Mostrando entradas con la etiqueta Verlaine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Verlaine. Mostrar todas las entradas

miércoles, 24 de agosto de 2011

De lluvias y melancolías



Si hay un fenómeno relacionado con la melancolía, ése es la lluvia. En la antigüedad nadie la ensalzaba: tan ocupados estaban con la épica que no tenían tiempo para nostalgias. Éstas vinieron más bien en épocas recientes, cuando el poeta ha tenido tiempo que gastar, salvado el trámite de las obligaciones cotidianas. Entonces se ha asomado a las ventanas y ha comenzado a soñar, y ha comenzado a llorar. Todos nos imaginamos al viejo Verlaine escribiendo versos iluminados en un café de París con los ojos inyectados en absenta, mientras fuera caía una lluvia machacona y triste. La fée verte, asociada para siempre a esos tiempos brumosos, verdes de lluvia y de licor. Il pleut dans mon coeur / comme il pleut sur la ville. Esa letanía, esa genial metáfora entre lluvia y llanto, corazón y calles parisienses, ha conmovido y siempre conmoverá a los amantes de la poesía. Y después de Verlaine, cuando leo a Bernardo Soares, álter ego de la saudade, no puedo dejar de imaginar las calles de Lisboa mojadas por la lluvia del invierno, el cielo eternamente gris tras la ventana de la oficina del patrón Vasques, el poeta levantando la vista de su correspondencia comercial para soñar, ensoñar, acompañado de esas calles acuosas.

Después de estos dos grandes, que tuvieron buena compañía, la nostalgia pasó a ser una moneda de plata vieja, tan usada que perdió su brillo. Hay más poetas tristes que poetas melancólicos. No hay tristeza en la melancolía. No hay grandeza en la tristeza. Algunos, pocos, han superado la prueba del tiempo, y continúan empapando sus poemas con la lluvia del otoño, del invierno, de todos los otoños y todos los inviernos, y consiguen traducir la devastación que la lluvia produce en las almas en unos pocos versos emocionantes y auténticos, tan auténticos como el temblor de las hojas verdes envueltas por ráfagas serenas de agua limpia.

sábado, 29 de enero de 2011

La Bohème



Alma triste de bohemia, avant le siècle, ahíta de poemas y ayuna de sustento, con los ojos brillantes de entusiasmo y la mirada anhelante, prendada en la belleza traslúcida de las musas del arroyo. Los más felices de tus hijos erraron como espectros por las calles de París para venerar al Santo Grial de la palabra eterna y compartir con Él los lúcidos instantes de su voz ungida por la sed de los malditos. Alma triste, de gabanes raídos, hambrienta de la gloria de Rodolfo y de Mimí, una gloria olvidada para siempre, rumiada en hospitales y figones miserables, donde la muerte se cobraba su tributo de cuartillas esparcidas, de juventud arrebatada, de grandeza rebuscada entre las piedras.



Imagen superior: Verlaine en el café Procope. Aguafuerte de Cesare Bacchi.

viernes, 28 de enero de 2011

Palacio encendido (entre Verlaine y Rosales)


Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon coeur ?
Vuelve siempre, como el frío y las nevadas,
para alejarme del engaño del olvido,
para esculpir las huellas de mis primeros pasos,
[Madre mía,
cuando mis pies sabían dónde iban,
y los ojos dolían de tanta risa,
y las angustias y los miedos salían a jugar a las
[canicas.
Vuelve siempre, para tomar café con mis fantasmas
en el bar siempre abierto de mi casa encendida.
Vuelve, y no me acostumbro a verlo volver,
porque yo no he comprado esos boletos,
porque ahora estaba calentito, y no pensaba en nada.
Vuelve, y ni siquiera sé si hay que temer
a ese pájaro sin luz que me penetra
ahora que ya nadie toma ajenjo,
ahora que no existen los poetas,
ahora que hace tanto tiempo y tantos versos
que en el Palacio de Invierno
ya no vive Verlaine.

Imagen: Claude Monet: Puesta de sol en Lavacourt.

jueves, 27 de enero de 2011

Apuntes (LIV): De lecturas y diarios


Me he comprado una edición bilingüe de las Elegías de Duino de Rilke. Pocas veces he tenido tanta ilusión por leer un libro.

***

También leo a Sawa, y no puedo menos que admirar aquellos años turbulentos en el París del simbolismo, del modernismo, del decadentismo... donde todo poeta que se preciara debía emborracharse con ajenjo, y el dios indiscutido era Verlaine.

***

Debe de ser bonito erigirse, como Rafael, en el guardián del Parnaso, aunque estar pendiente de tantas idas y venidas quizá no deje mucho tiempo para paladear el arte de los huéspedes.

