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miércoles, 21 de diciembre de 2016

Breve historia de la libertad


El afán por controlar, por imponer, por dirigir, es un mal que aqueja al hombre desde el origen. En un principio era una cuestión de supervivencia, el único modo de medrar en unas sociedades primitivas cuya economía dependía de la unión de todos sus miembros. La libertad, esa palabra sagrada y maltratada, estaba fuera de toda cuestión. Con el mal llamado progreso, y a raíz sobre todo de la Revolución Francesa, esta libertad empezó a estar en boca de todos, y sobre todo de los oprimidos, precisamente aquellos que nunca pudieron soñar con algo tan hermoso. Pero cuando estos deposeídos creyeron alcanzar esa libertad en cuyo nombre quemaron y mataron, en lugar de alzarla como trofeo y proclamar la venida de un mundo nuevo más feliz la utilizaron como arma asesina, y mancharon de sangre sus letras de oro. La historia reciente de los pueblos demuestra que hay que temer el grito libertario; de Petrogrado a Berlín, de Washington a Tokio, en Pekín, Madrid, Sarajevo o La Habana, la libertad ha cambiado de amo pero ha seguido siendo esclava. Nunca una idea noble fue tan dañina, ni hizo poderosos a tantos dictadores que se revistieron de autoridad inmoral para llevar la desgracia a sus huestes.

Y en pleno siglo XXI, en nuestros países democráticos, la libertad sigue en retroceso, no con la sangre y el fuego tan bien ilustrados por Chaves Nogales, sino de un modo más sibilino, más tendencioso, yo diría que más peligroso por su labor callada y dañina. Las dictaduras de hoy nos inundan con la niebla hedionda de lo políticamente correcto. El pensamiento ha de ser único; no se deja vivir al que está fuera de la secta, se adoctrina en las escuelas, la prensa ha perdido la independencia, e Internet, ese reducto maravilloso que aún me permite escribir estas líneas, se debate en la banalidad de unas redes sociales donde lo que importa es demostrar lo guapos que somos mientras otros nos van chupando la sangre.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Contra el fundamentalismo tecnológico en la educación

Inger Enkvist: "Hoy las escuelas son guarderías para adolescentes"

Lo que necesitan aprender los alumnos no tiene que ver con Internet. Necesitan lengua, matemáticas, geografía, historia... Necesitan convertirse en buenos lectores con un amplio vocabulario y una sólida base de conocimientos generales sobre el mundo. Para conseguir esto, Internet es más una distracción que una ayuda. Internet les va a servir después de conseguir esa formación de base. Es magnífico para la persona que ya tenga conocimientos y necesite comprobar un dato o la ortografía de un nombre.
Por desgracia, y hablo por experiencia, esta verdad tan evidente cada vez es más soslayada. Los nuevos profesores, criados en la sopa boba de la educación sin esfuerzo, tienen la fe de los conversos. La profesión deja de atraer la poca excelencia que se fabrica en unas universidades que reparten títulos devaluados, y que me perdonen las numerosas excepciones, que no deben verse reflejadas en este análisis.

sábado, 1 de octubre de 2016

La invasión de los ultralomces


La educación se ha convertido en una fábrica de zombies. Tengo compañeros zombies, directivos zombies, inspectores zombies, políticos zombies, y los alumnos que me llegan si no son zombies todavía es porque aún están en proceso de transformación, y a pesar de mis esfuerzos me es imposible parar su muerte en vida. ¡Qué lejos quedan aquellos tiempos en que en los claustros se discutían asuntos de importancia, se compartían puntos de vista, hasta nos dábamos mamporros para defender una u otra postura! Signo de que estábamos vivos, de que la sangre latía en nuestras venas y transmitíamos a nuestros discípulos algo más que logses, loes, lomces, competencias y currículos. La burundanga ha entrado en nuestros centros de enseñanza, la utopía de 1984 está más cerca de lo que parece, a pesar de la caída del muro socialista. Otras fuerzas poderosas se imponen en las mentes, las corroen, las vacían de ideas, de sustancia, de vida. Las innovaciones educativas amenazan con ocupar el espacio de las dudas racionales, la tecnología de google invade nuestros cuerpos.

Pero siempre quedaremos unos pocos rebeldes que, aunque resignados, dejaremos un poso de inquietud en nuestros hijos, en nuestros alumnos más inmunes a la estulticia, y de ahí partirá la contrarrevolución. No les quepa duda de que las aguas volverán a su cauce.

martes, 10 de mayo de 2016

Nuevo libro de Economía de la Empresa



Acaba de salir mi nuevo manual de la asignatura de Economía de la Empresa de 2º de Bachillerato de la editorial Algaida. Mejora mucho el anterior, sobre todo por la inclusión de bastantes más ejercicios prácticos, aparte de la renovación de textos, nuevas ilustraciones, etc. Un trabajo duro de la editorial y mío que espero sirva a varias generaciones de alumnos. No es literatura, pero el esfuerzo es grande, y se pone mucha ilusión en estos menesteres.

