martes, 7 de junio de 2011

Una cagada de relato


Era un tipo insufrible. Nadie era capaz de aguantar más de unos minutos a su lado, tal era su mala educación y su maledicencia. En lugar de saludar emitía un desagradable gruñido, para a continuación torturar a su interlocutor con espantosos detalles de su vida. Poco le importaba haber dicho lo mismo cientos de veces a otras tantas personas, que él lanzaba impertérrito su letanía miserable, ahondando en los detalles más escabrosos de su vida íntima, siempre acompañada de las desgracias más terribles. Su único interés consistía en abordar su eterna lista de agravios, y gritaba mientras profería sus lamentos, haciendo grandes gestos de aflicción. En el pueblo se hacían apuestas a ver quién le oía por más tiempo, pero poco era el premio para tan grande sacrificio. Por eso, todos se asombraron cuando vieron entrar en el casino a un forastero, al que se acercó como un buitre a la carroña, y comenzó su perorata habitual, acaso redoblada por la novedad del oyente, y éste aguantaba impertérrito, diez minutos, veinte... media hora, una hora, dos... hasta que el campeón de la palabra cayó vencido, y entonces habló el forastero:

- I beg your pardon?

4 comentarios:

Liliana G. dijo...

A mí el relato me pareció estupendo. Palabra, Ridao, no me estoy mofando, pa ná (¿lo dije bien?).
En un principio pensé que era un cuento costumbrista, de esas historias pueblerinas con un desenlace más convencional (o tal vez escatológico, para qué negarlo). Pero cuando llegué al final, no pude menos que hacer lo que siempre hago cuando te leo: largar la carcajada.

Sos un caso, Ridao, sos un caso...

Besos.

P.S.: Esto de estar sola en este rectángulo, se siente como mínimo raro.

José Miguel Ridao dijo...

¡Gracias, Liliana! Has limpiado mi honor.

Mery dijo...

Chapó.
El final es excelente.
Un beso

José Miguel Ridao dijo...

Ea, al final cuatro chops, si así no hay manera. Pero bueno, gracias, no era tan malo, el título ha servido de gancho, jeje.