Mostrando entradas con la etiqueta Dickinson. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Dickinson. Mostrar todas las entradas

miércoles, 30 de octubre de 2013

Emily Dickinson: As if the Sea should part


Como si el Mar se separara
Y mostrase un más extenso Mar
Y éste—aún otro—y los Tres
Sólo fuesen una conjetura

De Períodos de Mares
Desnudos de costas
Y ellos mismos fueran el Límite de los Mares
La Eternidad
—son Ellos—


As if the Sea should part
And show a further Sea—
And that—a further—and the Three
But a presumption be—

Of Periods of Seas—
Unvisited of Shores—
Themselves the Verge of Seas to be—
Eternity—is Those— 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Emily Dickinson: Perhaps you'd like to buy a flower


Tal vez quisieras comprar una flor,
Pero yo nunca podría venderla.
Si quieres tomarla prestada,
Hasta que el narciso

Despliegue su sombrero amarillo
Bajo la puerta del pueblo,
Hasta que las abejas saquen, de las hileras de tréboles,
Su jerez y su vino del Rin,

Bueno, la prestaré hasta entonces,
¡Pero ni una hora más!




Perhaps you'd like to buy a flower,
But I could never sell.
If you would like to borrow,
Until the Daffodil

Unties her yellow bonnet
Beneath the village door,
Until the bees, from clover rows
Their hock and sherry draw,

Why, I will lend until just then,
But not an hour more!

viernes, 1 de junio de 2012

Emily Dickinson: "Hope" is the thing with feathers


La esperanza es esa cosa emplumada
que se posa en el alma,
y entona su melodía sin palabras,
y nunca deja de cantar,

Y se oye, dulcísima, en la ventisca;
e inclemente ha de ser la tempestad
que pueda confundir al pajarito
que a tantos da calor.

La he oído en las tierras más frías,
y en los mares más extraños;
pero nunca, ni en lo más extremo,
me pidió una sola migaja.




"Hope" is the thing with feathers
That perches in the soul,
And sings the tune without the words,
And never stops at all,

And sweetest in the gale is heard;
And sore must be the storm
That could abash the little bird
That kept so many warm.

I ’ve heard it in the chillest land,
And on the strangest sea;
Yet, never, in extremity,
It asked a crumb of me.

domingo, 15 de enero de 2012

Emily Dickinson: When Night is almost done


Cuando la noche termina
y amanece el sol tan cerca
que alcanzamos el espacio,
es hora de acicalarse

y preparar los hoyuelos,
y olvidar haber temido
a esa huidiza medianoche
que asustó sólo una hora


When night is almost done,
And sunrise grows so near
That we can touch the spaces,
It ’s time to smooth the hair

And get the dimples ready,
And wonder we could care
For that old faded midnight
That frightened but an hour.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Apuntes (136): España negra y genios grises



La misantropía es un problema grande cuando uno está deprimido, pero una liberación en circunstancias normales.


~

El relato que hace Solana en La España negra de los locos encerrados en el penal de Santoña es espeluznante; algo así debían de ser las mazmorras de los castillos medievales. La democracia en que vivimos y el progreso mal entendido tendrá muchas carencias, pero leyendo este libro tiene uno la sensación de que en unos pocos años hemos escapado de unas cuevas tenebrosas y milenarias.

~

Creo que era Samuelson quien decía que envidiaba a sus alumnos, que por primera vez se acercaban a una ciencia tan apasionante como la Economía. A mí poco me falta para decirles que aún están a tiempo de salir corriendo.

~

Muchas veces pienso que si alguien tratara de escribir mi biografía no llenaría más de veinte páginas, y todas ellas sin interés. Los grandes hombres, sin embargo, han tenido vidas azarosas, han tratado gente principal y han sido testigos directos de grandes acontecimientos de la historia. Pero para contar lo más hondo de la vida no hay que embarcarse en empresas mundanas, sino vivir con plenitud, hacia dentro, y alimentarse de los libros y del roce con los más humildes. Por eso pienso que los más grandes son los poetas que han vuelto sus espaldas a las luminarias, y han escrito versos que acaso sólo ellos han sentido como eternos, porque nadie ha sabido de su obra. Sólo unos cuantos elegidos, después de muertos, han resurgido poco a poco, sin hacer ruido, asombrando a un mundo atónito por haberlos descuidado. Como Dickinson, una mujer cuya biografía está escrita en sus poemas; como Pessoa, que vivió en las soledades de su desasosiego y de unos versos que no le pertenecían.
~

Si no se hubiera escrito el Quijote, Dickens sería el novelista más grande de la historia.

Imagen superior: José Gutiérrez Solana. Los autómatas (1907)

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Emily Dickinson: Going to heaven!


