martes, 21 de octubre de 2014

Religión y miedo


Para que una religión tenga fuerza debe basarse en la dominación de sus fieles por el miedo. Así ocurrió con el cristianismo en su época de esplendor de la Edad Media, aunque la Santa Inquisición siguió quemando brujas hasta bien entrado el siglo XVIII. En España tenemos muy reciente el resurgir de las fuerzas vivas clericales con el franquismo, dominando al pueblo claramente con el miedo, miedo a no cumplir con las normas de la Iglesia y en consecuencia ser repudiado por una sociedad altamente clericalizada. Miedo a lo terreno y, en las pobres almas ignorantes, a los fuegos del infierno, que tanto daño han hecho a la felicidad humana. Ese miedo sigue vigente hoy, multiplicado por mil, en algunos puebles sujetos a la ley estricta del Corán, tan cruel como inhumana. Gracias a ello unos pocos medran a costa del pueblo indefenso, como siempre ha sucedido en todas las iglesias. Y el mundo, en lugar de avanzar, retrocede, no sólo en el mal llamado progreso, sino sobre todo en algo mucho más importante, como es la libertad y la felicidad.

Visten las sectas modernas pieles de cordero, pero siguen adquiriendo el deseado cetro del poder y las riquezas materiales a través del miedo de los desamparados. Donde hay menos cultura el terreno está abonado, y no sólo en África, sino también en América del Norte, pueblo temeroso y ciertamente atrasado intelectualmente. La vieja Europa se está haciendo irremediablemente laica, y por primera vez en la historia suelta amarras con ese Dios que tantos intereses terrenales satisface. Sea ello para bien, los hombres buenos deben ser libres. No hay moral con miedo, ni poder sin mancha.

sábado, 18 de octubre de 2014

Castañas


Hace calor en medio del otoño
y en la calle resuenan los juegos de los niños.
La sierra clara, los caminos verdes,
la cesta colorida con las setas
recién recolectadas,
y los viejos recuerdos posados en las tapias.
Hace calor, y asamos las castañas
con un fuego de piña y de carquesa.
Los niños nos transportan a otros tiempos.
La historia se repite:
Otoño, chimenea, una sartén,
el trébede, las tanas en la cesta
y el dulce crepitar de las castañas.