se echa mano de Wikipedia se solucionan bien pronto; por ejemplo, se refiere a una visita que hizo a la viuda de M.P., diseñador gráfico de cierto renombre en nuestra posguerra, y artífice del famoso Toro de Osborne. Y claro, por ahí tiro del hilo del Internet y descubro que se trata de Manolo Prieto. ¿Tanto trabajo cuesta nombrarle con todas sus letras? Me fastidia tanto misterio barato, que lo único que consigue es deslucir una prosa de una calidad indudable.

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Hoy, primer día de cole. No lo han llevado mal M., J. e I., todos unos veteranos. G. se quedó algo mohíno, pero al ir a recogerlo salió con unos andares chulescos mirando para todos lados, como si fuera el amo del lugar. Estos chicos prometen, sólo les faltaba ser protagonistas de un diario, y ahí le gano a A.T. por cuatro churrazos a dos, con sus correspondientes iniciales.

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He estado hablando con un amigo esta mañana de nuestro insigne filósofo O., y no he podido reprimir el recuerdo de esos pasajes en que se da tantísima importancia, esa manera de adornar sus teorías con el tinte de las verdades incuestionables, que ningún mortal estará jamás en disposición de discutir. Toda esa parafernalia ombliguista ha borrado todo lo (poco) que de bueno y aprovechable pueda haber en sus libros. Un tipo insufrible contamina su obra inevitablemente, salvo que se trate de un poeta.

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La decisión de tener hijos ha de ser responsable, y a la vez profundamente irreflexiva.

lunes, 6 de agosto de 2012

Apuntes (173): ¡Mierda de democracia!


Conversación pillada en una papelería de Rota entre un niño de unos diez años, cresteado con esmero e imaginación, y su padre, a juego con el niño: —Opá, ya mizmo va a habé que i comprando laz coza der cole. –Ji, niño, pa lo que a ti te zirven, pa pazearla de caza ar cole... –Pero azín ar meno puedo i ezcribiendo argo…

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Conversación entre mi hijo Jaime y un amiguito de la playa ayer por la tarde: —¿Y por qué tienes tantas ganas de ir a Sevilla? —No voy a Sevilla, voy a Alájar. —¿Y eso qué es? —¿No lo sabes? —No. —¿Conoces Aracena? —No. —¿Y Huelva? —Sí, eso me suena. —Pues está cerca. Bueno, para que te hagas una idea: ¿Sabes lo que es el jamón?

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Dilema moral anticipado: a la vuelta del verano el país va a arder con huelgas, manifestaciones y marchas al sol. Ya sabemos que quien tiene poder de convocatoria son los sindicatos; yo, que odio con todas mis fuerzas a los políticos actuales por ladrones e incompetentes, pero que odio aún más a los sindicatos por ladrones, incompetentes y cínicos, ¿deberé secundar estas protestas? Haga lo que haga, saldré escaldado. ¡Mierda de democracia!

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Y aún más: la oposición sacará pecho y atacará al gobierno actual con el argumento cínico, demagógico y vomitivo de que están destruyendo el Estado de Bienestar que ellos montaron, y los caciques vitalicios de Andalucía salen con que van a tener que cerrar no sé cuántos hospitales y colegios. Y claro, si yo ataco al gobierno de impresentables que tenemos me alineo con estas hienas despreciables. ¡Mierda de democracia!

