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miércoles, 26 de octubre de 2016

Literatura y rebelión


Escribir es rebelarse. Rebelarse contra la ignorancia, contra la incultura, contra los que se pasan la vida cerrando puertas y abriendo heridas. Escribir es respirar a través de las palabras y proclamar a gritos nuestros deseos más profundos. Escribir es confesarnos y despertar la boca hambrienta que dormía agazapada en nuestro ser. Hay que escribir a dentelladas, desgarrar las tradiciones, romper el curso de los ríos de pensamiento remansado. Si no es así, no merece la pena.

Pero no hay que confundir rebelión con revolución. Escribir para arengar a las masas es un acto supremo de imprudencia. La acción nunca vendrá por la escritura; como mucho los panfletos servirán de excusa para justificar los excesos de los ávidos de poder. La revolución es ruidosa, mientras que la rebelión es íntima. Una tiene intereses inconfesables, mientras que la otra es una zambullida en las profundidades del ser para emerger más limpio, porque en la rebelión de la escritura nos despojamos de la hojarasca cotidiana y salimos de las trincheras del tedio para correr como locos por una tierra de nadie que sólo habíamos visto a través de las alambradas.

A veces cuando escribo no me reconozco, y me gusta.



miércoles, 14 de octubre de 2015

La lengua del poeta


Hace un tiempo, leyendo un ensayo de Eliot anoté esta reflexión, no sé si literal: "La poesía no debe ser social nunca. El poeta se debe ceñir a su propia lengua".

Y es ahí justo donde radica la grandeza: en el interior. Quien hace de su arte una mera exhibición podrá tener admiradores, pero su obra no pasará de unos vistosos fuegos de artificio. Quien bucea muy profundo sin preocuparse de lo que pasa fuera, y además tiene la suerte de albergar un tesoro escondido, y aún le quedan fuerzas para sacarlo fuera arrastrándolo, como hizo Cervantes con su Quijote durante tantos años, ése sí que es un gigante. Homero, Dante, Shakespeare, Owen, Pound y algunos otros locos que nos hablan una lengua de ultratumba que no es social, ni lo pretende, porque tienen vocación universal.

martes, 5 de agosto de 2014

Aforismos literarios


1. Un verdadero escritor no debe pretender ganarse la vida con su arte, pues en ese caso acabará vendiéndose.

2. Si un artista no tiene la fortuna de ser rico deberá conformarse con el tiempo que le sobre de su trabajo más o menos decente, alejado de las letras para evitar contaminaciones.

3. Ya pasó el tiempo de los genios bohemios.

4. Los derechos de autor tienen una importancia muy relativa en las obras maestras, al menos para el autor, no así para sus herederos.