jueves, 23 de abril de 2015

El Quijote y la Economía


Hoy, día del libro, he seleccionado para mis sufridos alumnos de bachillerato unas lecturas de nuestro autor más universal, Miguel de Cervantes (el pobre anda últimamente removiéndose literalmente en su tumba), y probablemente la obra cumbre de la literaura universal, ésa en que un hidalgo cuerdo que vivió en un mundo de locos nos da unas sublimes lecciones de humanidad a cuatro siglos de distancia. Como no podía ser menos, Cervantes pone en boca de don Alonso Quijano varias jugosas manifestaciones relacionadas con la Economía, lo que tiene un indudable mérito si consideramos que lo que hoy se estudia en universidades de todo el mundo no adquirió rango de ciencia hasta dos siglos después de la publicación de las andanzas del famoso hidalgo y su escudero. Como botón de muestra, este pasaje de la primera parte, en el capítulo segundo:
Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes; a nadie le era necesario, para alcanzar su ordinario sustento, tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían. En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquiera mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo. Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre, que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían […]
Hermosa e inocente utopía, que por desgracia evolucionó a distopías suscritas por Marx y sus hijos políticos, desde Lenin hasta Sánchez Gordillo pasando por Fidel Castro.

Y qué decir de las continuas referencias a la asombrosa variedad de monedas que circulaban por nuestro Siglo de Oro, y que tenían valor intrínseco, no como los papelajos que emite el señor Draghi en el siglo XXI. Así, en la segunda parte, capítulo veintiocho, habla Sancho:
Cuando yo servía a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuesa merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida; con vuesa merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero andante que el que sirve a un labrador.
O en el episodio del relato del cautivo (Parte I, Cap. 34):
Así como acabamos de concordarnos y escoger nuestros ejercicios, mi padre nos abrazó a todos, y con la brevedad que dijo, puso por obra cuanto nos había prometido; y dando a cada uno su parte, que, a lo que se me acuerda, fueron cada uno tres mil ducados, en dineros, porque nuestro tío compró toda la hacienda, y la pagó de contado, porque no saliese del tronco de la casa, en un mismo día nos despedimos todos tres de nuestro buen padre.
Para terminar con las referencias a los ducados, principal moneda de la época, tomemos el pasaje en que Don Quijote libera a los presos condenados a galeras (Parte I, Cap. 22), donde surge esta conversación:
— Yo voy por cinco años a las señoras gurapas, por faltarme diez — Yo daré veinte de muy buena gana dijo Don Quijote, por libraros desa — Eso me parece, respondió el galeote, como quien tiene dineros en mitad del golfo, y se está muriendo de hambre, sin tener adonde comprar lo que ha menester: dígolo, porque si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano, y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover de Toledo, y no en este camino atraillado como galgo; pero Dios es grande: paciencia y basta.
También hay en la obra numerosas referencias a los escudos, como en el episodio de Sierra Morena (I, 23):
En esto alzó los ojos, y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que estaba caído en el suelo, por lo cual se dio priesa a llegar a ayudarle si fuera menester; y cuando llegó fue a tiempo que alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida a él, medio podridos, o podridos del todo y deshechos; mas pesaban tanto que fue necesario que Sancho se apease a tomarlos; y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venía. Hízolo con mucha presteza Sancho; y aunque la maleta venía cerrada con una cadena y su candado, por lo roto y podrido della vio lo que en ella había, que eran cuatro camisas de delgada holanda, y otras cosas de lienzo, no menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro, y así como los vio dijo: — ¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho!
O a los reales, sin ir más lejos cuando Don Quijote es armado caballero (I, 4):
El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó Don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta Don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho (y aún no había jurado nada) que no eran tantos; porque se le habían de descontar y recibir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.
En cuanto a las llamadas monedas de vellón, se puede decir que eran la calderilla de hoy en día: maravedíes (palabra bella donde las haya, de clara etimología almorávide), blancas, cornados, cuatrines y ardites. Algunas de ellas, como la blanca y el ardite, se invocan hoy para expresar algo sin importancia). En II, 67 Don Quijote nos habla del origen del maravedí:
(…) y este nombre albogues es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, conviene a saber: almohaza, almorzar, alfombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía y otros semejantes, que deben ser poco más; y sólo tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en i, y son: borceguí, zaquizamí y maravedí; alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como el i en que acaban son conocidos por arábigos.
Incluso conocemos el precio de venta de la primera parte del Quijote gracias al escribano que incluyó de su puño y letra la preceptiva tasa:
(…) tasaron cada pliego del dicho libro a tres maravedís y medio, el cual tiene ochenta y tres pliegos, que al dicho precio, monta el dicho libro doscientos y noventa maravedís y medio, en que se ha de vender en papel.
La misma Teresa Panza, esposa de Sancho, en su carta a la duquesa (II, 52), nos orienta sobre el valor adquisitivo de la época:
— Yo, señora de mi alma, estoy determinada, con licencia de vuesa merced, de meter este buen día en mi casa, yéndome a la corte a tenderme en un coche, para quebrar los ojos a mil envidiosos que ya tengo; y así, suplico a vuesa excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo, porque en la corte son los gastos grandes: que el pan vale a real, y la carne, la libra, a treinta maravedís, que es un juicio.
Para finalizar este pequeño recorrido por las monedas del Siglo de Oro y su ilustración en el Quijote, La blanca fue la moneda de menor valor acuñada por los Reyes Católicos en 1497. Sólo equivalía a medio maravedí, por lo que se empezó a usar la expresión popular "estar sin blanca", que ha llegado hasta nuestros días con el sentido de quedarse sin dinero. En el capítulo donde se cuenta la graciosa manera que tuvo Don Quijote en armarse caballero (I, 3), el ventero le interpela:
Preguntóle si traía dineros; respondió Don Quijote que no traía blanca, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído.
Y en fin, tras este recorrido un tanto largo por la Economía y las monedas de aquella época no sé si gloriosa, pero ciertamente apasionante, me conformo con haber despertado el gusanillo aunque sea en un solo alumno para que deje el móvil y la play aparcados por un tiempo, coja un buen tomo o una de esas maravillosas ediciones gratuitas en formato electrónico, y se disponga a leer con tranquilidad una obra por la que quedará agradecido toda su vida, y a la que seguro volverá en el futuro.