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Alájar, dulce Alájar.

lunes, 2 de julio de 2012

Cuatro soles como cuatro goles



Ahí tenemos a los cuatro un día después del triunfo. Ayer se fueron tarde a la cama y me pidieron dormir con la ropa que llevaban puesta. No todos disfrutaron igual del partido: Ignacio se desentendió muy pronto, se fue a ver los dibujos animados y protestaba de nuestros gritos cuando marcaba España; Gonzalo no se enteró muy bien de qué iba la cosa, pero anduvo por ahí rondando y uniéndose a la algarabía; Jaime era el más entusiasta y seguía el partido nervioso, pidiendo penalti cada vez que había una falta, aunque fuera en nuestro campo, y Miguel fue el más comedido: aunque no es muy futbolero, no perdona los partidos de la selección. No formamos mal equipo los cinco, ayer.

jueves, 5 de abril de 2012

Periplo madrileño


Visita breve a Madrid a conocer a una sobrina nueva, no hay mejor motivo. A la hora de la siesta del Viernes de Dolores, toda la familia en la fragoneta y tirando millas por la A4. Todo muy bien, niños dormidos, conducción relajada, pero acercarme a Despeñaperros y cambiárseme la cara es todo uno. Esta vez no hay curvas, sino un moderno túnel que cruza el puerto y viene a salir por esa venta pintada con la bandera de España que seguramente tiene una estatua de Franco a tamaño natural recibiendo a los comensales. Entramos en la Mancha, vemos molinos de viento, de los antiguos y los modernos con aspas aerodinámicas, bodegas con balaustradas y aires de Falcon Crest, rectas interminables. Madridejos, una premonición del horror que espera delante. Ocaña, Aranjuez, la jindama que aprieta, se divisa a lo lejos el monstruo de hormigón envuelto en una nube contaminante, smog le llaman los ingleses, y mi careto es para verlo. El GPS nos guía por los vericuetos de la urbe pavorosa, llegamos al destino, ponemos pie en el suelo, bofetón de realidad. Vamos a la cama resignados, mañana será otro día.


La sobrina, preciosa. Los niños quieren ver la nieve. Con lo cerca que está Granada tenemos que ir a verla a Madrid, manda cojones. Quedamos con nuestros mejores amigos madrileños, familia francoespañola. Carretera de La Coruña, rumbo a Navaccerrada. La nieve ni se huele. Llegamos a Cotos, seguimos a Valdesquí. Alguna nieve tardía en las laderas. Suficiente para los niños, que se abalanzan rápidamente a fabricar las consabidas bolas de nieve, seguidas de los consabidos bolazos a traición que ponen en remojo los cogotes de los padres. Ese pedazo de Jaime revolcándose en vaqueros por la nieve, ese pedazo de Gonzalo pisando los charcos de hielo. Vuelta al coche, botas fuera, calcetines fuera, tufo dentro. Puerto abajo, paramos en casa de los amigos. Un lujo, al pie de la sierra, Madrid ni se huele, sólo se oyen pajaritos en medio de un encinar inmenso, así sí se puede. La parte francófona de mis amigos me regala un tablet. ¡Muchas gracias! Será que me he portado bien, yo por si acaso lo acepto sin preguntar. Vuelta a Madrid, qué remedio, a la cama rápido, para soñar cuanto antes que estamos en otro lugar.

Despertar temprano a la realidad. Desayuno, aceite excelente, puro zumo de aceituna. Ejecución del plan previsto, que no es otro que visitar el zoológico, con las entradas compradas el día anterior por Internet, cortesía de mi amigo el del tablet, con el correspondiente descuento por familia numerosa. Llegamos al zoo a las 11:30 y nos marchamos a las 19:30. Ocho horas dando vueltas como locos y aún nos dejamos animales por ver. Los niños emocionados, ese pedazo de Gonzalo acariciando al Tiranosaurio Rex, al que llama familiarmente Rex (los bichos se mueven como si fuera de verdad, y no hay manera de convencer a los dos pequeños de que son muñecos), esos pedazo de delfines pegando saltos, ese pedazo de Miguel alucinando con la boa constrictor y preguntando que a cuántas personas se había comido, esos pedazo de monos con el culo como un pandero, ese pedazo de Jaime poniéndose a tiro de un dinosaurio gargajero, ese pedazo de Ignacio buscando cocodrilos por todos los estanques del zoológico.