5. El peligro de la cultura gratuita no es su desaparición, sino su desprecio.

6. Los grandes escritores nunca se mueven por dinero, sino por vanidad.

7. El auténtico sabio opta por el silencio.

8. El auténtico genio está condenado a la infelicidad.

9. No hay nada más estúpido que la originalidad deliberada.

10. La literatura no es una terapia, sino un refugio.


martes, 19 de noviembre de 2013

De traducciones, higueras y peces de Babel



Estoy leyendo en su versión original en inglés un interesante ensayo de David Bellos sobre la traducción. Su título: Is That a Fish in Your Ear?: Translation and the Meaning of Everything. En español se ha traducido como Un pez en la higuera. Una historia fabulosa de la traducción. Mal empezamos. Uno de los axiomas que se proponen es que a efectos de comunicación lo inefable es irrelevante, precisamente porque no se puede transmitir, y en consecuencia todo lo que pueda ser expresado en un lenguaje lo puede ser también en otro, incluyendo la poesía, de la que son muchos los que afirman que es intraducible, y en todo caso da lugar a un poema nuevo. Estamos de acuerdo con la sutil disquisición del autor, pero lo que ya no se ve tan claro es la posibilidad de transmitir esa idea, ese mensaje, de una manera fidedigna. En las instrucciones de una lavadora la labor es mucho más sencilla que en un poema, donde el traductor debe ser él mismo un poeta para producir ese efecto milagroso de comunicación que no desvirtúe el original, ni para mal ni, ojo, tampoco para bien, pues no son pocos los casos de traducciones de poemas más brillantes que su fuente, lo que no sé si es loable desde el punto de vista utilitario de la labor de la traducción. No hay que irse muy lejos para comprobar un ejemplo de lo que digo: el propio título del ensayo en inglés, Is That a Fish in Your Ear, hace referencia al serial británico de ciencia ficción The Hitchhiker's Guide to the Galaxy, emitido originalmente por BBC Radio en los años 70 y convertido posteriormente en cómic, libros, series de TV e incluso película. En el mundo anglosajón goza de enorme éxito, y en él aparece el llamado Pez de Babel, descrito en Wikipedia en estos términos: "The Babel fish is small, yellow, leech-like, and probably the oddest thing in the universe. It feeds on brain wave energy, absorbing all unconscious frequencies and then excreting telepathically a matrix formed from the conscious frequencies and nerve signals picked up from the speech centres of the brain, the practical upshot of which is that if you stick one in your ear, you can instantly understand anything said to you in any form of language: the speech you hear decodes the brain wave matrix." En definitiva, un pez que se introduce en tu oído y hace de traductor simultáneo, de modo que se puede entender cualquier palabra que nos digan, por muy extraño que sea el lenguaje. Evidentemente, en el mundo de habla hispana no tenemos la referencia cultural de este intrépido pececillo, por lo que una traducción literal como Es un pez eso que tienes en el oído? no cumpliría con el objetivo de comunicación. Se ha optado por lo del pez en la higuera, pero, francamente, no veo la relación con el mensaje del título original. Se podría haber puesto como título el contenido de la presente entrada, pero me temo que los editores no habrían tragado. Entonces, ¿qué traducción hay para ese título? ¿No sería un título "intraducible"? Me gustaría que Mr. Bellos contestara a esta pregunta, aunque fuera en arameo.

viernes, 13 de septiembre de 2013

The sick wife (un poema chino del siglo I A.C.)


Impresiona en la poesía china la crudeza con que se exponen los motivos, lo que los realza mucho más que cualquier adorno a los que estamos acostumbrados en la literatura occidental. El siguiente poema anónimo, que rescato de la traducción inglesa de Arthur Waley (ya me gustaría poder traducir directamente del chino), transmite una desolación honda y lúgubre con muy pocos mimbres.

Ella había estado enferma durante años;Mandó buscarme para decirme algo.No podía decir lo que queríadebido a las lágrimas que fluían de sí mismas.“Te he cargado con niños huérfanos,con dos o tres niños huérfanos.No permitas que nuestros niños pasen hambre o frío;Si se portan mal, no les azotes ni les golpees.Cuando saques al bebé, acúnalo en tus brazos.No olvides hacer eso.Por último ella dijo,“Cuando los llevaba en mis brazos no tenían ropay ahora sus chaquetas no tienen forro.” [Ella muere.
Yo cerré las puertas y atranqué las ventanasy dejé a los niños sin madre.Cuando llegué al mercado y encontré a mis amigos, sollocé.Me senté y no pude ir con ellos.Les pedí que compraran algunos pasteles para mis niños.En presencia de mis amigos gemí y lloré.Traté de no afligirme, pero la pena no cesaba.Busqué en mi bolsillo y di algún dinero a mis amigos.Cuando llegué a casa encontré a mis niñospidiendo ser llevados a los brazos de su madre.Recorrí la habitación vacía de arriba abajoa uno y otro lado largo tiempo.Luego salí de ella y me dije,“Olvidaré y nunca hablaré de ello otra vez.”