domingo, 15 de marzo de 2015

Halffter acerca la ópera a las aulas


Gracias al entusiasmo y al intenso trabajo de mi compañero y amigo Pepe Galeote, un grupo de más de cien alumnos de bachillerato de mi centro, el Instituto Cristóbal de Monroy de Alcalá de Guadaíra, ha podido vivir una experiencia artística de primera magnitud en torno al estreno de la ópera Dr. Atomic, de John Adams, yo diría que bastante más enriquecedora que la de cualquier asistente a una de las funciones.

El "primer acto" de esta inolvidable función arrancó hace justo un año, cuando Pedro Halffter, director artístico del Teatro de la Maestranza, acudió a nuestro centro gracias a las gestiones del profesor Galeote, y en el salón de actos encandiló al respetable (sobre todo a "las" respetables) con una conferencia acompañada de demostraciones al piano. Los chavales no salían de su asombro, e incluso uno subió al escenario para tomar la batuta de manos del maestro y proceder a dirigirle, con escaso éxito por cierto. Al final el maestro, que también quedó encantado con la respuesta de los alumnos, prometió llevarlos a la ópera a una de las funciones de la próxima temporada. El título elegido fue nada menos que uno del siglo XXI, la ya citada Dr. Atomic, un reto para la orquesta, los cantantes, la escena y, no hay que olvidarlo, especialmente para los oyentes, cuyo oído está habituado a las armonías de Verdi y Puccini, pero no a disonancias ni a conflictos éticos en lugar de los consabidos enredos de alcoba. El maestro sabía lo que hacía, pues los oídos de la gran mayoría de nuestros alumnos estaban "vírgenes" en este tipo de música, y por tanto libres de prejuicios.

El "segundo acto" fue hace dos semanas, en que se organizó una mesa redonda en el instituto donde intervinimos profesores de distintas áreas, aportando diversas perspectivas a la ópera. Aparte de la imprescindible visión musical aportada por la profesora María José, fue muy instructiva la presentación de los profesores de física, Cristina y Jesús, explicando los fundamentos teóricos de la bomba en una serie de transparencias que "hasta los de letras" entendieron a la perfección. El apartado histórico corrió a cargo de Fernando, que explicó el contexto en que se desarrolló el proyecto Manhattan, al final del cual los alemanes ya se habían rendido pero quedaba el peligro japonés. Al final de su intervención hizo esta inquietante pregunta a los alumnos: "Si vosotros hubierais estado en el lugar de Truman, ¿habríais dado la orden de tirar la bomba?". A continuación otro compañero de historia, Pablo, nos hizo disfrutar refiriendo la anécdota del "incidente", por así llamarle, de Palomares, evocando las impagables imágenes del Sr. Fraga bañándose con  su flamante Meyba en compañía del más atlético embajador americano. Manuel, nuestro compañero de Lengua, nos abrió los ojos ante la riqueza literaria de la ópera, donde desfilan poetas como Donne o Baudelaire, además de fragmentos del Bhagavad-guitá, no en vano Oppenheimer, padre de la bomba y personaje principal de la ópera, era un hombre cultísimo y políglota, que llegó a aprender sánscrito para leer el poema hindú en su texto original. Otra intervención muy interesante fue la de Antonio, profesor de clásicas, que nos ilustró sobre los orígenes griegos del átomo y la energía atómica. No sé quién aprendía más, si los alumnos o los profesores que allí estábamos. Un servidor, por su parte, hizo de malo de la película, y defendió el proyecto Manhattan con fríos argumentos económicos basados en el coste de oportunidad. En mi poco humilde opinión la bomba salvó millones de vidas humanas, por no hablar de los aspectos materiales, y la tecnología se habría culminado antes o después, incluso con más peligro. Al final de la intervención de los profesores se inició un acalorado debate con los alumnos, y he de decir para mi satisfacción que una mayoría estaba de acuerdo con mi tesis (como muchos no me conocían de nombre, se refirieron a mí como "el maestro que ha defendido la bomba", título del que no sé si sentirme orgulloso).