Vuelta a casa reventaditos, tour a Madrid incluido, cortesía del GPS, me cago en los muertos de Mr. Garmin. Habríamos dormido a pierna suelta si no es por los niños, encantados de estar los cuatro en un colchón hinchable; saltar es mucho más divertido que dormir. Otro desayuno con zumo de aceituna. Mañana familiar, entrañable, la sobrinita es buenísima, una ricura, como dirían los madrileños. Vuelta a Sevilla a la hora de la siesta, avenida de Andalucía todo tieso. Siestorra de los niños de tres horas. Ahora no hay túnel en Despeñaperros, parece que es un túnel sólo de ida. Un viaje de curvas, los niños se despiertan. Lo normal. Navas de Tolosa, 1212, pedazo de batalla. Andalucía de nuevo, empiezo a relajarme. Paramos en Montoro para llenar el depósito -¡los muertos de CEPSA!- y hacer pipises. Del tirón a Sevilla, nueve y media de la noche, no está mal. Hogar dulce hogar. Cama dulce cama. Sevilla dulce Sevilla. Au revoire, Madrid. Hasta la vista.

martes, 6 de marzo de 2012

Un reto cojonudo


Aunque a ciertas edades uno piensa que ya no le van a salir más amigos, gracias a los buenos oficios de mi hijo Jaime, que a sus seis años mantiene desde hace cuatro una entrañable relación de amistad con una preciosa niña de nombre Daniela, he dado con una familia encantadora, y como quien no quiere la cosa he ido coincidiendo con Julio, su padre, hombre de una personalidad arrolladora, emprendedor, que se bebe la vida no a grandes sorbos, sino empinando el codo hasta vaciar la garrafa, justo lo contrario de los sorbitos con pajita amariconados que yo suelo practicar, pero tampoco le tengo envidia, ni él a mí, así que estamos en trámites de hacernos colegas, como mínimo. Y tras este rollo que tampoco tiene por qué interesar a nadie voy a lo que voy: resulta que Julio, en un rapto de creatividad y echándole más cojones que el caballo de Espartero, se ha lanzado a la producción de una especie de película, que él llama web-serie de cinco capítulos en formato de reality fiction (tengo pendiente preguntarle qué coño significa eso), y lo hace a pelo, sin apenas medios, con la colaboración altruista de varios jóvenes entusiastas, recorriendo toda la costa andaluza y con el poema If, de Kipling, por bandera. Aquí os dejo el trailer, y se le puede seguir en la web del proyecto. No entiendo mucho de esto, pero creo que así empezó Álex de la Iglesia, mismamente.

lunes, 5 de marzo de 2012

Apuntes (157): Filósofos señoritos


Sigo leyendo a Ortega, ahora La rebelión de las masas, y no puedo evitar un mosqueo continuo ante la suficiencia con que desgrana sus ideas, me revienta esa pose de señorito que está por encima del resto del mundo, figura que curiosamente critica duramente en el libro, lo mismo que desprecia a aquellos que se atreven a poner en duda sus afirmaciones sin la preparación suficiente y sin haber dedicado horas y horas de reflexión a las tesis que expone (en este sentido yo sería un claro blanco de sus iras). Todo esto me condiciona para valorar en su justa medida las originales aportaciones que ofrece, que sin duda las hay, aunque claro, cuando uno dispara con una escopeta de repetición, alguna que otra vez acierta.

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Me ha dicho Jaime que está ahorrando para una videconsola. Le he preguntado cuánto cuesta y dice que la que él quiere vale 169 euros, y que tiene ahorrados 31 euros y 98 céntimos. Con niños como éste se da un empujón al ahorro y el consumo, y salimos de la crisis.

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Últimamente no me apetece ni leer poesía ni escribirla. He telefoneado un par de veces a las musas pero no me lo han cogido, y tampoco es plan de ponerse pesado.

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Sigo con Ortega. Ahora me están entrando ganas de darle collejitas.