She had been ill for years and years;She sent for me to say something.She couldn’t say what she wantedBecause of the tears that kept coming of themselves.“I have burdened you with orphan children,With orphan children two or three.Don’t let our children go hungry or cold;If they do wrong, don’t slap or beat them.When you take out the baby, rock it in your arms.Don’t forget to do that.”Last she said,“When I carried them in my arms they had no clothesAnd now their jackets have no linings.” [She dies.
I shut the doors and barred the windowsAnd left the motherless children.When I got to the market and met my friends, I wept.I sat down and could not go with them.I asked them to buy some cakes for my children.In the presence of my friends I sobbed and cried.I tried not to grieve, but sorrow would not cease.I felt in my pocket and gave my friends some money.When I got home I found my childrenCalling to be taken into their mother’s arms.I walked up and down in the empty roomThis way and that a long while.Then I went away from it and said to myself“I will forget and never speak of her again.”

viernes, 26 de abril de 2013

Poética (3)


En la sencillez está la virtud. Acaso quede un hueco para el brillo del ingenio, o el regalo de una sorpresa envuelta en metáforas coloreadas. La grandilocuencia es débil e insignificante: la emoción surge en la palabra modesta. La oscuridad nubla el entendimiento; la luz de un verso claro resplandece y revela.

jueves, 4 de abril de 2013

Poética (2)


Es preciso escribir de lo que se siente y de lo que se conoce de primera mano; lo demás es  puro engaño, un tomar prestadas las vivencias ajenas, un ansia de inspiración basada en la genialidad de otro. Mejor, pues, no decir nada, dejar pasar la vida como un carrusel de caballos repetidos y prestar oídos atentos al mecanismo interno de nuestra agonía.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Disquisiciones poéticas


Es inútil mirar dentro de uno mismo y tratar de descubrir algo nuevo. El escritor tiene que mirar siempre hacia fuera, observar lo que le rodea, y si es posible detectar cosas que han estado siempre ahí pero nadie las había visto. Hay que desembarazarse del yo, porque ahí dentro sólo hay humedad y tierra removida. Pocas cosas más patéticas que un poeta llorando sus miserias o narrando en directo sus experiencias místicas. A nadie importa a quién ames, ni la intensidad de ese sentimiento, porque eso es algo vulgar. Se puede cantar al amor, eso sí, pero cuando no nos inunde el cuerpo un amor concreto, y además hay que esforzarse por contemplar ese amor como algo abstracto, como una cualidad que a todos nos adorna, en mayor o menor medida, pero que ahora contemplamos suelto entre los árboles, sin nadie reconocible por los alrededores, y entonces, si nuestra poesía tiene algún valor, iluminaremos ese diosecillo travieso con alguna cualidad distinta, o lo disfrazaremos de otra cosa, de odio, por ejemplo, y así podremos sorprender al que nos lee. Pero no nos basta con la sorpresa, hay que decir algo distinto, si se puede, ¡y sobre todo la forma! La forma por sí sola es capaz de sugerir tanto, de aportar tanto, que muchas veces lo de menos es lo que se dice. Uno lee un poema, le gusta, siente que es algo grande, pero no puede explicarlo, ni tampoco sabría muy bien decir qué mensaje tiene. Es que la palabra mensaje, ya de por sí, es una aberración. ¿Cuál es el mensaje de La Mona Lisa? Si lo que buscamos es un mensaje acarrearemos las palabras a nuestro cerebro, y entonces pondremos el yo a funcionar, y el yo, que además de terco es racional, buscará una interpretación, y el poema, que es un objeto hermoso que está fuera para ser contemplado, será secuestrado por cada lector para llevarlo a su casa y destriparlo, a ver si así se les pega algo del poeta.