Y pasamos al tercer y cuarto actos, ya en el teatro la semana pasada, en el preestreno, fuimos los únicos autorizados a entrar (¡gracias, maestro Halffter!). Después de todo el trabajo realizado estábamos en condiciones de disfrutar de una partitura magnífica, como también fue espléndido el trabajo de la Sinfónica de Sevilla dirigida en el foso por Halffter. La puesta en escena, importada de una producción de Karlsruhe, fue especialmente brillante en el primer acto, con un juego de luces y escenas por detrás de un velo de tul situado en la boca del escenario y sobre el que se proyectaban diversas imágenes de dibujos y textos originales desclasificados sobre la bomba. A mi juicio en el segundo acto el desarrollo escénico fue demasiado monótono, condicionado sin duda por lo onírico y simbolista del libreto. Los cantantes, no obstante, rayaron a gran altura, especialmente el barítono protagonista, que interpretaba a Oppenheimer, y la mezzo que hacía de Pascualina, con un hermoso color de voz de contralto. Tuve la suerte de ver el primer acto desde la primera fila del patio de butacas, "camuflado" entre un grupo de chavales, y en el aria final Oppenheimer salió del escenario, avanzó hasta nosotros, se detuvo justo delante mía y, milagrosamente, desgranó esa maravilllosa música con texto del poeta John Donne (aquí, mi traducción). No tengo el vídeo de la función, pero sirva de muestra éste de otra distinta.



En resumen, una experiencia inolvidable para todos, y que la generosidad del maestro Halffter promete que se repita en el futuro. ¡Gracias maestro! ¡Gracias, Pepe!

jueves, 26 de febrero de 2015

Enhorabuena a mis alumnos del Cristóbal de Monroy



Hoy quiero hablar de un éxito de los buenos, por lo que tiene de compartido con unos alumnos de bachillerato que no sabían lo que era la Economía hasta hace unos meses y ahora están a las puertas de acudir a Fráncfort a la sede del Banco Central Europeo. Se trata de un concurso llamado Generación Euro, que en una primera fase ya supuso una gran criba entre los centros educativos públicos y privados de toda España. Gracias a mis alumnos la pasamos, junto con otros 52 equipos. En la siguiente fase debíamos realizar un trabajo razonado sobre los previsibles acuerdos adoptados por el Sr. Draghi y el Consejo de Gobierno del BCE en su reunión del 22 de enero. La cosa estaba difícil, pero afortunadamente también hemos superado esta prueba. Ya sólo quedan tres equipos: uno de Barcelona, otro de Madrid y el nuestro de Alcalá de Guadaíra, y acudiremos a Madrid en abril para defender un trabajo en la sede del Banco de España  para pelear en buena lid por representar a nuestro país en Fráncfort. El premio gordo, de todos modos, ya lo tienen. Mi enhorabuena a Jesús, Ana, María José, Coral y Pablo.

sábado, 7 de junio de 2014

Claustrofobia


Desde hace casi veinte años pertenezco a algún claustro de profesores, y este contacto tan continuado con un elemento patógeno ha ido agudizando una sensación extraña, leve al principio pero que ha ido adquiriendo una fuerza cada vez mayor, derivando en la actualidad en una auténtica claustrofobia difícil de ocultar y sobrellevar. No quiero que se me malinterprete: tomados individualmente mis compañeros de claustro son [casi] todos encantadores, especialmente los improbables lectores de este blog. El problema surge en la reunión, en la colectividad de la sala de profesores, donde el claustro se convierte en una masa informe que opina, corrige, intercambia experiencias, critica, se duele de su situación pero a la hora de la verdad se resigna y no resuelve nada, sólo hay unión en el supuesto infortunio, nunca en la acción; los elementos extraños ganan siempre la partida. Por eso me siento cada vez más una isla dentro de un archipiélago conquistado por el Imperio, agacho la cabeza y me dedico a corregir, y saludo a todos por educación con una sonrisa en la boca; procuro llevarme bien con mis compañeros, pero cuando salgo de ese claustro todos los días me voy con la sensación de haber abierto con alivio la puerta de un ascensor donde todos mirábamos al techo esperando con impaciencia el fin del viaje.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Creando conocimiento


Cuando terminé la carrera de Económicas, una de las pocas cosas que tenía clara es que no quería ser profesor. Como el destino es cómplice de mi pereza acabé sacando las oposiciones de Secundaria para después estar nueve años como profesor asociado de Universidad. Ya desde que me apunté a los cursos de doctorado vislumbré la gran mentira que supone la vida universitaria en España, de la que como alumno tenía una ligera idea, de ahí que no acabara por hacer la tesis, y al final renunciara a mi plaza de asociado, calentito como estoy dando clases de Economía a mis alumnos de Bachillerato. Aún me siguen mandando correos de la universidad, y hoy he recibido uno que me reafirma más en mi opinión sobre la inutilidad (salvo honrosas excepciones) del trabajo académico.