Después de la entrada de ayer me ha salido al paso este formidable, en todos los sentidos, poema de Dickinson, y no he resistido la tentación de traducirlo.

¡Ir al cielo!
Yo no sé cuándo;
por favor no me preguntes cómo,—
¡estoy demasiado asombrada
para pensar en responderte!
¡Ir al cielo!—
¡Qué apagado suena!
Y sin embargo así será,
tan cierto como que los rebaños
vuelven a casa por la noche
a los brazos del pastor.

¡Quizás tú también te vas!
¿Quién lo sabe?
Si allí te fueras el primero,
¡Resérvame algo de sitio
junto a los dos que yo perdí!
La más pequeña “toga” me valdrá,
y sólo un pedacito de “corona”;
ya sabes que no importa el vestido
cuando volvemos a casa.

Me alegra no creer en ello,
porque mi aliento dejaría de soplar,
¡y quisiera mirar un poco más
una tierra tan extraña!
Me alegra que ellos sí creyeran,
ésos que no he vuelto a encontrar
desde la formidable tarde de otoño
en que los dejé en el suelo.


Going to heaven!
I don’t know when,
Pray do not ask me how,—
Indeed, I ’m too astonished
To think of answering you!
Going to heaven!—
How dim it sounds!
And yet it will be done
As sure as flocks go home at night
Unto the shepherd’s arm!

Perhaps you ’re going too!
Who knows?
If you should get there first,
Save just a little place for me
Close to the two I lost!
The smallest “robe” will fit me,
And just a bit of “crown”;
For you know we do not mind our dress
When we are going home.

I ’m glad I don’t believe it,
For it would stop my breath,
And I ’d like to look a little more
At such a curious earth!
I am glad they did believe it
Whom I have never found
Since the mighty autumn afternoon
I left them in the ground.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Poetas dopados


Debería haber controles antidoping para los poetas. No tiene ningún mérito atiborrarse de anfetas, fumarse veinte canutos en un cuarto de hora o zamparse un revuelto de amanita muscaria para alcanzar el trance creador. Que se lo digan a los bohemios del XIX, que se ponían de absenta hasta las trancas, así salen en los retratos con esos ojos alucinados. Lo difícil es escribir poesía a las diez de la noche, después de un largo día de trabajo y cuando los niños se han ido por fin a la cama. Ahí querría yo ver a Poe, a Verlaine y a su amiguito Rimbaud, con ese careto de degenerado, a Baudelaire o al mismo Bécquer.

La cosa viene de lejos, no hay más que recordar al Dante, que descendió al infierno nada menos que con Virgilio, un infierno con nueve círculos, como si fuera un capirote, que es lo que tenía en la cabeza el poeta florentino. Todas las épocas y todas las latitudes están repletas de poetas tronados por el efecto de sustancias extrañas. Si tomamos nuestro siglo de oro, Lope era un hiperactivo redomado, enganchado a la droga más dura: la que te la pone dura; la mala leche de Quevedo no era normal, o bien tenía almorranas o era aficionado a la quinina; en cuanto a Góngora el pobre era cascarón de huevo. Es cierto que algunos, como Unamuno o el propio Cervantes, parecen bastante cuerdos, pero así les salieron los poemas a los pobres. Podríamos hablar de muchos contemporáneos, pero lo voy a dejar aquí no vaya a ser que me lean, y con lo locos que están me peguen un tiro.

Si nos vamos fuera de nuestro país el asunto se vuelve aún más interesante. Tenemos, por ejemplo, el caso de Eliot, que aparece muy serio en las fotos pero su nariz de cuervo le delata: por ahí le cabía el manso, y si no a ver cómo iba a escribir esos versos tan raros con pájaros que hablan y cadáveres plantados en los jardines. El mismo Rilke, sin ir más lejos, que trata con tanta confianza a los arcángeles de los órdenes celestiales y cuya alma elevada circula siempre por arroyos impetuosos, forzosamente tenía que fumarse algo raro para tener esas visiones. De los rusos ni merece la pena hablar, todo el mundo sabe que están locos, probablemente intoxicados con el té que beben a todas horas de esos samovares que se los imagina uno como estufas humeantes.

Y por ir terminando con algún otro ejemplo, tomemos a los poetas americanos más insignes. Dejando aparte a Poe, cuya familiaridad con todo tipo de estupefacientes no ofrece ninguna duda, pensemos en Whitman, contemplemos su retrato, con esas barbas de patriarca bíblico. Un yonqui en toda regla, sólo he visto tíos más feos que él aparcando coches en el Virgen del Rocío.