A nada conduce mirar horas y horas dentro de nosotros, quedarnos parados frente a un folio en blanco buscando la esencia de los siguiente versos; no hay nada ahí: todo está fuera, la materia prima de la poesía es asombrosamente abundante, cada día nos cruzamos con ella, y no precisamente al pasear con aire distraído por un entorno idílico, sino al caminar por la ciudad entre el ruido de los coches, o al salir a trabajar por la mañana, o al recoger a los niños del colegio, y por supuesto al leer un libro, porque los libros buenos son el regalo que nos hacen unos pocos elegidos que destilaron su arte en esas páginas, y nos enseñan a cada paso visiones maravillosas, que no nos explicamos cómo no se nos habían ocurrido antes a nosotros, y nos inspiran, ellos sí (las musas hace tiempo que no trabajan), para enriquecer nuestros modestos garabatos con adornos florales que nos apresuramos a recoger antes de que marchiten, y así seguir hilando las palabras, y lograr que detrás de aquella piedra grande del camino aparezca cada día un nuevo brillo misterioso y eterno.

martes, 28 de agosto de 2012

De inspiración, oficio y pócimas mágicas


En un escritor operan dos fuerzas primordiales: una es el oficio, y la otra eso que se da en llamar inspiración. El oficio es un seguro de vida, nunca defrauda: los rudimentos aprendidos y la práctica adquirida hacen salir más o menos airoso de cualquier situación. La inspiración, sin embargo, es un factor externo, si bien no del todo incontrolable. Entiendo por inspiración aquel estado de ánimo que predispone a un artista para crear. Dicho estado de ánimo se presenta a veces de improviso, y con una fuerza inusitada, pero la mayoría de las ocasiones es convocado por el escritor, y aunque no siempre acude todo lo solícito que debiera, suele aparecer con mayor o menor prestancia para encender la mecha del genio  supondremos generosamente su existencia. Esta forma de inspiración domesticada es muy útil para los escritores profesionales, que al vivir de su arte se ven obligados a imponerse un horario, una rutina, y que por tanto tienen siempre dispuesto en su escritorio un lugar para el geniecillo de la lámpara, que les ha de ayudar en su tarea. El problema, o más bien la bendición, surge cuando la inspiración visita al artista de improviso, por ejemplo en un paseo por el campo, en la cama, en el amor o en la guerra, que para el caso es lo mismo. En ese caso salen ganando los poetas que llevan siempre preparado su cuaderno de notas, y son capaces de parar una ofensiva con tal de atender a su esperadísima invitada. Tan sólo unos apuntes bastan para empezar la obra de arte que ya habrá tiempo de acabar más adelante. Cualquier distracción resulta nefasta, y si no que se lo digan al pobre de Coleridge, que en pleno trance creador de su poema Kubla Khan fue importunado por un vecino de la vecina población de Porlock, que tras hacerle la visita dejó al poeta seco de ingenio, y por su culpa ese grandioso poema quedó inacabado aunque, quién sabe, su fama quizá se deba a ese aura de misterio. También hay quien dice que en ese trance tuvo mucho que ver el opio: es notorio que casi ningún poeta pasaría un control antidoping, pero esa es otra historia, lo que cuenta es el resultado, y si hay que invocar a los espíritus con pócimas sagradas de dudoso contenido pues se hace, todo sea en pro de la poesía.

Y dejo aquí este inicio de ensayo, que se ha quedado en unas inconexas disquisiciones sobre el arte y el artista, y que juro por mi honor he escrito únicamente con mi oficio, pues hace ya unos meses que por mucho que llamo y espero a la inspiración, ésta no viene: a lo mejor es que se trata de ir a buscarla.

sábado, 23 de junio de 2012

Apuntes (166): ¡Oído cocina!


Oído en la cafetería de la universidad: "Hacer la o con un canuto es una facultad que se está perdiendo".


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Me alegro de no ser futbolista, así no tengo los brazos enteros tatuados con letras góticas y dibujitos arlequinados. Entiendo que haya a quien le guste, pero yo me sentiría "un tanto incómodo", y si no me tatuara me faltarían al respeto.

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El mayor signo de progreso de la España de la posguerra fue el paso de la mula al motocarro.

