Hoy quiero dedicar esta entrada a mi Julieta particular, a cuyo balcón subí hace hoy exactamente diez años para arrebatarla de la tutela paterna por los siglos de los siglos.
A raíz de las dos rosas de la entrada de ayer, he recordado los versos inmortales de Shakespeare en Romeo y Julieta:
What's in a name? That which we call a rose
by any other name would smell as sweet.
Que podría traducirse por algo así como:
¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa
tendría la misma fragancia con cualquier otro nombre.
Así habla Julieta a Romeo (en inglés suena incomparablemente mejor) para conjurar el único obstáculo que se impone a su unión: el de un mero nombre, Montesco. ¿Qué es Montesco?, pregunta la amante. O, be some other name! (¡Oh, sea otro tu nombre!). El genio de Shakespeare supo captar ese detalle, esa evidencia que a muchos se escapa, de que las palabras están sólo para representar el objeto que denominan, pero nunca para suplantarlo. A veces, muchas veces, miramos el nombre antes que la persona, y cometemos el mismo error que quien alaba la calidad de un vino por la belleza de la etiqueta, antes incluso de haberlo probado.
Para cerrar la entrada dejo tres paráfrasis de los versos de Shakespeare que me niego a traducir, para no herir sensibilidades.
What’s in a name? That which we call a shit
by any other name would smell as shit.
What’s in a shit? That which we call a fly
by any other shit would fly ten miles.
What’s in a throne? That which we call my blog
by any other throne would smell as hell.
P.S. Que quede claro, para evitar malentendidos, que esto no es un regalo de aniversario.
P.P.S. Ah, y la dedicatoria termina cuando empiezan las paráfrasis.
P.P.P.S. ¿Os habéis fijado en el cuadro, la prestancia que tenía hace diez años? Pues aún he mejorado.
P.P.P.P.S. Aunque por poco me dejo los güíbols en el intento.