Para ser honestos y en honor a la verdad, debo reconocer que ha habido y hay algunos (pocos) poetas limpios. Un ejemplo es Pessoa, aunque sólo a medias, porque todos los días se tomaba sus buenos lingotazos en una barra del Chiado, y el pobre murió alcoholizado, pero lo cierto es que el alcohol no le hizo el más mínimo efecto, el tío no era más cenizo porque rompió el molde al nacer, cualquiera que hubiese bebido como él habría compuesto como mínimo un par de odas y alguna jaculatoria. Sin embargo, existe un caso clarísimo de excelsitud poética combinada con limpieza de sangre: la gran poeta estadounidense Emily Dickinson.
Leyendo sobre su vida y contemplando el famoso daguerrotipo que le hicieron resulta ab-so-lu-ta-men-te imposible que esa mujer haya bebido algo distinto al agua en toda su vida.
Uno que fue muy cuco es Basho, que consiguió pasar a la historia de la poesía con el salto de la rana. Y ya para terminar, el poeta que se lleva la palma, aquél que hubiera pasado todos los controles antidoping del momento, no es otro que Hölderlin. La gente cree que estaba loco, pero es rigurosamente falso: lo que ocurre es que el tío era un artista, y se las arregló para engañar a todos y vivir de gorra en la casa de un carpintero con una habitación para él solo donde escribir tranquilamente sus poemas.

domingo, 31 de julio de 2011

Emily Dickinson: Will there really be a morning?


Will there really be a morning?
Is there such a thing as day?
Could I see it from the mountains
If I were as tall as they?

Has it feet like water-lilies?
Has it feathers like a bird?
Is it brought from famous countries
Of which I have never heard?

Oh, some scholar! Oh, some sailor!
Oh, some wise man from the skies!
Please to tell a little pilgrim
Where the place called morning lies!


---------------- 0 ----------------


¿Habrá realmente una mañana?
¿Hay algo que se llame día?
¿Podría verlo desde las montañas
si fuera tan alta como ellas?

¿Tiene los pies como nenúfares?
¿Tiene plumas como un pájaro?
¿Lo han traído de países famosos
de los que nunca he oído hablar?

¡Oh, algún estudioso! ¡Oh, algún navegante!
¡Oh, algún hombre sabio de los cielos!
¡Por favor, decid a una humilde peregrina
dónde se encuentra ese lugar llamado mañana!

jueves, 19 de mayo de 2011

Emily Dickinson: I had a guinea golden



Hoy traigo un delicioso poma de Emily Dickinson, probablemente nacido de una experiencia personal de la poetisa estadounidense, a la que es fácil imaginar recluida en una habitación de la casa de su padre y reprochando al amigo que viajó al extranjero que se hubiera olvidado de ella. En cualquier caso, el reproche lo hace con una exquisitez tal que lo de menos es la moraleja del poema, y al lector le llega de pleno su belleza. La traducción me ha costado bastante, pues he procurado mantener el ritmo yámbico de Dickinson, así como el metro. Al ajustar todos los versos al heptasílabo he tenido que sacrificar lógicamente parte de la literalidad, pero estimo que el resultado es más satisfactorio de esta forma.


Yo tuve una guinea
mas la perdí en la arena;
ya sé que no era mucho,
y había más dinero,
pero era tan preciada
a mis modestos ojos,
que al no poder hallarla
me puse a suspirar.

Yo tuve un petirrojo
alegre y cantarín,
mas al pintar los bosques
voló lejos de casa.
Vinieron otros pájaros,--
cantaron como él,--
pero mi trovador
jamás perdió su nido.

Yo tuve una estrella
venida de las Pléyades,
y cuando estaba ausente
volvió a su firmamento.
Aunque miles de ellas
iluminen la noche,
no es para mí un consuelo,
porque ninguna es mía.

Mi historia da un consejo:
he perdido un amigo,--
estrellas, petirrojos,
y una guinea en la arena,--
y cuando este lamento,
y mis amargas lágrimas,
alcancen al traidor
en tierras extranjeras,
que el arrepentimiento
le embargue por completo,
y no encuentre consuelo
ya nunca bajo el sol.


I had a guinea golden;
I lost it in the sand,
And though the sum was simple,
And pounds were in the land,
Still had it such a value
Unto my frugal eye,
That when I could not find it
I sat me down to sigh.

I had a crimson robin
Who sang full many a day,
But when the woods were painted
He, too, did fly away.
Time brought me other robins,--
Their ballads were the same,--
Still for my missing troubadour
I kept the "house at hame."

I had a star in heaven;
One Pleiad was its name,
And when I was not heeding
It wandered from the same.
And though the skies are crowded,
And all the night ashine,
I do not care about it,
Since none of them are mine.