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Consejo para escritores: hay que tener claro qué contar y cómo hacerlo, pero lo realmente importante es para quién se cuenta.

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Consejo para economistas: hay que saber qué producir y cómo hacerlo; de hecho, esto es algo que tenemos clarísimo, pero lo realmente importante es para quién se produce.

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Oído a un alumno de cuarto curso de ciencias empresariales al entregar un  examen: "¿Cuándo estarán las notas, maestro?"

viernes, 4 de mayo de 2012

Apuntes (161): Ritmo, muerte y aifons



Si alguien te admira, mala cosa; pero si además te lo dice, prepárate para lo peor.

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Decía Ramón (para los amigos), o cuenta Foxá que decía, que morir es dormir sin narices. Y se me vienen a la mente esos desoladores cuadros de Munch donde mujeres desnarigadas velan a unos muertos abrumados por un luto sin consuelo.

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Un buen rey no tiene por qué serlo; le basta con parecerlo.

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Nunca se sabe dónde está el ritmo. Aparece de improviso, se sabe que está ahí, agazapado entre las líneas, y no hay manera de extraerlo: vive su propia vida en otro espacio, y cuando baja tan sólo deja un rastro.

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Mientras la gente siga gastándose el dinero en aifons no debemos preocuparnos. Lo malo será cuando descubramos que los aifons no se comen.

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El súmmum gastronómico: comerme a cucharadas una lata grande de leche condensada.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Poética (1)


La poesía tiene dos ritmos distintos: el ritmo de leer y el ritmo de escribir, y no es bueno que esos dos ritmos se mezclen, porque entonces se adultera el acto de creación. Ello no significa que un poeta no deba leer poesía; todo lo contrario: cuando un enólogo quiere producir un buen vino ha de beber muchos más para apreciar lo que otros antes que él han conseguido, pero tampoco es bueno atiborrarse de ella, porque la ebriedad nunca fue buena consejera en ningún arte, a pesar del mito del absenta y del poeta bohemio y dipsómano. Es, pues, aconsejable llamar a muchas puertas, hacer la visita y marchar después de un tiempo prudencial, para no molestar. Si permanecemos demasiado tiempo en una casa ajena corremos el riesgo de encariñarnos con ella y quedarnos allí a vivir, lo que hará que tengamos que someternos a sus normas. El poeta ha de ser libre, y no como un pájaro, sino como un paseante curioso y atento, que basa su felicidad en cultivar su arte, aunque ello no debe ser a cualquier precio: por encima de todo arte, incluso del más elevado, están la persona y los compañeros que le acompañan en el camino de la vida. Demos, pues, a la poesía lo que se merece, no más, y olvidémonos de obsesiones, ídolos y modelos sobrehumanos. Disfrutemos de ella; leámosla pausadamente, como se merece, y si también queremos escribir abandonemos parte de nuestras lecturas mientras dure la inspiración, para poder encontrar el cauce de agua pura y crisitalina que sin duda recorre algún rincón de nuestro ser.

martes, 10 de enero de 2012

Apuntes (150): Disparates


Síndrome postvacacional. Buena cosa: señal de que estoy sano.

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Alaba Bergamín en un ensayo las bondades del disparate en la vida y en la literatura.Es ésta una de esas palabras para cuya comprensión conviene acudir al diccionario, que nos informa de que algo disparatado es "contrario a la razón". No se trata, pues, de un desatino, eso que decimos cuando estamos desesperados de que vamos a "hacer un disparate". Se trata de algo más sutil: una especie de iluminación, el motor creador de muchos poetas que han disparado unos versos sin pensárselo dos veces, o, como dice el autor, utilizando "una forma inventiva, creadora, poética del pensamiento", y alumbrando así algunas de las creaciones más hermosas de nuestra literatura.

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Ya me gustaría a mí estar todo el día haciendo disparates. Modestia aparte, alguno que otro disparate sí que suelto en este blog; me queda saber si son disparates de los buenos o de los malos.