Estimada Comunidad Universitaria:    
Desde el Centro de Estudios de Postgrado (CEDEP)  informamos del acto de defensa pública de la Tesis Doctoral titulada "ANÁLISIS DE LOS ERRORES MORFOSINTÁCTICOS EN LA INTERLENGUA DE LOS ESTUDIANTES EGIPCIOS DE ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA", de la que es autor D. ...
Impresionante contribución al saber científico, sin duda...

domingo, 26 de enero de 2014

Vacilando, que es gerundio


Ya sé que no suena muy grandioso un reportaje en un periódico local sobre mis clases de Economía en Bachillerato, pero qué quieren que les diga, en los tiempos que corren a uno le hace ilusión que sus alumnos le aprecien y digan que aprenden algo y hasta que les gusta la asignatura. O a lo mejor es todo peloteo, pero yo por si acaso me lo creo...

martes, 11 de junio de 2013

Discriminación salarial educativa


Es de sobra conocida la política de igualdad que lleva a cabo desde hace décadas la Junta de Andalucía, y que ha obtenido indudables logros fruto del esfuerzo y dedicación de varias generaciones de políticos y políticas. Así, tenemos la suerte de contar con el mismo número de consejeros que de consejeras. Además, gracias a unos regalos en forma de portátiles los niños pobres se pueden conectar a internet en sus casas sin necesidad de usar la Wii o el esmartiví, y esas mismas familias pobres reciben 6000 eurazos por matricularse en bachillerato, faltaría más que sólo los ricos pudieran acceder a esta enseñanza gratuita. Otro síntoma de igualación se observa en el nivel educativo del "alumnado": hoy en día todos y todas son igual de burros y burras, con perdón (en la escuela pública, que la privada y la concertada es otro cantar). Los títulos de la ESO se regalan a mansalva, y gracias a la diversificación alumnos que antes eran considerados como "diferentes" ahora son igual de listos que todos los demás, y obtienen sin complejos su correspondiente título. Toda esta encomiable igualación se ha ido trasladando, cómo no, a los sueldos públicos, de modo que un maestro cobra poco menos que un profesor de instituto, no vaya a ser que a este último, que tiene un trabajo tan prestigiado, se le vayan a subir los humos por haber estudiado una carrera superior. Cada vez nos acercamos más al paraíso castrista, donde el compañero barrendero cobra lo mismo que el camarada médico. Hoy, sin embargo, las figuras que rigen nuestros destinos (inspectores, políticos y demás ralea, maestros barbados la mayoría) me han sorprendido, pues han rizado el rizo: han llevado tan lejos esto de la igualación salarial que se han pasado, y en la paga extra de junio... ¡¡un maestro cobrará más que un profesor de secundaria!! Concretamente, 1408 € frente a 1214 €, porque a ellos se les respetan los sexenios, y a los profesores, curiosamente, no. ¿Dónde hay que ir para apuntarse a maestro?

miércoles, 23 de enero de 2013

La vergüenza educativa


Han hecho de la educación una mentira; una inmensa, desgraciada, patética mentira. Los compañeros pasan más tiempo rellenando papeles, elaborando planes, diseñando competencias, evaluando incompetencias, que enseñando. Cada vez es más difícil enseñar en la escuela española, y sin enseñanza... ¿qué sentido tiene? Sin enseñanza no hay aprendizaje, y los alumnos salen igual que entraron. A lo sumo aprenden que uno no debe escribir alumnos, sino alumnos y alumnas, o alumn@s. Así se enseñan valores, así se enseña la igualdad de género. Y en la universidad, el mismo panorama. Muchas tareas, mucho pasar lista, mucho valorar la asistencia y la actitud para que al final aprueben todos, pero aprendan la mitad de la mitad de lo que aprendí yo hace veinte años en un sistema desfasado en que el profesor llegaba, explicaba su clase magistral y se iba, y yo tomaba apuntes y luego los estudiaba, y consultaba libros si era necesario, y la nota era la del examen, y a veces me preguntaban cosas "que no se habían dado", y se premiaba a los que más sabían, no a los que más interés mostraban, o hacían como que mostraban. Qué pena de enseñanza, destrozada por las hordas de pedagogos, inspectores, políticos, hasta llegar a donde hemos llegado, que hacemos lo que nos mandan por miedo a la sanción, y algunos hasta se lo creen, y los profesores somos cómplices con nuestra sumisión y nuestro silencio. Mi único consuelo es que de cada hora que hablo delante de mis alumnos, de cada curiosidad que les despierto, de cada duda que les resuelvo, saquen algo en limpio para el futuro, y ya que no puedo pedirles lo que a mí me pedían hace veinte años, al menos me mantenga firme frente a la inmundicia que nos venden como calidad educativa.