***

Ayer leí, creo que a Trapiello, o quizá fuera Darío, que el diario es un género donde se recoge todo lo que no tiene cabida en otro lado. Es muy cierto, y es mucho todo ese material, que no tiene por qué ser inferior en calidad a otros escritos más "aprovechables" por los editores. Aquí no hay reglas, soy yo quien las pongo, y mi escritura no tiene límites.

***

El diario es una escuela de escritores, y la quintaesencia de su madurez.

jueves, 13 de enero de 2011

Para escépticos del e-book

Algunos ya saben que estoy leyendo la poesía de Verlaine en formato electrónico -¡Halaaaaa, pecador! Anda, ve y rézate cien padrenuestros en la Biblia políglota-. Quiero comentar cuál es la procedencia del texto que he descargado en mi dispositivo de lectura -vulgo, reader-. El archivo proviene del escaneado de un libro depositado en la Biblioteca Nacional de Francia, que lo cedió gustosamente. Se trata del primer volumen de una edición del año 1902 de las obras completas del poeta francés, como puede verse en estas imágenes.


Estoy convencido de que la experiencia de leer los versos inmortales de Verlaine en esa joya bibliográfica es muy superior a la de hacerlo en mi modesto reader, y de hecho estuve dudando hasta el último momento si coger un avión a París e intentar convencer al director de la biblioteca de que me dejara hojear el ejemplar. Finalmente, mis obligaciones laborales y familiares pesaron más que mi entusiasmo poético y leo a Verlaine cómodamente sentado en mi sillón. Además, como mi francés no es tan bueno como a mí me gustaría, de vez en cuando toco dos veces con el dedo en una palabra y me salta el diccionario con la correspondiente traducción.

P.S. No me dan comisión (por ahora...).

Paul Verlaine: Romances sans paroles (III y V)


Traigo en esta entrada dos poemas de Paul Verlaine, correspondientes a la primera sección, Ariettes oubliées, de su obra Romances sans paroles. Es tan exquisito el uso que hace el poeta de la lengua francesa que al traducirlos me he sentido casi como si estuviera cometiendo un sacrilegio. He renunciado expresamente a mantener la rima y el metro, y me he dedicado a escoger con mimo las palabras más adecuadas, que permitan al menos vislumbrar la grandeza de estas dos obras maestras.


III

Il pleut doucement sur la ville.
Arthur Rimbaud
Il pleure dans mon coeur
Comme il pleut sur la ville;
Quelle est cette langueur
Qui pénètre mon coeur?

Ô bruit doux de la pluie
Par terre et sur les toits!
Pour un coeur qui s'ennuie,
Ô le chant de la pluie!

Il pleure sans raison
Dans ce coeur qui s'écoeure.
Quoi ! Nulle trahison?
Ce deuil est sans raison.

C'est bien la pire peine
De ne savoir pourquoi
Sans amour et sans haine
Mon coeur a tant de peine!


Llueve dulcemente sobre la ciudad.
Arthur Rimbaud
Llora en mi corazón
como llueve sobre la villa.
¿Qué es esta languidez
que invade mi corazón?

¡Oh dulce ruido de la lluvia
en la tierra y en los tejados!
Para un corazón que sufre,
¡oh el canto de la lluvia!

Llora sin motivo
en este corazón que se diluye.
¡Qué! No hay traición?
Es un duelo sin motivo.

¡Es la mayor de las penas
no saber por qué
sin amor y sin odio
mi corazón tiene tanta pena!


V

Son joyeux, importun d’un clavecin sonore.
Pétrus Borel

Le piano que baise une main frêle
Luit dans le soir rose et gris vaguement,
Tandis qu'un très léger bruit d'aile
Un air bien vieux, bien faible et bien charmant
Rôde discret, épeuré quasiment,
Par le boudoir longtemps parfumé d'Elle.

Qu'est-ce que c'est que ce berceau soudain
Qui lentement dorlote mon pauvre être?
Que voudrais-tu de moi, doux Chant badin?
Qu'as-tu voulu, fin refrain incertain
Qui vas tantôt mourir vers la fenêtre
Ouverte un peu sur le petit jardin?


Sonido alegre, molesto, de un clavicémbalo.
Pétrus Borel


El piano que besa una mano delicada
brilla vagamente en la tarde rosa y gris,
mientras que un ruido alado, muy ligero,
un aria antigua, débil y encantadora
merodea discreta, casi asustada,
en el salón perfumado de Ella.

¿Qué es esta niñez repentina
que mima lentamente mi pobre ser?
¿Qué quieres de mí, dulce canto juguetón?
¿Qué has buscado, fino estribillo incierto
que vas pronto a morir hacia la ventana
abierta brevemente sobre el pequeño jardín?