De vez en cuando cogías tu guitarra junto a la chimenea y los trémolos brotaban como por encanto. Y me mirabas de hito en hito. Y al final me sonreías. Y simplemente así éramos felices. Nadie ha vuelto a coger esa guitarra que tú tocabas ya de niña. Descansa apoyada en un rincón del salón de Alájar, junto con otra que era mía pero jamás aprendí a tocar, esperando unas manos que ya nunca la acariciarán, y yo esperando una sonrisa y unos ojos dulces que sólo subsisten en mi recuerdo.
Día de santa Teresa
-
Decía Nietzsche que la experiencia religiosa era una experiencia vacía, en
torno a un ser que no existe. Aun cuando no existiera, hay que reconocer
que, pa...
Hace 1 hora
No hay comentarios:
Publicar un comentario