¡He dicho!

lunes, 12 de noviembre de 2012

Lo que es un Claustro


Hoy ha tocado claustro. Apasionante. Tres horas del reloj, de cuatro a siete, menos mal que he llegado temprano y he pillado sofá; aún así se me ha quedado pegado el culo, y eso que no era de escay. Ciento nueve profesores convocados; faltó alguno, pero el ambiente era tremendo, de partido grande, sólo faltaban los puros -algún nostálgico recordará los claustros de tabaco negro hasta las trancas y ceniceros desbordados-. Orden del día: lo de siempre; es decir, las chorradas de siempre que no llevan a ningún sitio, porque hace tiempo que los claustros de profesores ni pinchan ni cortan, pero traigo aquí un par de detalles inquietantes, señal de los tiempos que vivimos, y los que nos quedan por vivir.

- Se había enviado una carta al servicio de inspección firmada por el Claustro donde se referían las temperaturas alcanzadas en algunas clases durante los meses de calor. Respuesta de los inspectores: el Claustro no es nadie para enviar una carta; en todo caso lo pueden hacer sus componentes a título individual.

- Los miembros del Consejo Escolar pertenecientes al Claustro nos indican que por ley no pueden informarnos durante la celebración del claustro de los acuerdos que allí se tomaron, así que ruegan que una vez se levante la sesión, y en plan amiguetes, nos quedemos los compañeros a oír lo que tienen que decirnos (yo he optado por volver a casa y redactar estas líneas).

-La directora del centro informa que si un alumno pide ver un examen los profesores tenemos la obligación no sólo de enseñárselo, sino de... ¡hacerle fotocopias y dárselo al padre! Eso sí: la financiación de la copia (sic) corre por cuenta del alumno.

Algunas cosas son surrealistas, otras indignantes, más de una da bastante miedo, y la mayoría toca grandemente los cojones. El de Inspectores de Educación es claramente un cuerpo de comisarios políticos, y los equipos directivos son cada vez más percibidos como colaboracionistas (si no pudieran emplearlo en mi contra diría que al estilo de la Francia de Vichy). En cuanto a los pobres alumnos, la Administración se empeña en presentarlos como enemigos, y el profesor se atrinchera convenientemente, pocas salidas dignas le quedan.

¡¡Con lo bonito que es enseñar, con la mayor libertad posible, sin papeles!!

lunes, 15 de octubre de 2012

Apuntes (180): Horas perdidas


Hablaba el otro día del síndrome de El País, y hoy lo hago del "síndrome de la prensa escrita", pero en un sentido distinto: cada vez me repele más la profusión de noticias relativas a la crisis y, sobre todo, las declaraciones de los políticos, que no pueden caer tan bajo, tanto como hemos caído los que les votamos. Por otro lado, resulta patético ver cómo una gran parte de las protestas son por perder unos privilegios que nunca se merecieron.

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Quizá fui algo estricto criticando a Dickens en mis últimos apuntes: aún no había leído el final de Great Expectations, y tras hacerlo me tengo que descubrir: la escena del intento de fuga por el río Támesis es trepidante, antológica; parece un thriller del siglo XIX, con todos sus ingredientes y el talento añadido del mejor novelista que he leído nunca.

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Parece que los padres han convocado huelga esta semana. Yo tengo exámenes el miércoles, y me piden los alumnos que lo pasemos al jueves, para aprovechar la huelga del miércoles para estudiar. Nada nuevo, yo mismo en su día, etc., etc.

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Son tiempos malos para la poesía. Lo noto, lo siento... aunque, quién sabe, si esto casca de verdad se volverá a ella, es lo único que tenemos seguro.

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¡Si contara el número de horas que he pasado en los últimos años de mi vida navegando entre noticias iluminadas en una pantalla de ordenador...! No sé si es peor eso o ver la televisión...

jueves, 4 de octubre de 2012

¡Qué duro es ser maestro!


Me dijo hace poco un compañero que existen profesiones incapacitantes, en el sentido de que siempre se va contra corriente, uno nunca se siente cómodo en el trabajo, y se va generando un efecto acumulativo de desgaste. La dureza física o las condiciones laborales no tienen nada que ver con ello. Él aseguraba que la profesión docente es un ejemplo claro, y no ahora en que resulta más difícil gobernar a los adolescentes, sino que es algo intrínseco a ella: incluso en las mejores condiciones posibles, enfrentarse a un grupo de personas a las que tú vas a transmitir un conocimiento que ellas recibirán de forma pasiva no es algo natural. Yo doy y he dado clases a muchos niveles: desde chicos de bachillerato de 16 ó 17 años hasta universitarios en la veintena e incluso a personas mayores en el aula abierta de la universidad, con edades que llegaban a más de ochenta años, y que eran los más motivados por aprender. Puedo decir que nunca me he librado de esa sensación incómoda, esa especie de lucha a contrapelo, incluso cuando los resultados han sido óptimos y grande la gratificación que da el haber enseñado a quien lo necesitaba.

Como diría el maestro Mairena, para mañana mediten sobre ello y saquen sus propias conclusiones.