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Ni agnóstico ni, por supuesto, ateo; me declaro infiel.

sábado, 7 de enero de 2012

Apuntes (149): Permanencia


Que no me miren, que no me hablen, que no me toquen, que me dejen vivir la vida que he elegido, con quienes yo he elegido.

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Esta mañana, en el sendero de los Molinos, Jaime ha resuelto el dilema entre lo bueno que está el jamón y la pena que da que maten a esos cerditos tan graciosos que ve por el campo. Dice que se les pueden cortar las piernas y sustituirlas por otras de plástico, y así el cerdo sigue vivo y nosotros comemos jamón tan ricamente.

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Y siguiendo con las anécdotas, Gonzalo quedó muy apenado el día de Año Nuevo al ver que unas velas muy graciosas con forma de angelito habían quedado reducidas a una masa de cera informe. Nada más verlas propuso la solución: bastaría con sacarlas al patio, donde hacía mucho frío, hasta que recuperaran su forma original.

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Es una experiencia curiosa leer cualquier libro de Azorín y a continuación contemplar su retrato. Parece mentira que el dueño de un rostro tan avinagrado pudiera escribir con tal preciosismo, describir con tanta maestría estampas de la naturaleza, de la armonía del hombre, los caminos, los pueblos y los campos españoles.

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Si no se escribe con un mínimo de vocación de permanencia, la obra nunca permanecerá.

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Aunque para lo que hay que permanecer...

jueves, 13 de octubre de 2011

Altas capacidades intelectuales



Hoy he tenido noticia de que nuestra bien amada Junta de Andalucía tiene un plan para niños superdotados, aunque no se llama exactamente así, sino "Plan de actuación para la atención educativa al alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo por presentar Altas Capacidades Intelectuales en Andalucía 2011-2013". Como son mucho más listos que yo, me ganan por veinticuatro palabras contra cuatro. Será que no soy superdotado (perdón, no poseo altas capacidades intelectuales).

Pero esto no es lo más gordo: dentro del "protocolo de actuaciones" del susodicho plan, me han remitido un cuestionario sobre mi hijo Jaime, con 25 preguntas a las que hay que responder "sí", "no" o "a veces". Parece que los padres les haremos el trabajo. Me imagino a esas madres de las de "qué listo es mi niño" mintiendo como bellacas para pasar esta criba y que su hijo/a acceda al olimpo/a de los listos/as. Las cuestiones, por cierto, no tienen desperdicio. Unos botones:

- Memoriza fácilmente poesías y canciones complejas para su edad (sí, y en alemán también, las obras completas de Rilke).

- Comprende con mucha facilidad la información que se le proporciona (estos psicólogos, cómo afinan con las preguntas).

- Es curioso/a, observador/a, agudo/a y despierto/a (todo sic/a).

- Tiene un gran interés por los problemas adultos: justicia, muerte, universo, religión... (Qué buscan, ¿un superdotado o el repelente niño Vicente? Por otro lado, ¿habrá alguien que hable con mayor lucidez de la muerte que un niño?).

- Se muestra imaginativo, original y sorprendente en sus producciones gráficas, plásticas, literarias, sociales... (sorprendentes son estos mierdas, y mira que ponen difícil el superarse).

Yo colijo (toma palabra de listos) que están buscando a monstruitos, una especie de loros repelentosos, que imagino meterán luego en una jaula. Por mi parte, pienso decirles con gran misterio que unos expertos de la NASA han descubierto que Jaime tiene una mente privilegiada, entre las cinco mejores del planeta, pero que resulta imprescindible que se mantenga en secreto, por el bien de la humanidad.

¡Anda, irse tos a shuparla, gastando el dinero en polladas, con la que está cayendo...!

domingo, 21 de agosto de 2011

Apuntes (124): Lluvias primeras


Llueve con fuerza en Alájar. Si fuera un poeta cursi diría que tras los largos meses del estío las nubes grises se han vuelto a enseñorear del cielo y nos regalan el milagro de la vida en forma de perlas plateadas que gorgotean alegres ante nuestros ojos alborozados.