My story has a moral:
I have a missing friend,--
Pleiad its name, and robin,
And guinea in the sand,--
And when this mournful ditty,
Accompanied with tear,
Shall meet the eye of traitor
In country far from here,
Grant that repentance solemn
May seize upon his mind,
And he no consolation
Beneath the sun may find.

jueves, 21 de abril de 2011

Apuntes (XCI): De clásicos intocables y jazmines morunos


Leo a Baudelaire, Les fleurs du mal, y sus versos se me antojan almibarados, o, empleando una palabra horrible, cursis. Siente uno cierta prevención al criticar a un poeta consagrado, que ha pasado a la historia como un grande, pero para mí los grandes de verdad atraviesan el tiempo, y sus versos no envejecen, porque están más allá de la fama que alcanzaron o que se les negó en vida.

~

Conviene leer a los clásicos sin prejuicios, ni positivos ni negativos, para paladearlos con nuestro sentido del gusto actual, sin imposturas. Entonces disfrutaremos realmente de su arte, o los desecharemos por pretenciosos.

~

No eran madreselvas lo que olía el otro día, sino el árbol del paraíso. He vuelto a la misma terraza, y contemplo hasta cuatro magníficos ejemplares repletos de sus inconfundibles flores ligeramente rosadas. Es generosa la naturaleza, que al ver cómo caen los últimos pétalos de azahar se apresura a dar la bienvenida a otras flores de perfume intenso y primaveral, para no dejar huérfanos nuestros sentidos.

~

Y hablando de perfume intenso, nada como los jazmines morunos. Hacíamos el otro día el sendero de los molinos en Alájar y pasamos por una cerca cuajada de estas flores. Ya antes de verlas su aroma nos las anunció, y al llegar a su altura el olor dulzón se hacía casi insoportable. Me acordé de este haiku (o ridaiku) de Miguel d'Ors: Tantos jazmines, / tantos jazmines, tantos... / ¡qué pestilencia!

~

Todo lo que he buscado en vano en Baudelaire lo he hallado en Dickinson y en Eliot. Hay una poesía que es intemporal, mientras que las flores esplendorosas llega un momento en que languidecen.

jueves, 14 de abril de 2011

Emily Dickinson: I never saw a Moor

Y ya puestos, otro poema de Emily Dickinson, que me está deslumbrando por las noches al leerla en el ridáider, para que luego digan que la poesía sólo se disfruta en papel.

I never saw a moor,
I never saw the sea;
Yet know I how the heather looks,
And what a wave must be.

I never spoke with God,
Nor visited in heaven;
Yet certain am I of the spot
As if the chart were given.

Yo nunca he visto un páramo,
yo nunca he visto el mar;
mas sé cómo es el brezo
y el rizo de las olas.

Yo nunca hablé con Dios,
ni he visitado el cielo;
mas sé dónde me hallo,
un mapa es Tu misterio.

Se trata de un poema delicioso, con un tono muy distinto al que traje ayer. Las palabras moor y heather son tremendamente evocadoras del desolado paisaje inglés, a pesar de la nacionalidad de Dickinson. Incluso su traducción, brezo y páramo, nos transporta a las novelas del XIX y a los escenarios misteriosos, tamizados por la niebla, que recorrió Sherlock Holmes. Para la traducción he respetado en esta ocasión la métrica, que es el alma de este poema, llevándola al heptasílabo, e incluso he ensayado algunas rimas asonantes, para tratar de acercar en lo posible la inimitable belleza del original.

miércoles, 13 de abril de 2011

Emily Dickinson: Tell all the Truth but tell it slant


Di toda la Verdad, pero escondida;

en el Camino está la virtud.
Demasiado brillante para nuestra pobre Dicha
es la espléndida sorpresa de la Verdad.

Como se alivia del Relámpago a los Niños
con una suave explicación,
la luz de la Verdad debe brotar despacio
o a todos los hombres cegará.


Tell all the Truth but tell it slant—
Success in Circuit lies
Too bright for our infirm Delight
The Truth's superb surprise

As Lightning to the Children eased
With explanation kind
The Truth must dazzle gradually
Or every man be blind—


Conocí este poema de Emily Dickinson gracias a Aurora, y hoy lo he recordado leyendo a Trapiello. Una traducción literal hace tan flaco favor al original, que me he tomado algunas libertades en mi versión. Los versos hunden sus raíces en el sentimiento religioso y el profundo conocimiento de la Biblia de Dickinson. Aúna belleza y profundidad en el mensaje, algo que raramente se consigue. Son muchas las interpretaciones, una por cada lector; prefiero no dejar la mía, y que cada cual haga suyo este enorme poema.