P.S. Ahora saldrá mucha gente diciendo que lo duro es trabajar de solo a sol en el campo y bla, bla, bla... Pues sí, pero no se trata de eso.

miércoles, 3 de octubre de 2012

La botellita de agua de los cojones


Ayer fui a la reunión de tutoría de mi hijo Gonzalo y en el rato que la profesora nos estuvo hablando se jincó dos botellines de agua de un tercio de litro. Ya estamos bastante acostumbrados, pero a mí todavía me resulta chocante acudir por ejemplo a una conferencia y nada más empezar a hablar ver cómo el orador se interrumpe, descorcha la botellita de los cojones, bebe un buche, la tapa, la pone en su sitio y sigue hablando como si nada. ¡Será maleducado! Si se prohíbe fumar a un profesor debería prohibírsele también la botellita. Pero es que la moda no es sólo para los que hablan, sino también para los que escuchan: ahora todos los niños, incluidos los míos, llevan al cole en su mochila su cuarto de kilo de líquido elemento, como si no se pudieran pasar sin beber más de una hora. Que yo recuerde, jamás sentí en clase una sed tan acuciante como para no poder aguantarme hasta el recreo y beber en la fuente, y como profesor tampoco me ha hecho falta nunca el agua, si acaso alguna vez en que la garganta está tocada, pero en esos casos resulta mejor un caramelo.

Así que ya está bien de mariconadas, tanto llenarse de líquido el estómago, que parecemos ranas, si al menos fuera whisky tendría un pase, que nos movemos por los pasillos y se oye el desplazamiento de las masas líquidas bamboleantes... Eso no puede ser bueno, y seguro que a la larga hay problemas y llegan las demandas millonarias a Fontvella o a Bezoya, con todos sus premios. Un poquito de por favor, y vamos a mantener la dignidad de nuestra profesión, que nos metemos con los niños porque piden ir al servicio cada dos por tres y nosotros no podemos estar dos segundos sin dar un trago. Que yo no me entere...

martes, 18 de septiembre de 2012

El iPhone de Mr. Keynes


Me ha... -la palabra no es "gustado"- tanto este artículo del premio Nobel norteamericano Paul Krugman, keynesiano de pro, que mañana lo voy a fotocopiar y se lo voy a pasar a mis tiernos alumnos, que acaban hoy de tener su primer contacto con la ciencia económica*. El escrito de marras se titula El estímulo del iPhone, y nuestro mediático economista establece un originalísimo paralelismo entre el gasto de los ciudadanos en aifones y el gasto público. Así, sin anestesia. Y sospecho que gracias a detalles como éste se ha ganado milllones de lectores en todo el mundo desde la tribuna del New York Times, porque hasta mis alumnos que aterrizan en el bachillerato con los conocimientos que todos sabemos que hoy día se atesoran en la ESO son capaces de entenderlo. De entenderlo, digo; es decir, sacar algo en limpio del artículo, hacer que se les encienda una luz -keynesiana, por supuesto-. Vale que yo admito muchos -no todos- argumentos de la escuela keynesiana, y ya he dicho en este blog que el estrangulamiento de la demanda está desangrando al país por el costado del paro, pero no sé, el artículo destila vapores ominosos; no voy a caer en la tentación de entrecomillar párrafos del mismo, si queréis podéis leerlo, pero esa simplicidad del análisis dirigida a todos los públicos, ese keynesianismo envuelto en la carcasa mágica del iPhone... huele, por qué no decirlo, a demagogia barata, incluso viniendo de un premio Nobel. Simplemente no me parece serio, o a lo mejor es que me estoy haciendo liberal. ¡Asco de etiquetas...!

* Vino una vez a decir Samuelson, en frase gloriosa y que cito de memoria en la era de Mr. Google, que envidiaba a sus alumnos en el primer día de clase, vírgenes de conocimientos de una ciencia tan noble como la Economía. Yo, bien pensado, es prácticamente lo único en que no les tengo envidia.

miércoles, 4 de julio de 2012

¿Ciencias o Letras?


Así se nos clasificaba, y aún se clasifica hoy, a los estudiantes que nos estrenábamos en el bachillerato. Yo siempre fui de ciencias puras, estudié tres años en la carrera de Física (lo que no significa necesariamente que completara el tercer curso) y después, por circunstancias poco claras que mis biógrafos aún están investigando, me cambié a unos estudios mixtos como son los de ciencias económicas y empresariales, precisamente los que en su día me habían recomendado en COU los ancestros jesuíticos de los actuales orientadores. Con este batiburrillo de conocimientos donde se mezclan las ecuaciones con las normas fiscales, las integrales con la Filosofía; con mis pobres recuerdos cuánticos y termodinámicos que desde hace poco revisto de poesía; así me gano la vida, que no es poco. Traigo este fugaz currículum formativo para que sirva de reflexión a esa dicotomía entre hombres de letras y hombres de ciencias, en la que muchos de mi generación nos movemos, casi siempre cayendo a un extremo  mi caso no es el más común . Los bachilleres actuales se han decantado claramente por las letras, bien en su versión más clásica de humanidades  los menos numerosos  o en esa modalidad llamada de ciencias sociales, mucho más sociales que ciencias, pues se ha despojado a éstas, incluyendo la Economía, de casi todo el aparato matemático que se necesita para su comprensión. Vivimos en un mundo dominado por la ciencia  o, más bien, por la técnica; de eso no cabe duda. Sin embargo, de manera paradójica los ciudadanos necesitan cada vez menos conocimientos científicos para valerse en su trabajo y en la vida diaria.