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Un disparate de los malos: "Como esto siga así no sé lo que voy a hacer, igual me tiro a un río, como Ganivet". Pero... ¿se trata de disparate o desatino? ¿No será más bien una bravuconada, una llamada de atención? O acaso se trate de una gilipollez... Sí, seguramente es esto, no faltan antecedentes en mi blog. En cualquier caso, se está convirtiendo en una paja mental, así que mejor lo dejo, que además me estoy yendo por las ramas (ahora vendría lo de los monos que se suben a las ramas y tal, pero no lo voy a decir, que paso de la paja mental al coñazo, lo que, bien pensado, no deja de ser un avance...). Bueno, va, me callo.

~

Últimamente tengo abandonado el cuaderno de papel, y escribo la mayoría de mis apuntes directamente en blogger. Tengo que reconocer que el hecho de escribir a mano es más una pose que otra cosa: lo hago más bien porque me resisto a abandonar el medio tradicional, pero el ordenador es mucho más práctico, y más aún con la moda de los teléfonos inteligentes (tiene cojones que haya tantos teléfonos inteligentes en manos de zoquetes sin remedio).

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Lo mejor de Pickwick Papers, con diferencia: el personaje de Mr. Weller.

lunes, 12 de diciembre de 2011

William Wordsworth: The Tables Turned


Levántate, amigo, y deja tus libros,
o engordarás de no moverte:
Levántate, amigo, desperézate,
¿A qué vienen tantos afanes?

El sol, por encima de las montañas,
un tenue y refrescante brillo
ha derramado por los verdes campos,
su tarde dulce y amarilla.

No hay brillo en la lucha con los libros:
Escucha el pardillo del bosque,
¡Qué música tan dulce! Un tesoro
repleto de sabiduría.

¡Y escucha el canto risueño del tordo!
Tampoco es mal predicador:
Sal al encuentro de la luz del mundo,
observa la Naturaleza.

Ella te ofrece un mundo de riqueza,
bendice nuestros corazones--
Respiramos el saber por el cuerpo
y la verdad por la alegría.

El pulso de un bosque de primavera
puede enseñarte más del hombre,
de lo que es el mal y del bien,
que todos los sabios del mundo.

Dulce es la voz de la Naturaleza;
Nuestra razón entrometida
deforma la belleza de las cosas:--
Matamos para conocer.

Olvidemos las ciencias y las artes;
Ceguemos esas hojas yermas;
Adelante, abrid el corazón
que todo lo observa y acoge.




Up! up! my Friend, and quit your books;
Or surely you'll grow double:
Up! up! my Friend, and clear your looks;
Why all this toil and trouble?

The sun above the mountain's head,
A freshening lustre mellow
Through all the long green fields has spread,
His first sweet evening yellow.

Books! 'tis a dull and endless strife:
Come, hear the woodland linnet,
How sweet his music! on my life,
There's more of wisdom in it.

And hark! how blithe the throstle sings!
He, too, is no mean preacher:
Come forth into the light of things,
Let Nature be your teacher.

She has a world of ready wealth,
Our minds and hearts to bless—
Spontaneous wisdom breathed by health,
Truth breathed by cheerfulness.

One impulse from a vernal wood
May teach you more of man,
Of moral evil and of good,
Than all the sages can.

Sweet is the lore which Nature brings;
Our meddling intellect
Mis-shapes the beauteous forms of things:—
We murder to dissect.

Enough of Science and of Art;
Close up those barren leaves;
Come forth, and bring with you a heart
That watches and receives.