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Los niños están enfadadísimos conmigo, porque ayer se me olvidó meter las bicicletas en casa y ahora están pingando. Jaime dice que a su amigo Fernando le cayó en su bicicleta media gota de agua y se le estropeó.

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Lo del olor a tierra mojada después de las primeras lluvias es un tópico muy manido, pero como todos los tópicos encierra una realidad contundente y palpable.

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Y qué bonita vista desde la ventana del dormitorio. La Peña no se ve, pero se intuye, y está así mucho más presente. Nada mal, para un 21 de agosto.

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Por la tarde sale un sol distinto, que hace resplandecer los verdes del campo con unos tonos olvidados, no los de la primavera, ni los del invierno, sino los del otoño que por fin se anuncia. Salimos a andar por el campo respirando verdor y alegría limpia.

sábado, 16 de julio de 2011

Primer día de playa


Como todos los años desde hace cuarenta y cuatro he puesto rumbo a cierto pueblo costero de la provincia de Cádiz, invadido en su día por los americanos, que llegaron en plan Mr. Marshall, poblado en las vacaciones de mi infancia por unos pocos veraneantes que teníamos toda la playa para nosotros, y convertido hoy en una bulliciosa urbe que se ha ido expandiendo a base de chaleres adosados, plantados en lo alto de las dunas ante la mirada horrorizada de los camaleones.

Mis primeras impresiones son desalentadoras. La fauna que ya observé el año pasado, lejos de menguar, ha proliferado hasta unos límites intolerables. Llegué esta mañana acompañado de mi familia enarbolando la sombrilla y las sillas playeras y me hice con un sitio bastante amplio, como con unos cinco metros a la redonda. Pero poco a poco nuestro espacio vital se fue reduciendo a cuatro, tres, dos, un metro, hasta que un espécimen audaz colocó su sombra tangente a la mía, y por si fuera poco llegó un cuñao con una mesita plegable llena de viandas y litronas de cerveza, acudieron de no se sabe dónde muchos más cuñaos, y en un periquete mi sombrilla era una ínsula rodeada de jaimas, toldos, suegros, suegras y cuñaos, muchos cuñaos barrigones, cada uno con su botellín de cruzcampo en la mano.

Yo pensaba que este año, con la crisis, la playa estaría mucho más vacía, pero sorprendentemente está el doble de llena. Alguien me ha apuntado que, al haber menos dinero, hay menos gente con pisos alquilados y muchos más que vienen a pasar el día, en plan dominguero o sabadero. Puede que no les falte razón, pues al volver la vista al chiringuito me lo encontré vacío, pero digo yo que la gasolina cuesta un dinero, y mantener el coche, y las litronas de cerveza, y los tatuajes triangulares en la rabadilla de las niñas buenorras, y los cadenones de oro de los cuñaos más ostentosos. En fin, para mí sigue siendo un misterio insondable el contraste entre los números pavorosos que anuncian la crisis con la realidad observable en la calle de baretos llenos y niñatos con coches tuneados.

Si el año pasado se nos perdió Jaime, éste se ha perdido Ignacio. El pobre se despistó al volver del agua, y no fue capaz de localizar nuestra sombrilla entre el bosque umbelífero en que se había convertido la arena. Lo encontró una señora, que lo entregó a los de Protección Civil. Cuando se encontró conmigo, el pobre estaba serio, sin llorar, como reprochándome no haberle cuidado lo suficiente. Lo cierto es que ya vamos teniendo experiencia en este tipo de situaciones. No diré que nos pudimos relajar un rato con la falta de Ignacio, sabiendo que antes o después estaría en buenas manos –todo se andará-, pero tampoco nos agobiamos demasiado, después de la experiencia de perder también a Jaime en la calle del Infierno, que como todo el mundo sabe está llena de gitanos campistas cuya principal ocupación es robar niños.