Esto se debe al milagro de la Técnica, que es una hija aprovechada de la ciencia cuya misión es hacernos la vida más fácil. Así, todos somos capaces de manejar con solvencia las funciones básicas de un ordenador, navegamos por Internet, descargamos programas en nuestros tablets y aplicaciones en los teléfonos móviles que nos permiten encontrar nuestro camino en un zoco árabe, pero sin embargo no tenemos la más remota idea de los principios que rigen el funcionamiento de estos cacharros, por no hablar de otros inventos más antiguos como la radio, la televisión, el avión o el submarino. Hemos llegado a un punto en que hay un corpus de conocimintos científicos al alcance de una fracción infinitesimal de la población, pero del que se aprovechan miles de millones de personas. Antiguamente el propietario de un reloj podía al menos intuir el modo en que funcionaba; incluso la energía de los primeros barcos de vapor no era difícil de entender (recuerdo que me lo explicaron en el colegio y pude comprenderlo). Hoy ningún profesor de informática está en condiciones de acercar el resultado que un alumno observa en la pantalla del ordenador a los principios químicos, físicos y electrónicos que lo hacen posible.

Ante esta situación podría pensarse que es normal que las nociones científicas que se proporcionan en la enseñanza secundaria sean cada vez más genéricas y sencillas. Ahí es precisamente donde a mi juicio está el error. Una formación íntegra y completa requiere un dominio de algunas disciplinas como la Química, la Física y, sobre todo, las Matemáticas, muy ambiciosa: del mismo rango de la que recibí yo hace casi treinta años. Y eso precisamente porque cada vez serán menos los conocimientos científicos "humanistas" que se estudiarán en la universidad, debido a la tecnificación y la especialización de las carreras. Del mismo modo en que el alfabeto es una herramienta cuyo perfecto dominio resulta imprescindible, también debería estudiarse un alfabeto matemático, y no únicamente las cuatro reglas básicas a que prácticamente se reduce la formación matemática de un alumno actual, sino también una introducción al cálculo integral y diferencial, series estadísticas, límites, ecuaciones... Algunos dirán, como sucede con el latín, que no tiene ninguna utilidad. ¡Les parecerá poco, abrir la cabeza y la mente para futuras exploraciones!

sábado, 23 de junio de 2012

Apuntes (166): ¡Oído cocina!


Oído en la cafetería de la universidad: "Hacer la o con un canuto es una facultad que se está perdiendo".


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Me alegro de no ser futbolista, así no tengo los brazos enteros tatuados con letras góticas y dibujitos arlequinados. Entiendo que haya a quien le guste, pero yo me sentiría "un tanto incómodo", y si no me tatuara me faltarían al respeto.

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El mayor signo de progreso de la España de la posguerra fue el paso de la mula al motocarro.

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Consejo para escritores: hay que tener claro qué contar y cómo hacerlo, pero lo realmente importante es para quién se cuenta.

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Consejo para economistas: hay que saber qué producir y cómo hacerlo; de hecho, esto es algo que tenemos clarísimo, pero lo realmente importante es para quién se produce.

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Oído a un alumno de cuarto curso de ciencias empresariales al entregar un  examen: "¿Cuándo estarán las notas, maestro?"

jueves, 7 de junio de 2012

Hitler en las aulas


La profesión docente es cada vez más una labor de resistencia pasiva, un luchar contra corriente contra un cuerpo de inspectores que no son más que comisarios políticos camuflados. Y por si esto fuera poco, nuestro mayor enemigo en los últimos tiempos (aparte de los pedagogos, que son un mal endémico) es la burocracia. Papeles y papeles inundan los centros: programaciones, listados de alumnos, partes de faltas, informes individualizados, partes disciplinarios... Hasta para tirarse un peo hay que rellenar un papel. Como ilustración fidedigna de esta situación traigo un vídeo elaborado por un compañero anónimo que, aunque cambia el tiempo y el lugar, refleja el mismo drama cotidiano que sufrimos en las aulas.

Dramatis personae: Adolf Hitler: Inspector; Hermann Göring: Director del centro; Joachim von Ribbentrop: Vicedirector; Heinrich Himmler: Jefe de estudios; Adolf Eichmann: Jefe de estudios adjunto; Rodrigo Rato: Secretario; Joseph Goebbels: Orientador; Angela Merkel: Limpiadora. Claustro de profesores, alumnos y alumnas, conserjes y conserjas, personal administrativo. Dirección: El puto amo.