Nota: En esta traducción he optado por seguir una pauta métrica, tratando de acercarme a los ritmos yámbicos alternos del original. Así, he empleado endecasílabos en el primer y tercer verso de cada estrofa y eneasílabos en el segundo y el cuarto. De las rimas, obviamente, he prescindido. En cuanto al poema en sí, Wordsworth, como buen poeta romántico, exagera lo indecible en su glorificación de la naturaleza y su desprecio por los libros, algo no exento de ironía, pues él sabía perfectamente que su poema se publicaría, y no desdeñaba los libros en absoluto.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Poesía y erudición

Books! 'tis a dull and endless strife:
Come, hear the woodland linnet,
How sweet his music! on my life,
There's more of wisdom in it.
William Wordsworth
Son muchos los que piensan que es necesaria una amplia cultura antes de abordar la creación literaria; en otras palabras, que hay que leer mucho antes de ponerse a escribir, muy especialmente si se trata de un poema. Yo opino que se debe partir de una base sólida en cuanto al dominio del idioma, y esto requiere indudablemente algunas lecturas, y hay ciertos autores de los que se puede aprender mucho, pero de ahí a que un escritor, para ser bueno, deba ser un erudito, va un trecho largo. Wordsworth expone esta idea de forma admirable en el poema The tables turned, oponiendo el conocimiento de las ciencias y las artes a la contemplación de la naturaleza, a su percepción plena utilizando los sentidos, pero se va justamente al extremo contrario. Como suele suceder en estos casos, la virtud está en el punto medio: desde luego, no es necesario ser un erudito en poesía para escribir buenos poemas, pero tampoco hay que desdeñar la lectura, la adquisición de una fracción de unos conocimientos milenarios, sin los cuáles difícilmente podremos tener nuestra propia poética. Los poetas con una cultura vasta suelen pecar de frialdad, su erudición se trasvasa a sus escritos, cosa que no les conviene; estoy pensando, por ejemplo, en Eliot, cuyos poemas tienen una calidad indudable, pero a los que en mi opinión les falta frescura. En el otro extremo, los llamados "poetas del pueblo" pueden ser interesantes, incluso algunos son excelentes, pero no pasarán de una poesía sencilla, con temas cotidianos, o bien una poesía experimental casi siempre falta de calidad.

martes, 29 de noviembre de 2011

Apuntes (143): Ranas muertas


El canon es la vereda, y en poesía las veredas no llevan a ninguna parte.

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mueren las ranas
los estanques florecen
de soledades
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Una vida, un año, una hora, un minuto, un segundo... lo mismo da: tiempo maleable, materia incierta de nuestros sueños, de nuestras ilusiones ciegas.


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Hay dos tipos de literatura: la que requiere de marketing y la que no. La poesía siempre pertenece a la segunda clase, pero eso es algo que muy pocos "poetas" saben.

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Y yo, que enseño marketing, trago sapos, ranas y culebras.

lunes, 21 de noviembre de 2011

De los peligros de un diario


No tiene poco de obsesión, ni incluso de sumisión, la paciente y continua escritura de un diario, ya sea en papel, electrónico o una mezcla de ambos. En mi caso se trata de un diario misceláneo, volcado casi todo en la red, pero también con apuntes entreverados escritos a vuela pluma en un cuaderno. Un repaso a lo divino y lo humano, un canto a la música, a la literatura, un homenaje a poetas y escritores que me han dejado huella, y sobre todo una colección de anotaciones más o menos profundas, más o menos íntimas, más o menos anecdóticas, que si a alguien rinden tributo, además de a mi memoria, es a Fernando Pessoa, el único maestro en que me reconozco, al menos de manera consciente.

Yo me aplico al diario con una puntualidad escrupulosa, impropia de mi talante disperso y de mi tendencia a la pereza. Eso es algo que debo al medio electrónico, al invento de Internet; peligroso, no cabe duda, pero que ha encauzado mi larvada vocación literaria como si fuera una zanahoria que me anima a seguir y, aún diría más, que me obliga a escribir todos los días, haciéndome mejor persona, pero también esclavo de una droga difícil de dominar; una droga que conviene tomar en dosis pequeñas, pero que atrapa a los débiles de voluntad en una tela de araña tupida y pegajosa.