Si fuera por mí, ya he tenido bastante playa por hoy, pero cualquiera dice a los cuatro fieras que esta tarde no hay playa. Hasta han inflado una barquita de plástico con la que dicen que van a pescar peces provistos de una red camaronera. No he querido quitarles la ilusión, pues es lo más preciado que tienen.

Seguiremos informando.

sábado, 25 de junio de 2011

Apuntes (112): Paraísos de la infancia


Ocho años cumple ya Miguel. Ocho años desde que los niños se instalaron en nuestras vidas para cambiarlas, para alegrarlas con sus risas y su cariño, para crisparlas a veces con sus llantos, para dotarlas de un sentido distinto al que hasta entonces habían tenido.


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Al salir anoche al patio, revuelo escandaloso entre las ramas de la glicinia: una pequeña bandada de pájaros asustados al ver profanado su tranquilo santuario. Uno de ellos se coló en la casa desorientado por la luz, y aquí ha pasado la noche. Muy de mañana hemos oído unos sollozos apagados. Era Ignacio, que al bajar por las escaleras ha visto una “cosa” volando, y se ha quedado agazapado en el rellano con más miedo del pájaro que el que el pájaro tenía de él.

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Doblan a muerte las campanas de la Peña en el silencio de la mañana, un sonido que se ha mezclado durante siglos con los murmullos del campo, un tañido fúnebre, que no lúgubre, anuncio de la llegada de una visita largo tiempo esperada, asumida por las generaciones de campesinos con una sabiduría que nunca han tenido las gentes de ciudad.

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Ayer cenamos en la plaza, y los niños no pararon de correr de un lado para otro con los demás niños, jugando a cogerse, intercambiando bicicletas, trepando por la fuente y por los muretes, mientras nosotros, plácidamente sentados, cazábamos al vuelo de vez en cuando a uno de ellos para meterle en la boca un trozo de croqueta o una cucharadita de pisto. El más difícil de atrapar era Gonzalo, que daba vueltas como un loco y no atendía a nuestras llamadas, mientras que a Jaime no había que perseguirle, porque acudía de vez en cuando a la mesa a recoger su ración. Con Gonzalo tuvimos que tomar medidas especiales, y salíamos a recibirle como a un torito travieso, esgrimiendo un tenedor en lugar de un estoque, y él abría la boca feliz para seguir jugando a la vez que comía.

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Soy consciente de que estas horas felices que pasan los niños en verano en Alájar son hoy un raro privilegio de los pocos pueblos donde los padres dejan jugar solos en las calles a sus hijos. Yo no he tenido esa suerte en mi infancia, ni en la ciudad ni en el pueblo costero donde veraneábamos. Tan sólo recuerdo un viaje, tendría yo seis o siete años, en que mis padres me llevaron a pasar unos días en Antas, un pueblo de Almería de donde procede mi familia. Tengo un grato y vago recuerdo de aquellas horas felices plagadas de luciérnagas, calles vacías de coches, silenciosas por la tarde y llenas de los gritos de los niños a la caída del sol, mientras los mayores tomaban el fresco a la puerta de sus casas; aventuras trepando por los tejados y una pariente nuestra que era monja joven y se apuntaba a todas nuestras proezas; parras con la fruta madura y dulce que comíamos allí mismo; el agradable olor dulzón de las higueras, baños en las albercas, casas umbrías de muros anchos… Un paraíso de la infancia perdido hoy en aras de la prosperidad y la riqueza que han dejado los cultivos en invernaderos. Los antenses son ahora muy ricos, pero sus hijos no pueden jugar en las calles.

