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sábado, 31 de octubre de 2009

El ciempiés cojo

Debajo del tronco muerto de un alcornoque vivían Mario y Bruno, dos ciempiés que siempre estaban patrullando el bosque, guerreando con los enemigos de otras especies y peleándose entre ellos, pues no tenían nada mejor que hacer. En una de estas peleas, Mario dio un mordisco a Bruno y le arrancó de golpe diez patas. No era ninguna tragedia, pues aún le quedaban noventa, pero a partir de ese día Bruno fue el blanco de las burlas de su compañero. Tan crueles eran sus chanzas que Bruno andaba siempre cabizbajo y triste. Después de muchos días aguantando, llegó un momento en que no pudo más y decidió vengarse. Su oportunidad surgió una noche en que Mario estaba especialmente cansado, por lo que su sueño era muy profundo. Bruno se levantó sigilosamente y le arrancó una a una diez patas sin que se diera cuenta, creyendo así cumplida su venganza.

Cuando amaneció, Mario se levantó de muy buen humor y salió al bosque a dar una vuelta. Bruno disfrutaba pensando en el susto que se llevaría al sentir la pérdida en su patamen, pero para su sorpresa volvió del paseo tan sonriente como salió. Bien pensado, de cien a noventa patas tampoco se nota mucho al andar, y como los ciempiés no son capaces de dirigir la vista hacia abajo Mario no se había dado cuenta de nada. Furioso porque su plan había fallado, Bruno fue a informarle de su pérdida, y dijo a su amigo que le faltaban diez pies, pero éste no le creyó, pensando que lo decía para zaherirle. Bruno fue a buscar las patas que había cortado, pero habían volado con el viento, y no tuvo modo de demostrar a Mario que lo que decía era verdad. Durante el resto de sus cortas vidas ambos quedaron con diez pies de menos, uno contento y otro triste y enfadado.

Moraleja 1: no eches de menos lo que no necesitas.

Moraleja 2: si alguien se ríe de ti cágate en sus muertos, pero no le ataques.

martes, 18 de agosto de 2009

El sabio mudo

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Kawazu Tobikomu llegó a Edo una tarde de noviembre. No lo conocía nadie, y pronto se ganó una reputación de hombre sabio por sus costumbres austeras y, sobre todo, porque se pasaba el día entero meditando, sin hablar con nadie. A los cuarenta días de llegar trazó en la arena del suelo de su cabaña las siguientes palabras:

de mi pasado
hoy no me queda nada
salvo el futuro


Pronto estas palabras pasaron de boca en boca, hasta que todo el país supo del poema, y acudieron a venerarle desde los lugares más remotos. Pero Kawazu les contemplaba indiferente, y jamás se le oyó pronunciar palabra alguna hasta que llegó su hora. Ese día cogió el mismo cayado que treinta años antes, y, borrando lo que escribió, dijo solemnemente, ante el silencio asombrado de la multitud:

copié ese haiku
cuando dejé el hogar
de mi maestro



Moraleja: no todo el que calla es sabio

martes, 14 de julio de 2009

Narciso y el mono

Ante la oda al narcisismo de mi amigo el Capitán Lanzaenristre, ofrezco aquí en verso mi propia versión de esta cualidad de algunos hombres (y el que se sienta retratado, que salga del armario).

Fue Narciso a descansar
debajo de un cocotero
pensando que sin dudar
siempre en todo era el primero.

Se sentó como en un trono,
contento y ensimismado,
y en esto que saltó un mono
con el culo sonrosado.

El mono vino de frente
y Narciso fue testigo
de una cosa muy potente
por debajo del ombligo.

Narciso miró hacia abajo
se bajó los pantalones
y comparó su colgajo
con King Kong y sus cojones.

Él que se creía eximio
con un palmo estando dura
vio que una mierda de simio
le superaba en largura.

Ante tal exhibición
de potencia y poderío
Narciso vio la razón
de tamaño desvarío.

Pensó que el mono prendado
de su belleza quedó,
y estando tan deslumbrado
su miembro creció y creció.

Y como un día sucediera,

aquella vez con un mulo,
dejó que el mono le diera
mayormente por el culo.

miércoles, 28 de enero de 2009

La criada infeliz

Una soleada mañana de otoño una joven esperaba, como todos los días, el autobús para ir a su trabajo. No es que fuera nada del otro mundo limpiar una casa y cuidar niños de otros, pero le gustaba y lo hacía de buen grado. Como había salido con tiempo disfrutaba del momento, e imaginaba todas las cosas buenas que le iban a suceder ese día. Absorta en sus pensamientos no se dio cuenta de la llegada del autobús y lo perdió, pero tuvo tiempo de leer un cartel que no recordaba haber visto, y que rezaba "Probablemente Dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Volvió a sus ensoñaciones y a los diez minutos pasó un nuevo autobús y, cómo no, volvió a perderlo. En este caso la publicidad era ligeramente distinta: "Probablemente Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Estos mensajes perturbaron su ánimo, y dejó de pensar en lo bueno que iba a ser su día para reflexionar sobre el asunto. En esas estaba cuando pasó un nuevo autobús que, por supuesto, volvió a perder. Ahora el mensaje era: "Puedes estar seguro de que Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Resignada a llegar tarde al trabajo, decidió coger el metro cavilando sobre lo divino y lo humano, y nada más bajar las escaleras de la estación se topó con un cartel publicitario que decía: "No te creas el cuento de que Dios existe, así que deja de preocuparte y disfruta de la vida". Su estado de excitación y angustia era tal que se precipitó fuera del metro y decidió ir andando a su trabajo, prometiéndose firmemente no levantar la vista en todo el camino. Cuando llegó a la casa donde trabajaba tenía los nervios a flor de piel. No dio pie con bola en toda la mañana, los niños no pararon de llorar y la señora le tuvo que llamar la atención varias veces. Se fue de allí triste, llegó a su casa y se metió en la cama a pedir a Dios que el día siguiente fuera mejor.

Moraleja: se puede ser feliz sin pensar en Dios.

P.S. La idea de esta entrada me la inspiró un aforismo de Jesús Cotta en su blog. Te lo debo, Jesús.