Y no es nuevo lo que yo digo; ya lo sabía Unamuno:
Y ¡ojo con caer en el diario! El hombre que da en llevar un diario -como Amiel- se hace el hombre del diario, vive para él. Ya no apunta en su diario lo que a diario piensa, sino que lo piensa para apuntarlo. Y en el fondo, ¿no es lo mismo? Juega uno con eso del libro del hombre y el hombre del libro, pero ¿hay hombres que no sean de libro? Hasta los hay que no saben ni leer ni escribir. Todo hombre, verdaderamente hombre, es hijo de una leyenda, escrita u oral. Y no hay más que leyenda, o sea novela.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Apuntes (140): Proyecciones salvadoras


Leyendo hace un tiempo a Trapiello encontré una cita de Somerset Maugham. No la recuerdo literalmente, pero sí mi percepción de ella, que al fin es lo que cuenta: "Los escritores no deben explicarse demasiado". Pues eso.

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Suele suceder que un libro guste más o menos, o no guste en absoluto, según la época o el ánimo con que se lea. A mí me ha sucedido, por ejemplo, con Stendhal, pero esto no es una ley universal, ni mucho menos. Nunca me sucederá con El Quijote, ni con Romeo y Julieta, ni con David Copperfield, ni con El libro del desasosiego.

~

Y por cierto, tampoco lo anterior es una ley universal, ni ninguno de mis apuntes; son la mera proyección de mis gustos y reflexiones sobre los gustos y reflexiones de los demás. Esto me blinda, y ya me estoy explicando demasiado, de cualquier ataque o crítica furibunda que reciba.

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Los apuntes de Trapiello se me suelen olvidar inmediatamente después de leerlos, lo cual es una de las mejores cosas que se puede decir de ellos.

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Me aniquilan los remordimientos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Apuntes (138): Hollín



Los que se refieren a Shakespeare como "El bardo de Avon" y a Cervantes como "El manco de Lepanto" no han leído Hamlet ni el Quijote.

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Cuando menos se espera, en las horas más amargas o en el tedio de una tarde sin esperanzas, cuando se quiere detener la vida pero ésta sigue su camino insensible a nuestra culpa, de un chispazo surge la poesía, se trazan cuatro arabescos en forma de versos cazados a bocajarro, y el hollín sigue tiznando nuestro espíritu, pero al menos hemos recogido su huella en una lámina.

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Hay quien se esfuerza tanto en escribir como un maestro, que tan sólo consigue hacernos creer que es un maestro.

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Si alguna vez he escrito algo bueno ha sido cuando me he sincerado, aun fingiéndolo.

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No hay muertes malas, sino vidas infelices.

lunes, 31 de octubre de 2011

The pity of War



Impresiona hondamente la lectura del prefacio que el propio Wilfred Owen escribió a su libro de poemas. Fue hallado poco después de su muerte en estado fragmentario, entre sus papeles. Como dijo su compañero Sigfried Sassoon, sus palabras y sus poemas hablan por él, sin necesidad de elogios o explicaciones. Son unos versos exentos de retórica, incluso de poesía. “Above all, this book is not concerned with Poetry. The subject of it is War, and the pity of War”. Por encima de todo, el dolor, la pena engendrada por la Guerra. “The poetry is on the pity”. “La poesía está en la pena”. Y la pena está en esa guerra despiadada que se libró en los campos de Flandes, y donde el poeta convivió con la muerte hasta fundirse con ella.


Los últimos versos de Apología pro Poemate Meo son de una profundidad e intensidad realmente excepcionales:

You shall not hear their mirth:
You shall not come to think them well content
By any jest of mine. These men are worth
Your tears: You are not worth their merriment.
November 1917

No llegarás a oír su alborozo:
No llegarás a saber de su contento
por una broma mía. Estos hombres merecen
tus lágrimas: tú no mereces su alegría.
Noviembre 1917