domingo, 24 de abril de 2011

Gonzalo



Gonzalo es el benjamín, y se nota. Tiene a raya a toda la familia, y lo mismo te estampa un besito en la mejilla que te suelta un mandoble porque no le parece bien que le niegues un trozo de chocolate. Se considera igual en fuerza y tamaño que sus hermanos, y es el primero en acudir a las melés que se forman en los pasillos a la hora en que sus papás tratan de descansar. Suele coronar con éxito la montaña humana clavando la rodilla en el colodrillo del pobre Miguel, que aúlla como un coyote jaleado por Jaime, dando fin al conato de siesta. Si le riñes deja caer al suelo los tres chupes que suele portar y baja la mirada más digno que un cardenal. Entonces cuesta horrores ganar su perdón, a pesar de haber sido él quien ha largado un tremendo bocado a su hermano Ignacio. Corre a encerrarse voluntariamente en un cuarto de baño , y sólo al cabo de interminables ruegos y súplicas se digna a abrir la puerta y avanza majestuoso al salón para recuperar sus chupetes y tomar posesión de su asiento favorito. Además de la fuerte personalidad que demuestra, Gonzalo es un machote y un campeón. Cuando se quemó el brazito con café lloró lo justo, y durante las dolorosas curas apretaba los dientes mudo y orgulloso; el dolor sólo se le notaba en su cara y en alguna que otra breve lágrima que no podía reprimir.

Gonzalo todavía lleva pañales, pero le queda poco, este verano alcanzará su mayoría de edad mingitoria y cagatoria. Hasta ahora hablaba muy poco, aunque lo entendía todo, pero desde hace unas semanas se ha soltado y repite todas las palabras que decimos; eso sí, únicamente las vocales y las consonantes "m", "p" y "t". Supongo que hace ya un tiempo que dejó de ser un bebé, aunque nosotros de vez en cuando lo seguimos llamando así; dice Miguel que hasta los tres años un bebé no pasa a ser niño, y él acaba de cumplir dos, así que disfrutaremos un año más de nuestro bebé, y cuando se haga niño seguirá siendo el pequeño, que eso marca mucho (y nos marca también a sus hermanos y sus padres, con cariñosos arañazos que hacemos como si no nos dolieran).

Así es Gonzalo, el pequeñuelo de la familia, que ha dejado un sospechoso rastro babosil en las pantallas de mis amigos.

viernes, 22 de abril de 2011

Apuntes (XCII): El avance del mundo


Entiendo la devoción que suscitan las imágenes de la Semana Santa, y he compartido muchas veces el ambiente mágico que se vive en las calles al paso de los cortejos de las hermandades. Toda la parafernalia de la Semana Santa sevillana, que es la que conozco, tiene una belleza indudable, pero –siempre hay un pero– me llega a empalagar la profusión de crucificados y dolorosas, a cuál más rococó en su dolor de madera, y las numerosas exaltaciones que aparecen por estas fechas, si bien hermosas y de indudable calidad literaria algunas de ellas, tomadas en su conjunto me causan una sensación de embriaguez casi insoportable por su potencia odorífera, valga la metáfora, que me recuerda a esos racimos apretados de jazmines morunos que nos salieron al paso el otro día en el sendero. Digo esto con el máximo respeto para los que viven con intensidad estas fechas, que lamentablemente han visto este año truncado por la lluvia el disfrute de los días grandes.

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No sé por qué, se me acaba de venir a las mientes (lo de mientes lo digo por dármelas de culto) Lo que el viento se llevó, gran película y mejor libro. Si ponemos en un extremo a Ashley Wilkes y en el otro a Rhett Butler yo estaría situado a la izquierda de Ashley.

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El mundo avanza gracias a los Rhetts Butlers, y los Ashleys Wilkes se limitan a verlo pasar, disfrutando lo que pueden, que no es poco.

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Viernes Santo de finales de abril y todo el día con una lluvia más propia de noviembre. Acababa de escampar cuando he aprovechado para sacar a los niños, más D., la amiga del alma de Jaime, al parque, y que al menos les diera el aire… y el agua, pues tuvimos que salir corriendo de vuelta a los diez minutos. Lo único que nos reafirma en que estamos en primavera es el suelo de las calles, lleno de flores mojadas en lugar de hojas.

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A uno le da reparo últimamente utilizar el indefinido “uno” al escribir. Eso le pasa a uno por malo…

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¿Y qué significa que el mundo avanza? ¿Hacia dónde debe avanzar? ¿Qué importancia tiene que lo haga? Nada, a ningún sitio, ninguna. ¿Habrá frase más hueca?

jueves, 17 de marzo de 2011

Apuntes (LXXVII): Limones gratis



Los que lo pasan realmente mal no son los tartamudos, sino quienes los escuchan.

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Ante una provocación lo inteligente no es responder, ni callar, sino cachondearse del provocador, aunque tal alarde de inteligencia puede hacer peligrar la integridad física del provocado.

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Es más el dinero que se invierte en los actos de presentación de los programas de fomento del empleo, subvenciones a pymes, programas de formación... con toda su parafernalia de carteles, páginas webs y gasto en guardaespaldas de los gerifaltes que acuden a la inauguración, que el pírrico alivio que obtienen los poco probables beneficiarios a los que se destinan estos fastos.

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Es curioso observar cómo los niños conceden importancia a algunas cosas que son para nosotros intrascendentes. En nuestra nueva vecindad hay muchos naranjos y limoneros, y de vez en cuando, si lo necesitamos para cocinar, cogemos algún limón directamente del árbol. Eso es algo que fascina a los niños. Ayer por la mañana, al recogerlos del colegio, Jaime me estaba hablando entusiasmado del asunto, hasta que al fin ha dicho: "Papá, ¿a que está muy bien nuestra nueva vida de limones gratis?"

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Estudié Economía como podría haber estudiado Filología; trabajo de profesor como podría hacerlo de notario; escribo a diario como podría acudir a un gimnasio todas las mañanas.


Imagen superior: Vincent Van Gogh. Naturaleza muerta con limones en un plato (1887).

domingo, 30 de enero de 2011

Apuntes (LV): Escenas de domingo


Cuando era niño las tardes de los domingos me traían una especie de ilusión por lo que depararía el futuro próximo de la semana; de joven lo que sentía era angustia, una opresión en el estómago que me hacía desear que se parase el tiempo para que nunca llegase el lunes.
Ahora, recién estrenada mi madurez, siento una melancolía entre dulce y amarga, tirando a uno u otro lado según mi estado de ánimo, cambiante como el crepúsculo. Intuyo que en la vejez los domingos me dejarán indiferente, como cualquier otro día de la semana, porque habré llegado a entender que el tiempo no significa nada.

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Jaime está tosiendo malamente, una de esas toses de perro que anuncian la laringitis, y sólo quiere acurrucarse a mi lado. Ojalá pueda encontrar toda su vida un regazo cálido donde enjugar los males y las tristezas.

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Y ahora es Gonzalo quien me llama, con una voz clara, nítida, desde la cuna, reclamando su derecho a ser recogido amorosamente, a ser mimado, como corresponde a un niño de poco más de un año. Porque yo mimo a mis hijos, sí, y estoy orgulloso de hacerlo. El amor y el cariño es el mejor regalo que un padre puede ofrecer, y además nunca se agota, y no cuesta dinero.

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Cojo en brazos a Gonzalo y lo llevo a la cocina para darle la merienda. No se despega de mí, y mientras sorbe el batido con su pajita me pone la cara para que le de besitos. El muy carota no se conforma con uno sólo.

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Mientras tanto, Ignacio revolotea por la casa con su andar pausado, y Miguel está arriba ayudando a su abuelo, que monta una cajonera. Ignacio se piensa cada palabra que dice, y habla con convicción, mientras que Miguel ya me aventaja de largo en cuestiones relacionadas con destornilladores, alicates y taladradoras.

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Y tras esa aparente calma sigue acechando un fantasma, aunque ya hace tiempo que no temo al lunes.